Por Fernando Suarez.
-CoH “Iiron” (2011)
CoH (sueño, en ruso) es el seudónimo bajo el cual Ivan Pavlov viene desarrollando sus dementes elucubraciones electrónicas y experimentales desde fines de los noventas. “Iiron” es algo así como la secuela de “Iron”, disco editado en 2000, inspirado en la Guerra Fría y basado en la manipulación electrónica de sonidos provenientes de guitarras metaleras. Aquí Pavlov repite, de cierta forma, esa metodología, tomando grabaciones de guitarra eléctrica registradas en 2009 y de guitarra acústica grabadas en cassettes de forma clandestina entre 1988 y 1990, cuando todavía era ilegal consumir o interpretar música metálica en su Unión Soviética natal. Bien, hasta llegan las similitudes porque, donde “Iron” era un trabajo eminentemente abstracto, aquí las formas se vuelven más nítidas y amenazantes sin por ello resignar el filo experimental que caracteriza toda la producción de este ruso loco. Esto significa que no hay forma sencilla de definir o describir este material. Tenemos melodías serpenteantes de tono oriental, beats crujientes, glitches y ruiditos varios que infectan la mente, retazos de riffs procesados hasta alcanzar el máximo de corrosión, fantasmales texturas ambientales, sinuosas subidas y bajadas de intensidad, atmósferas pérfidas con claro espíritu Blackmetalero, introspectivos pasajes de melancólica desolación, secuencias electrónicas que inducen vértigo, Drones embotadores y un sinfín de recursos sonoros y musicales empleados con absoluta libertad creativa y una imaginación superlativa puesta al servicio de generar emociones incómodas, opresivas y violentas. El tipo exhibe un innegable respeto por el Metal extremo (o, al menos, por sus objetivos) pero, al mismo tiempo, se dedica sistemáticamente a hacer trizas cualquier tipo de noción genérica o formal que pudiéramos tener al respecto. Puede hacer que una secuencia de teclados Techno suene tan agresiva y sucia como el más podrido riff Grindcore, que un riff Thrasher sirva para enmarcar momentos de asfixiante letargo, que un pasaje Ambient se transforme en espasmos histéricos sin necesidad de utilizar elementos percusivos, que un montón de chirridos digitales se junten para construir paisajes de grotesca gloria Blackmetalera o que una guitarra disonante y desencajada encuentre forma definida en una marcha casi bailable, una especie de Polka digital adornada por insistentes pulsos electrónicos. Todo esto (y más, citar cada mínimo elemento me llevaría meses) desplegado en composiciones que mutan constantemente, con un sicótico sentido de la dinámica y una profundidad musical de ribetes sinfónicos. Ni hace falta que aclare que se trata de material exhaustivo e intrincado. Es sumamente abrasivo pero en ningún momento cae en la pavada del ruido por el ruido mismo, es tremendamente experimental pero alcanza objetivos claros y concretos, es visceral en su entrega e inteligente en su concepción, y les puedo asegurar que es algo que jamás escucharon en sus vidas. No se lo pierdan.
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