Por Fernando Suarez.
-Avichi “The devil’s fractal” (2011)
El nombre Avichi suena como lo que uno diría (con voz aniñada) mientras acaricia la cabeza de una tierna mascota, antes que como la criatura Blackmetalera craneada por un oriundo de Chicago que se hace llamar Aamonael y que cuenta en sus pergaminos el haber pasado por bandas como Unholy Trinity y Nachtmystium, entre otras. Pero no dejen que el nombre ridículo los engañe, esta segunda placa (sucesora de “The divine tragedy”, editada en 2007) tiene la suficiente cantidad de riffs malignos, graznidos de ultratumba y climas fantasmagóricos como para hacer las delicias de cualquier amante del Black Metal que se precie de tal. Avichi logra un interesante equilibrio entre las enseñanzas arquetípicas del género y cierta impronta moderna, sin irse nunca por caminos demasiado experimentales pero tampoco cayendo en la mera repetición de clichés noruegos. En cierta forma, se los puede comparar con grupos como Glorior Belli, Khold o Watain, con un sonido bien claro y definido, guiado por un destacado trabajo de guitarras y sostenido por una base rítmica que privilegia la solidez antes que el despliegue dinámico. La figura principal, como podrán imaginar, son los riffs, auténticas pesadillas lisérgicas que se corporizan en intrincadas arquitecturas distorsionadas y generan esa pavorosa tensión en el alma que suele caracterizar al Negro Metal en general. La mayoría de las canciones avanzan a medio tiempo, con sus ocasionales aceleradas y rebajes que rozan el Doom, pero el clima predominante es de hipnótica oscuridad, apuntalando los conceptos esotéricos que se desarrollan en las letras y la estética del proyecto. En fin, no es una oda a la originalidad y, ciertamente, no está descubriendo nuevos caminos para el género, pero se las arregla para mantener una identidad propia y transmitir, con aterradora intensidad, todas esas sórdidas sensaciones que uno espera de este tipo de material. Ideal para pintarse la cara color desesperanza.
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