30 de septiembre de 2011

Tzara - Second Hand Thoughts




La banda se llama Tzara, el disco se llama Second Hand Thoughts. En nuestro bandcamp también hay temas de dos splits anteriores que hemos lanzado este año a los que también los invito a escuchar si les interesa.

Yo no soy muy bueno en estas cuestiones de la auto promoción, las biografías de bandas me parecen estúpidas en general, así que les dejo la música que es lo único que importa.

El estilo es una mezcla de hardcore, post-hardcore, noise rock, un poco de crust/grindcore y un poco de sludge. Las influencias son variadas, dependiendo del tema tenemos un poco de Neurosis, un poco de Snapcase, un poco de Converge, un poco de Unsane, un poco de Quicksand, un poco de Born Against, un poco (bastante) de Helmet y un poco de todo aquello que va de Black Flag a Blacklisted, pasando por Fugazi, Refused y Will Haven.





Estamos en Buenos Aires, Argentina y los integrantes somos:
Jorge DiTaranto: Guitarra, fotografía, diseño gráfico y producción.
Mariano Platino: Batería y producción.
Fernando Suarez: Guitarra, programación, voz, letras, diseño gráfico y producción.
Manuel Platino: Bajo, saxo, ruidines analógicos, coros, producción y grabación.

Tocamos también en un montón de otras bandas (fijarse en la parte que dice Free Independent Music).
Seríamos muy felices si escucharan nuestro disco, mas felices aún si les gustara la música. Y si no, mala suerte, no siempre podés conseguir lo que querés diría un rolinga viejo.



Bajate la música acá y el arte de tapa y eso por si te pinta tenerlo acá
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29 de septiembre de 2011

Review: Siren "Becoming wheels" (1997)

 Por Fernando Suarez.

-Siren “Becoming wheels” (1997)
Hacia adelante, siempre hacia adelante. Con el ceño fruncido y el corazón oxigenado por estas melodías. Algunos riffs sencillos, algún bello arreglo de guitarra, una base con más nervio y sudor que técnica refinada pero siempre ubicada y competente, una voz limitada (con cierto aire a la de Shawn Stern de los Youth Brigade californianos) pero sumamente expresiva y un puñado de canciones que llenan el alma en menos de media hora de frenetismo melódico. Nada muy rebuscado y aún así a años luz de lo que comúnmente se consideraría como “Punk cabeza”. Ok, aquí hay rastros del viejo sonido californiano de principios de los ochentas (Bad Religion, The Vandals, T.S.O.L., los mencionados Youth Brigade) pero también una fuerte impronta entre politizada y emocional que acerca este material al costado más crudo y ganchero (Embrace, Three, Gray Matter) de aquel Revolution Summer que redefinió el Hardcore/Punk Washingtoniano a mediados de los ochentas. Entonces, podríamos estar hablando de Punk melódico pero del tipo que apunta a la reflexión antes que a la pista de Skate, aunque no creo que nadie se queje de tener estas canciones como banda sonora para surcar la ciudad montado en alguna tabla. El hecho de que el cantante de Siren (Brian Zero) tuviera notoriedad como columnista de la legendaria publicación Punk Maximum Rock And Roll ya nos dice algo del lugar político donde se paraba el cuarteto. Y sí, gran parte de su discurso puede pecar de inocente o demasiado lineal pero está expresado con tal honestidad, con tal claridad de conceptos y con tal desnudez emocional que no queda más que darle la derecha (la izquierda tal vez sea más adecuada en este caso) y dejarse llevar por esta colección de breves himnos Punks, ideales para corear a viva voz mientras ensayamos un gesto de indignación mezcla de Ian MacKaye y Greg Graffin. Claro, estamos hablando de ese tipo madurez que no denuncia ningún tipo de aburguesamiento o falta de energía, de esa que nos provee perspectiva para lograr que la llama interna siga ardiendo por siempre. ¿Dije madurez y Punk? Por supuesto, de eso se trata. Abrazar esa simpleza de conceptos y sonidos no como descarte o limitación musical, sino como forma válida de expresión artística. Canciones que cualquiera puede entender, que tienden puentes antes que derribarlos pero no pretenden agradar a todo el mundo ni ser complacientes.

28 de septiembre de 2011

Review: Prolapse "Ghosts of dead aeroplanes" (1999)

 Por Fernando Suarez.

-Prolapse “Ghosts of dead aeroplanes” (1999)
Puedo escuchar el ensordecedor susurro de las voces que surcan alocadas estos pasillos plateados y brillantes. Las indicaciones anodinas, el paso moribundo de esas palabras apenas empapadas de estática. Tal vez hasta la ilusión de un hermoso cielo soleado de atardecer. La imagen se deforma, los sonidos parecen derretirse. El rollo ha dejado de correr. Las indicaciones son órdenes (aunque están proferidas en lenguas que intuimos antes que comprender del todo) ahora y las turbinas comienzan, poco a poco, a hacer oír su rugido. Los latidos se aceleran, el pecho tiembla y el estómago siente un leve cosquilleo. Las visiones parecen volverse más nítidas, más vivas, más peligrosas y, aún así, excitantes y atractivas. Y, cuando este turbulento ensueño parecía tornarse interesante, una calma apática y vacía desciende como una tonelada de concreto en cámara lenta sobre nuestros ánimos. Sí, el clamor leonino de las turbinas aún retumba pero sólo lo percibimos en las ocasiones en que habíamos olvidado su existencia, embelezados por esta suerte de arrullo fúnebre entonado con pérfida suavidad. (Y que conste que estuve tentado de escribir algo así como que “este vuelo hacia The Fall hace escala en My Bloody Valentine y carga gasolina en Sonic Youth, Can y el The Cure más texturado, por así llamarlo”, pero preferí no hacerlo para no cortar la onda medio poética de la review en el medio de la misma. Je, lo hice igual, ¿no?). Los primeros temblores (los más suaves pero, a la vez, más amenazadores), se traducen en inminentes sudores que recorrerán la espalda. Un preludio de alarma, una tensión aún más desgarradora que el desenlace en sí mismo. Las miradas que se evitan para no tener que enfrentar su propia desesperación en ojos ajenos. Una sacudida. Una más fuerte. Otra. Aún más fuerte. Y así. Cascadas de aterciopelada distorsión danzando hipnóticamente como impenetrables caderas de fuego y aire caliente. Gritos, silencios, cuerpos o lo que pronto quedará de ellos. Histéricos últimos recuentos, plegarias y aceptaciones. El infierno se apaga lentamente hasta desvanecerse del todo. Chirridos, circuitos sonándose los dedos en insistentes crujidos, chispas brotando alocadas de instrumentos y artefactos irreconocibles, formas derretidas pero sin la pulcra imitación de belleza deforme del surrealismo, y un denso y embotador aroma a cosas quemadas. De todo tipo. Y aquí estamos. ¿Dónde? En una reflexión, un sueño, varios de ellos. Los que sean suficientes. Atrapados, así, en definiciones ajenas y fotografías que las horas irán borrando con inapelable lentitud y eficacia. Asustados, por primera vez, con razón. Escupiendo las últimas flemas de rabia en espasmos desolados y sintiendo un gran peso en la cabeza. Suavizamos los gestos, las lágrimas se secan y una sonrisa casi tierna amaga a dibujarse, casi en contra de nuestra voluntad. Aquí estamos, no hay nada que pueda hacerse. Y que estas últimas tres palabras (ustedes saben cuáles, no me hagan repetirlas) sean las únicas que resuenen en sus almas cuando éstas nos evoquen.

Lengua Mortuoria, C_Utter, Hellige, exoMATER - La Legión del Sepulcro





C_Utter de España, exoMATER de Chile, Hellige de Argentina y nuestro asiduo colaborador, Hristo, de Lengua Mortuoria unieron fuerzas en este 4-way split de puro ruido salido del mismísimo infierno dentro de sus respectivas cuatro cabezas. Con este hermoso, blasfemo y aterrador trabajo de muy buen nivel musical, les dejamos una probada de algunos de los drones que se cocinan en tierras iberoamericanas.

