Por Fernando Suarez.
-Anne “Anne” (2011)
Campanitas que repiquetean nos anuncian que Ella inventó a la mañana. Sin embargo, hay algo extraño en este romanticismo. ¿Serán esos teclados entre etéreos y ominosos? ¿Será esa voz grave, afectada y al borde de la desafinación? ¿Serán esos crudos rasgueos acústicos? ¿Serán, tal vez, esos sutiles arreglos que ponen amenazantes huevos en los recovecos de la mente? El clima casi rural se mantiene y entramos a una prisión de lágrimas, guiados nuevamente por una guitarra acústica que demanda atención pero, esta vez, viene acompañada por algo que puede ser una flauta o simplemente una invitación a recorrer lugares prohibidos. Y esa voz...es algo extraño. Canta con aires casi marciales, recita, susurra rituales que preferiríamos no conocer, evocando ángeles de luz con cada suspiro. Llega “Pianola” y parece que la guitarra se derrite en hipnóticos efectos mientras repite su mantra de acordes. El ritual se mimetiza con nuestros sueños y es difícil saber dónde empieza uno y termina el otro. Movimientos de otoño nos dibujan un paisaje idílico, colchones de hojas secas y diálogos con la tierra misma en forma de canción. Sin embargo, sigue habiendo algo inasible, inquietante, debajo de la superficie. ¿Serán esas notas punzantes que resuenan y taladran tímpanos junto a deformes coros celestiales? Como corresponde al movimiento natural de las horas, arriba el ballet veraniego pero aquí no parece brillar ningún sol. Nuevamente, la realidad misma parece desenfocarse, los estratos que la componen se separan y dejan al descubierto las grietas de la creación. Y, sí, esta bien podría ser una nueva banda de sonido para los ciegos pero su carácter más bien cálido, íntimo, termina por transformarlo en algo mucho más cercano. Los acordes más tristes van cayendo como las primeras gotas de una tormenta para anunciar a este cortejo fúnebre que marcha al son de un solitario tambor. Magdalena, muerta ya, reposa en su incorpórea palidez, sus ojos brillan escondidos debajo de párpados cerrados. La reina blanca de los paisajes negros nos despide con suntuosos espirales sónicos, aterciopelados pero venenosos al mismo tiempo. Es allí cuando lo notamos. Estuvimos caminando en círculos dentro de círculos y no hay posibilidad de escapar.
(Nota: Pueden probar de hacer el viaje ustedes mismos, visitando www.anne1.bandcamp.com)
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