Por Manuel Platino
La mecánica bestia devastadora de la confianza alzó sus garras aquel 2 de Diciembre, sin concesiones; con cada golpe de la batería programada el sonido se volvió un calculado asalto a los sentidos. Como el reflejo de una vida sin posibilidades de ser vivida, Godflesh bien se encarga de transmitir su mensaje desolador y desesperanzador. Y dije golpes mecánicos, de esos que hacen temblar el suelo. Literalmente, el suelo temblaba, dándole un marco rítmico a la mugre sónica de la guitarra y el bajo. Envuelto en esta bruma de ruido, Justin Broadrick, luego de la repetitiva y agobiante intro instrumental bukowskianamente (y apropiadamente) denominada “Love Is a Dog From Hell” del compilado In All Languages, alzó su alarido de guerra: YOU BREEEEEED!!! LIKE RAAATSSS!!!
Pero recapitulemos un momento.
Londres en invierno, el sol se pone a las 3 de la tarde, cuando las nubes lo dejan salir. Y entre una turba de barbudos, adolescentes crusties, chicas tatuadas, gallegos, franceses, tanos y por supuesto, ingleses, se encontraba su servidor juntando fuerzas luego de un viaje cansador... para ver a las dos mejores bandas de todos los tiempos juntas en un épico y tal vez irrepetible show (si ya había hecho un viaje semejante por una mujer ¿cómo no lo iba a hacer por Godflesh y Neurosis?). Pero claro, a nadie le importa y está bien que así sea.
¿Nervioso? Nah, que va, ni me había dado cuenta del sueño, y el dolor recorría mi contracturada espalda de punta a punta por la mezcla de excitación, stress por haberme rateado un día y medio del trabajo y por sobre todo, la música, esa expresión extrema de angustia visceral que transmiten bandas como estas. Pero no nos adelantemos a los hechos.
Frente a una pantalla gigante en la que se proyectaban imágenes de cruces prendidas fuego, los gritos de Justin traspasaban la sala directamente a nuestros cerebros. Un Justin gigante, vestido con la reglamentaria remera cool (en este caso de Ramleh, una de las bandas más influyentes en las épocas formativas de Broadrick) se retorcía en éxtasis, buscando sacarle los sonidos más horribles a su guitarra, cuyas seis cuerdas amplificadas podían taladrar los oídos y estremecer los huesos al mismo tiempo, cubriendo el entero espectro auditivo. Ben Green con sus canas a cuestas y una escueta camisa negra marcaba el ritmo y el groove al compás de la máquina de ritmo, completando el asalto sonoro mediante un bajo que serruchaba nuestros cerebros una y otra y otra vez. Visualmente el ataque a los sentidos tenía la misma intensidad que la parte sonora. Las imágenes eran entre apocalípticas y alegóricas, los símbolos religiosos abundaban en contrapartida con las fotos del niño del primer EP, la mano incinerada de Pure o el cristo crucificado frente al paisaje fabril del Songs of Love and Hate, todo ello complementado por un excelente laburo de contrastes lumínicos, que acentuaban el efecto chocante de la música con el espástico uso de los flashes, haciendo que los climas pasen de la penumbra a la incandescencia constantemente.
La expresión del dolor se sentía físicamente, mientras la tensión crecía junto con el nihilismo sonoro de aquella seguidilla de cuatro temas extraídos del glorioso Streetcleaner (que incluyó “Tiny Tears” que se editaría en la reedición reciente de ese disco) y uno del primer autotitulado EP, el agobiante “Weak Flesh”. En una sistemática devastación sonora, el dúo no dejaba respiro para su audiencia, quienes a su vez no encontraban forma de reaccionar: algunos sacudíamos nuestras cabezas y cuerpos mecánicamente como autómatas descerebrados, mientras otros permanecían inmóviles, boquiabiertos, sin poder entender lo que ocurría (¿El aclamado efecto Neurosis era en realidad el efecto Godflesh? Ya volveremos a ese tópico mas adelante). Dolor, es el principal recuerdo que me queda, dolor y éxtasis, dos sensaciones tan primigenias y a la vez tan sublimes. Éxtasis a través del dolor... en el cuello, la espalda, las rodillas y el espíritu.