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Cuco en vivo en La Plata



27 de septiembre de 2011

Review: aMiniature "Depth five rate six" (1994)

 Por Fernando Suarez.

-aMiniature “Depth five rate six” (1994)
En el mapa imaginario del Post-Hardcore de los noventas, San Diego sería algo así como la capital de la histeria y el desenfreno, con clásicos como Heroin o Antioch Arrow (así como gran parte del catálogo de Gravity Records) anticipando bastante de lo que luego sería el costado más abrasivo y caótico del Screamo, y los legendarios Drive Like Jehu sumándole una complejidad de claros tintes Progresivos a las enseñanzas de Washington DC. En ese contexto, aMiniature podría considerarse tanto una rareza como un destacado representante del Post-Hardcore de San Diego, un grupo capaz de imprimirle su propio sello a un cúmulo de influencias comunes con sus pares generacionales. En primer lugar, hay que decir que lo de este cuarteto no era material tan frenético ni descarnado como el de los primeros ejemplos, sino que se arrimaba, más bien, a los enrosques de los segundos, en especial en lo que hace al intrincado trabajo de guitarras. Pero de ninguna forma piensen en unos Drive Like Jehu de segunda, aquí había más tela para cortar. Puestos a diseccionar influencias, podemos mencionar algo de la sobriedad emotiva de Jawbox, extrañas armonías de cuerdas a la Sonic Youth, disonancias y arreglos angulares con gusto a Noise y Math-Rock de Chicago, el nervio rítmico y la movilidad dinámica de Fugazi, una retorcida sensibilidad melódica no tan alejada de Shudder To Think y, claro, un obvio espíritu Punk noventoso sobrevolando todo y manteniendo ese tenso balance entre exploración musical e impacto urgente y visceral. Ya saben, esa cosa mágica que sucede cuando músicos educados en una dieta de Hardcore y Punk Rock deciden aventurarse en formas musicales menos rígidas y ampliar su paleta expresiva a algo más que el vértigo y las explosiones de testosterona adolescente. El empuje sigue viniendo de las entrañas, la energía sigue siendo urgente y abrasadora pero también tenemos un gran sustento musical para ella y hasta nos encontramos con diversos recursos (versatilidad rítmica, profundidad melódica y una retorcida minuciosidad armónica) que, en lugar de ablandar la propuesta, la hacen más intensa e interesante. En última instancia, estamos hablando de Rock potente, de corazón Punk y apoyado especialmente en unas guitarras magníficas, vibrantes y tremendamente creativas. Lo cual, volviendo a los conceptos del principio del comentario, dejaba a aMiniature en un lugar extraño, demasiado armónicos y rockeros para su ciudad natal, demasiado enroscados para el sonido Dischord y demasiado emotivos para el sadismo de Chicago. Si todas esas cualidades y las referencias antes mencionadas son de su agrado, he aquí otro delicioso bocado noventoso del que no deberían privar a sus paladares musicales.

Review: Retox "Ugly animals" (2011)

 Por Fernando Suarez.

-Retox “Ugly animals” (2011)
Vienen editados por Ipecac Recordings (ya saben , el sello discográfico regenteado por Mike Patton, hogar de todos sus últimos delirios y de los de personajes como Justin Broadrick, los Melvins, J.G. Thirlwell o Mick Barr, entre otros) y cuentan con miembros de bandas como The Locust, Holy Molar, Some Girls, Swing Kids, Cattle Decapitation, Struggle o The Crimson Curse. No hace falta que les dibuje un diagrama para adivinar por dónde vienen los tiros, ¿no? Si no, imaginen meter la cabeza en una licuadora hasta que sólo quede una aguachenta pulpa de nuestros cerebros, pegarse martillazos en los dedos de los pies mientras entonan villancicos a los gritos, intentar escribir una sinfonía mientras dedos arrugados presionan con fuerza nuestras encías. Bueno, también pueden imaginar algo similar a Some Girls, que, en su momento, ya había sido algo así como imaginar a una especie de versión más simple y Hardcore/Punk de The Locust, o casi como unos Swing Kids con un par de vueltas más de velocidad. Se entiende, ¿verdad? Esto es material intenso, histérico, frenético hasta el límite del irritamiento y, al mismo tiempo, trabajado con una inteligencia enfocada y puntillosa, interpretado con increíble justeza y sobrada competencia instrumental, y capaz de afectar y sacudir tanto las neuronas como los huesos. Bueno, si piensan que estos tipos están de gira junto a Off! y Melt Banana, pueden agregar (mientras se lamentan por vivir en este país tercermundista donde jamás podremos ver semejantes line-ups) a esa idea la de un perfecto puente entre la efervescencia primigenia de los primeros y la agresión delirante (casi lúdica) de los segundos. O, simplemente, cerrar los ojos, apretar dientes y puños y comenzar a rebotar contra las paredes hasta caer desmayados. El efecto final será bastante similar al que produce la escucha reiterada de los trece minutos que componen este colérico “Ugly animals”.

26 de septiembre de 2011

Review: Rogue State "Statues that fall" (2006)

 Por Fernando Suarez.

-Rogue State “Statues that fall” (2006)
A puro caos y frenetismo, emociones desgarradas a flor de piel y movimientos espásticos tratando de exorcizarlas. Media hora de estallidos, proclamas y sensaciones extremas. Podemos hablar de Screamo, del vértigo y la histeria de Orchid, de las melodías más épicas de Circle Takes The Square o la intrincada sobrecarga sensorial de Pg. 99. Podríamos también hacer referencia a los años formativos del Emo, a la crudeza de bandas como Rites Of Spring, Heroin o Indian Summer. Podríamos, inclusive, detectar breves retazos de otros géneros, si nos ponemos insistentes. Alguna acelerada con sabor a Hardcore tradicional, algún punteo que bordea el Metal clásico, contrapuntos y excentricidades rítmicas de aires entre Jazzeros y Progresivos. Y, como suele suceder, eso sería quedarse sólo en la superficie. Porque el núcleo de todo esto son las emociones que desbordan frenéticamente en cada canción, la entrega pasional y el abandono con el que Rogue State fluye a cada segundo. Y es que, a pesar de tratarse de composiciones sumamente intrincadas y complejas, plagadas de cambios de ritmo, estructuras caóticas y despliegues instrumentales a puro virtuosismo, el combustible de esa febril imaginación viene de las entrañas, es ese fuego necesario que raspa el alma, despierta las neuronas y obliga al cuerpo a moverse. Por supuesto, el hecho de que los músicos sean capaces de llevar a la práctica dichas ideas en forma impecable y sin por ello asfixiar el alma misma de las canciones es lo que hace que las buenas intenciones se corporicen con mayor intensidad. Entonces, si buscan refinamiento y elaboración musical, aquí la tienen. Si prefieren la urgencia expresiva más descarnada y visceral, también tenemos. Si todo eso lo quieren con una espontaneidad explosiva y hasta con compromiso político (en las letras, claro), entonces he aquí una pieza musical que no pueden dejar pasar.

23 de septiembre de 2011

Review: Los Galgos "En el corazón sucede lo que sucede" (2011)

 Por Fernando Suarez.

