Por Fernando Suarez.
-Snapcase “End transmission” (2002)
No voy a negar que “Progression through unlearning” (1997) y “Designs for automotion” (2000) son dos discos prácticamente perfectos, que colocaron a Snapcase en el podio de los nombres más destacados del Hardcore de todos los tiempos, a fuerza de pasión, intensidad y una inteligencia (musical y lírica) que los elevaba notablemente por sobre el nivel de la media. De cierta forma, se podría decir que, en esas placas, estos neoyorquinos tendieron un puente entre las tendencias más agresivas de su ciudad natal y su respectiva maduración representada en grupos como Helmet o Quicksand. Ahora bien, “End transmission” es otra cosa, es algo más. Sigue siendo Hardcore, al menos si tomamos al término más como un espíritu visceral que como un rígido compendio de reglas estilísticas, pero ni siquiera eso es relevante aquí. De hecho, podríamos llegar a trazar ciertos paralelos con discos de similar extracción, como “White pony” de Deftones (aunque trocando la oscura sensualidad por aires de profunda catarsis espiritual) o “The shape of Punk to come” de Refused (y aquí sacaríamos las proclamas de tono situacionista y las reemplazaríamos por un concepto literario digno del Philip Dick más punzante e insidioso), y eso sólo serviría para ofrecernos un aproximado marco generacional, sonoro y estético. Es que “End transmission” es de esas obras en las que hay que sumergirse sin prejuicios ni distracciones, con los sentidos enfocados en recibir constantes estímulos, la mente relajada y atenta al mismo tiempo, y el alma lista para ser sacudida y elevada por intensos torrentes de electricidad. Hablo de cinco músicos alcanzando el apogeo de sus habilidades compositivas e interpretativas, de una base rítmica provista de un swing ajustadísimo y contagioso, de un instinto dinámico tan refinado como visceral, de unas guitarras que dibujan paisajes, situaciones, desarrollos y sensaciones con una profundidad musical pasmosa, de riffs, texturas y arreglos concebidos con las entrañas en llamas y las neuronas en afiebrada ebullición, de una voz inconfundible, capaz de moverse en una extraña forma de grito cantado (o canto gritado, según el caso) y de suplir sus limitaciones técnicas con un sabio manejo de intensidades que ponen la piel de gallina y apuntalan a la perfección los sinuosos recorridos de las canciones mismas. Y, claro, hablo de trece canciones impecables, que funcionan en conjunto o por separado, que representan un nivel de elaboración musical sublime y que, no obstante, no pierden nunca de vista el anclaje físico y la urgencia emocional. En fin, hablo de un disco que, por motivos que no llego a comprender del todo, no suele mencionarse dentro de los puntos más altos de la década pasada, cuando supera con creces a la mayoría de sus competidores en terrenos Hardcore/metálicos y extremos en general. Una pieza de música absolutamente necesaria.
1 invocaciones del cosmos:
así da gusto escuchar jarcor
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