Por Fernando Suarez.
-Tantrum Of The Muse “Modernmu$ick(2000!)” (2000)
¿Cuán demente les puede sonar una cruza entre el Mr. Bungle de “Disco volante”, el Shudder To Think de “Pony express record”, Today Is The Day, Thought Industry y Melvins? Si encima les digo que dicha mezcla da como resultado un producto final cohesivo, compacto y personal (y no un mero pastiche de ideas robadas) van a pensar que estoy exagerando. Pero no es así. Tras un más que promisorio debut (“The heart is a two-headed sperm”, editado en 1999), Stephen Mark Sarro (cantante, guitarrista y líder espiritual del grupo) y los suyos se despacharon con un disco que bien podría ser considerado como adelantado a su época, sino fuera porque aún hoy en día sigue sonando como música de otra dimensión. Un buen ejemplo del espeso aire de extrañeza que aquí se respira está dado por el hecho de que se trataba de un grupo cristiano capaz de escribir líneas como “Liars, whores, hypocrites, thieves, all in the family of God” (“mentirosos, putas, hipócritas, ladrones, todos en la familia de Dios”). Por supuesto, no serán los primeros (y, con suerte, tampoco los últimos) cristianos en atacar a la iglesia católica pero convengamos que no se trata de un hecho muy común. Y, en todo caso, lo que esto expone es una tensión interna que se transmite con lacerante fidelidad en la música. Pero, claro, eso termina siendo anecdótico ante el despliegue de sádica imaginación que rebalsa de estas trece mini sinfonías de enfermedad. Utilizando elementos como bajos sin trastes, guitarras con afinaciones exóticas, samples y ruidos varios (sumados, desde ya, a los tradicionales instrumentos rockeros), el trío lograba multiplicarse en un impredecible viaje musical que podía moverse entre géneros dispares (del Post-Hardcore al Death-Metal, del Noise-Core al Rock Progresivo, del Hardcore al Jazz, del Pop a las abstracciones vanguardistas, y de allí al infinito) con una naturalidad pasmosa, tiñendo cada pasaje de una asfixiante oscuridad, generando una constante inquietud, una penetrante sensación de peligro e incomodidad. Ni hace falta aclarar que, para que semejante pieza de intrincada arquitectura musical no caiga por su propio peso, hacen falta músicos talentosos. En ese sentido (y sin desmerecer a sus acompañantes), Sarro ye lleva las palmas con un trabajo de guitarras afiebrado, original e inclasificable, de esos que proponen constantes ideas y retuercen esas mismas ideas pero siempre equilibrando la experimentación con un absoluto respeto por las composiciones mismas. Como cantante tampoco se queda atrás, desgranando hermosas melodías, poniendo la piel de gallina en los pasajes más emotivos, enroscándose en tensas letanías o estallando en violentos alaridos, todo con un manejo vocal impecable e intenso. Por un lado, es una pena que el grupo no haya podido durar lo suficiente como para concebir una continuación de este disco (bueno, hubo un registro en vivo, llamado “The downtrodden and the Sidhe” y editado en 2001, pero no cuenta), sólo dios (o quién sea) sabe con qué nos hubieran sorprendido. Por otro lado, ante la posibilidad de manchar una foja de servicio impecable, siempre es mejor retirarse cuando estás ganando. En fin, si andaban necesitando material cien por ciento original, abrasivo y pesado pero alejado de cualquier limitación genérica, y con un espíritu claramente freak, he aquí una de las joyas musicales más destacadas que nos ha dejado la década pasada.
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