Por Fernando Suarez.
-Hella “Tripper” (2011)
Tras cuatro años de silencio discográfico, varias actividades paralelas en el medio y un regreso a su formación clásica de dúo (recordemos que en su anterior placa, “There’s no 666 in outer space”, se expandieron a un quinteto), aquí tenemos un nuevo disco de Hella para hacer las delicias de todo amante del virtuosismo más delirante que se precie de tal. En consonancia con el mencionado retraimiento de integrantes, estos californianos nos traen un trabajo que deja de lado bastantes de las tangentes más atmosféricas de sus últimos años, en pos de un sonido claramente rockero, muscular, sumamente frenético pero provisto de una contundencia inédita. Por supuesto, Hella ya tiene una identidad musical distintiva y ella se percibe a lo largo de estos diez tracks. Aquí tenemos a Zach Hill, un baterista que deslumbra a cada segundo, repartiendo golpes constantes con un enfermizo sentido del swing, una energía sobrehumana y una imaginación de otro planeta, un tipo que podría hacer interesante cualquier composición valiéndose únicamente de su kit de batería. Y encima viene acompañado de Spencer Seim, quien le saca chispas a su guitarra (también a esporádicos bajo y sintetizador) en un incesante fluir de riffs angulares, arreglos enroscados, armonías lisérgicas, texturas envolventes y demás recursos siempre dispuestos para dislocar neuronas y envueltos en rabiosa distorsión. Todavía se permiten ocasionales jugueteos con elementos electrónicos y, ciertamente, han sumado un necesario sentido de la dinámica a su habitual epilepsia, hasta metiendo algunos riffs un tanto más simples pero notablemente carnosos y de inapelable solidez, pero no hay duda de que esto sigue siendo Hella y queda claro que estos tipos no se han quedado cortos de ideas y su capacidad para llevarlas a la práctica de forma precisa e intensa se mantiene intacta. Y es que, detrás del apabullante virtuosismo de sus dos miembros (y no exagero, esta gente pone en ridículo a cualquiera que piense que el Rock actual no cuenta con músicos competentes), arde un fuego contagioso y salvaje que hace que sus intrincadas elucubraciones musicales sean algo más que un mero ejercicio de estéril gimnasia interpretativa. O sea, material apto tanto para retorcerse en violentos espasmos como para analizar minuciosamente con el monóculo debidamente colocado. Ustedes eligen.
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