Por Fernando Suarez.
-Prawn “You can just leave it all” (2011)
No es la primera vez que pasa pero hoy las palabras no fluyen demasiado, este nudo en la garganta parece detenerlas. Pienso que debería mencionar datos, como que Prawn es un cuarteto oriundo de New Jersey, que nacieron en 2007 y cuentan con un ep previo (“False institutions”, editado en 2009) que ya anticipaba bastante del enorme poderío emocional y la profunda y conmovedora impronta musical que exponen a lo largo de este álbum debut. Tal vez debería decir que ellos mismos se reconocen influenciados por el Indie-Emo y el Post-Rock de mediados de los noventas y que, en efecto, aquí se pueden percibir las enseñanzas de grandes clásicos como Sunny Day Real Estate, American Football, Mineral, Braid o Boys Life. Podría ponerme un tanto más minucioso y hablar de esos evocadores paisajes generados por las guitarras, entre preciosos entramados de arpegios, elevadores punteos cargados de delay, riffs angulares, intrincados contrapuntos, preciosas progresiones de acordes y desgarradoras subidas de intensidad, o del increíble instinto dinámico de la base rítmica, de esa movilidad contagiosa y visceral que contagian con pasmosa naturalidad, o de la hiriente belleza de sus melodías, cantadas con la suficiente corrección técnica pero con el foco puesto en la expresividad antes que el refinamiento. Inclusive no estaría fuera de lugar señalar que esta versión del Emo no tiene nada que ver con maquillajes y poses adolescentes, que lo de Indie es, en realidad, una forma de señalar el énfasis melódico y no un rasgo estilístico definitivo, que aquí no hay lugar para distantes ironías o gestos de afectada languidez, que, a pesar del prefijo Post, aquí hay más Rock del que creerían. Y aún así no es suficiente. Nada de eso explica por qué estas diez canciones se me clavan en el corazón y me humedecen los ojos, por qué me resulta tan placentero y doloroso al mismo tiempo perderme en estos convulsionados recorridos musicales, por qué los pasajes más álgidos se apoderan de mi cuerpo y lo sacuden con fuerza, por qué los remansos más reflexivos me transportan a otros lugares y tiempos, por qué, al finalizar estos treinta y siete minutos y pico de música, me siento lastimado y, a la vez, reconfortado.
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