Por Fernando Suarez.
-Screaming Trees “Last words: The final recordings” (2011)
Sí señores, finalmente se edita en forma oficial aquel disco que Screaming Trees registrara entre 1998 y 1999, mezclado por la sabia mano de Jack Endino (productor estrella del Grunge y guitarrista de Skin Yard, uno de los grupos más destacados del género) y aprobado por sus integrantes. Y sí, puede que se trate de un mero ejercicio de nostalgia u otro gran trabajo a cargo de la mejor banda Grunge de la historia, según cómo lo miren. Yo me quedo con la segunda opción. Por supuesto, esto es Screaming Trees, así que no esperen más (ni menos) que esas canciones perfectas, de climas y guitarras áridas, rasposas y, al mismo tiempo, coloridas y elevadoras, montadas sobre esos ritmos sinuosos que obligan a mover la patita sin abandonar nunca el gesto entre adusto y sombrío, y gloriosamente coronadas por la gruesa y envolvente voz de Mark Lanegan, el Johnny Cash de las camisas a cuadros. No importa que sea más de lo mismo si eso significa semejante manjar para el espíritu, no importa que podamos definir a este “Last words” como una cruza entre la pesadumbre casi desértica de “Dust” (1996, hasta ahora, el último trabajo de estudio del cuarteto) y el gancho entre Hard-Rockero y Neilyounguesco de “Sweet oblivion” (1992, su obra más popular), sólo importan las canciones, el peso emocional que ellas transmiten. Y ese es un terreno en el que los Trees son prácticamente imbatibles. Y es que, cuando un grupo logra hacer sublime lo que en manos de otros sería un cliché sin sustancia, es que estamos en presencia de algo especial. ¿Qué son los mismos cuatro acordes de siempre? ¿Acaso hacen falta más para generar estos vívidos paisajes y estas sacudidas en el corazón? ¿Qué la voz de Lanegan es limitada? Por supuesto que sí, pero ¿cuántos cantantes conocen que sean capaces de poner la piel de gallina con recursos tan sencillos y melodías tan dolorosamente atractivas? ¿Qué las composiciones siguen patrones similares? Claro, eso se llama estilo y, cuando está manejado con clase y honestidad (como en este caso), es lo que separa a los artistas con algo para decir de aquellos que simplemente juegan al tiro al blanco y encaran la música sin el más mínimo sentido de la profundidad. Y es que, cuando una colección de canciones grabadas hace más de diez años, logran sonar tan atemporales y necesarias como estas, sólo resta rendirse ante su encanto y mantener los sentidos en intenso y constante éxtasis.
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