Por Fernando Suarez.
-Lustmord “Songs of gods and demons” (2011)
Brian Williams debe vivir en una caverna oscura y fría, apenas alumbrado por candelabros y rodeado de extraños y polvorientos libros sobre diversas cuestiones esotéricas. Al menos, esa es la sensación que da al escuchar su trabajo como Lustmord. Climas densos, atmósferas enrarecidas, inquietantes melodías casi subliminales, fantasmales siseos sónicos y todas esas cosas que, desde 1980, lo han colocado en un lugar de excepción dentro del mundo del Dark Ambient/Industrial/Drone/Minimalismo/Experimental o cómo sea que quieran llamar a lo hecho por este auténtico científico de los sonidos. “Songs of gods and demons” no es ninguna excepción dentro de su vasto repertorio discográfico. Cuenta con cinco extensas composiciones (que van de los ocho a los veinte minutos de duración) que bien podrían ser consideradas una única pieza dividida en secciones (en especial si pensamos las tres primeras como una parte y las dos últimas como conclusión), y está dominado por ese andar hipnótico y lúgubre, por esas resonancias siniestras, esos graves zumbidos atronadores y esa magnífica habilidad para evocar vívidas imágenes en la mente, para relatarnos la más perturbadora película de terror sin palabras. También vale aclarar que se trata de la segunda parte (la primera fueron las mezclas alternativas del clásico “Heresy” de 1990, editadas el año pasado bajo el nombre de “Heretic”) de una serie de recuperación archivista de música inédita de Lustmord, esta vez abarcando trabajos desde 1994 a 2007. Tal vez lo más curioso resulte que, a pesar de la procedencia diversa (se supone) de este material, el resultado final sea tan cohesivo y las composiciones fluyan juntas con semejante naturalidad. Ok, insisto con la diferencia entre los tres primeros tracks (de tono más minimalista y Drone) y los dos últimos (dominados por teclados, ruidos y melodías más afines a los sonidos Industriales de los ochentas y hasta cierto lejano aire espacial) pero, de todas formas, funcionan como un todo, creando un innegable desarrollo dramático. De hecho, si uno no tuviera el dato de la procedencia, y nos dijeran que se trata de un disco concebido como obra conceptual (o algo así), no habría motivos para no creerlo. Por lo demás, se trata del mismo Lustmord de siempre, cavernoso, envolvente, sutil y perverso en su construcción musical e ideal para escuchar con las luces apagadas y sentir un punzante sudor frío recorriendo la espalda.
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