Review: Weedeater "Jason...the dragon" (2011)

Por Fernando Suarez.


-Weedeater “Jason...the dragon” (2011)
Es poco probable que cualquier seguidor mínimamente aplicado del Sludge no conozca a Weedeater. En el extraño caso de que eso suceda, con sólo saber que Dave "Dixie" Collins (su líder, cantante y bajista) alguna vez fue miembro de grupos como Sourvein, Bongzilla y los legendarios Buzzov-En, ya debería bastar para que se hagan una buena idea de como suena este trío de drogones de North Carolina. Ok, acá no hay sorpresas pero nadie las pidió tampoco. Riffs gooooordos y graaaaaaaves, un bajo arenoso y podrido, un baterista limitado pero que sabe cómo pegarle fuerte a paso de tortuga, un cantante que chilla como si todas las mañanas se hiciera gárgaras con clavos oxidados y toda esa impronta entre marihuanera, pendenciera, enfermiza, alcoholizada y ocasionalmente opresiva. Vamos, Sludge de manual, genérico pero efectivo, hecho por gente que sabe del tema y sólo pretende pasar un buen rato quemando amplificadores al ritmo arrastrado de los mismos riffs Sabbatheros de siempre. En ese sentido, habría que mencionar que Weedeater se mantiene del lado más Stoner (por así llamarlo) del género, más afín a las loas porreras de Bongzilla que a la frustración Blackflaguera de Buzzov-En, por poner un ejemplo. Por lo demás, aquí tenemos diez temas (bueno, en realidad son ocho más una introducción y un solo de batería que hace las veces de intervalo instrumental) en poco más de treinta y cuatro minutos, siempre con los riffs bien al frente, recubiertos de un sonido agresivo, mugriento pero con la suficiente claridad como para no perder fuerza. Y hasta se permiten cortar la monotonía con temas como “Palms and opium”, con sus guitarras acústicas, su lapsteel y su clima de Blues sureño y reventado, y “Whiskey creek”, que cierra la placa a puro Country redneck entre banjos, pianos y sonidos de lluvia. En fin, no esperen ninguna revolución/revelación (como decía Eyehategod) ni ninguna vuelta de tuerca inesperada, simplemente concéntrense en agitar cadenciosamente la cabeza, hacer air guitar con reglamentario gesto de disgusto y dejarse crecer unas tupidas barbas mientras le prenden otra vela al altar de Tony Iommi.