10 de marzo de 2011

Reviews: Especial Toca Rápido o Muere! 2011

Por Fernando Suarez.


-American Heritage “Sedentary” (2011)
A algunos podrá parecerles curioso e incorrecto inaugurar esta sección de “Toca rápido o muere” con una banda como American Heritage, generalmente asociada al Sludge y comparada en más de una ocasión con sus amigotes de Mastodon, con quienes compartieran un split en 2003. Pero hay que tener en cuenta algunas cuestiones. Primero, American Heritage es una banda curiosa e incorrecta (títulos como “Tomb Cruise” o “Morbid Angle” ya nos dan una pauta de su sentido del humor), con una formación siempre cambiante y un espíritu creativo indomable, algo que los llevó a grabar este disco sin un bajista fijo y valiéndose de invitados (entre ellos Bill Kelliher de los mencionados Mastodon, Rafa Martinez de Black Cobra, Sanford Parker de Minsk, The High Confessions, Circle Of Animals y mil cosas más, y gente de Exhumed y Fight Amp) para cubrir tal posición. Segundo, llamar simplemente Sludge a esta desquiciada combinación de Math-Rock, Hardcore, Metal, Noise y guitarras del tamaño de la Tota Santillán, es una simplificación que roza el absurdo. Tercero, American Heritage nació en 1997, cuando Mastodon todavía ni existía y sus miembros aún militaban en grupos como Social Infestation, Four Hour Fogger, Lethargy y Today Is The Day, por lo que las comparaciones deberían darse a la inversa en todo caso. Irregulares y caóticos como siempre, nos hicieron esperar cinco años desde el anterior “Millenarian” pero hay que decir que la espera valió la pena. “Sedentary” tiene todo lo que uno puede esperar de esta gente, que es locura irrestricta envasada en canciones histéricas, retorcidas y contundentes como una tonelada de concreto sobre la cabeza. Ok, no voy a negar los parecidos con Mastodon (en especial en el terreno vocal) pero aclaremos, al menos, que se trata del Mastodon más frenético y contracturado, aquel aún cercano a sus raíces en el Mathcore y todavía lejano a la pompa Progresiva y la épica Neurosiesca. Pero ese es sólo un aspecto de la propuesta, en otros momentos suenan como unos Don Caballero atragantados con anfetaminas y utilizando los equipos de Unsane, luego marchan como un Discharge excedido en graves y adornado por arreglos casi psicodélicos, más adelante transforman los machaques de Slayer en una pesadilla laberíntica de arreglos angulares y ritmos irregulares, y así podríamos seguir hasta el infinito tratando de darle forma a una descripción mínimamente adecuada. Lo mejor de todo es que semejante despliegue de demencia está presentado de forma coherente, manteniendo un hilo conductor a lo largo de todo el disco y sin por ello resignar su caótico sentido de la dinámica. En fin, amantes del Metal extremo en su faceta más complicada, intrincada e impredecible, no lo pueden dejar pasar.


-Co-Exist “Violent intentions begin with slow incisions” (2011)
¿El Grindcore puede ser técnico y hasta melódico? Años atrás tal pregunta hubiera sido respondida simplemente con una sonora carcajada de desaprobación, hoy en día, por el contrario, ya podemos esperar cualquier cosa. Y bienvenido sea, por supuesto. Co-Exist es un quinteto escocés que ya lleva más de diez años de carrera pero este “Violent intentions begin with slow incisions” recién es su segundo álbum, y en él encontrarán un producto que, sin ser un dechado de originalidad, al menos se las arregla para conjugar algunas ideas bastante interesantes. Dijimos Grindcore y, en efecto, aquí tenemos mucho blast-beat, mucho gruñido y alarido desgarrado, mucho riff gordo y portentoso y mucha violencia a toda velocidad. Pero, cuando entran los riffs melódicos, las voces limpias (sí, leyeron bien), los arreglos intrincados, los ritmos con groove y las estructuras retorcidas, la cosa toma otro color. Los más maliciosos (y prejuiciosos) podrán asociar algunas de estas variantes al Metalcore pero, si bien no estarían del todo equivocados, tal vez la palabra clave aquí sea Carcass. Co-Exist toma fragmentos de todas las etapas de los forenses de Liverpool, desde la enfermiza pudrición de sus inicios hasta las melodías gancheras de sus últimas obras, pasando por la precisión quirúrgica y los machaques más bien Thrashers de su etapa intermedia. Luego apila esas referencias en un sonido moderno y agresivo, le suma algo de la urgencia rabiosa de un Nasum, cierto toque de extravagancia no tan lejano a un Cephalic Carnage y una estilización que, no queda más que admitirlo, posee más de un punto en común con lo que en los últimos años se conoció como Metalcore. Insisto, no es que estén reinventando el acero, simplemente le dan algunas vueltas poco comunes y lo hacen con cierta gracia, eso es innegable. Como si esto fuera poco, el mismo grupo entrega de forma gratuita la versión digital del disco, sólo hace falta visitar www.myspace.com/coexistgrind para descargarla. Mi humilde recomendación es que hagan la prueba, si aprecian el Metal extremo en todas sus variantes, serán cuarenta y siete minutos bien empleados.


