Por Fernando Suarez.
-Necros Christos “Doom of the occult” (2011)
Olvídense del nombre pelotudo (tanto el del grupo como el de este segundo disco), cierren los ojos y déjense envolver por el terror. Sí, siguiendo la estela de nombres como Portal, Mitochondrion o Vasaeleth, estos alemanes parecen dispuestos a todo con tal de devolverle al Death Metal su carácter terrorífico y oscuro. Para ello se valen de claras influencias de la vieja escuela (las más notorias son las de Autopsy e Incantation, en este caso) pero reinterpretadas con la vista puesta en el futuro y condimentadas con diversos elementos (ampulosos coros gregorianos, macabros teclados, sórdidos pasajes ambientales, instrumentos acústicos exóticos dibujando melodías de sabor oriental) que se escapan de los márgenes del género pero, al mismo tiempo, lo reivindican en su esencia. No faltan tampoco los flirteos con otros estilos extremos como el Black Metal (en especial en el costado conceptual, que recuerda a las crípticas elucubraciones de Deathspell Omega) y, especialmente, el Doom. De hecho, predominan los medios tiempos y los ritmos arrastrados antes que la velocidad, que se encuentra sabiamente dosificada para lograr un mayor impacto. Después, sí, tenemos las guitarras bien graves y embarradas, los gruñidos profundos y guturales, el doble bombo insistente, los riffs machacantes y cargados de maldad, los solos enfermizos y todo aquello que caracteriza al Death Metal de la mejor cepa. “Doom of the occult” está pensado y construido casi como una extensa pieza musical divida en movimientos (los temas propiamente dichos) a través de numerosos intervalos atmosféricos que nos van guiando por los sombríos recovecos de esta travesía. De cierta forma, es como si dichos interludios instrumentales pintaran (con perversa nitidez) el paisaje donde luego se desarrollará la acción misma en las canciones tradicionales, por así llamarlas. El efecto funciona a la perfección, sumergiendo al oyente en un angustiante letargo, obligándolo a formar parte de este siniestro ritual alucinógeno, forzándolo a danzar mentalmente con horribles criaturas moldeadas en las más febriles pesadillas Lovecraftianas. Por supuesto, no se trata de un viaje de placer, es material denso y logra la extraña cualidad de resultar intrincado sin necesidad de apelar a grandes despliegues de técnica interpretativa (la mayoría de los riffs se mantienen dentro de progresiones bastante sencillas), sino enfocándose en que cada mínimo detalle esté colocado con objetivos bien claros, exponiendo una musicalidad tan profunda como sádica. De la misma forma, eluden el aburrimiento con absoluta naturalidad y un inteligente manejo de las dinámicas, lo cual, para un disco de Death Metal que dura más de setenta minutos, es todo un logro. Otra excelente prueba del buen momento que está atravesando el género en la actualidad.
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