-Los Galgos “En el corazón sucede lo que sucede” (2011)
A veces (demasiadas veces, más de las que quisiéramos admitir) las palabras sobran. “En el corazón sucede lo que sucede”, ¿qué puedo agregar yo que no haya quedado bien claro en esa frase? Si el mismo grupo se define como una “banda que escribe sobre la vida privada de sus integrantes para ver si de una vez le vuelve a pasar algo a la gente”, ¿qué me queda a mí por desmenuzar? Claro, puedo hablar de Indie-Rock, de canciones que juegan en constante tensión con la dulzura emotiva del Pop, la árida sinceridad del Folk y un crudo desparpajo que sólo podríamos llamar Punk. Puedo resaltar el carácter confesional de las letras (todas ellas en castellano y enunciadas con dolorosa claridad), señalar la ubicuidad de una base rítmica y unas guitarras (eléctricas y acústicas, con predominio de éstas últimas y alejadas de cualquier tipo de excesos) que se ponen al servicio del desarrollo melódico de las composiciones o esos extraños arreglos que bordean la experimentación más disonante. Desde ya, no estaría de más mencionar nombres como Pavement, The Velvet Underground o Galaxie 500, al menos como referencias más o menos aproximadas, pero algo me dice que Helena Pérez Bellas (cantante, guitarrista, compositora y líder indiscutida del trío) preferiría centrarse en artistas de habla hispana como Los Planetas, Don Cornelio y La Zona o La Buena Vida. Bueno, no siempre se puede tener lo que se quiere y, en última instancia, la artesanía de las buenas canciones melódicas trasciende límites geográficos. La cálida intimidad que de aquí se desprende puede ser comprendida en cualquier idioma, sólo hace falta un corazón abierto (pues allí, como ya dijimos, sucede lo que aquí sucede) y un par de oídos dispuestos a entender el Rock con una sensibilidad vulnerable y, al mismo tiempo, hiriente.

22 de septiembre de 2011

Review: Defeatist "Tyranny of decay" (2011)

 Por Fernando Suarez.

-Defeatist “Tyranny of decay” (2011)
Sin novedades pero sin perder bríos, Defeatist vuelve al ruedo con doce nuevas explosiones sónicas especialmente diseñadas para derretirnos la cara. Ok, el trío no cambió demasiado (por no decir casi nada) sus artes de tapa en blanco y negro y adornados por calaveras varias ni su histérico Grind/Crust/Noise/Core/Powerviolence de dientes apretados, ritmos frenéticos y vertiginosos, riffs enroscados, guitarras corrosivas y alaridos desgarrados. Para los no iniciados, bien vale aclarar que la propuesta de estos ex miembros de Anodyne y Kalibas (ambas bandas más cercanas al Mathcore que al Grindcore) hace un recorrido intermedio entre la mugre casi Crustera del Grindcore de la vieja escuela y las excentricidades y rebusques técnicos de exponentes de vanguardia como Discordance Axis, Drugs Of Faith, Noisear o Narcosis (entre tantos otros buenos ejemplos), rescatando la energía más urgente y descarnada del primero (así como el tono politizado de las letras) y la musicalidad depurada y, al mismo tiempo, retorcida de los segundos. O sea, es material que sirve para cerrarle la boca tanto a los que creen que el virtuosismo instrumental y el Grindcore no tienen nada qué ver entre sí, como a los que son incapaces de ver cualidades en cualquier disco del género que se haya editado luego de “Scum”. Hilando fino, podemos notar en este “Tyranny of decay” la aparición de algún que otro ritmo más lento (bueno, los flirteos con el Sludge tampoco son novedad, a esta altura), cierto saborcito un tanto más Core en más de un pasaje, alaridos que se acercan al Black Metal y hasta uno que otro riff bordeando el Death Metal, pequeños detalles que ayudan a eludir la monotonía y contribuyen a que la energía desbocada no se disipe en ningún momento de los diecinueve minutos y pico que dura la placa. En fin, amantes del vértigo y el extremismo en general, a por él.

21 de septiembre de 2011

Rhetoric Disguise - Gun





Si se preguntaban por donde andaban las elucubraciones electrónicas de Fernando, aquí les dejamos su mas reciente pesadilla: Gun. Un torbellino de estridente distorsión digital y espásticos beats con claras influencias de 2nd Gen, Dalëk, Datach'i, Kid606 y los dementes daneses Kusari Gama Kill. Todo servido con una sobredosis de ese corrosivo y amargo sentido del humor en los títulos de las canciones, como es su costumbre.


Para servir y derretir cerebros.



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Nuevo video de Florido Pensil


Dani Vandral nos invita a sumergirnos en el hermoso ruido de su Florido Pensil. Disfrutad.

Los Motociclistas Suicidas en el Círculo de la Muerte no están muertos todavía




Con la magia de siempre e invitados ilustres (entre ellos Frank Boston de Gran Cuervo, Virulo de Abolition of Impediment, Maynard Amaya de A Blink of Brahma y Martín Palucito de Joseph Merrick), los Motociclistas no nos dejan en paz con su ruido infernal.

He aquí un adelanto de lo que se está cocinando. SPREAD THE DIS-EASE.
O no.

Review: Chuck Ragan "Covering ground" (2011)

 Por Fernando Suarez.

-Chuck Ragan “Covering ground” (2011)
Ese vozarrón robusto y áspero, esos rasgueos acústicos que hacen cosquillas en el alma, ese violín que dibuja preciosos detalles sobre un vasto paisaje de emociones desnudas, el pulso sutil y necesario de ese bajo humilde, esos coros que generan nudos en el estómago y esas melodías que traspasan las formalidades musicales para fundirse con el entramado de la vida misma. Sí, se trata de un nuevo trabajo solista (el cuarto, sin contar compilados, ep’s y colaboraciones varias) de uno de los cantantes y guitarristas de Hot Water Music (el otro, Chris Wollard, también tiene su proyecto aparte junto a The Ship Thieves), en el que mantiene la línea Folk/Country que ya inaugurara en su proyecto Rumbleseat a fines de los noventas. Aquí, el buen Chuck redujo la formación básica de su grupo a un trío de bajo, violín y guitarra acústica/voz, a la cual se suman varios músicos invitados que le aportan color a la placa sin salirse nunca del tono rural, despojado, austero y sumamente emotivo que la domina. Y es que, sea cómo sea que estén presentadas, estamos hablando de perfectas piezas de artesanía cancionera, gemas melódicas despojadas de cargas innecesarias y expuestas con el pecho abierto, canciones que dan la sensación de haber brotado de la misma tierra o de una especie de corazón universal cuyo dolor y dicha nos atraviesa a todos por igual. Por supuesto, Ragan no es el cantante más dotado técnicamente pero maneja con sabiduría su rasposo registro (en este contexto, alejado de la distorsión y el nervio Punk, tiene un aire al Bruce Springsteen más adusto) y despliega su siempre certero instinto compositivo con una intensidad y un ardor interno (cualidades que, desde ya, nada tienen que ver con el volumen, la velocidad o el empaque sonoro) que barre con cualquier objeción que pudiera plantearse. En fin, ni siquiera hay necesidad de darle demasiadas vueltas, las pautas están bien claras de entrada, aquí no hay sorpresas pero tampoco fallas. El fuego ancestral guía estas diez canciones por los senderos más francos del espíritu y nos convida su calor a través de ellas sin pedir nada a cambio más que un corazón receptivo y un par de oídos sensibles.

20 de septiembre de 2011

Review: Bloodiest "Descent" (2011)

 Por Fernando Suarez.