-Darkest Hour “The human romance” (2011)
Uno sí y uno no, así me suele suceder con los discos de Darkest Hour. Uno me gusta (por ejemplo, “Hidden hands of a sadist nation”), uno no me gusta (el siguiente “Undoing ruin”), luego levantan la cabeza (“Deliver us”) sólo para tirar dichos avances por la borda (“The eternal return”) más adelante. Por suerte, a “The human romance” le toca colocarse del lado de los buenos. Ahora bien, si me piden que les explique por qué algunos trabajos de estos Washingtonianos me llegan y otros no, la tarea se me hace un tanto complicada. En líneas generales, el quinteto se manejó dentro de una línea similar en sus más de quince años de carrera, con una combinación de Thrash, Death melódico y gotitas de Hardcore que los coloca como pioneros de la así llamada New Wave of American Heavy Metal o del Metalcore moderno o cómo diantres quieran denominar al género. El punto es que, ante un esquema tan rígido y, de cierta forma, limitado, hacen falta muy buenas canciones y alguna que otra idea interesante para destacarse y aportar algo que realmente valga la pena. Ojo, antes de que los fanáticos recalcitrantes salten, no estoy pidiendo innovaciones ni locuras de ningún tipo, simplemente algo de música que no suene como otro clon de At The Gates con bermudas y sin huevos. En ese sentido, “The human romance” se pone a la altura de la historia y la trayectoria de Darkest Hour, y es capaz de plantarse como uno de los pocos discos de Death melódico actual capaz de generarme alguna emoción. Me da la sensación de que retoman el camino de “Deliver us”, manteniendo la rabia de siempre (y, por momentos, haciéndola aún más intensa) pero dejando un lugar importantísimo para melodías muy bien trabajadas con una profundidad conmovedora y personal, que no necesitan apoyarse exclusivamente en los ya gastados modismo Maidenescos para emocionar. Me arriesgaría a decir que la mejora tiene que ver con un asentamiento definitivo del guitarrista Mike "Lonestar" Carrigan Theobald, quien reemplazara a Kris Norris en 2008 pero, en última instancia, lo que se percibe es que aquí los muchachos están inspirados a la hora de componer indestructibles himnos metálicos. Las guitarras raspan, armonizan, machacan o se clavan en el corazón según se lo requiera, la base rítmica sostiene todo con firmeza y el grado necesario de dinamismo, la voz de John Henry escupe odio con su habitual tono rasposo y se las arregla para quedar bien parada aún en los pasajes más melódicos, y cada canción cuenta con un gancho y una potencia contagiosas, a años luz de la mayoría de sus competidores. En fin, otro problema parece ser la falta de puntos intermedios a la hora de apreciar a Darkest Hour: sus seguidores son incapaces de encontrarles ningún tipo de falla y sus detractores ni siquiera se toman la molestia de escucharlos, metiéndolos en la desprestigiada bolsa del Metalcore. Si son capaces de dejar de lado tanto los prejuicios como el fanatismo enceguecido, aquí encontrarán un excelente bocado de Metal hecho y derecho.


