Por Fernando Suarez.
-The Dream Is Dead “Hail the new pawn” (2005)
Por lo general, aquí en Zann no somos muy amigos de los obituarios y similares, pero siempre se puede hacer una excepción. Y es que, si en este 2011 hemos elogiado la potencia e inventiva de discos como “Corroded” de Drugs Of Faith y “Bad luck” de Ed Gein, no está de más recordar a The Dream Is Dead, una banda que, a principios de la década pasada, ayudó a cimentar esa particular combinación de Hardcore, Grindcore y Mathcore, y cuyo guitarrista (Jared Southwick, antes miembro de los Deathmetaleros Harakiri) falleció el 23 de junio pasado debido a complicaciones hepáticas. “Hail the new pawn” fue su único larga duración (precedido por los auspiciosos ep’s, “Letter of resignation” y “Taking friendly fire”, editados en 2002 y 2003 respectivamente) y el quinteto contó en él con la producción del gran Alex Newport, ex miembro de Fudge Tunnel, Nailbomb y Theory Of Ruin (su genial, y generalmente ignorado, trío de Noise-Rock) y productor de bandas como Melvins, At The Drive-In, Godheadsilo, Pissed Jeans y The Locust, entre otros. Hasta ahí los datos, lo que sigue son once certeras e implacables patadas en las encías, un torbellino imparable de energía que tritura los huesos y aprieta las neuronas con constantes estímulos. Podemos mencionar el hecho de que varios de sus integrantes provenían de bandas tan disímiles (y dignas de atención, ya que estamos en eso) como Burn It Down (Mathcore de la primera generación), Ice Nine (Hardcore extremo bordeando el Powerviolence), Sutek Conspiracy (Screamo agresivo y corrosivo) y los mencionados Harakiri (Death Metal técnico), y que contaban con la intención de devolverle al Hardcore su carácter político y amenazante, como para que se hagan una vaga idea de lo que encontrarán aquí. Lo cierto es que el resultado final superaba las experiencias previas de sus miembros, con un sonido notablemente más agresivo y salvaje y, al mismo tiempo, una elaboración musical más profunda e intrincada. Por momentos podía asomar algo de ese groove trabado a la Coalesce, luego venían aceleradas que no hubieran desentonado en el “Enemy of the music business” de Napalm Death, riffs intrincados (parados en algún lugar entre Voivod y Botch) que convivían con otros más gordos y Crusteros, arreglos disonantes y caóticas fracturas rítmicas afines a Today Is The Day pero trabajadas con un gancho urgente y rabioso que delataba ese latir eminentemente Hardcore que se respira a lo largo de toda la placa. Si tuviéramos que reducirlo a un esquema simple, podríamos decir que esto se trataba de Hardcore virulento y extremo, que tomaba prestados el vértigo y la histeria del Grindcore, el sonido grueso y enfermizo del Noise-Rock más pesado y la técnica demente del Mathcore, para dar a luz un híbrido compacto y personal, sin grumos, con la imaginación, la inteligencia y la intensidad en sus puntos más altos de ebullición y fortaleza. Lamentablemente, los planes para un segundo álbum jamás llegaron a concretarse (hubo un split con los dumbetas Gates Of Slumber, que tenía intenciones de anticipar algo de ese futuro material) y el triste deceso de Southwick se lleva con él todas las esperanzas al respecto pero, de todas formas, siempre vale la pena volver a repasar uno de los discos más creativos e intensos de la pasada década, de esos que todavía hacen hervir la sangre con cada escucha y nos recuerdan el poderío con el que puede contar este tipo de música cuando es encarada con honestidad y buenas ideas.
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