Por Fernando Suarez.
-Wiccans “Skullduggery” (2011)
Nunca pretendí que estas reseñas de discos fueran demasiado objetivas ni nada por el estilo pero nunca está de más apuntar las propias contradicciones. Es que, seguramente yo sea de los primeros en sostener que cualquier tipo de revival no es más que una excusa para la nostalgia y la falta de ideas y, por lo general, prefiero rescatar a aquellos artistas que miran hacia adelante y no a los que se regodean en un pasado que ni siquiera vivieron. Y aquí está mi contradicción, porque un grupo como Wiccans, claramente anclado en aquellos años iniciativos del Hardcore/Punk norteamericano, logra, de todas formas, conmoverme profundamente y excitarme como si todavía fuera un adolescente alienado y enojado con el mundo. Desde ya, no voy a hacer ningún tipo de psicoanálisis público aquí, prefiero pensar que, simplemente, el poderío de tres o cuatro acordes mugrientos, unas bases cavernícolas y unos gritos bien pegados todavía no envejece y sigue siendo capaz de despertar voluntades adormecidas y enfervorizar ánimos aletargados. Por otro lado, y a favor de Wiccans, hay que decir que, más allá de las innegables influencias (Black Flag, Negative Approach, Circle Jerks, Void, Minor Threat, Bl’ast, el primer Agnostic Front), el resultado final no suena a copia de nadie y el quinteto se las arregla para imprimir una personalidad distintiva, con canciones sencillas y tremendamente energéticas, sostenidas por un trabajo de guitarras que logra sobreponerse a sus limitaciones técnicas a fuerza de buenas ideas (riffs más que interesantes y gancheros, catarsis ruidosas e inclusive algo de melodía) e intensidad, y arropadas en un sonido crudo y urgente que contagia una constante adrenalina, un empuje salvaje y espontáneo que no sabe de poses artificiales o meros gestos para entendidos. En última instancia, estas doce canciones (escupidas con vehemencia en poco menos de veintisiete minutos) nos hablan de una frustración y un fuego interno que no está confinado a una única época y eso, por un lado, es prueba de que aquellos sonidos arquetípicos del Hardcore/Punk de los ochentas tienen hoy en día la misma relevancia de siempre, pero también de que estos texanos han logrado comprender y expresar la esencia de ese fuego antes que quedarse solamente en las formas. Y eso sólo ya debería ser motivo suficiente para darles, al menos, una oportunidad.
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