Hipsters, metaleros, viejitos jazzeros, todos sentados en sus cómodas butacas sintiendo como sus cabezas explotaban por el cielo. La sensación de tensión contenida durante la hora de recital seguida de la subsecuente eyaculación en las improvs finales fue indescriptible, yo diría que jamás igualada en un show en vivo. Pocas veces puedo decir que se me ha escapado una lágrima de la emoción en un show. Bueno, debo decirlo de nuevo. He aquí el raconto realizado por Facundo Guadagno de lo sucedido ese viernes a la noche.
Por Facundo Guadagno Balmaceda. Fotos de Pablo Astudillo.
John Zorn volvía a nuestro país por segunda vez en dos años - la cátedra musical previa fue Masada - con una de sus creaciones más fantásticas de su carrera, Moonchild; ese trío conformado por Joey Baron, Trevor Dunn y Mike Patton, que luego se vio devenido en cuarteto con la inclusión de John Medeski. Durante este lapso hubo un saludable paso de la esquizofrenia originada al unir Heavy Metal, Rock y Free Jazz, para incluir un aura armónico muchísimo mayor y abrir la posibilidad de crear, con esta característica como denominador común, un álbum basado en las cruzadas templarias titulado "Templars: In Sacred Blood".
Aunque John Zorn presente al cuarteto como si fueran seres humanos, las caricias a los platillos cortesía de Joey Baron y el misticisimo que otorgan los punteos de Dunn - siempre con Medeski y su Hammond B3 para ambientar adecuadamente - nos hacen creer que estamos en presencia de hechiceros que bajo un extraño conjuro nos envían directamente al medioevo para dar comienzo al ritual con "Templi Secretum"; Patton se relame, uno puede conectarse con el músico y sus ansias de dar el grito que anuncia el comienzo oficial - ese templars desgarrador que era capaz de tirar el Coliseo abajo -. Analizando puntillosamente encontramos la clave jazzera del grupo con vocalizaciones dignas del Grindcore, es decir, diametralmente opuesto en teoría a lo que escuchamos detrás; primera fundamentación de Zorn sobre sus teorías, esta vez queda más que confirmado que los rótulos ya no existen. El misticismo, ese denominador que cubre completa la última obra de Moonchild, es la llave para que el grupo cumpla su cometido al transportarnos de era, así podemos degustar de "Evocation of Baphomet" o "Prophetic Souls", por nombrar solo dos ejemplos; de esta manera Trevor Dunn puede relamerse en compañía de Joey Baron al momento de dibujar bases rockeras o jazzeras para que luego Medeski cierre la impronta correctamente. Lo de Dunn merecería un párrafo aparte; el experimentado músico explora incansablemente sonidos con su instrumento bajo el género por el que la banda transcurra en ese momento. De Patton no está todo dicho; su versatilidad esta vez lo tuvo ejecutando cantos gregorianos y recitando de maneras como sólo lo ha hecho en proyectos muy personales, ya sea en "Murder Of The Magicians" o en "Secret Ceremony". Luego de haber interpretado ocho piezas y haber amalgamado la música extrema con la sacra, John Zorn saluda y se retira.
El público reclama impaciente el regreso de esos cuatro caballeros medievales y por suerte para los presentes esto sucede con Zorn conduciendo una improvisación con toda su experiencia bajo los hombros. Es en este momento en donde hay otra fundamentación en las teorías de Zorn, esta vez sobre cómo crear un auténtico ambiente musical desde el mero caos; el cuarteto dio una atmósfera que logró el cometido de transmitir un significado musical dentro la violencia, la crudeza y el desenfreno del grupo. John Medeski, un artista que vive cada nota como si fuera la última, construía un ambiente ecléctico e impredescible junto a la versatilidad y precision de Joey Baron que se encargaba de exigir su instrumento al máximo dentro de los límites que la improvisación entregaba. Al otro costado se encuentran Trevor Dunn y Mike Patton; el bajista ofreciendo cada nota desde su costado más íntimo al mismo tiempo que sus dedos recorrían los trastes del bajo pasando por una cantidad notable de estilos con una velocidad que demuestra por qué cuesta tanto definirlo en pocas palabras al momento de resumir su carrera artística; Patton emite gritos del inframundo en lo que parece una auténtica batalla templaria en la que los caballeros sufren horribles mutilaciones y sólo los chillidos, sonidos guturales o variaciones vocales de Mike pueden demostrarlo. Segunda despedida y regreso con pieza en clave Templars; partimos del ambiente sacro con Patton recitando y mutamos a un jazz dinámico y épico por igual en donde las vocalizaciones del vocalista se hacen más extremas conforme pasan los segundos.
John Zorn nos entregó otra porción de su genio por segunda vez en Buenos Aires; el compositor nos permitió apreciar la filosofía que construyó con más de treinta años de carrera bajo uno de sus espectros más desafiantes e innovadores. Sólo los que estuvimos presentes esa noche sabemos lo que es la experiencia emocional y corpórea que Moonchild ofrece.
Calculo que esto es lo más parecido a Naked City que llegaremos a ver en nuestras sudacas vidas
1 invocaciones del cosmos:
Muy buena la nota.
Show tan corto como intenso.
Fue raro verlo a Patton corriendose del centro protagonico de la escena, sin dialogo alguno con el publico.
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