-Deafheaven “Roads to Judah” (2011)
Ya hemos mencionado, más de una vez, cómo el Black Metal en los últimos tiempos se ha ido desprendiendo de prejuicios y ha permitido en su seno combinaciones estilísticas que, en otro momento, hubieran parecido imposibles. Se podría decir, entonces, que ya estamos preparados para lo que sea. O Casi. Deafheaven amenaza con darnos vueltas algunas de las nociones más o menos rígidas que todavía teníamos sobre el género. Este larga duración debut del grupo (así como el ep previo, “Libertine dissolves”) fue editado por Deathwish Inc., sello discográfico regenteado por Jacob Bannon de Converge y dedicado casi exclusivamente a todas las variantes del Hardcore. Lo curioso es que poco y nada encontrarán aquí que remita al Hardcore, la propuesta de Deafheaven cuenta con aires bastante más refinados, casi en las antípodas de las variantes más crudas y Punks del Black Metal. Por otro lado, el supuesto misticismo que se desprende del título de la placa en realidad hace referencia a la línea de trenes más concurrida de su San Francisco natal. Y allí, en eso que puede parecer un detalle simpático, tenemos una buena clave para entender a esta gente. Detrás de las murallas de guitarras distorsionadas, los ritmos a toda velocidad y los alaridos desgarrados, se esconde una profunda emotividad, una sensibilidad más bien frágil y desnuda que toma del Hardcore la urgencia expresiva y el espíritu de frustración y alienación (hay quien detecta algo de Screamo por allí) antes que cualquiera de sus modismos formales más conocidos. Claro, la versión del Black que eligieron para mostrarse tampoco tiene mucho que ver con las tradiciones. Más allá de retener elementos típicos del género (la épica oscura, las voces chillonas, la velocidad, los riffs ásperos y envueltos en gruesas capas de reverb), Deafheaven se alinea con nombres como Wolves In The Throne Room, Fen, Caïna o Alcest en lo que hace a sumar melodías Post-Rockeras de tinte melodramático y hermosas texturas Shoegazeras tan ruidosas como armoniosas. Desde ya, aún teniendo en cuenta el riquísimo caudal melódico presente en los casi cuarenta minutos que dura el álbum, no se trata de material de fácil digestión. Son sólo cuatro temas, a un promedio de nueve minutos y medio cada uno, y es necesaria una total concentración para descubrir sus infinitos detalles musicales y, al mismo tiempo, para dejarse atrapar por la sensibilidad quebrada y dolorida que éstos transmiten. En última instancia, “Roads to Judah” es un excelente ejemplo de cómo, sin necesidad de resultados necesariamente originales o innovadores, se puede lograr un producto intenso y con valor propio. Si existe algo así como un Blackmetalero sensible, entonces este disco es para él.


-Graf Orlock “Doombox” (2011)
“Doombox” marca algo así como el final de una etapa y el comienzo de otra nueva para estos Grinders cinéfilos californianos. En primer lugar, presenta a su nuevo vocalista, Karl Bournze, poseedor de un extraño tono Punk pero sin perder de vista el extremismo. En segundo lugar, al margen de los seis temas nuevos que comprenden el ep propiamente dicho, se suma la trilogía “Destination time” en un único cd, algo así como un “de dónde venimos y hacia dónde vamos”. Pero lo importante son las nuevas composiciones, y si estos doce minutos sirven de referencia para lo que será el futuro musical del cuarteto, hay que decir que la cosa se pone interesante. Ojo, no es que antes no lo fuera, al fin de cuentas Graf Orlock se venía posicionando como una de las propuestas más refrescantes del Grindcore actual a fuerza de buenas ideas, personalidad propia y, claro, una potencia arrasadora. Como ya señalamos, el nuevo cantante aporta una crudeza Punk más marcada, con una voz que recuerda bastante a la de Mike Williams (Eyehategod, Arson Anthem, Outlaw Order), y las canciones parecen pensadas, justamente, en ese contexto. Esto significa que tenemos aquí una energía más urgente y visceral, jugando con ritmos un tanto más lentos (hasta hay lugar para algún que otro rebaje de tintes sureños) y riffs más gancheros y simples pero sin abandonar del todo el nervio Grind que caracteriza al grupo. Digamos que, aún manteniendo esa impronta bastante nerd, el grupo se acerca notablemente a las versiones más Hardcore/Crust del Grindcore. Desde ya, no faltan las referencias cinéfilas ni los ocasionales samples que prácticamente definen su identidad, tampoco los tics retorcidos ni las vueltas caóticas, es sólo que todo eso está presentado de forma más cruda y un tanto menos cerebral. Por ahora es sólo un aperitivo (que, por cierto, deja con ganas de más. Lo cual es bueno), veremos qué sucede en un próximo larga duración.


