Por Fernando Suarez.
-Jesu “Ascension” (2011)
Volvió la tristeza, volvió la belleza en su máximo esplendor. No es que “Infinity” (el ambicioso disco compuesto de un único tema de cuarenta y nueve minutos que Jesu editara en 2009) y los habituales ep’s y compilados no fueran grandes trabajos, es sólo que aquel magistral “Conqueror” (2007) precisaba una continuación a la altura de lo que sabemos que el buen Justino puede entregarnos. Como segunda colaboración (la primera fue el ep “Opiate sun”, también de 2009) con el sello Caldo Verde, propiedad de Mark Kozelek (líder de Red House Painters, uno de los grupos que Broadrick asume como muy influyentes en el sonido de Jesu), llega “Ascension” y le hace honor a su título y al linaje del ex-ex líder de Godflesh con diez canciones especialmente diseñadas para incubar en el pecho y hacerlo estallar en ráfagas de luz. El estilo no ha cambiado, aquí tenemos los ritmos lentos y aplastantes (aunque la levantada de “Sedation” resulta una agradable sorpresa), los graves atronadores y la envolvente pesadez que sirve como marco para las más preciosas melodías arropadas por impenetrables cascadas de guitarras empapadas de distorsión y efectos varios. Vamos, lo que algunos medios, en un despliegue de absoluta imbecilidad, han dado en llamar Metalgaze. Por supuesto, que el grupo mantenga sus marcas distintivas no es ningún problema, el punto, como corresponde, está en el nivel de las canciones mismas. Y allí, “Ascension” demuestra que el talento de Broadrick para concebir gemas de absoluta perfección Pop y apabullante densidad emocional y sonora es, sencillamente, inagotable. Desde el cuidadísimo trabajo de texturas y armonías que propone con su guitarra (esta vez incorporando también rasgueos acústicos y tonalidades limpias que aportan un nueva dimensión al, ya de por sí, tridimensional sonido del trío) hasta esas cautivantes líneas vocales (cada vez entregadas con mayor riqueza interpretativa) capaces de destrozar las corazas más resistentes y, principalmente, con la sensibilidad frágil y desnuda, con ese afiladísimo sentido del gancho y la dinámica que expone a lo largo de la hora y pico que dura la placa, este hijo de Birminghan brilla incandescentemente con luz propia y cegadora. No me olvido de la sólida base rítmica que conforman Ted Parsons (veterano baterista de grupos como Swans, Prong y los mismos Godflesh, entre otros) y el bajista Diarmuid Dalton (habitual colaborador de Justino en proyectos varios), con sus golpes hipnóticos y monolíticos y sus profundos latidos casi subterráneos, pero, si hablamos de grandes canciones melódicas (y de eso hablamos), entonces, necesariamente, el foco está puesto en otro lado. En fin, podría pasarme horas tratando de describir el incesante y enorme flujo de emociones que esta sublime pieza musical genera en las fibras más íntimas de mi alma y aún así sería un vano intento por explicar con palabras algo que trasciende cualquier tipo de análisis o racionalización. Jesu lo hizo de nuevo y no queda más que celebrar tanta hermosa magnificencia. Imprescindible para todo aquel que tenga un corazón latiendo en el pecho.
2 invocaciones del cosmos:
bhamooooo
Jesu potro
Publicar un comentario