Podríamos decir que Godflesh deja poco margen para la sutileza, pero eso sólo ocurre en términos sonoros y visuales. Si bien las canciones en general nunca bajan los decibelios, si dejan lugar al manejo de la dinámica para que el show fluya orgánicamente. Esto en los discos ocurre muy esporádicamente, si escuchamos clásicos como Pure o el mencionado Streetcleaner, cuando el embotante ruido nos deja lugar a algún pensamiento, este siempre es de sufrimiento y aplastante opresión. Tal vez hacia el final de estos discos decrezca la intensidad, ya sea por la introducción de alguna melodía en las canciones o el cambio de ritmo hacia otras velocidades más soportables (esto quiere decir, pasar del ritmo cadencioso al machaque o viceversa). Es esta dinámica la que se hizo notar justamente en el show de aquella noche de domingo. Luego de la seguidilla de mazazos al alma de los primeros dos discos, el dúo cerró el set con dos de sus temas más hiteros, sacados directamente de su disco más hitero (Selfless): “Bigot” y “Crush my Soul”. El crescendo de energía dio lugar a un cierto respiro, que no permitió que el dolor físico despareciera, eso jamás. La tensión seguía aplastando nuestros cuerpos, pero ahora lo hacía a ritmos más bailables y melodías pegadizas.
Figurativamente hablando y con metáforas pedorras, podríamos trazar un paralelo entre la música del dúo de Birmingham y una gran garra mecánica que aprieta nuestros cuellos y sólo nos deja respirar lo justo para sobrevivir, y sentir el dolor de sólo respirar para vivir y vivir para respirar, sin sentido ni esperanza. Todo mal todo el tiempo, y no de una manera depresiva, sino opresiva, agobiante, claustrofóbica, aplastante, casi como la vida misma. Hum, ¿alguien dijo Swans? bueno, es obvio que Godflesh es el hijo primogénito de Swans, pero con más fuerza, más dolor... más todo.
Sonoramente hablando, creo que ya he mencionado bastante, pero cabe agregar que es así como siempre me imaginé que sonaría el dúo, un reflejo de mi imagen mental en dioscarne y hueso nunca podría haberse acercado mejor a un recital perfecto. Tal vez si lo hubiesen hecho un poco más largo, pero no, ¿para qué? Una hora sin respiros es la dosis perfecta.
Salen Justin y Ben ovacionados y entran Noah Landis y Steve Von Till a preparar sus equipos. Hacia mis adentros pensaba: “Estos tipos andan de gira por el mundo y siguen armando sus propios equipos, afinando sus propios instrumentos, conectando sus cables... son demasiado grosos”. Ellos eran los Neurosis, el sexteto (bueno hoy en día quinteto, ya que el encargado de los visuales, Josh Graham ya no es parte de la banda) que se encuentra cada día más maduro, con más canas en las barbas, menos pelos en las cabezas y más belleza en su música.
Como ya todos sabrán (y si no lo saben deberían) Neurosis es LA banda en vivo por excelencia, nadie les gana en fuerza, intensidad, pasión, son tan abrumadores en escena como arrolladora es su música. Y teniendo esto en mente ya sabía realmente que esperar de ellos. Lo que si me sorprendió muy gratamente fue que eligieran hacer un set con casi todas canciones de sus dos últimos discos, Given to the Rising y Honor Found in Decay. Esto le dio una frescura inusitada a lo que ofrecieron que sumó muchos puntos. En efecto, más allá del tema homónimo del disco Times of Grace (en el que pude darme el gusto de verlo ladrar como un perro a Dave Edwarson, quien hoy en día casi no ya aporta en las voces y se remite a sólo a su rol como bajista) y "Left to Wander" de The Eye of Every Storm (un disco que no pensé que tocarían demasiado en vivo), casi todo el set fue música reciente con esa vuelta de tuerca que saben darle a su fórmula los barbudos de Oakland en cada disco que sacan.
Para ser cabeza de la fecha se trajeron todos los chiches junto con un sonido impecable y arrasador, aunque se extrañó el complemento audiovisual de Josh Graham. No obstante supieron salvar este detalle sin dificultades y a puro HUEVO, y lo pongo con mayúsculas porque de otra forma no les estaría haciendo justicia.