-Marion Barry “Black power violence” (2011)
El arte de tapa y el título de este debut discográfico de Marion Barry (editado por Grindcore Karaoke, sello regenteado por J. Randall de Agoraphobic Nosebleed, lo que significa que, con sólo visitar www.grindcorekaraoke.com, pueden descargarlo de forma gratuita) nos apuntan dos cosas: que tienen sentido del humor y que aman a Man Is The Bastard. Ambas cualidades que bastan para llamar mi atención, debo decir. Pero, gracias al cielo, aquí encontrarán algo más que otro grupito tratando de repetir aquella explosión Powerviolence de fines de los ochentas y principios de los noventas sin aportar algún condimento propio. En poco más de dieciséis minutos, este dúo de desquiciados escupe tal cantidad de ideas que dejan sin aliento y con ganas de más. Desde ya, ni hace falta decir cuál es su principal referente musical pero me imagino que hasta Eric Wood estaría orgulloso del despliegue de caos violento, imaginación sádica y ruido enfermizo que se sucede casi sin respiro en estas frenéticas veintiún composiciones. Tenemos blast-beats afiebrados, riffs inentendibles, gruñidos desprolijos y casi juguetones, abruptos cambios de ritmo, erupciones de puro ruido, amorfos rebajes rozando el Sludge, samples revoltosos, punzantes disonancias y acoples, graves que inducen diarrea, texturas casi psicodélicas y una constante sensación de vértigo y sorpresa que estimula los sentidos hasta hacerlos estallar. De cierta forma, podría decirse que Marion Barry toma los aspectos más extremos y la voluntad experimental de Man Is The Bastard y los atraviesa por el espíritu lúdico y despreocupado de Spazz, dando como resultado un producto tan intenso y abrasivo como fresco y personal. Ayuda el hecho de que el sonido sea lo más crudo posible, lo que transmite la fuerte impresión de tener a estos dos trastornados apaleando sus instrumentos al lado nuestro, casi salpicándonos el sudor. Pero tal vez lo más destacado sea la capacidad que exponen para resultar envolventes y sobrecargados de detalles utilizando elementos mínimos, casi primitivos. Si andaban buscando algo de Powerviolence con respeto por las tradiciones pero la mirada puesta en el futuro antes que en el pasado, esto es para ustedes.


-Maruta “Forward into regression” (2011)
Renovados, con una nueva base rítmica (que, esta vez, incluye un bajista, el argentino Mauro Córdoba) y las ideas más afiladas, Maruta nos escupe en la cara este segundo álbum que hace quedar al debut (el, de todas formas portentoso, “In narcosis”) como un juego de niños. Sí, esto sigue siendo una brutal ensalada de Grindcore, Crust, Death Metal, Powerviolence y disonancias varias, pero aquí el cuarteto alcanza un nivel de intensidad e imaginación realmente destacable. Se nota un crecimiento en todos los aspectos, la interpretación es ajustadísima y despiadada, y las composiciones manejan el justo equilibrio entre inteligencia y fuerza salvaje y desatada. Tenemos un guitarrista que parece haber estudiado con detenimiento las mejores obras de popes como Napalm Death, Nasum, Assück, Cryptopsy y Discordance Axis, y lleva a la práctica dichas enseñanzas con una precisión y un despliegue de inventiva que deja sin aliento. Tenemos también un baterista que parece haber descubierto la fórmula del movimiento continuo, un bajo ubicado (abajo en la mezcla, como el género exige) pero necesario y un vocalista que deja el alma y la garganta en cada alarido. Lo más interesante es que Maruta logra dotar a composiciones eminentemente técnicas y caóticas de una urgencia rabiosa y sudorosa, con claro espíritu Punk. Esa tensión entre experimentación e inmediatez, entre tradición y vanguardia, es lo que le da a Maruta su sello distintivo. O sea, no es que estén inventando un nuevo subgénero, sino que se las arreglan para condensar un importante cúmulo de influencias extremas de forma absolutamente personal y con una naturalidad que refresca al tiempo que obliga a seguir cada riff y cada golpe de batería con espasmódicas sacudidas. Demasiado variados para el Grindcore, demasiado técnicos para el Crust, demasiado crudos para el Death Metal, demasiado prolijos para el Powerviolence y demasiado enfocados para el Mathcore, estos jóvenes floridanos se entregan en cuerpo y alma a una faena visceral y envolvente, extrema en lo musical pero sin perder de vista, justamente, la música. Si pensaban que el Metal extremo estaba agotando sus posibilidades, comprueben su error y rómpanse la cabeza con este frenético “Forward into regression”.


