Por Fernando Suarez.
-Unhold “Gold cut” (2008)
Los suizos Unhold son de los pocos grupos que, en los últimos tiempos, han logrado adoptar su amor por Neurosis de una forma tal que no suene como las millones de copias que andan dando vueltas por ahí. Ok, no son ningunos recién llegados, nacieron en 1992 pero recién en 2001 lanzaron su primer álbum (“Walking blackwards”) y, ciertamente, cuentan con la sabiduría y la soltura que les proporcionan esos años de carrera. Bien, dijimos Neurosis y, en efecto, aquí tenemos voces que recuerdan bastante al tandem Scott Kelly/Steve Von Till, en especial en sus momentos más controlados, guitarras que dibujan profundos paisajes musicales con un manejo de texturas y extrañas armonías y disonancias sencillamente sublime, tenemos ese corazón Hardcore elevándose a alturas de evocación épica insospechadas, tenemos esos ritmos que golpean como terremotos y esa habilidad para crear composiciones de recorridos intrincados pero siempre coherentes y certeros. El truco está en la inclusión de otros elementos musicales que terminan de redondear una identidad musical nada despreciable. Podemos encontrar, por ejemplo, algo (bueno, bastante) de la mugre urbana y asfixiante de Unsane y sus estructuras compositivas más afines al Hardcore, lo cual ayuda a traer las cosas a la tierra antes que dejarse llevar por divagues pseudo-místicos sin demasiada sustancia. Otro factor importante es el empleo de la melodía, que remite inevitablemente a nombres como Quicksand o Hum, en especial en lo que hace al trabajo de guitarras. En ese aspecto, es imposible no notar que algo de esa sensibilidad nerd del Post-Hardcore se cuela a lo largo de toda la placa, despojando así al grupo de cualquier tipo de innecesario histrionismo metálico y proveyendo un saludable equilibrio entre urgencia emocional e inteligencia compositiva. Y, de todas formas, los amantes de los riffs pesados y graves encontrarán mucho aquí para masticar. El punto es que el cuarteto evita los lugares comunes con absoluta naturalidad, logrando un resultado final demasiado compacto (y sin ni un sólo rastro de Post-Rock) para ser metido en la bolsa del Post-Metal, demasiado melódico para el Sludge, demasiado intrincado para el Hardcore, demasiado pesado para el Post-Hardcore, demasiado sensible para el Noise-Rock y demasiado terrenal para el Doom en general. O sea, un sonido personal reconocible y lo suficientemente abierto como para escapar elegantemente a los encasillamientos facilistas. No son cualidades como para andar despreciando hoy en día.
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