Por Fernando Suarez.
-The Angelic Process “Coma waering” (2003)
Cuando Jesu todavía era el título de una canción de Godflesh, Aidan Baker todavía ni había empezado sus aventuras sónicas bajo el nombre de Nadja y a ningún Blackmetalero se le ocurriría hablar bien en público de My Bloody Valentine, The Angelic Process ya reventaba parlantes y paralizaba sentidos con su sobrecogedora cruza de Drone, Doom, Black, Noise y Shoegaze. Claro, hoy en día hablar de un dúo haciendo música ubicada en el espectro más lento e hipnótico del extremismo, de murallas de guitarras moviéndose como magma, sobrecargando la mente de estímulos y generando cosquilleos en el cuerpo, de ritmos aletargados y cadencias moribundas, de toneladas de efectos pintando atmósferas tan evocadoras como sanguíneas y de lejanas melodías que destrozan y reconstruyen el espíritu escondidas bajo el peso de eternas distorsiones tal vez resulte casi un lugar común. Pero aquí no se trata simplemente de rescatar a Kris Angylus (voz, guitarra, batería, teclados) y Monica Henson (voz, bajo, guitarra, teclados) por su condición de adelantados, sino también por el poderío que lograron imprimirle a sus composiciones, por la profundidad musical con la que construyeron estas sublimes piezas de intrincada arquitectura sonora, por el inteligente manejo dinámico que los alejó del aburrimiento, la abulia y el cliché sin sustancia, por el torbellino de imágenes y emociones que fueron capaces de despertar con descarnada intensidad, por esa sensibilidad frágil y vulnerable recubierta de una espesa costra de crepitante suciedad con la que, básicamente, exponían esta belleza tan dolorosa como reconfortante. No vamos a negar, de todas formas, que el hecho de que Angylus ya no esté entre nosotros (falleció en abril de 2008, casi un año después de la disolución del dúo) le confiere a esta música una carga mística extra, lo cual no es poco, teniendo en cuenta la densidad espiritual con la que, ya de por sí, contaba. “Coma waering” fue su segundo disco (sin contar ep’s) y en él tal vez se encuentre el mejor equilibrio entre sonidos corrosivos, preciosas melodías y vastos pasajes climáticos, aunque también es muy recomendable “Weighing souls with sand”, la placa con la que se despidieron en 2007. En fin, si las referencias y pautas antes mencionadas se encuentran entre sus preferencias, sería casi criminal que no le den la debida atención a uno de sus exponentes más destacados y relevantes.
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