10 de diciembre de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Calories “Basic nature” (2010)
Para los amantes de los sonidos extremos en general, la ciudad de Birminghan (en Inglaterra) es más bien conocida por ser el hogar de luminarias como Black Sabbath, Napalm Death y Godflesh. Calories es un trío oriundo de dicha ciudad pero, si no fuera por el leve acento británico de su vocalista, uno podría jurar que vienen de Boston, Washington D.C., North Carolina o cualquier otra ciudad norteamericana asociada al amplio espectro del Post-Hardcore/Indie-Rock/Punk. “Basic nature” es su segundo larga duración, y el potencial que se percibía en el previo “Adventuring” (2009) se confirma en catorce canciones pletóricas de emoción y grandes melodías. Sobre bases de eminente empuje Punk se despliegan hermosas líneas vocales, guitarras pletóricas de versatilidad e ideas (pero siempre ubicadas en lo que la canción necesita) y una urgencia efervescente y contagiosa, una sensibilidad tan agridulce como atractiva. Las referencias más inmediatas vienen por el lado de bandas como Hüsker Dü, Superchunk, Jawbox, Idlewild o Archers Of Loaf, o sea espíritu Punk revestido de madurez musical, desnuda emotividad y un gancho melódico netamente Pop. También hay lugar para ciertos juegos de guitarras y variantes rítmicas que pueden remitir (según el grado de distorsión) a otros como Pavement y Sonic Youth, y hasta cierta melancolía no muy alejada del The Cure más popero. A pesar de todo, en ningún momento las influencias se entrometen con la personalidad innegable de Calories y el hecho de que las canciones sean más bien cortas (el disco entero dura poco más de media hora) y cuenten con estructuras simples ayuda a incrementar la sensación de inmediatez que éstas transmiten. Por si hace falta que lo aclare, esto es material de clara impronta noventosa, lo cual, en mi caso, representa una debilidad irresistible. En cualquier caso, sea en la época que sea, las buenas canciones son las que mandan y en “Basic nature” hay mucho de eso. Si las dejan pasar, después no me vengan a llorar a mí.


-Cripple Bastards “Frammenti di vita” (2010)
En 1994, y a través del sello Ecocentric Records, Cripple Bastards había lanzado un ep con covers de viejas bandas italianas de Hardcore titulado “Frammenti di vita”. La idea de expandir ese proyecto a un larga duración rondó por sus cabezas unos cuantos años y ahora, finalmente, tenemos entre nuestras manos este nuevo “Frammenti di vita”, conformado por catorce covers y dos reversiones de temas propios. Algo así como la saga “Leaders not followers” de Napalm Death pero en versión italiana y más mugrienta, como corresponde a estos auténticos depravados. En este caso, se trata de versiones de bandas, en su mayoría, dentro del espectro Hardcore/Punk/Crossover/Thrash de principios de los ochentas, con lo cual lo primero que salta al oído es la mejoría en el sonido y la interpretación con respecto a los originales. De todas formas, calculo que para la gran mayoría (aún para los fans de Cripple Bastards) nombres como Declino, Upset Noise, Indigesti o Blue Vomit resultarán poco más que ilustres desconocidos. No importa, se trata de Cripple Bastards, una de las bandas más potentes, rabiosas y, al mismo tiempo, divertidas del Grindcore mundial, regodeándose en sus ritmos acelerados, sus riffs simples y carnosos y sus habituales alaridos, todo con esa frescura inexplicable que los hace tan entrañables como entretenidos. Los temas podrán sonar a miles de cosas que ya escuchamos miles de veces (salvo por el hecho de que está cantados, en su mayoría, en italiano), los músicos estarán lejos de ser virtuosos (aunque de ninguna manera se puede decir que sus interpretaciones no sean ajustadas y certeras) y muchas de las composiciones podrán rozar peligrosamente la tosquedad más cabeza pero el que espere algo más que pura diversión violenta sin pretensiones artísticas de ningún tipo, está mirando claramente otro canal. Ni siquiera hay aquí algún atisbo de experimentación como los que se filtraron ocasionalmente en sus últimas entregas discográficas con material propio, esto es palo y a la bolsa, dieciséis excusas para pasar media hora mosheando contra las paredes con los chupines, los cinturones de balas y las remeras arratonadas de D.R.I. debidamente calzadas.


