Por Fernando Suarez.
-Tideland “Lost bets” (2011)
Los amantes del Rock noventoso en general ya nos habíamos regodeado en la mugrienta y urgente energía de “Asleep in the graveyard”, el disco con el que Tideland debutó el año pasado. Bien, sin demasiado preámbulo (como corresponde a su espíritu despojado) llega este “Lost bets” para seguir tirándonos por la cabeza estos deliciosos himnos de guitarras roñosas, bases Punks y melodías agridulces. Todo está en su lugar: la impronta descuidada y espontánea del Grunge, los riffs ásperos y gancheros al mismo tiempo, la energía entre salvaje y desaprensiva, el Pop quebrado de clara extracción Hüskerdüsera, las ocasionales texturas distorsionadas afines al Shoegaze o a Dinosaur Jr (según la ocasión), las voces desprolijas (y algo nasales) pero sumamente expresivas, los arreglos disonantes aprendidos de Thurston Moore y Lee Ranaldo, los estallidos de histeria a la Pixies y la necesaria cuota de emotiva melancolía escondida debajo de las marejadas de cruda distorsión. O sea, más de lo mismo, sí, pero con resultados aún más atrapantes. Sin necesidad de dar muchas vueltas (o, más bien, sin dar ninguna vuelta), el trío ajustó las clavijas en las composiciones, transmitiendo (si eso era posible) una energía más intensa que la de álbum debut. Ok, se abrieron las puertas a ciertos juegos de guitarra un tanto más elaborados pero siempre dentro de los parámetros de naturalidad a toda costa planteados sin disimulos por el grupo. Es que la gracia de estas canciones no está en sobreanalizar cada mínimo detalle sino en dejarse llevar por el flujo de electricidad y elevarse en gloriosos espasmos cubiertos de sudor, entregar el corazón a estas melodías rotas y atesorarlas como si se tratara de un viejo y fiel amigo.
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