Por Fernando Suarez.
-Ohgr “Undeveloped” (2011)
A falta de Skinny Puppy, buenos son los Ogres, ¿no? Bueno, en realidad, cualquiera que haya escuchado alguno de los tres trabajos previos de este proyecto que Nivek Ogre (legendario cantante de Skinny Puppy) comparte con Mark Walk (también miembro de Skinny Puppy, a partir de su última reunión en 2003), sabrá que esto no es Skinny Puppy Jr. ni nada por el estilo. ¿Ya repetí la suficiente cantidad de veces el nombre Skinny Puppy? Ok, vamos a lo que nos compete, entonces. Desde sus inicios, allá por el último cambio de milenio, el foco de Ohgr estuvo puesto en un acercamiento a la Electrónica más accesible, con el filo Industrial y la demencia característica pero enmarcado en canciones de estructura más bien tradicionales, con mayor énfasis melódico y prescindiendo parcialmente de la sobrecarga sonora y sensorial de su banda madre, a la cual trataré de no mencionar nuevamente en lo que queda de esta reseña. Bien, luego del ríspido viaje que representó el previo “Devils in my details” (2008), “Undeveloped” nos presenta un sonido mucho más pulido y prolijo, aún moviéndose por terrenos oscuros y sinuosos pero trabajados con una mayor elegancia melódica (de tono casi cinematográfico) y aportando un dejo, nada despreciable, de sórdida sensualidad y una suerte de inquietante ambigüedad, algo así como la idea de canciones Pop bailables diseñadas para dañar subliminalmente la psiquis de oyentes incautos. Es que, en la superficie, lo que aquí tenemos son composiciones montadas sobre beats gancheros y una intrincada labor de orquestación de teclados de sabor ochentoso, coronadas siempre por líneas melódicas con pasta de hit. El tema es que, debajo de esa presentación casi amigable, se esconde un aura de horror íntimo, un sentimiento amenazante que late de forma sutil y planta peligrosas semillas en el espíritu. Según los propios involucrados, la idea de esta placa era continuar el recorrido de los personajes aparecidos en el mencionado “Devils in my details”, llevándolos hacia instancias de mayor profundidad emocional. Y ahí tal vez resida la clave para entender por dónde viene la mano. En efecto, a lo largo de los casi cincuenta y tres minutos que dura el disco, se respira un fuerte aire emotivo, casi como si Ogre estuviera desnudando sus propios sentimientos al ponerlos en boca de los personajes que crea con su inconfundible voz. Puede sonar contradictorio o paradójico pero, bueno, ese es gran parte del encanto de esta gente. Nada viene servido en bandeja y es necesario buscar significados propios para estas canciones antes que esperar que los músicos (o los críticos) nos dicten directivas rígidas sobre las mismas. Y ese es un ejercicio que nunca está de más y suele resultar sumamente enriquecedor.
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