Por Fernando Suarez.
-Ulver “Wars of the roses” (2011)
Si digo que cada disco nuevo de Ulver es un viaje inesperado y sorprendente no estaría descubriendo la pólvora. Ni hace falta que mencione los innumerables cambios estilísticos (del Black épico al Folk, de ahí al Black más crudo y lo-fi, de ahí al Rock Electrónico, después al Trip-Hop con tintes Jazzeros, el Ambient, el minimalismo, la Música Contemporánea, de nuevo el Rock pero con aires Psicodélicos/Progresivos y así hasta el infinito...y más allá) que estos noruegos vienen recorriendo desde 1993. “War of the roses” (octavo álbum, sin contar ep’s, soundtracks y delirios varios) tiene todo lo que cabe esperar de un trabajo de Trickster G. (Garm, para los amigos) y compañía, y esto significa sorpresas, variantes inesperadas, experimentación a ultranza, elegancia compositiva e interpretativa, vuelo creativo superlativo, inteligencia perversa, oscura emotividad y una profunda musicalidad que trasciende cualquier tipo de limitación genérica. Si tuviéramos que compararlo con sus entregas previas, podríamos aventurar que se trata de un equilibrio entre la impronta lisérgica y más bien Rockera de “Blood inside”, el clima sombrío de “Shadows of the sun” y las cuidadas orquestaciones de sus placas más ambientales, pero, de todas formas, nos quedaríamos cortos con la apreciación. Es que estos siete temas mantienen el gancho y la sensibilidad urgente (mención especial para el trabajo vocal, que ha alcanzado niveles de depuración y belleza melódica inauditos) al tiempo que se presentan como intrincadas arquitecturas musicales, plagadas de detalles, sutilezas, movimientos, texturas, arreglos y armonías de una complejidad casi sinfónica y una libertad creativa asociable al Avant-Garde menos acartonado. Ulver sigue creando pequeñas sinfonías que estimulan la imaginación y enardecen los sentidos, juega con géneros diversos pero nunca resigna su marcada identidad, nos confunde dibujando trayectorias laberínticas pero sabe exactamente a dónde quiere llevarnos y, una vez que nos deja allí, comenzamos a notar ese vacío que todo lo invade. Ni siquiera veo motivos válidos para darle más vueltas, los discos de Ulver son experiencias que merecen ser vividas, no explicadas. “War of the roses” no es la excepción.
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