Por Fernando Suarez.
-In Flames “Sounds of a playground fading” (2011)
“Sounds of a playground fading” no es sólo el décimo disco de estudio de In Flames, es también el primero en contar con la ausencia del guitarrista Jesper Strömblad, el último de los miembros fundadores que todavía seguía en el grupo. Esto presupone algunos cambios, sobre todo si tenemos en cuenta que la totalidad de la música de este álbum fue compuesta por el guitarrista restante, Björn Gelotte. Lo curioso con In Flames es que sus fans suelen ser demasiado desmedidos en sus apreciaciones, lo cual termina por enviar mensajes un tanto confusos. Me explico, cuando los suecos ensayan alguna que otra variación en su sonido, inmediatamente se escuchan las voces indignadas y los degradantes epítetos de Nü-Metaleros vendidos. Cuando se mantienen dentro de su estilo de siempre, se los acusa de haberse quedado sin ideas y repetirse hasta el hartazgo o, peor aún, de querer subirse al tren del Metalcore. Y lo cierto es que ambos aspectos (la incorporación de nuevos elementos y el respeto por sus propias tradiciones musicales) conviven en prácticamente todos los discos del grupo. Inclusive los cambios nunca son tan abruptos como para ofenderse. O sea, ¿qué tiene de extraño, para un grupo melódico como In Flames, el hecho de sumar teclados y voces limpias? ¿Acaso alguien se quejaría porque Iron Maiden use dichos elementos? Porque, en última instancia, In Flames siempre estuvo más cerca de Maiden que de Carcass o Morbid Angel. En fin, en ese sentido puedo imaginar que más de uno pondrá el grito en el cielo ante la abundancia de teclados y la notable domesticación de las cuerdas vocales de Anders Fridén. En efecto, aún reteniendo cierta rasposidad, el cantante ha abandonado casi (ojo que dije casi) por completo su habitual alarido y se adentra en terrenos de mayor versatilidad, finalmente logando que sus incursiones melódicas cobren gran preponderancia y presencia. Es interesante notar, de todas formas, que su tono de voz se hace claramente reconocible aún en estos modismos más controlados y que, insisto con esto, estamos hablando de una banda que siempre basó sus composiciones en la melodía, con lo que poner voces acordes no es ninguna locura. Por lo demás, se podría ver a este trabajo como una clara continuación del aquel polarizante “Reroute to remain”, con una clara predominancia de tempos grooveros, dinámicas más abiertas y reposadas, profuso empleo de samples y teclados, climas casi Industriales, y una producción cuidadísima que permite apreciar cada mínimo detalle del espeso entramado sonoro que envuelve a las composiciones. En el fondo, esto sigue siendo In Flames al cien por ciento. Cada canción, cada riff, cada una de sus melodías, toda esa impronta épica/emotiva/metálica sigue siendo inconfundible y absolutamente propia, y ese es el núcleo del grupo, no la velocidad, los gritos o el extremismo en general.
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