-Bloodiest “Descent” (2011)
Bloodiest viene a ser algo así como una especie de Orquesta Sludge/Noise-Rock/Folk/Post-Metalera comprendida por miembros de grupos como Yakuza, 90 Day Men, Atombombpocketknife, Circle of Animals, Follows, Lying in States, Minsk y Sterling y “Descent” es su álbum debut. Como primera impresión, nada de eso nos dice demasiado. Ni siquiera el hecho de que citen influencias como Swans, Neurosis o el Noise-Rock de Chicago de los noventas (todas ellas, hoy en día, un lugar común) o que hagan alarde de cierta impronta sinfónica resulta demasiado auspicioso, a esta altura. Sin embargo, y sin ser tampoco un dechado de virtudes, el conjunto se las arregla para dar a luz un resultado más que interesante. En rigor, la influencia más pronunciada aquí es la de Swans, aunque la novedad tal vez sea que aquí se rescata el costado más ampuloso y melódico de los liderados por Michael Gira. Ojo, aquí están también los ritmos moribundos, las austeras percusiones casi tribales, los riffs graves y degradados, las enfermizas disonancias, los colchones de ruido y, como corresponde, los climas de ineludible asfixia que hipnotizan y perturban los sentidos hasta disolver el alma en visiones de absoluta perdición, pero todo ello se ve enmarcado en una entrega de elaborada y cuidadosa musicalidad, en donde las pretensiones sinfónicas son justificadas (al menos, en gran parte) por un envolvente y creativo trabajo de orquestación a cargo de los nueve músicos involucrados. Desde ya, sería criminal no notar las referencias a la oscuridad Post-Punk de clásicos como Killing Joke o Public Image Ltd. (en especial su opresivo “Flowers of romance” de 1981) ni destacar el gran trabajo vocal de Bruce Lamont, que no sólo confirma que sus proyectos paralelos superan con creces a su banda principal (Yakuza), sino que también se erige como principal responsable a la hora de dotar de una identidad propia a Bloodiest y de equilibrar los bríos épicos y las elucubraciones experimentales con interpretaciones tan competentes (por no decir virtuosas, realmente) como sentidas e intensas. Por momentos, el aire denso y enrarecido de las melodías puede llegar a remitir a los pasajes más melódicos de los legendarios Acid Bath (o las aventuras posteriores de su vocalista Dax Riggs), lo cual es, sin duda, otro punto de interés para tener en cuenta. En fin, como primer paso, “Descent” nos entrega composiciones bastante cargadas y, en su mayoría, atractivas, concebidas con importantes cuotas de imaginación e inteligencia musical, e ideales para sumergirse en espeso trance espiritual. Si para el próximo logran soltarse un poco más, pueden llegar a dar una gran sorpresa.

19 de septiembre de 2011

Review: Shoppers "Silver year" (2011)

 Por Fernando Suarez.

-Shoppers “Silver year” (2011)
Gracias a dios (o a quién corresponda) por las bandas que me devuelven la excitación en los puntos bajos del ánimo cotidiano. Gracias por esos aullidos urgentes y viscerales que nada saben de teatralidades bobaliconas o poses de un extremismo poco creíble. Gracias por esas canciones que son más latigazos de electricidad quemando las entrañas que sucesiones de notas con pretensiones de alta cultura. Por supuesto, los obsesivos de los rótulos tendrán a mano términos como Noise-Rock, Riot Grrrl, Queer-Core, Post-Hardcore o vaya uno a saber qué otra barbaridad. El hecho de que aquí resuene un claro espíritu que rescata las enseñanzas primigenias del Bikini Kill más intenso no significa que lo de este trío neoyorquino sea una copia ni nada por el estilo. Hurgando bajo la superficie de este Punk-Rock frenético, cáustico y combustionado a estrógeno, podemos encontrar serios rastros de esa musicalidad enfermiza patentada por grandes visionarios del costado más inteligente del Punk (o el Post-Punk, si prefieren), como Steve Albini, Fugazi, The Nation Of Ulysses, The Fall o Sonic Youth, así como un tierno corazón Pop (bueno, piensen en Hüsker Dü y hasta algo de My Bloody Valentine) que intenta siempre asomar la cabeza a pesar de la constante y furiosa paliza de los instrumentos. Claro, es que más allá del latir obsesivo, taladrante y sudoroso de la batería, del pulso amenazante y gruñidor del bajo, de las impenetrables capas de guitarras ruidosas que se superponen de forma fracturada hasta trastocar completamente los sentidos y de esa garganta que se tensa hasta el límite y se rompe en oleadas de combativa vulnerabilidad, aquí tenemos canciones básicas, emocionales en el sentido más crudo de la palabra y guiadas por un rastro melódico que se ve insistentemente sacudido y lacerado por torrentes de imparable energía. Desde ya, nadie dijo que esto iba a ser agradable ni fácil y no siempre el Punk lo es, se supone que es parte del chiste. Lo interesante es que tampoco se trata de material inescuchable o falto de noción musical. Es sólo que, claro, si son fanáticos de Marillion, no creo que esto les atraiga demasiado. Y ese es uno de los mejores halagos que se me pueden llegar a ocurrir para cerrar un comentario.

16 de septiembre de 2011

Review: Pánico Es El Mensaje "Reina del caos" (2010)

 Por Fernando Suarez.

-Pánico Es El Mensaje “Reina del caos” (2010)
Queda más que claro que el mensaje es “Pánico”. Y sí, si este disco fuera una chica, sería la reina del caos. Ok, son cinco mendocinos que escucharon bastante a Botch y bastante a otras bandas que escucharon bastante a Botch (Every Time I Die, Norma Jean, The Minor Times, The Chariot, por mencionar algunos ejemplos), pero no son buenos sólo por el hecho de prácticamente no contar con competencia (en su terreno estilístico) en nuestro país, sino porque realmente lo son. Desde ya, no se puede decir que su propuesta sea original ni innovadora pero, a esta altura, todos sabemos que no hace falta reformular constantemente un género para practicarlo como es debido. Entonces, en “Reina del caos” nos encontramos con músicos más que capaces pero empujados por una energía que deja de lado el exhibicionismo y se planta en el bando de las entrañas y la pasión desbocada. De allí, precisamente, parecen provenir estas diez canciones, a pesar de sus enrosques rítmicos, de sus riffs intrincados, de sus arreglos disonantes, de sus extraños juegos armónicos y de sus estructuras bordeando el caos más histérico. La base rítmica nos pone los nervios de punta con sus golpes frenéticos, sus abruptas frenadas y sus marchas irregulares, las guitarras juegan con nuestras neuronas como si fueran plastilina, moldeándolas alrededor de sus afiebrados delirios distorsionados, las voces vibran con extrema violencia en el pecho, generando un dolor liberador, un último agotamiento desesperado. Ideas, aquí hay muchas y buenas, tantas como para poner verde de envidia al más recalcitrante aspirante a compositor de Rock Progresivo, si es que tal aberración es posible. Pero, como ya dijimos y vale la pena insistir, la entrega no está pasada por ningún frío filtro cerebral, sino que surge directamente de las vísceras y se siente en el cuerpo como severos latigazos eléctricos. Vamos, ese sutil equilibrio entre virtuosismo, demencia creativa y fuerza bruta que caracteriza al mejor Mathcore, ese que invita al descubrimiento de constantes detalles musicales al tiempo que estimula los costados más retorcidos de la imaginación y sacude los huesos hasta dejarnos casi sin aire.

15 de septiembre de 2011

Review: Willard "Steel mill" (1992)

 Por Fernando Suarez.

-Willard “Steel mill” (1992)
Densidad, el calor abrasador que se desprende del acero derretido, sudor espeso mezclado con hollín sobre la piel, movimientos lentos, casi agónicos. ¿Les gusta la música pesada, de esa que se siente como toneladas de concreto sobre el cuerpo, la mente y el alma? ¿Les gustan los riffs graves y arrastrados y los golpes monolíticos de batería? Bien, “Steel mill” (único registro discográfico de Willard) es uno de los discos más pesados que haya escuchado en mi vida y, oh sorpresa, no se trata de Sludge, Doom ni ninguna variante de Metal extremo. Algunos datos: venían de Seattle, contaban con la producción de Jack Endino (tal vez lo recuerden tras las perillas en los primeros trabajos de grupos como Nirvana, Green River o Soundgarden, o como guitarrista de los geniales Skin Yard) y Tad Doyle (el obeso líder de Tad) ponía su voz invitada en un tema (“Stain”). Sí, adivinaron, esto es Grunge. Del más sucio, riffero, aplastante y mala onda pero Grunge al fin. Por supuesto, la mayoría de los grupos antes mencionados sirven como referencia (en especial Tad, Skin Yard y los primeros Soundgarden), aunque también deberíamos mencionar a los queridos Melvins, a Killdozer y algo del Mudhoney más enfermizo (en especial en el terreno vocal) en este maremagnum de gordas distorsiones y climas de hipnótica opresión. El punto es que este quinteto tomaba buena nota de las enseñanzas Punk/Sabbáthicas de dichas bandas (y, claro, de Black Flag) y las llevaba al límite más robusto y ensañado de disgusto sonoro y emocional, con una contundencia y una virulencia capaces de aplastar los ánimos más resistentes. Hasta, por una curiosa cuestión de producción, el sonido de batería (con bastante reverb) se hacía similar a la insistente mecanización de Godflesh (aunque es más probable que la referencia venga por el lado de Big Black), aún cuando se tratara de un baterista humano. En ese sentido, más de un tema contaba con atmósferas que de tono casi Industrial, aunque siempre con empuje cien por ciento sanguíneo, basado exclusivamente en la tradicional instrumentación Rockera de guitarras, bajo, batería y voz. Es más, hasta se animaban con una tremenda versión de “Folsom Prison Blues” de Johnny Cash (aquí titulada simplemente “Folsom”), completamente readaptada a su estilo y, aún así, manteniendo la fuerte carga del original. En fin, si pensaban que el Metal en general tenía el monopolio de la brutalidad musical, comprueben su error mientras Willard los patea en las costillas y descubran una de las piezas musicales más intensas escupidas por la ciudad de las camisas a cuadros y el Starbucks.

