Por Fernando Suarez.
-Vaz “Chartreuse bull” (2011)
A pesar de haber nacido de las cenizas de Hammerhead, una de las bandas más arquetípicas y definitoria del Noise-Rock de los novnetas, Vaz siempre fue un bicho raro dentro de ese género. Y es que, debajo de las necesarias guitarras ruidosas, los climas enfermizos y los ritmos afiebrados, siempre tenían a mano unas líneas vocales de una belleza melódica poco común en dicho contexto. Curiosamente, en el mismo año en que Hammerhead retorna a escena, tenemos también el primer trabajo de estudio de Vaz desde aquel genial “The lie that matches the furniture” editado en 2005. Y hay que decir que los tipos se mantienen en forma como si el tiempo ni hubiera pasado. La energía sigue siendo arrasadora, los golpes de la base rítmica se sienten en las entrañas, la guitarra sigue escupiendo su vasto arsenal de gruñidos, disonancias, riffs angulares y bolas de feedback, el bajo sigue marcando ese pulso corrosivo y amenazante, las estructuras se siguen moviendo entre el más salvaje nervio rockero y las más sádicas contracturas, y las melodías vocales siguen siendo el broche de oro con su impronta hipnótica, emotiva y tremendamente ganchera. Y todo ello está expuesto, como corresponde, en canciones redondas, compactas pero abiertas a la experimentación, inteligentes y urgentes al mismo tiempo. Tal vez se pueda señalar que se trata del material más abrasivo en la carrera del grupo, en especial en lo que hace a guitarras alocadas, sonido envolvente y ritmos frenéticos, pero aún así el hilo melódico sigue siendo la principal guía compositiva. Tengo que insistir con algo, y es que Vaz no suena parecido a ninguna otra banda (la descripción más aproximada que se me viene a la mente es algo así como una versión Noise-Rockera y epiléptica de los primeros Queens Of The Stone Age), logran una personalidad sumamente distintiva y única, y lo hacen con la naturalidad de tres tipos maduros que, simplemente, se juntan a tocar sus canciones hasta quedar exhaustos y empapados de sudor. En fin, si nunca les dieron bola en su momento, “Chartreuse bull” es una excelente excusa para remendar ese error y, de paso, disfrutar de treinta y seis minutos de pura genialidad musical.
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