Por Fernando Suarez.
-Mike Watt “Hyphenated-man” (2011)
Todos de pie para recibir al señor bajista del Punk-Rock, a aquel cuyo trabajo (como intérprete y como compositor) deslumbra siempre, ya sea en los clásicos e imperecederos discos de Minutemen y fIREHOSE o en sus incursiones solistas y proyectos experimentales como Banyan (junto a Stephen Perkins y Nels Cline) o The Unknown Instructors (junto a Joe Baiza y Jack Brewer de Saccharine Trust). A aquel que, junto al tristemente fallecido pero nunca olvidado D. Boon, fundara una manera de pensar el Punk como expresión artística ilimitada y modo de vida (tal vez resumida en la frase “Our band could be your life”, que acuñaran en sus años de Minutemen) que perdura hasta la actualidad a través de destacados discípulos como Fugazi, NoMeansNo o Brainworms, entre tantos otros. Aquel mismo que, en los últimos años, ocupó gran parte de su tiempo al servicio de los Stooges de Iggy Pop. Vamos, una auténtica leyenda viviente. ¿Y cuántas leyendas vivientes conocen que se mantengan con tal vitalidad? ¿Cuántas capaces de seguir lanzando discos llenos de inventiva, frescura y energía? Con sus cincuenta y tres años de edad, Watt nos entrega en “Hyphenated-man” treinta nuevas maravillosas canciones que lo colocan como su mejor trabajo solista hasta la fecha. Sí, la cantidad de temas y el hecho de que la mayoría no llegue a los dos minutos de duración nos hablan de un glorioso regreso a las formas musicales de los Minutemen, y eso siempre es una buena noticia. En efecto, con una formación básica de trío (Tom Watson en guitarra y Raul Morales en batería acompañan al buen Mike), aquí se suceden breves y certeros dardos de ese Punk-Funk epiléptico, impredecible, efervescente y contagioso que tantas alegrías nos dio a través de los años. Inclusive los temas fueron compuestos por Watt utilizando una de las telecasters de D. Boon, con lo cual el círculo se cierra perfectamente. Riffs angulares y entrecortados, bases frenéticas, retazos Jazzeros, ocasionales remansos de tono marítimo, ideas que se suceden a toda velocidad pero sin perder nunca el fluido sentido del swing, líneas de bajo robustas y de profunda riqueza musical, composiciones intrincadas pero siempre coherentes y sintéticas, y la inconfundible voz de Watt, rasposa, adusta, casi avejentada (ojo, fue así aún cuando era joven), limitada técnicamente pero consciente de sus limitaciones y capaz de transmitir emociones como ninguna. Hasta el arte de tapa a cargo de Raymond Pettibon (hermano de Greg Ginn y creador del logo de Black Flag, entre otras cosas) y el sonido del disco, despojado, crudo pero nítido al mismo tiempo, remite a la naturalidad a rajatabla que inundaba clásicos como “What makes a man start fires?” o “Double nickels on the dime”. Gracias Mike por tanto, perdón por tan poco.
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