Por Fernando Suarez.
-Necrophagia “Deathtrip 69” (2011)
Es probable que muchos sólo conozcan a Necrophagia como “la banda donde Phill Anselmo tocó la guitarra en sus años más álgidos de proyectos paralelos” pero lo cierto es que, con una carrera que se remonta a mediados de los ochentas, los eternamente liderados por el vocalista y cinéfilo Killjoy pusieron un par de piedras fundamentales en lo que hace a anticipar el Death Metal (sus primeras grabaciones exponían un Thrash sumamente mugroso, oscuro y con voces podridas) y, en especial, la obsesión de éste género con el cine de terror en general, y el Clase B en particular. Por supuesto, el hecho de que estuvieran disueltos durante diez años (1987 a 1997) y que, aún cuando Anselmo los reviviera triunfalmente (para abandonarlos luego en 2001), nunca fueran capaces de mantener una formación estable y, por ende, una constancia en las ediciones discográficas, no ha sido de demasiada ayuda. A seis años de su anterior entrega de estudio (“Harvest Ritual Vol. 1”), el gordo Killjoy y los suyos (y cuando digo esto, me refiero a una formación completamente renovada, un cuarteto básico de guitarra, voz, bajo y batería) vuelven a la carga y podemos olvidarnos de todos sus tropezones y disfrutar de este sublime desparramo de tripas. Para los que no estén demasiado familiarizados con la propuesta de estos oriundos de Ohio, hay que mencionar que poseen una impronta sumamente personal, plantada firmemente en la vieja escuela, guiada siempre por riffs tan geniales como gancheros, con un gran respeto por el groove y aún así capaces de flirtear (cuando no sumergirse de cabeza en ellos) con climas, arreglos, samples y sonoridades ambientales que apuntalan la conexión espiritual con el cine de horror. Digamos que, si el arte de tapa y el título de este flamante “Deathtrip 69” los hace pensar en una versión Deathmetalera de White Zombie, no están tan mal rumbeados. Es que Necrophagia posee esa extraña cualidad (compartida con otros como Obituary o Autopsy) de hacer que los sencillo no suene pedestre o aburrido, y de transmitir una profunda sensación de medio sin por ello perder de vista la diversión. O sea, esto no es material técnico, aquí las canciones son canciones y no meros rejuntes de riffs, cortes y dobles bombos que no dejan ni un segundo de aire para respirar, cada uno de estos diez temas (con la obvia excepción de los geniales instrumentales climáticos con sabor a banda de sonido) obliga a mover la patita y se adhiere sin problemas a la memoria mientras nos propina una tremenda patada en el culo. Y, de todas formas, esto no suena a mero revival Deathmetalero, ciertos pasajes casi Hardcorosos sumados al potente sonido y las mencionadas incursiones ambientales, le aportan al cuarteto una energía vital que poco tiene que ver con la nostalgia o el estancamiento. Imprescindible para amantes del Death Metal sin demasiadas vueltas pero con ideas, vuelo creativo y frescura.
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