-Rotten Sound “Cursed” (2011)
A esta altura del partido se me hace injusto que sea obligatorio mencionar a Nasum cada vez que sale un disco nuevo de Rotten Sound. Ok, no hay duda de que los extintos suecos son el principal referentes de estos finlandeses pero, con casi veinte años de carrera y un nivel discográfico siempre en acenso firme y parejo, ya es hora de reconocerlos como entidad propia y no sólo como unos “Nasum Junior”. A través de dieciséis bombazos comprimidos en poco menos de media hora, “Cursed” prueba que Rotten Sound tiene energía e ideas hasta para superar a sus mentores (habría que ver que hubiera pasado si Nasum todavía existiera pero, como no tenemos ninguna bola de cristal, mejor centrarnos en lo que es y no lo que podría ser). Yendo de menor a mayor, hay que destacar el sonido de la placa, claro y rasposo al mismo tiempo, monolítico y expansivo sin por ello resignar crudeza. Luego tenemos las interpretaciones, otro punto fuerte porque el cuarteto suena ajustadísimo y con resto pero con el foco siempre puesto en la intensidad. Se nota a la legua que manejan sus instrumentos a la perfección (casi con virtuosismo diría) pero, lejos de caer en meros exhibicionismos auto indulgentes, se plantan firmes en los postulados más virulentos del Grindcore, al tiempo que se guardan siempre un as bajo la manga en términos de arreglos casi melódicos, riffs y ritmos intrincados y un sádico sentido de la dinámica que espanta el aburrimiento a las patadas. Pero, claro, todo eso sería casi una cáscara vacía sin canciones que lo sustenten. Bien, en ese terreno no hay dudas, estos tipos saben componer canciones con gancho, energía incansable y creatividad, antes que meros rejuntes de blast-beats, riffs borroneados y gruñidos sin sentido. En primera instancia hacen hervir la sangre, nos envuelven en vertiginosos maremotos de absoluta violencia hasta provocar la sensación de que nuestros huesos están a punto de estallar. Una escucha más atenta y cerebral revela una musicalidad superlativa, un cuidado detallista en cada arreglo, una destreza rítmica y armónica que trasciende las supuestas barreras del género, y un espeso entramado de texturas distorsionadas que oprimen la mente con frenéticas visiones de este mundo en decadencia. Llevó bastante tiempo pero, en mi opinión, “Cursed” debería ser el disco con el que Rotten Sound se eleve, de una vez por todas, en el panteón de la historia del Grindcore.