14 de septiembre de 2011

Review: Pailhead "Trait" (1988)

 Por Fernando Suarez.

-Pailhead “Trait” (1988)
Para muchos podrá parecer increíble pero, entre 1987 y 1988, un joven e ignoto Al Jourgensen (que ya comenzaba a desencantarse de los sonidos más bolicheros que caracterizaban al Ministry de los primeros años) unía fuerzas con un Ian MacKaye que recién daba sus primeros pasos en Fugazi, luego de la experiencia fallida (fallida por su brevedad, aunque sus resultados artísticos fueran innegables) de Embrace y ya muy lejos del ímpetu juvenil de Minor Threat. Sí, el creador (aunque sea involuntario) del Straight Edge y uno de los personajes Rockeros más celebre por sus excesos y adicciones colaboraban en un proyecto musical y no sólo daban una necesaria clase de tolerancia y respeto (dos palabritas que, pareciera, sólo sirven como eslogan para muchos), sino que encima nos pateaban el culo con este magnífico “Trait”, el único documento de esta unión conocida como Pailhead. En rigor, y si tenemos en cuenta que también eran de la partida Paul Barker (bajo y, durante muchos años, mano derecha de Jourgensen) y Bill Rieflin (baterista en todos los temas, excepto uno), bien podríamos decir que este proyecto es Ministry con Ian MacKaye como vocalista, algo similar a lo que luego hicieran en Lard junto a otro prócer Punk, el gran Jello Biafra. La diferencia es que, mientras que aquel otro grupo sonaba (por lo general) a temas de Ministry que trocaban los rugidos distorsionados del tío Al por la histeria de Jello, Pailhead contaba con una impronta diferente, un tanto más ominosa y, de cierta forma, emocional. El arranque de “Man should surrender” (ustedes sabrán disculpar mi fanatismo, pero escuchar a Jourgensen y MacKaye alternándose alaridos me genera sensaciones indescriptibles de pura dicha) ya nos exponía una embestida a los sentidos bastante afín a lo hecho en años previos por Big Black, con sus ritmos taladrantes, sus guitarras chillonas y disonantes y sus bajos hostiles, pero con una producción más cuidada (esta gente sabe bastante de perillas y esas cosas) y cargada que le aportaba un sonido casi tridimensional, una sensación de estar siendo atacados por todos los flancos. Casi como un respiro luego de semejante paliza, llegaba “Anthem”, con sus obstinados ritmos tribales, esporádicos y cortantes riffs, una de esas geniales y tremendamente pegadizas líneas de bajo de Barker y un MacKaye absolutamente entregado a una suerte de trance violento que apuntalaba a la perfección (siempre junto a los samples y ruidines varios, claro) el clima de hipnótica tensión que dominaba al tema. La balanza se movía hacia el otro lado con “Don’t stand in line”, probablemente lo más parecido a una versión cibernética del Fugazi más groovero y adrenalínico que jamás se haya escuchado, con el detalle de una guitarra que va alternando entre riffs entrecortados, chirridos Stevealbinescos y arreglos emotivos con una soltura pasmosa. Para volver a equilibrar venía “Ballad”, con otra sublime intervención de Barker, una base que generaba una tirantez que nunca llegaba a resolverse, sinuosos rasgueos y punteos de guitarra acompañando de forma armónica, y la voz de Ian interactuando con diversos samples que terminaban de redondear la atmósfera desoladora de la canción. Aquí llegaba el punto más alto del disco: una amenazante línea de bajo (gracias Barker por tanto, perdón por tan poco), un ritmo de insistente pero tenue tensión controlada, un MacKaye con su voz lejana y casi escondida, efectos sonoros y samples entrando y saliendo de escena constantemente, una breve guitarra limpia y, al grito de “I will refuse” (que da título al tema), todo estalla en una explosión de Hardcore robotizado, con una intensidad capaz de quebrar huesos y que, al día de hoy, todavía logra ponerme la piel de gallina. (Como nota al pie, podemos comentar que esta canción también había marcado, con anterioridad, la primera colaboración entre Ministry y Chris Connelly, en una versión que este último tituló como “Stick” y que contaba con su voz en lugar de la de MacKaye). Cerrando la faena, teníamos otra combinación de ritmos entre tensos y bailables (en este caso en particular, con la batería a cargo de Eric Spicer de Naked Raygun, y un cierto dejo al mareo groovero del Dub, un estilo que MacKaye comenzaba a explorar en esa época en Fugazi), guitarrazos distorsionados, las siempre confiables cuatro cuerdas de Paul Barker, los siempre confiables entramados sónicos de Jourgensen y las siempre confiables y movilizadoras cuerdas vocales del buen Ian, en la forma de “No bunny”. Sí, sólo seis temas en poco menos de veintiséis minutos le bastaron a Pailhead para convertirse en una rareza (no sólo por la improbable combinación de integrantes, sino también porque es el único trabajo discográfico donde Ian MacKaye participa de forma totalmente activa que no ha sido editado por su propio sello discográfico, Dischord Records), en un adelanto (de cierta forma) de lo que serían las futuras aventuras musicales de Ministry y, sencillamente, en uno de los discos más intensos y personales que jamás hayan visto la luz del día. No importa si son militantes del Hardcore Straight Edge o nihilistas amantes de la brutalidad digital, he aquí una auténtica bomba musical que sobrepasa los prejuicios y los preconceptos y los hace estallar a fuerza de puro fuego interno. Una experiencia necesaria para todo aquel que tenga sangre corriendo por las venas.

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13 de septiembre de 2011

Review: Juliana Hatfield "There's always another girl" (2011)

 Por Fernando Suarez.

-Juliana Hatfield “There’s always another girl” (2011)
Como suele ser su costumbre, una vez más Juliana Hatfield se balancea de una punta a otra de su espectro musical. El anterior “Peace & love” (editado en 2010) era, ya desde el título, un disco reposado, intimista y predominantemente acústico, así que ahora era el turno de una vuelta más Rockera, algo que también puede adivinarse en el título de esta flamante entrega. Desde ya, esto no quiere decir que el asunto se ponga extremo ni nada por el estilo, aquí siguen siendo las preciosas melodías de la ex novia de Evan Dando las que dominan la dirección de las composiciones y sus ánimos. Ni siquiera podríamos decir que el grado de distorsión de las guitarras o el empuje rítmico (esta vez acompañan a Juliana Ed Valauskas y Pete Caldes en bajo y batería, respectivamente) sea tan pronunciado como el que utilizara en los noventas, aunque tampoco está tan alejado. O sea, más allá de necesarios rasgos generacionales, estamos hablando, básicamente, de Pop/Rock de excelente factura, refrescante sin caer nunca en bobadas superficiales, emotivo sin pasarse de rosca con el dramatismo, prolijo sin resultar frío, crudo y sencillo pero jamás tosco o falto de musicalidad, sutil y hasta algo malicioso pero sin ser inaccesible (por el contrario), y entregado con un raro y nada despreciable equilibrio entre delicadeza melódica y absoluta honestidad emocional. Y, realmente, canciones así de buenas ni siquiera necesitan que nadie las explique o trate de vendérselas. Para disfrutar sin culpas, lo cual no es poco hoy en día.

