Valina en plena acción. Foto tomada por Pezzy Unterweger
El fantasma de mi día más largo, terminó siendo el fantasma de un fin de semana más que interesante. Con poco sueño, luego de borracheras y viajes, el domingo a la noche estaba listo para un reconfortante y necesario sueño… que tuvo que retrasarse. Es que el combo post-hardcore austríaco Valina tocaba esa noche, y ¿quién era yo para perdérmelo? No señor, definitivamente no soy yo quien deba dejar pasar la oportunidad de ver un power trío que puede combinar la emotividad y la melancolía de Slint con la fuerza de Fugazi, todo esto mechado con angulares y disonantes riffs que bien podrían haber salido de la guitarra de Steve Albini o Thruston Moore. Por lo que activando la reserva del tanque de gasolina tomé lo que quedaba de mis restos mortales y moví mi peludo trasero a San Telmo para algunas horas más de música. No puedo decir que me haya arrepentido: el sitio Plasma resultó ser un excelente escenario para el despliegue de energía y melodías emotivas de los austríacos. El trío comenzó su set con el octanaje en su nivel más alto, apoyando las extrañas melodías de sus canciones en el poderoso trabajo de percusión del baterista Anselm Duerrschmid, quien dicho sea de paso, hace que el sonido del trío parezca el de una orquesta y bien podría llevar las riendas de las canciones de la misma forma que Anatol Bogendorfer las lleva con su guitarra y voz. Es que convengamos que lo que primero llama la atención de Valina es la contundencia y complejidad del trabajo del baterista, y cómo el muchacho puede mantener la intensidad sin perder precisión en ningún momento. Como lo es Abe Cunningham en Deftones, como lo es Tomas Haake en Meshuggah (y aclaremos que Valina tiene muy poco en común con estas bandas, excepto tal vez lo que trato de mostrar con estas torpes palabras: el tipo de baterista), Anselm tiene resto no solo de sostener las canciones, sino también para mejorarlas. Juro que por momentos temblaba el escenario en el calor de la performance.
Pero nada de esto importa. La técnica de Valina es impecable, los riffs disonantes y el contrapunto entre bajo y guitarra están a la orden del día, las canciones fluctuantes que rara vez siguen el formato verso-estribillo-verso, los ritmos complejos y los arreglos de batería con todo el gancho del mundo quedan siempre opacados por la increíble belleza de la música en si. Una belleza que me resulta difícil de describir: no es revulsiva, pero si movilizante. No se podría decir que las canciones son hits, pero si que se quedan adheridas al cerebro. La melancolía mezclada con la rabia suena a una mezcla de emociones imposible de lograr, y en Valina ambas parecieran fluir de los dedos de sus músicos. La voz correcta y siempre a tono pero llena de emotividad de Anatol podría calzar muy bien en cualquier banda de hardcore melódico, y en Valina complementa la disonancia de forma armoniosa... dije que iba a ser difícil de describir. Si vamos a evaluar una banda por sus aspectos técnicos, bien podríamos estar ante una banda de post-hardcore, math-rock o noise-rock con momentos progresivos de la más alta calidad, pero por suerte lo que el trío austríaco propone va mucho más allá de la destreza técnica. Lo que Valina transmite es simplemente belleza, elegante y cruda a la vez, llena de emoción, plasmada por melodías que en su constante pulular llegan a escribirse en el recuerdo sin esfuerzo. Es así de efectiva la forma de transmitir el mensaje de Valina.
Gran parte de lo que tocaron en vivo puede escucharse en su último disco "A Tempo! A tempo!" (que dicho sea de paso fue grabado por el mencionado Albini... y el círculo se cierra). Si no has podido verlos en vivo, recomiendo seguirles el rastro, en su gira autogestionada por Sudamérica. Han pasado ya por Brasil y planean ir a Chile, pasando en Argentina por lugares como La Plata, Campana (donde tocaron el viernes y sábado anteriores a este show), Rafaela, Rosario y Córdoba.
Tocando "Dogged". Video tomado de The Faktory
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