-The Amenta “V01d” (2011)
El propio grupo presenta este nuevo trabajo como un ep pero, con dieciséis temas en poco menos de una hora es difícil considerarlo como tal. Ahora bien, si tenemos en cuenta que aquí sólo hay una canción nueva propiamente dicha (la que da título a la placa), entonces la cosa puede tener más sentido. En efecto, “V01d” es un trabajo extraño, más por su naturaleza que por el contenido musical. En primer lugar, fue editado por la misma banda, sin sello discográfico detrás, y se puede descargar de forma gratuita en su website, www.theamenta.com. En segundo lugar, como ya dijimos, prácticamente no hay composiciones nuevas, sino reversiones y remixes de temas viejos, un cover de sus compatriotas Armoured Angel, algunos experimentos electrónicos y, como yapa, una sección con filmaciones del quinteto sobre las tablas y un videoclip inédito del tema “Vermin”. Hasta ahí la información, lo que queda es disfrutar del ataque a los sentidos que estos australianos tan bien saben construir. Su sonido bien podría ser definido como una cruza de brutalidad Deathmetalera, rebusques casi Progresivos, una fuerte presencia de elementos Industriales/Electrónicos (tienen un miembro fijo, Timothy Pope, dedicado a los samples y la programación) y ciertos toques de Thrash y Black Metal. Si imaginan una cruza entre Morbid Angel, Meshuggah, Godflesh (inclusive en sus variantes más experimentales), Strapping Young Lad, Anaal Nathrakh y el primer Fear Factory no estarán mal rumbeados. De todas formas, aquí hay más que simplemente la suma de unas cuantas influencias, todos los elementos se encuentran firmemente fundidos con identidad propia y en composiciones sólidas y bien pensadas. Por supuesto, un grupo de estas características requiere, de forma casi imprescindible, de un sonido claro y potente al mismo tiempo, que, sin resignar potencia, permita apreciar cada mínimo detalle sonoro de su espeso entramado de riffs, bases hiperquinéticas, gruñidos distorsionados y asfixiantes colchones de ruidos y arreglos digitales. En ese sentido no hay nada que reprochar, los tipos suenan como una máquina con los dientes bien afilados y sedientos de sangre. En fin, se supone que antes de fin de año tendremos entre nosotros nuevo material de estudio de The Amenta, mientras tanto “V01d” sirve tanto para aplacar la ansiedad como para que los no iniciados se vayan familiarizando con su propuesta.


-The Famine “The architects of guilt” (2011)
The Famine podrían ser un festín para los prejuiciosos del mundo. Son cristianos (bueno, sus integrantes lo son pero no se consideran una banda cristiana), pertenecen al sello Solid State, cuentan con lazos directos con el Metalcore (ex miembros de bandas como Demon Hunter, Society’s Finest y los casi legendarios Embodyment) y encima se definen, ni más ni menos, como un grupo de Death Metal. Ya puedo imaginar a muchos de ustedes descartándolos, imaginando otro clon pedorro de At The Gates con bermudas. Y sería una pena que así fuera porque, en tal caso, estarían perdiéndose un buen bocado de Metal extremo que, sin ser un dechado de virtudes, al menos propone un material con la suficiente personalidad y potencia como para merecer una oportunidad. Dijimos Death Metal, y precisamente de eso se trata “The architects of guilt”. Pero nada de Deathcore, blast-beats interminables, riffs incomprensibles y aburrimiento disfrazado de supuesta brutalidad. Tampoco van por el camino del revival vieja escuela, de hecho suenan claramente modernos y, si me viera obligado a mencionar una referencia principal, diría algo entre Carcass (de “Necroticism”), el Slayer más extremo y el Cannibal Corpse más técnico. O sea, no están inventando la pólvora pero es imposible tildarlos de copiones y, ciertamente, manejan un buen nivel compositivo e interpretativo. Tienen su grado de complejidad, sus riffs intrincados, sus cambios de ritmo y sus solos de guitarra explosivos, pero todo ello lo utilizan en pos de las canciones, respetando el gancho y hasta el groove sin por ello bajar los niveles de agresión. Suenan prolijos y ajustadísimos pero nunca lavados o faltos de alma, poseen un afilado sentido de la dinámica y logran variedad sin salirse nunca de los márgenes del género, y hasta son capaces de alcanzar pasajes de una intensidad y una profundidad musical nada despreciables. Desde ya, no son un grupo de vanguardia ni nada por el estilo, por lo que no cabe esperar tampoco demasiadas excentricidades o sorpresas, pero tampoco caen en la anodina monotonía y repetición de esquemas que asola a tantos exponentes actuales del género. Si alguna vez se preguntaron si se podía hacer Death Metal con respeto por las tradiciones y, al mismo tiempo, impronta moderna, “The architects of guilt” despeja cualquier duda mientras nos patea el culo durante cuarenta minutos.