Adelanto de Asilo




Anticipando la pronta edición del split con Desidia, les entregamos dos temas nuevos de Asilo que serán parte de dicho split.

Escuchalos acá

12 de septiembre de 2011

Gran Cuervo en vivo en La Plata




El jueves a las 21:00 - 16 de septiembre, 1:00 en Pura, Vida, La Plata

Ciclo TRES CON ALGO
3ª edición

Jueves 15 de septiembre - 21 hs (puntual!)
*Poesía: Facundo Arroyo
*Performance: La quinta pata
*Música: Gran Cuervo
+ Cine: “Hit”, de Claudia Abend y Adriana Loeff [documental sobre emblemáticas canciones de la música popular uruguaya]

Tres con algo es el ciclo de poesía, música, performance y cine que se realizará todos los jueves de septiembre en el primer turno de Pura Vida. En cada edición, un escritor recitará sus poemas mientras una banda lo acompaña con música preparada especialmente para la ocasión y un grupo de performers interviene con danza o teatro el bar.

Tres disciplinas. Tres grupos de artistas. Tres cosas pasando al mismo tiempo en un único lugar. Y un algo más con la proyección de una película documental por noche!

Organizan:
Cronopunk
Caracol Rojo
Primer Párrafo Editorial
Beat64 Studio

Review: Priapus "Air loom" (2011)

 Por Fernando Suarez.

-Priapus “Air loom” (2011)
No sé qué le están poniendo a sus aguas minerales las bandas de Grindcore de los últimos años pero, ¡cantinero, sírvame una ronda de eso! Ok, estos tres hijos de North Carolina pueden venir detrás de grandes luminarias del caos extremo como Pig Destroyer, Discordance Axis o Brutal Truth pero, ¿quién no? En última instancia, Priapus le pone la suficiente sal al asunto como para darle un sabor propio. Uno que atraviesa la lengua como un láser y tensa las mandíbulas como tenazas a presión. Uno que se entromete, con maliciosa seducción, en los centros de placer del cerebro y los pervierte en violentas sacudidas. Uno que no tiene nada que envidiarle a los riffs disonantes de Gorguts (o los de sus más modernos sucesores, como Ulcerate o Baring Teeth), al caos más urgente y refrescante del Powerviolence, a la histeria asfixiante del Mathcore más “core” y menos “math”, a la brutalidad envolvente de Suffocation o Cryptopsy, al filo inhumano y descarnado al mismo tiempo del Meshuggah más opresivo o al irrefrenable desparramo de violencia musical del mejor Nasum. Vamos, todas referencias que deberían hacer mojar las pantaletas de todo amante del buen Metal extremo que se precie de tal. Siendo sólo un trío básico de voz, guitarra y batería (siguiendo la tradición de las dos primeras bandas mencionadas más arriba), hay que decir que estos tipos se las arreglan para no dejar ni un mínimo resquicio de aire para respirar. Tal vez el hecho de que su baterista (Kevin Hedgecock) comparta su tiempo con los Deathmetaleros ultratécnicos de Malebolgia sirva para que se hagan una idea del grado de despliegue rítmico e hiperquinético en general habrán de encontrar aquí. Por otro lado, aquí no manda el mero exhibicionismo gimnástico (por suerte), sino la visceralidad más desgarrada y psicótica, el gritar hasta sentir las cuerdas vocales cortándose y los huesos del pecho resquebrajarse, el incesante y vertiginoso fluir de visiones surrealistas atacando y dando oxidadas mordidas a los sentidos. En fin, todo ese martilleante y agotador poderío que hace que el Grindcore nos guste tanto.

Video de Cuco



Este martes 13 proyectarán el video Hamaca realizado por Paola Buontempo en la sección Zoom de Cortos del Festival de Artes Audiovisuales de La Plata.
A partir de las 20 hs en el Auditorio del Centro Cultural Islas Malvinas en La Plata.

9 de septiembre de 2011

Review: You And I "Saturday's cab ride home" (2011)

 Por Fernando Suarez.

-You And I “Satuday’s cab ride home” (2011)
Algunos ya se habrán dado cuenta pero bien vale hacer la aclaración inicial: esto no es un disco nuevo. Se trata de la reedición (a cargo del sello How Soon Is Now Records) del primer trabajo discográfico de You And I, lanzado originalmente en 1998, considerado una de las piezas fundamentales del Screamo de aquellos años y descatalogado por mucho tiempo. Bien, para los no iniciados podríamos mencionar las conexiones del grupo con luminarias como Neil Perry, Hot Cross, Welcome The Plaue Year, The Assistant o Black Kites, como para que se hagan una idea de por dónde vienen los tiros. Si con eso no alcanza, deberíamos hablar de composiciones que conjugan melodía, violencia, intrincada elaboración musical y creatividad con una pasión desbordante y desgarrada, poniendo siempre al frente la emotividad más urgente y visceral. Podemos hablar de esos tramos de calma introspectiva (casi bordeando los modismos Post-Rockeros que muchos exponentes del género sumarían en años posteriores) que estallan en rabiosas declamaciones, con las guitarras entrecruzándose en punzantes distorsiones y las voces dejando el alma en cada grito, podemos hablar del refinado sentido dinámico de las composiciones que, no obstante, se complementa a la perfección con la entrega cruda y descarnada, o de la tremenda imaginación que exhiben las guitarras, generando constantes paisajes y sensaciones que se clavan en el alma con una vasta gama de recursos y una intensidad superlativa. También podría hacer hincapié en la tremenda influencia que You And I ejerció, no sólo en bandas destacadas del Screamo, sino también en prácticamente cualquiera que trabajara sobre la idea de emotividad Hardcore llevada al extremo. En última instancia, como siempre, es todo palabrerío vacío que no reemplaza la audición del material. Sólo me resta decir que, si aprecian la música que surge de las entrañas y apunta más a conmover y sacudir que a deleitar (aunque sin por ello perder de vista la musicalidad), he aquí un bocado que no deberían privarse de saborear.

Barbarian Brothers - Whusky!





Desde Mendoza, Barbarian Brothers nos demuestra que detrás de los rudos gestos rockeros suele haber corazones sensibles, que los riffs rasposos y contundentes pueden convivir sin problemas con las bellas melodías, que la combustión testosterónica no tiene por qué verse privada de cierta vulnerabilidad emotiva y que, claro, las buenas canciones ganan siempre. Por supuesto, uno podría notar rastros de Foo Fighters, The Wildhearts, Queens Of The Stone Age (cuando todavía hacían buenas canciones) o Backyard Babies pero la identidad del trío prevalece y, por otro lado, quien esté libre de pecado que no me haga reír porque no le creo. Es con sumo orgullo que les traemos este debut discográfico a puro Rock filoso, muscular, ganchero, con el corazón latiendo a mil y la ternura melódica pujando siempre por salir a flote.

(Texto escrito por Fernando Suárez, ya que como saben, yo jamás escribiría que las buenas canciones ganan siempre porque ya sabemos que no es cierto)



Bajátelo acá

8 de septiembre de 2011

Review: Snapcase "End transmission" (2002)

 Por Fernando Suarez.

