Por Fernando Suarez.
-Xibalba “Xibalba” (2011)
Según Wikipedia (fuente confiable si las hay), Xibalba “es un lugar dentro de la mitología maya, descrito como un mundo subterráneo regido por los espíritus de la enfermedad y la muerte”. Según Southern Lord, el sello que edita este material (confirmando, de paso, su romance con las corrientes más oscuras del Hardcore actual), estamos hablando de una combinación entre el Metal groovero de Sepultura, el Death Metal cavernícola y aterrador de Obituary, la gordura de Crowbar y la impronta rabiosa del Hardcore más metálico y oscuro de los noventas, con nombres como Disembodied, Unbroken, Damnation A.D. y Bloodlet como principales referentes. Bien, ambas definiciones pueden convivir en armonía, a juzgar por lo expuesto en estas doce canciones. En primer lugar, aclaremos que este álbum homónimo de Xibalba reúne los temas de su disco “Madre mía gracias por los días” (editado originalmente en 2009), más su participación en el compilado “Earthquake”, todo ello remasterizado y con renovado arte de tapa. Como ya dijimos, esto bien podría ser un viaje por aquel mundo subterráneo de enfermedad y muerte, de la mano de riffs enormes y monolíticos, ritmos que golpean el estómago con un groove sumamente violento, machaques secos y cortantes, ocasionales arreglos disonantes (y ya es hora de que se le dé crédito a Sepultura por incorporar ese elemento en el Metal de los noventas), voces que gruñen desde lo más profundo de las entrañas, atmósferas de hipnótica densidad y un sonido gordo y aplastante que logra canalizar toda esa energía negativa de forma impecable y con una intensidad agotadora. Vamos, aquí no hay lugar para sonrisas ni gestos amigables, esto es una patada en la encía detrás de otra, un rabioso corazón Hardcore recubierto de impenetrable coraza metálica y adornado por ominosas visiones de tono casi lisérgico. La mayoría de los temas se manejan entre medios tiempos y densos breakdowns, aunque también hay lugar para esporádicas aceleradas y hasta ciertos flirteos tribales que no hubieran desentonado en discos como “Chaos A.D.” o “Roots”. Pero la figura del disco son las guitarras, equilibrando a la perfección riffs sólidos y sencillos con arreglos de disonante oscuridad, llevando las riendas de las composiciones con su rasposa obesidad y logrando una síntesis bastante personal de sus mencionadas influencias. Un disco tan apto para robustos moshers tatuados como para barbudos adoradores de las cabras y los climas apocalípticos.
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