Estar cerca de estas personas es una experiencia intensa ya de por sí, ni hablar de lo que generan tocando en vivo. Bien podría ser descrito como “tocar lo divino, o alguna expresión de lo divino, o lo que mejor se le asemeje”. La pura y cruda opresión de Godflesh se complementa perfectamente con el vuelo y la elevación espiritual que propone Neurosis. Ellos saben apelar a los instintos humanos más básicos y liberarlos de ese encierro que les propone la razón, desencadenando una chorrera de sentimientos imposibles de describir... ¿liberación?... ¿elevación?... ¿trascendencia?... la música de Neurosis tiene esa capacidad única e inigualable, de lograr tocar el alma de maneras profundas y dar vuelta nuestro ser de adentro hacia fuera, todo ello sin destrezas técnicas ni sobrecargas instrumentales, simplemente con la certera elección de las melodías, y un manejo de la dinámica que sólo ellos han llegado a perfeccionar hasta niveles insuperables.
El brutal sonido de esa noche me permitió observar un par de detalles que no había percatado antes: es cierto que la presencia avasalladora en escena de Steve Von Till, Scott Kelly y Dave Edwarson tiende a acaparar el escenario, pero cuando todo se oye tan violentamente perfecto salen a relucir los arreglos de batería de Jason Roeder y las hipnotizantes texturas sonoras de Noah Landis, ambos músicos generalmente relegados a segundos planos en las performances de Neurosis (por lo menos en las que había visto previamente). Con el despliegue en plena forma y todos los detalles a flor de oído, podía entenderse perfectamente el rol que Landis juega en la música de Neurosis, no sólo como un complemento de estudio, sino como una pieza fundamental del sonido de la banda, sin el cual nada sería lo mismo. Loops, samples, trazas sonoras psicodélicas (con efectos stéreo incluidos) hacían las delicias de mis torturados oídos. Como contrapartida, Jason Roeder, el indicador de las transiciones, el director detrás de los parches, golpeaba sus pobres bombos y toms haciéndolos sonar como pisadas de dinosaurios, y no de las que se escuchan en la lejanía, por el contrario, muy cerca y aplastantemente reales. Martillazo tras martillazo, la intensidad de la performance de Jason no tenía nada que envidiarle a la de los encargados de los instrumentos de cuerdas. Los brazos bien arriba, los platos destrozados, la gente en estado de estupefacción, la misma esencia de Neurosis en vivo.
Los cinco de Oakland funcionan a la perfección, ya sea explotando con perfecta sincronía en los momentos de mayor intensidad o intercalando melodías entre guitarras, voces y samples, todo en pos de la ya mencionada dinámica Neurosiesca que sólo ellos manejan tan bien. Los resultados son no menos que abrumadores, el corazón se acelera, el ruido te envuelve y te eleva para luego dejarte caer en la más triste de las melancolías, y en el camino esos gritos y esas melodías atravesaron tu ser una y otra vez sin que hayas podido hacer algo al respecto. Scott Kelly en los temas nuevos ha relegado un poco su rol de líder, dándole un poco de rienda suelta a Steve Von Till en ese aspecto, quien ha aportado una cuota más de psicodelia a la visceral y escalofriante performance del tatuado y lacerado barbudo, pero entre los dos siempre cargan al hombro la intensidad de Neurosis y nunca dejan que decaiga la furia, ese fuego interior como un sol que nunca se pone.
Mis ojos me duelen y mi cerebro todavía retumba, pero quería descargar estas palabras teniéndolas todavía frescas, ha sido todo un viaje, literalmente un desgaste físico y emocional que volvería a hacer si las circunstancias (y el cambio de la libra esterlina) me volvieran a ser favorables. Gracias a los músicos por eso, por la música, por realmente dejar todo en el escenario, por demostrar que la música si puede ser un sentimiento, no como cantan los estúpidos cantitos futboleros, y un sentimiento que se manifiesta en todos los planos, el mental y el físico. Ahora si puedo descansar.
4 invocaciones del cosmos:
¿Viajaste desde Argentina?
si sr. viaje relámpago.
Don't hold me back, This is my own hell.
Christbait, Slugbait, Rise and bring you down.
Christbait Rising, In your own mind.
Christbait Rising, Bleed dry mankind.
Ah Christbait Raising, esa también la hicieron (y)
Publicar un comentario