-Snapcase “End transmission” (2002)
No voy a negar que “Progression through unlearning” (1997) y “Designs for automotion” (2000) son dos discos prácticamente perfectos, que colocaron a Snapcase en el podio de los nombres más destacados del Hardcore de todos los tiempos, a fuerza de pasión, intensidad y una inteligencia (musical y lírica) que los elevaba notablemente por sobre el nivel de la media. De cierta forma, se podría decir que, en esas placas, estos neoyorquinos tendieron un puente entre las tendencias más agresivas de su ciudad natal y su respectiva maduración representada en grupos como Helmet o Quicksand. Ahora bien, “End transmission” es otra cosa, es algo más. Sigue siendo Hardcore, al menos si tomamos al término más como un espíritu visceral que como un rígido compendio de reglas estilísticas, pero ni siquiera eso es relevante aquí. De hecho, podríamos llegar a trazar ciertos paralelos con discos de similar extracción, como “White pony” de Deftones (aunque trocando la oscura sensualidad por aires de profunda catarsis espiritual) o “The shape of Punk to come” de Refused (y aquí sacaríamos las proclamas de tono situacionista y las reemplazaríamos por un concepto literario digno del Philip Dick más punzante e insidioso), y eso sólo serviría para ofrecernos un aproximado marco generacional, sonoro y estético. Es que “End transmission” es de esas obras en las que hay que sumergirse sin prejuicios ni distracciones, con los sentidos enfocados en recibir constantes estímulos, la mente relajada y atenta al mismo tiempo, y el alma lista para ser sacudida y elevada por intensos torrentes de electricidad. Hablo de cinco músicos alcanzando el apogeo de sus habilidades compositivas e interpretativas, de una base rítmica provista de un swing ajustadísimo y contagioso, de un instinto dinámico tan refinado como visceral, de unas guitarras que dibujan paisajes, situaciones, desarrollos y sensaciones con una profundidad musical pasmosa, de riffs, texturas y arreglos concebidos con las entrañas en llamas y las neuronas en afiebrada ebullición, de una voz inconfundible, capaz de moverse en una extraña forma de grito cantado (o canto gritado, según el caso) y de suplir sus limitaciones técnicas con un sabio manejo de intensidades que ponen la piel de gallina y apuntalan a la perfección los sinuosos recorridos de las canciones mismas. Y, claro, hablo de trece canciones impecables, que funcionan en conjunto o por separado, que representan un nivel de elaboración musical sublime y que, no obstante, no pierden nunca de vista el anclaje físico y la urgencia emocional. En fin, hablo de un disco que, por motivos que no llego a comprender del todo, no suele mencionarse dentro de los puntos más altos de la década pasada, cuando supera con creces a la mayoría de sus competidores en terrenos Hardcore/metálicos y extremos en general. Una pieza de música absolutamente necesaria.

7 de septiembre de 2011

Review: Dead Elephant "Thanatology" (2011)

 Por Fernando Suarez.

-Dead Elephant “Thanatology” (2011)
En 2008, estos tres italianos ya se habían ganado el premio a “disco más demente del año” gracias al intenso despliegue de enfermedad que hicieran en “Lowest shared descent” y su personal combinación de Noise Rock, Sludge, Free-Jazz, Post-Hardcore y delirios entre la vanguardia más abrasiva y la Psicodelia más desesperante. Ahora los tenemos de vuelta con este monumental “Thanatology” y la cosa se pone aún más densa, si es que eso es posible. En primer lugar, hay que decir que se trata de una placa compuesta sólo por cuatro temas, que van de los cuatro a los dieciséis minutos de duración, y cuyo núcleo conceptual trata sobre “el proceso de aceptación de la pérdida” (en palabras de los propios involucrados), lo cual ya nos da una pauta de lo que encontraremos aquí. En efecto, Dead Elephant ha puesto, esta vez, el énfasis en su costado más épico y monolítico, sin por ello resignar ese aire de espesa locura que los caracteriza. Y sí, en una época en la que cualquier pelele con un buen pedal de distorsión cree imperativo mostrarnos sus reinterpretaciones mal tocadas (pero con las capas de distorsión escondiendo esa incapacidad) del viejo Black Sabbath, es de agradecer que exista un grupo como Dead Elephant, capaz de absorber las enseñanzas más viles del Sludge y el Doom en general y devolverlas con personalidad, vuelo creativo, fuego interno y una musicalidad inapelable. Por supuesto, uno puede rastrear aquí los fantasmas de grupos como Melvins, Oxbow, Unsane o Today Is The Day pero también intrincados rebusques dignos del Robert Fripp más sesudo, climas que le pondrían la piel de gallina al Blackmetalero más curtido, excentricidades estructurales y armónicas que no desentonarían en las obras más oscuras de John Zorn y un trabajo compositivo que maneja un casi perfecto equilibrio entre empuje visceral (esos pasajes donde los riffs, los ritmos aplastantes y los alaridos distorsionados se sienten como patadas en el estómago) y una atención al detalle que bordea el sadismo más elevado. Y es que, aún dándole a cada composición lo que ella necesita (con esto me refiero a que no tienen empacho en tomar elementos de géneros diversos sin necesidad de caer en el eclecticismo por el eclecticismo mismo), estos tipos se las arreglan para eludir con naturalidad los lugares comunes y sorprender a cada segundo con una inagotable fuente de ideas llevadas a la práctica con apabullante efectividad. En fin, si andaban buscando algo de música extrema, pesada (muy pesada) pero, al mismo tiempo, imaginativa y atenta, valga la redundancia, a la música misma, he aquí una excelente opción.

6 de septiembre de 2011

Review: Ruby "Salt Peter" (1995)

 Por Fernando Suarez.

-Ruby “Salt Peter” (1995)
Luego de pasar cinco intensos años (1988 a 1993) al frente de Silverfish (uno de los pocos nombres grandes que tuvo el Noise-Rock británico, y una de las influencias más claras en lo hecho por exponentes actuales como Made Out Of Babies y el trabajo de la bella Julie Christmas en general), Lesley Rankine se mudó a Seattle y unió fuerzas con Mark Walk (con quien ya había trabajado en una colaboración para Pigface y que, más adelante, formaría parte de Skinny Puppy y ohGr) para dar vida a esta renovada criatura que, en honor a sus respectivas abuelas, bautizarían como Ruby. Bien, si hasta acá las referencias vienen por el lado del Noise-Rock y la Música Industrial, es mejor que sepan que “Salt Peter” no tiene prácticamente nada que ver con esos estilos musicales. En términos estrictos o formales, podríamos decir que esto es Trip-Hop con cierto filo Rockero y quedarnos tranquilos con dicha descripción. Pero, si hay algo que caracteriza a la señorita Rankine, es su capacidad para transmitir sensaciones diametralmente opuestas a la tranquilidad o el confort. Ok, aquí tenemos beats cadenciosos, profundas líneas de bajo, arreglos de tono Jazzero, un sutil y espeso entramado de samples y melodías vocales de una elegancia casi en las antípodas de la descarga visceral que nuestra chica proponía en Silverfish. Es más, si piensan en una especie de versión más oscura y retorcida de Garbage no estarán tan mal rumbeados. Y, así como Shirley Manson (demasiadas chicas preciosas en esta review) reinterpretaba su pasado Post-Punk romántico (cuando lideraba Angelfish) en ese típico contexto electrónico/rockero de la segunda mitad de los noventas y con una clara vuelta de tuerca más accesible, sensual y melódica, Rankine hacía lo propio con el espíritu revulsivo y enfermizo del Noise-Rock. Claro, aquí todavía había lugar para sonoridades un tanto más corrosivas, ocasionales guitarras distorsionadas y hasta baterías humanas (a cargo del multifacético William Rieflin, miembro de Ministry y casi todos sus satélites), lo cual, sumado a las cuidadas programaciones y las tremendamente eróticas y maliciosas voces (y letras) de Leslie, daban un resultado sumamente personal y endiabladamente atractivo. Digamos que todo ese refinamiento que se suele asociar al Trip-Hop, aquí acortaba su afectado distanciamiento y lo reemplazaba por espesos aires de confusión emocional e impulsos carnales non sanctos. Luego vendrían los remixes y, recién en 2001, el segundo álbum, “Short-staffed at the gene pool”, que mantendría el nivel aunque probaría ser, lamentablemente, el último material original (hubo también remixes de este disco) editado por Ruby. Al día de hoy, todavía me resulta curioso que Leslie Rankine no esté considerada con mayor importancia dentro de los emblemas de femineidad Rockera de los noventas, teniendo en cuenta no sólo el gran nivel de sus aventuras musicales, sino también la fuerte influencia que ha tenido en posteriores artistas. En fin, no importan tanto esas cuestiones. Lo que realmente importa es rendirse ante la sórdida embotación que genera este maravilloso “Salt Peter”, y sentir este cosquilleo al mismo tiempo vergonzoso y placentero, este inefable presagio de dulces sudores por venir.

