Por Fernando Suarez.
-Ruby “Salt Peter” (1995)
Luego de pasar cinco intensos años (1988 a 1993) al frente de Silverfish (uno de los pocos nombres grandes que tuvo el Noise-Rock británico, y una de las influencias más claras en lo hecho por exponentes actuales como Made Out Of Babies y el trabajo de la bella Julie Christmas en general), Lesley Rankine se mudó a Seattle y unió fuerzas con Mark Walk (con quien ya había trabajado en una colaboración para Pigface y que, más adelante, formaría parte de Skinny Puppy y ohGr) para dar vida a esta renovada criatura que, en honor a sus respectivas abuelas, bautizarían como Ruby. Bien, si hasta acá las referencias vienen por el lado del Noise-Rock y la Música Industrial, es mejor que sepan que “Salt Peter” no tiene prácticamente nada que ver con esos estilos musicales. En términos estrictos o formales, podríamos decir que esto es Trip-Hop con cierto filo Rockero y quedarnos tranquilos con dicha descripción. Pero, si hay algo que caracteriza a la señorita Rankine, es su capacidad para transmitir sensaciones diametralmente opuestas a la tranquilidad o el confort. Ok, aquí tenemos beats cadenciosos, profundas líneas de bajo, arreglos de tono Jazzero, un sutil y espeso entramado de samples y melodías vocales de una elegancia casi en las antípodas de la descarga visceral que nuestra chica proponía en Silverfish. Es más, si piensan en una especie de versión más oscura y retorcida de Garbage no estarán tan mal rumbeados. Y, así como Shirley Manson (demasiadas chicas preciosas en esta review) reinterpretaba su pasado Post-Punk romántico (cuando lideraba Angelfish) en ese típico contexto electrónico/rockero de la segunda mitad de los noventas y con una clara vuelta de tuerca más accesible, sensual y melódica, Rankine hacía lo propio con el espíritu revulsivo y enfermizo del Noise-Rock. Claro, aquí todavía había lugar para sonoridades un tanto más corrosivas, ocasionales guitarras distorsionadas y hasta baterías humanas (a cargo del multifacético William Rieflin, miembro de Ministry y casi todos sus satélites), lo cual, sumado a las cuidadas programaciones y las tremendamente eróticas y maliciosas voces (y letras) de Leslie, daban un resultado sumamente personal y endiabladamente atractivo. Digamos que todo ese refinamiento que se suele asociar al Trip-Hop, aquí acortaba su afectado distanciamiento y lo reemplazaba por espesos aires de confusión emocional e impulsos carnales non sanctos. Luego vendrían los remixes y, recién en 2001, el segundo álbum, “Short-staffed at the gene pool”, que mantendría el nivel aunque probaría ser, lamentablemente, el último material original (hubo también remixes de este disco) editado por Ruby. Al día de hoy, todavía me resulta curioso que Leslie Rankine no esté considerada con mayor importancia dentro de los emblemas de femineidad Rockera de los noventas, teniendo en cuenta no sólo el gran nivel de sus aventuras musicales, sino también la fuerte influencia que ha tenido en posteriores artistas. En fin, no importan tanto esas cuestiones. Lo que realmente importa es rendirse ante la sórdida embotación que genera este maravilloso “Salt Peter”, y sentir este cosquilleo al mismo tiempo vergonzoso y placentero, este inefable presagio de dulces sudores por venir.
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