Por Fernando Suarez.
-Gridlink “Orphan” (2011)
Jon Chang (punzante gritador) y Steve Procopio (enroscado guitarrista, incorporado a Gridlink en 2009) bien podrían dormir en sus laureles y rascarse las bolas sin problemas. Al fin de cuentas, su trabajo en Discordance Axis (junto a las excelencias rítmicas del gran Dave Witte) les ganó un lugar indiscutido e inamovible en el panteón de la historia del Grindcore. Pero, claro, inquietos como son estos señores, están dispuestos a contagiarnos la demencia de sus cerebros a puro vértigo. Tres años después de aquel frenético “Amber gray”, Gridlink retorna con otra bomba bajo el brazo y nadie está a salvo. Digamos que, si Discordance Axis inauguró una forma más intelectual y retorcida de entender el Grindcore, Gridlink lleva las cosas más lejos, las hace más caóticas, más histéricas y más afiebradas, si tal cosa es posible. En poco más de doce minutos, esta segunda entrega escupe doce estallidos de pura adrenalina, enmarcados en los blast-beats más precisos e intrincados de los últimos años (cortesía del ocupado Bryan Fajardo, miembro también de Kill The Client, Noisear y Phobia, entre otros), adornados por riffs de una complejidad inverosímil (en algún lugar del mundo, Chris Arp de Psyopus se muerde los nudillos de envidia) y coronados por alaridos que atraviesan las entrañas como afilados cuchillos. Si existe tal cosa como el A.D.D. (Trastorno por déficit de atención, en castellano), estos tipos crearon su equivalente musical, sumándole importantes cuotas de paranoia, esquizofrenia y una agresión inusitada. “Orphan” es como meter la cabeza en una licuadora, como estar inmersos en una hora pico que nunca se acaba, como ahogarse en un torrente de electricidad que tensiona el cuerpo hasta paralizarlo y destruye neuronas con precisión quirúrgica. Gridlink logra dar sentido a la paradoja de proponer un millar de ideas por segundo y, al mismo tiempo, expresarlas de forma tan violenta y apabullante que se hace casi imposible procesarlas con claridad. Mi prueba de oro para medir la efectividad de un disco Grindcore es notar, una vez finalizado el mismo, cuánto tiempo tarda en desaparecer el temblor constante en todo mi cuerpo. “Orphan” me tiene como Michael J. Fox hace días.
-Gridlink “Orphan” (2011)
Jon Chang (punzante gritador) y Steve Procopio (enroscado guitarrista, incorporado a Gridlink en 2009) bien podrían dormir en sus laureles y rascarse las bolas sin problemas. Al fin de cuentas, su trabajo en Discordance Axis (junto a las excelencias rítmicas del gran Dave Witte) les ganó un lugar indiscutido e inamovible en el panteón de la historia del Grindcore. Pero, claro, inquietos como son estos señores, están dispuestos a contagiarnos la demencia de sus cerebros a puro vértigo. Tres años después de aquel frenético “Amber gray”, Gridlink retorna con otra bomba bajo el brazo y nadie está a salvo. Digamos que, si Discordance Axis inauguró una forma más intelectual y retorcida de entender el Grindcore, Gridlink lleva las cosas más lejos, las hace más caóticas, más histéricas y más afiebradas, si tal cosa es posible. En poco más de doce minutos, esta segunda entrega escupe doce estallidos de pura adrenalina, enmarcados en los blast-beats más precisos e intrincados de los últimos años (cortesía del ocupado Bryan Fajardo, miembro también de Kill The Client, Noisear y Phobia, entre otros), adornados por riffs de una complejidad inverosímil (en algún lugar del mundo, Chris Arp de Psyopus se muerde los nudillos de envidia) y coronados por alaridos que atraviesan las entrañas como afilados cuchillos. Si existe tal cosa como el A.D.D. (Trastorno por déficit de atención, en castellano), estos tipos crearon su equivalente musical, sumándole importantes cuotas de paranoia, esquizofrenia y una agresión inusitada. “Orphan” es como meter la cabeza en una licuadora, como estar inmersos en una hora pico que nunca se acaba, como ahogarse en un torrente de electricidad que tensiona el cuerpo hasta paralizarlo y destruye neuronas con precisión quirúrgica. Gridlink logra dar sentido a la paradoja de proponer un millar de ideas por segundo y, al mismo tiempo, expresarlas de forma tan violenta y apabullante que se hace casi imposible procesarlas con claridad. Mi prueba de oro para medir la efectividad de un disco Grindcore es notar, una vez finalizado el mismo, cuánto tiempo tarda en desaparecer el temblor constante en todo mi cuerpo. “Orphan” me tiene como Michael J. Fox hace días.