5 de septiembre de 2011

Review: Reiziger "The kitten becomes a tiger" (1999)

 Por Fernando Suarez.

-Reiziger “The kitten becomes a tiger” (1999)
“El gatito se transforma en un tigre”, otra buena metáfora para explicar de qué se trata esta música de nerds con corazón Hardcore y la sensibilidad a flor de piel. Sí, estoy hablando de Post-Hardcore, Emo o cómo quieran llamarlo, me da igual. Estoy hablando de un grupo que aprendió las lecciones de los mejores maestros de Washington DC (Fugazi, Rites Of Spring, Hoover, entre tantos otros), así como las de destacados seguidores de otras partes de los Estados Unidos que aportaron su propia vuelta de tuerca más melódica (podemos mencionar nombres como Braid, Navio Forge, Samiam o Karate, por ejemplo) pero que, al mismo tiempo, fue construyendo su propia identidad musical, cimentada en sus años previos bajo el nombre de Kosjer D. Por supuesto, aquí tenemos esas guitarras que se entrecruzan en preciosos juegos armónicos para luego estallar en angulares distorsiones, tenemos esos ritmos que van de la calma intimista al nerviosismo catártico (algo del manejo dinámico de Slint también se ha colado por aquí), tenemos esas voces que van dibujando preciosas melodías con el corazón en la mano, construyendo una tensión que se resuelve en viscerales declamaciones de absoluta intensidad, manteniendo siempre el respeto por la canción y el desarrollo melódico de la misma. Tenemos músicos muy capaces y enfocados, que se animan a jugar con elaboradas nociones dinámicas, aportando siempre buenas ideas musicales sin perder de vista jamás ese ardiente núcleo emotivo que los mueve en primer lugar. O sea, gente que tomó buena nota de las enseñanzas de sus mencionados maestros y que, a pesar de la distancia (son oriundos de Bélgica), lograron hacer propia esa impronta con canciones que nos hablan con el corazón en la mano, que se toman su tiempo para reflexionar pero siempre vuelven a la tierra, aunque más no sea para no perder de vista que estar vivos significa también sentir algo de dolor. Sin regodeos en él ni exageraciones dramáticas, sino más bien poniéndole el pecho y tratando de sacar lo mejor de las heridas. A más de diez años de su aparición original, “The kitten becomes a tiger” todavía retiene toda su energía y su poderío emocional. Si la flamante reunión del cuarteto logra resultados de similar calidad, me doy por satisfecho.

2 de septiembre de 2011

Review: Hella "Tripper" (2011)

 Por Fernando Suarez.

-Hella “Tripper” (2011)
Tras cuatro años de silencio discográfico, varias actividades paralelas en el medio y un regreso a su formación clásica de dúo (recordemos que en su anterior placa, “There’s no 666 in outer space”, se expandieron a un quinteto), aquí tenemos un nuevo disco de Hella para hacer las delicias de todo amante del virtuosismo más delirante que se precie de tal. En consonancia con el mencionado retraimiento de integrantes, estos californianos nos traen un trabajo que deja de lado bastantes de las tangentes más atmosféricas de sus últimos años, en pos de un sonido claramente rockero, muscular, sumamente frenético pero provisto de una contundencia inédita. Por supuesto, Hella ya tiene una identidad musical distintiva y ella se percibe a lo largo de estos diez tracks. Aquí tenemos a Zach Hill, un baterista que deslumbra a cada segundo, repartiendo golpes constantes con un enfermizo sentido del swing, una energía sobrehumana y una imaginación de otro planeta, un tipo que podría hacer interesante cualquier composición valiéndose únicamente de su kit de batería. Y encima viene acompañado de Spencer Seim, quien le saca chispas a su guitarra (también a esporádicos bajo y sintetizador) en un incesante fluir de riffs angulares, arreglos enroscados, armonías lisérgicas, texturas envolventes y demás recursos siempre dispuestos para dislocar neuronas y envueltos en rabiosa distorsión. Todavía se permiten ocasionales jugueteos con elementos electrónicos y, ciertamente, han sumado un necesario sentido de la dinámica a su habitual epilepsia, hasta metiendo algunos riffs un tanto más simples pero notablemente carnosos y de inapelable solidez, pero no hay duda de que esto sigue siendo Hella y queda claro que estos tipos no se han quedado cortos de ideas y su capacidad para llevarlas a la práctica de forma precisa e intensa se mantiene intacta. Y es que, detrás del apabullante virtuosismo de sus dos miembros (y no exagero, esta gente pone en ridículo a cualquiera que piense que el Rock actual no cuenta con músicos competentes), arde un fuego contagioso y salvaje que hace que sus intrincadas elucubraciones musicales sean algo más que un mero ejercicio de estéril gimnasia interpretativa. O sea, material apto tanto para retorcerse en violentos espasmos como para analizar minuciosamente con el monóculo debidamente colocado. Ustedes eligen.

1 de septiembre de 2011

Review: Crush My Calm "Lies make life easier" (2003)

 Por Fernando Suarez.

-Crush My Calm “Lies make life easier” (2003)
Es curioso, por lo general (aunque, claro, no se trate de ninguna regla inquebrantable) el caso más común es el de músicos Hardcore que evolucionan hacia el Post-Hardcore y no a la inversa. Pero vamos por partes, como diría Jack el Destripador. Algunos memoriosos tal vez recuerden a Blue Water Boy, un quinteto suizo enrolado en lo que podríamos llamar Post-Hardcore o Emo de la vieja escuela (ya saben, bandas como Rites Of Spring, Moss Icon, Current o Still Life, entre otras), que tuvo su muy recomendable debut discográfico homónimo editado en nuestro país a través del ya difunto sello independiente Sniffing Recording Industries. Otros tal vez los tengan presentes por el hecho de que su baterista, Alfredo Meyer, luego se incorporaría a los destacados Krishna-Core vernáculos de Enquirer, puesto que sigue ocupando en la actualidad. Bien, el punto es que, un par de años luego de la edición de aquel disco, Blue Water Boy deciden rebautizarse como Crush My Calm (¿un guiño al “Cassavetes” de Fugazi?) y, con ese cambio de nombre, también sobrevino uno musical. Atrás quedaron los climas intimistas que estallaban en desgarradoras catarsis emocionales, reemplazados por un sonido y una actitud mucho más agresivos, y una impronta más rabiosa y visceral. En efecto, lo que aquí encontraremos es Hardcore, ya sin el Post, pero aún así con una mirada que no se queda en la mera repetición de clichés. Los puntos de comparación más notables que se pueden trazar son con bandas como American Nightmare, Count Me Out o Bane, es decir, una reinterpretación del Hardcore tradicional que respeta las premisas básicas del género al tiempo que las embellece con una musicalidad más elaborada, ubicadas cuotas de melodía e interpretaciones ajustadísimas. El resultado final no sólo es sumamente intenso y contagioso, sino que también justifica plenamente el cambio de piel del grupo. Es que, en definitiva, tanto Blue Water Boy como Crush My Calm apuntaban (aún con métodos diferentes) a una misma cosa: transmitir emociones fuertes de forma urgente y honesta. Eso, en mi opinión, ya debería ser motivo suficiente para prestarles atención.