Por Fernando Suarez.
-Wormrot “Dirge” (2011)
Con veinticinco temas en dieciocho minutos, este segundo disco de Wormrot ya tiene la primera mitad de la batalla ganada. Es que, más allá de adorar a grupos como Cephalic Carnage, Brutal Truth, Pig Destroyer y todos aquellos que le aportan nuevas dimensiones artísticas al Grindcore, nunca está de más recibir estas cachetadas sónicas que tal vez no aporten demasiado en el plano musical pero que se sienten tan refrescantes y liberadoras. De todas formas, tampoco se trata de soplar y hacer botellas. Hace falta un profundo grado de concentración y un enloquecido fuego interno para poder transmitir tanta rabia histérica de forma tan concreta y certera, para hacer que esas sensaciones se corporicen con semejante intensidad. Si sumamos el hecho de que Wormrot es un trío y que provienen de Singapur (un país no muy conocido, precisamente, por su larga tradición Grindcorera), el mérito es doble. Pero bien podríamos olvidarnos de esos datos y simplemente entregarnos a esta constante paliza. Por si no quedó claro, esto es Grindcore de la vieja escuela, crudo, salvaje, mugroso, Crusty, vertiginoso y con la estampita del “Scum” asomando al lado de cada blast-beat. El sonido no es demasiado elaborado pero eso le aporta, justamente, una urgencia, una sensación de cercanía nada despreciable. Los riffs no son ninguna revelación (a veces más Hardcorosos, a veces rozando el Thrash, a veces completamente borroneados) pero cumplen sus objetivos sin fisuras y, a pesar de su sencillez, se permiten algún que otro pasaje digno de atención. Los ritmos van por los carriles esperables (blast-beats, rebajes Hardcore, el toque justo y necesario de groove) pero lo hacen con una energía y una soltura que barren con cualquier tipo de objeciones, y las voces ponen el broche de oro con un vasto arsenal de gruñidos y alaridos que hacen hervir la sangre. No hay lugar para sutilezas ni curvas inesperadas pero tampoco para el aburrimiento, una virtud de la que muchos grupos similares no pueden hacer alarde. Es que, aún moviéndose por terrenos harto transitados, estos muchachos logran transmitir una frescura y una espontaneidad envidiables. Ideal para apagar la mente por un rato y sacudirse hasta caer agotados en un charco de nuestro propio sudor.
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