Por Fernando Suarez.
-Low “C’mon” (2011)
Ser considerados exponentes destacados de un subgénero conocido como Slowcore o Sadcore (sí, yo sé que son términos que suenan imbéciles pero cumplen, como todos, su función de orientación mínima) pone a Low en una situación bastante particular. Por un lado, son la banda más longeva de dicho estilo, la única que logró sobrevivir al paso del tiempo y encima con hidalguía y un temple inquebrantable. Por otro lado, contando con discos como “I could live in hope” (1994) o “Things we lost in the fire” (2001) en su haber, considerados piezas fundamentales del Indie-Rock en general, bien podrían dormirse en sus laureles y repetir hasta el hartazgo los mismos esquemas que ellos (junto a otros como Galaxie 500, Codeine o Bedhead) ayudaron a definir en su momento. O, como a veces sucede, podrían renegar por completo de sus raíces y meterse a explorar terrenos en los que no saldrían demasiado airosos. El trío resuelve estas cuestiones de la forma más simple y honesta posible, sencillamente poniendo toda su energía en componer buenas canciones y mantener siempre un nivel alto de emotividad y delicadeza interpretativa. Entonces, “C’mon” (novena placa del grupo, sin contar ep’s, discos en vivo ni rarezas por el estilo) bien podría ser considerado como un disco más de Low, con la salvedad de que se trata de uno cargado de excepcional belleza melódica, de una sensibilidad que lastima y reconforta al mismo tiempo, y de profundidad musical tan sencilla como elegante. Ahí están los ritmos suaves y cadenciosos, las melancólicas orquestaciones, la guitarra despojada y expansiva al mismo tiempo, las voces etéreas pero nunca desganadas, los arreglos sutiles, los coros parados en algún lugar entre el Folk y el Gospel, y todo ese caudal melódico que flota a la vez que genera una fuerte sensación de pesadez emocional, tan intensa y envolvente como la del Sludge más reventado pero alcanzada a través de otros métodos. De hecho, si imaginan estas canciones tocadas con toneladas de distorsión arriba y golpes de batería atronadores, el resultado no diferiría demasiado de lo hecho por un grupo como Jesu. Desde ya, escuchar este álbum en un atardecer de domingo puede llegar a resultar devastador hasta para el ánimo más burbujeante pero eso es gran parte del encanto imperecedero de Low.
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