Los cielos que estallan ante su imponente clímax danzante. Los vitrales cósmicos prendidos fuego en colores fosforescentes que enceguecen. Los soles convertidos en piedras azabaches caldeadas de una pulsión alucinógena. Los clérigos negros que bailan en medio de un aquelarre estelar.
Las lunas patrulladas por cowboys rugientes pasando por pantanos tan densos como lisérgicos, en medio de lloviznas de asteroides. Consolar los espíritus en agujeros negros que deconstruyen la carne en un psicodélico letargo. Congelados en carbón y sometidos a la degustación de masas incorpóreas hediondas y multicolores. Black Metal que no es más que una categorización arbitraria. Kraut-Rock pintado en un barniz alquitranado. El legado de Syd Barret arrojado al más oscuro y olvidado de los abismos. La consecuencia de meter en una misma licuadora los trabajos de Darkthrone y Can, y amplificarlo con un explosivo cóctel de sustancias psicoactivas.
Blackadelia, le dicen. Yo lo llamaría Black Metal de alto vuelo, siempre alejado de las poses superficiales, el corpsepainting y las ideologías radicales e infantiles, y sí más cerca de aquel fenómeno que representan grupos como Deathspell Omega, Blut Aus Nord, Liturgy, Celeste, Wolves In the Throne Room y otros tantos nombres de peso en la actualidad. Claro que si te interesa el maquillaje, las muñequeras con pinchos y las poses de (a esta altura) hilarante maldad, no encontrarás algo que te interese demasiado en el trabajo de estos finlandeses. Para los otros, pongan sus oídos y despeguen en orbita al lado oscuro (y más helado) de la luna. No se arrepentirán.
Review escrita por Mariano Lastiri.
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