Por Fernando Suarez.
-Altar Of Plagues “Mammal” (2011)
Por lo general, un buen arte de tapa es aquel que (más allá de preferencias estéticas) sirve como indicador de lo que escucharemos en el disco en cuestión. “Mammal” (segundo larga duración de Altar Of Plagues) nos recibe, entonces, con una imagen borroneada de lo que parece ser un hombre ahorcado. Alentador, ¿verdad? En efecto, el mismo James Kelly (cantante, guitarrista, tecladista y principal compositor del grupo) ha declarado que se trata de un álbum que explora a la muerte como principal tópico. Claro, no es un tema muy novedoso, qué digamos, para el Metal en general pero estos irlandeses lo encaran con el necesario aire de profundidad e inteligencia conceptual que corresponde a cualquier banda que sea catalogada como Post-Algo. A algunos podrá parecerle demasiado pretencioso pero, en ese sentido, Altar Of Plagues nunca escondió sus intenciones ni pretendió que los viéramos como un exponente de Black Metal tradicional. Y, cuando un disco que dura más de cincuenta minutos está compuesto por sólo cuatro temas (yendo de los ocho a los dieciocho minutos de duración), queda claro que estamos en presencia de gente que no siente ningún tipo de complejo a la hora de exponer sus ambiciones musicales. La fórmula, en líneas generales, sigue siendo la que ya exhibieran en sus trabajos previos, es decir una sólida combinación de odio y oscuridad Blackmetalera con las dinámicas, la amplitud sónica y la impronta más épica de lo que se conoce como Post-Metal, pero esta vez todo parece llevado al extremo máximo posible de elaboración musical y sobrecarga sensorial. Lo primero que hay que destacar es la habilidad compositiva de esta gente, que logra que sus extensos y casi barrocos recorridos musicales resulten atrapantes y envolventes a fuerza de un armado y un trabajo de orquestación detallista y cuidadoso. Los tipos parecen haber entendido que, para que piezas de semejante complejidad musical resulten efectivas, deben mantener un desarrollo coherente, relatarnos una historia antes que simplemente jugar a subidas y bajadas de intensidad casi azarosas. Bien vale aclarar, en ese sentido, que se trata de un trabajo más cerebral que visceral pero eso no significa que sea huérfano de intensidad, sólo que ésta se encuentra dosificada y administrada con sabiduría. De hecho, los momentos más destacados de la placa suelen ser aquellos dominados por climas de opresiva introspección (ecos de Swans y Godflesh resonando por aquí), que son los que nos llevan de la mano hasta las sobrecogedoras levantadas de energía. En fin, tomando el camino fácil, podríamos decir que esto es algo así como el hijo que Isis y Burzum jamás soñaron tener pero (por más acertada que pueda parecer tal descripción en primera instancia) eso sería casi como desmerecer el esmerado trabajo creativo que se evidencia a lo largo de todo este monumental “Mammal”. Especialmente recomendado para nerds del Metal contemporáneo.
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