Por Fernando Suarez.
-The Skull Defekts “Peer amid” (2011)
Es bastante probable que los siempre rotativos integrantes de The Skull Defekts tengan, precisamente, algún defecto en sus cráneos o en lo que hay dentro de ellos. En seis años de carrera estos suecos han editado más de diez discos, uno más abrasivo, cavernoso, deforme y difícil que el otro y todavía tienen ganas de seguir explorando el sonido, la profundidad y las formas. Es cierto que el anterior “The temple” (2009) había inaugurado un approach un tanto menos abstracto y delirante que el de sus inicios (más comparables aquellos a nombres como Wolf Eyes o Black Dice), en especial gracias a la incorporación de potentes percusiones tribales que ayudaban a enmarcar las espesas arquitecturas de guitarras, teclados y ruidos varios del grupo. “Peer amid” profundiza ese camino y, a tales efectos, cuenta con nuevo integrante de lujo: Daniel Higgs, ex cantante de los magníficos Lungfish que pone su particular voz y poesía al servicio de estas nueve canciones. Y sí, aquí se respira algo de ese aire hipnótico, minimalista y elevador de los washingtonianos pero en un contexto mucho más abierto, impredecible y movedizo. La sección rítmica plantea un trabajo excepcional, fundiendo sus obsesiones tribales y polirítmicas con duras marchas Kraut-rockeras, retazos de Funk epiléptico, dinámicas cargadas de mística tensión y un empuje rabioso que obliga a contorsionar los huesos en fracturadas danzas. Sobre esos tremendos cimientos se explaya un batallón de guitarras que rescata las enseñanzas más intrincadas de gente como Sonic Youth, Polvo, Glenn Branca o The Ex y las lleva a extraños paisajes de descubrimiento espiritual y catarsis, trenzándose en aguerridos contrapuntos, enroscándose en riffs de ángulos inverosímiles, expandiéndose en impenetrables murallas sónicas, estallando en desencajadas erupciones de ruido o simplemente infectando los sentidos con arreglos y texturas de una sutileza casi subliminal. Acompañan ese recorrido ocasionales arreglos de sintetizador y sonidos electrónicos, aportando una capa más de profundidad al, de por sí, ya tupido entramado de las composiciones. Y sí, la cereza sobre la torta es la inestimable, sinuosa y mágica voz de Higgs, que fluye como lava entre los recovecos de estas auténticas montañas de sonido, dibujando melodías y recitados con un sentido de tensión y liberación tan natural como sorprendente. Si pensaban que en el Rock ya estaba todo dicho y que lo único que restaba era repetir esquemas ya probados, métanse de cabeza en “Peer amid”, comprueben su error y, de paso, disfruten de uno de los mejores discos del año.
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