Por Fernando Suarez.
-Selfmindead “At the barricades we fall” (2000)
Ok, ya se ha dicho varias veces lo importante que fue Refused (en especial su monumental “The shape of Punk to come”, pero sin olvidar nunca el cercano “Songs to fan the flames of discontent”) para el Hardcore en general y la escena sueca en particular. A pesar de formar parte de las filas de Solid State (un sello dedicado casi exclusivamente a la rama cristiana del género, algo que los colocaría, en principio, en las antípodas ideológicas de Refused), Selfmindead, y este segundo álbum en especial, es uno de los mejores ejemplos (si no el mejor) de cómo la influencia de los oriundos de Umeå ayudó a forjar una forma diferente de entender al Hardcore, manteniendo la rabia y la pasión necesarias pero sumando una intrincada musicalidad que antes parecía reservada sólo al Post-Hardcore (Bien vale aclarar que, en esos años en Estados Unidos, grupos como Snapcase, Cast Iron Hike o Guilt, entre otros, ya mostraban inquietudes similares). Comenzando con esa patada inicial que es “Liar”, el quinteto deja bien en claro que estudiaron a la perfección las innovaciones incorporadas por sus mencionados compatriotas, desde el empleo de rítmicas irregulares que, no obstante, en todo momento mantienen un contagioso sentido del groove, a esas guitarras que se expanden en texturas, riffs y arreglos de una riqueza armónica inédita sin por ello resignar el filo agresivo ni el empuje visceral, pasando por un trabajo compositivo sumamente inteligente, dinámico y provisto de una intensidad (los alaridos, casi idénticos a los de Dennis Lyxzén, de Ilkka Viitasalo y el sonido masivo que logran los instrumentos ponen su importante granito de arena en ese terreno) que se siente como martillazos en los huesos. Siguiendo con el hilo de las comparaciones, podríamos decir que “At the barricades we fall” hubiera sido casi un puente perfecto entre “Songs to fan the flames of discontent” y “The shape of Punk to come”, equilibrando la potencia feroz pero controlada del primero y las excentricidades compositivas del segundo sin salirse nunca del formato tradicional de guitarra, bajo, batería y voz. A su vez, es posible hallar aquí una labor de guitarras que profundiza el juego con disonancias y hasta se anima con alguna que otra melodía de tono emotivo que calza a la perfección con la entrega desgarrada de cada una de estas once bombas musicales que componen la placa. O sea, en cierto aspecto esto puede sonar a una copia de Refused pero, por otro lado, sería una copia hecha con tal nivel compositivo, tal vuelo creativo (insisto con esas guitarras, un auténtico manjar) y tal palpable excitación que podría colocarse sin problemas junto a sus referentes y presentarles batalla. Es una pena que se separaran en 2003, cuando comenzaban a preparar su tercer disco, pero para cualquiera que aprecie la adrenalina y la urgencia del Hardcore reinterpretada por una mirada casi intelectual y una innegable profundidad musical, “At the barricades we fall” debería bastar para hacerlos felices.
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