-Total Fucking Destruction “Hater” (2011)
No es fácil tarea elegir el nombre para un grupo de música. Encontrar la palabra o la combinación de palabras que describan en forma sintética las aspiraciones musicales, estéticas o ideológicas de los artistas en cuestión, hallar ese seudónimo que apele a la curiosidad del potencial oyente y lo invite sutilmente a acercarse a la propuesta propiamente dicha. Rich Hoak (baterista de Brutal Truth) debe haber pasado meses, luego de la primera disolución de su mencionado grupo principal, hasta dar con esas tres palabritas que tan bien describen lo que sucede dentro de su afiebrada mente. Total. Fucking. Destruction. No hace falta ser un abogado de la gran ciudad para adivinar por dónde vienen los tiros. Y, si les digo que “Hater” (cuarto larga duración del grupo) dispara veintisiete descargas de puro y caótico Grindcore en poco más de veintisiete minutos, ya deberían tener los oídos preparados para una saludable paliza. Pero, claro, dijimos Brutal Truth y eso significa algo. Significa ideas, delirio, variedad e imaginación puestos al servicio del vértigo más asfixiante y descontrolado que puedan imaginar. Ok, algunos podrán ver esto como una suerte de contracara más distendida y casi divertida de los neoyorquinos y no estarán tan mal rumbeados pero eso no significa que lo de Total Fucking Destruction sea meramente una broma sin sustancia musical. El hecho de que Hoak reparta palazos a mil por hora, con rabia Punk, soltura Jazzera y una potencia inhumana no debería sorprender a nadie, a esta altura. Pero, si a ese febril despliegue rítmico sumamos riffs intrincados (por momentos de sabor casi psicodélico), voces más afines al Hardcore que al Metal extremo, arreglos deformes y flirteos con géneros, en principio, ajenos al Grindcore, entonces vamos notando la identidad que define al cuarteto, le da entidad propia y lo coloca en una categoría destacada dentro del extremismo musical en general. El punto es que esta gente comprende a la perfección el género, sabe cómo sacarle el máximo de jugo empujándolo a nuevas alturas creativas sin por ello bajar ni por un segundo el nivel de intensidad. Y lo hacen con la soltura y la naturalidad que sólo los grandes poseen. “Hater”, en última instancia, demuestra que el Grindcore puede tener peso artístico y profundidad musical sin por ello resignar su impronta rabiosa, su frenética urgencia ni su retorcido sentido del humor. Tan sólo por eso ya merecen una oportunidad.


-Trap Them “Darker handcraft” (2011)
Hace un tiempo ya que Trap Them descubrió que la fórmula de la mugre absoluta consiste en combinar Crust, Grindcore, Sludge, Hardcore y Death Metal del más puro linaje sueco circa 1991. Así, cada tanto (entre ep’s, splits, controversias y cambios de sello), nos patean los dientes con un disco nuevo, siempre recubierto en artes de tapa en blanco y negro. “Darker handcraft” no es la excepción y lo único criticable es el hecho de que, al establecer definitivamente su sonido con el anterior “Seizures in barren praise” (2008), el cuarteto pierde algo del factor sorpresa. No importa demasiado, a los dos segundos de “Day forty two: Damage prose” (que abre la placa) ya nos olvidamos de todo planteo y estamos sacudiéndonos como posesos en ese mugriento mar de bases vertiginosas, alaridos desgarrados y guitarras más gordas que la concha misma de Jesucristo. Las referencias son claras: Entombed aporta las guitarras como motosierras, Tragedy la visión oscura del Crust, Nasum y Pig Destroyer la impronta del Grindcore moderno, Eyehategod los rebajes empantanados y los riffs del tamaño de un elefante, Converge la histeria disonante y los servicios de su guitarrista Kurt Ballou como productor. Con esa ensalada, bastante copiada últimamente (y con resultados no tan satisfactorios), estos oriundos de Seattle expulsan toda su energía negativa como si no hubiera un mañana. Y si, como dije antes, el resultado final ya no resulta tan sorprendente, al menos queda claro que no han perdido convicción ni potencia. Y, en el departamento creativo, todavía tienen algún que otro as bajo la manga, en especial en la forma de riffs enroscados que se complementan a la perfección con los otros más básicos pero no por eso menos intensos. Porque, bueno, si hay algo que estos tipos tienen claro es cómo transmitir intensidad a cada segundo, sin respiros ni concesiones. Hasta, por momentos, da la sensación de que, tal como el título del disco lo indica, su artesanía se ha vuelto más oscura aún que en el pasado. Media hora de dientes apretados y mala onda.

1 invocaciones del cosmos:

bhamo maurito genio
ojalá lleguen lejos los maruta