Por Fernando Suarez.
-Paint It Black “Paradise” (2005)
Viéndolo en perspectiva, hay muchas chances de que “Paradise” sea relegado al lugar de antesala de “New lexicon”, aquella obra maestra del Hardcore contemporáneo que Paint It Black lanzara en 2008. Pero, si bien dicha apreciación tiene su fundamento, es imposible desmerecer la intensidad y la contagiosa frescura que el cuarteto despliega a lo largo de estos poco más de veinte minutos de pura adrenalina. De cierta forma, se traza en mi mente un paralelo con “Songs to fan the flames of discontent”, aquel portentoso álbum que Refused editara en 1996 y que luego quedaría, lamentablemente, opacado por el monumental “The shape of Punk to come”. Lo que aquí tenemos son catorce canciones cargadas de una energía urgente y visceral, que viaja en el tiempo para apoderarse de las mejores enseñanzas de leyendas como Black Flag, Minor Threat o Bad Brains, y trae a la actualidad esas lecciones a través de una mirada madura, personal, enfocada y provista de una innegable profundidad musical y emocional que hecha por tierra con la idea de un mero revival. Por supuesto, la experiencia del vocalista/guitarrista Dan Yemin en grandes bandas de los noventas como Lifetime y Kid Dynamite juega un papel importante, en especial en lo que hace a adornar la rabia primigenia del Hardcore/Punk con medidas cuotas de conmovedora melodía que parecen rescatadas directamente de aquel efervescente Revolution Summer de Washington DC, que diera vuelta unas cuantas nociones estilísticas del género a mediados de los ochentas. También hay que notar la frenética solidez de las interpretaciones y el sonido equilibrado (cortesía del gran J. Robbins) que permite apreciar cada detalle sin por ello resignar la potencia eminentemente física de las composiciones. Claro, como siempre, todo ello no es más que el envoltorio que recubre (y embellece) el verdadero núcleo (duro) del asunto, que son las canciones, estas ráfagas de energía vital que estallan de forma liberadora y salvaje, concebidas desde entrañas en llamas y trabajadas con la suficiente lucidez (y esto se aplica también a las estupendas letras) como para eludir, con absoluta naturalidad, los clichés sin sustancia y las poses vacías que, a veces, transforman al Hardcore en poco más que un chiste. En fin, queda claro que lo que vendría después sería aún mejor pero, si son capaces de apreciar la fuerza de aquel viejo y querido Hardcore de antaño y se preguntan de qué forma se puede trasladar a un sonido actual, he aquí una respuesta ideal.
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