Por Fernando Suarez.
-The Swan King “Eyes like knives” (2011)
Hay dos puntos de vital importancia para que alguien con mi paladar musical preste atención a este trío oriundo de Chicago. El primero es la presencia de un ex miembro de los geniales (y tristemente disueltos) Planes Mistaken For Stars, el bajista Jamie Drier, el segundo es la mención de Fugazi como una de sus principales influencias musicales. No me pueden culpar por esperar, entonces, un afiebrado despliegue del más catártico Post-Hardcore, ¿verdad? Bueno, si bien algo de eso hay, la cosa pasa por otro lado en este álbum debut. Tenemos ciertas melodías e inflexiones vocales que, alternativamente, pueden remitir a los mencionados Washingtonianos o a Quicksand en sus momentos más controlados, pero también tenemos un sonido de guitarra y bajo gordo y robusto, más afín al Sludge o al Stoner, cierta trabada densidad rítmica muy a la Unsane, algunos que otros riffs disonantes tomados directamente del catálogo de Amphetamine Reptile (sello emblema del Noise-Rock de los noventas), un aire de Rock mugriento que me recuerda al Mudhoney más rabioso, arreglos melódicos de tono casi Pop que no desentonarían en algún disco de Foo Fighters y hasta una impronta épica que puede asociarse tanto al costado más accesible de High On Fire como al Metal tradicional de Iron Maiden. En primera instancia puede parecer una ensalada extraña de influencias con poco en común pero el resultado final es sumamente cohesivo y no tan original como puede parecer a primera vista. Más allá de que los músicos exhiben un ajustado virtuosismo (dentro de los márgenes del estilo, desde ya), el foco está puesto en las canciones gancheras y potentes, con el grado necesario de complejidad instrumental pero sin siquiera aproximarse a ningún tipo de experimentación o algo por el estilo. En ese sentido, The Swan King cumple su objetivo sin problemas, las composiciones cierran perfectamente y logran transmitir la emotividad requerida. El único problema es que, por momentos, se los nota demasiado prolijos y medidos, como si temieran soltarse del todo. No es nada muy grave y, sin duda alguna, se trata de un defecto atribuible a cierta falta de experiencia. El tiempo debería darles la suficiente confianza en sí mismos como para hacernos estallar la cabeza en alguna próxima entrega discográfica.
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