-Desultory “Counting our scars” (2010)
Desultory es de esas bandas que tal vez no muchos conozcan pero que los entendidos en la material (en este caso, Death Metal sueco) suelen tener en alta estima. No es para menos, sin ser un dechado de virtudes se las arreglaron, entre principios y mediados de los noventas, para ir mutando del Death tradicional (“Into eternity”, 1993) a un atractivo híbrido de Death melódico y Death N’ Roll (“Bitterness”, 1994), y de allí a otra cruza particular entre el Stoner-Rock y el Death N´Roll (“Swallow the snake”, 1996) que los alejó casi por completo de sus raíces extremas y los llevó, en última instancia, a disolverse y renacer bajo el nombre de Zebulon, continuando así con su experimentación rockera. No sin cierta cuota de oportunismo (dado el revival Deathmetalero que presenciamos hoy en día en el underground metálico), los muchachos han pegado la vuelta con un trabajo que los lleva sin escalas a la era de “Bitterness”, su trabajo más laureado. Así, “Counting our scars” nos ofrece nueve sólidas canciones que se mueven sin problemas entre la mugre brutal del Estocolmo de principios de los noventas (ya saben, Entombed, Grave, Dismember y toda esa gente rubia y enojada) y la impronta melódica que surgiría más adelante en Gotemburgo. Debo decir, nobleza obliga, que el así llamado Melodeath (al top ten de términos pelotudos, junto con Metalgaze, Electro-Clash y Rock Alternativo) no es precisamente el tipo de bocado que mejor se ajusta a mi paladar pero, como con casi todo, hay contadas excepciones que despiertan mi interés. Desultory logra ser una de ellas a fuerza de buenas canciones y un sentido del gancho y la melodía que, antes que caer en el truco barato de ponerle voces podridas y afinaciones graves a los riffs de Iron Maiden, exploran terrenos de mayor profundidad emocional, por momentos recordando a lo hecho por Edge Of Sanity en su genial “Purgatory afterglow”. También es destacable el equilibrio que logran las guitarras entre machaques embarrados y bellísimos punteos y arreglos melódicos, el sabio manejo de la dinámica en la base rítmica (algo no muy común en el género) y la fuerza visceral que transmiten los gruñidos de Klas Morberg, casi como una cruza entre Lars-Göran Petrov (Entombed) y Martin Van Drunen (Asphyx, Pestilence, Comecon, Bolt Thrower, Hail Of Bullets y vaya uno a saber cuántas bandas más). Si no los conocían (y tienen cierto interés en el género, claro está), he aquí una buena opción para seguir luego de escuchar el mencionado “Bitterness” y descubrir a una de las primeras (y mejores) bandas en eso de inyectarle algo de melodía al viejo y querido Death Metal de siempre. Para los fans, es un disco que mantiene (a pesar de todo) el nivel con dignidad y composiciones memorables.


-Double Negative “Daydreamnation” (2010)
El título de su primer disco (“The wonderful and frightening world of Double Negative”) hacía alusión a un clásico trabajo de The Fall y este sucesor se presenta con una clara referencia a uno de los trabajos más festejados de Sonic Youth. En contra de todos los pronósticos, la propuesta de Double Negative no tiene demasiado que ver (al menos en lo estrictamente musical) con ninguna de esas dos bandas. Aquí no hay Post-Punk minimalista de tintes Kraut-rockeros ni experimentos Noise/guitarrísticos hechos por estudiantes de arte devenidos en rockeros. Sí hay un claro rescate de aquella esencia visceral del Hardcore y el Punk de los ochentas, aunque tampoco se trate de un revival estricto. Digamos que el cuarteto logra conjugar, con una frescura envidiable, la rabia y la entrega más primigenia e intensa de aquella ebullición Hardcore/Punk con un vuelo creativo y una amplitud de miras claramente asociable a los exponentes más avanzados de aquellos años. Por momentos puede sonar como unos Mission Of Burma atravesados por la velocidad y el desenfreno de Minor Threat, en otros se lanzan a hipnóticas cabalgatas de riffs disonantes que no hubieran desentonado en los momentos más retorcidos de Black Flag o Die Kreuzen, luego pueden inventar un extraño híbrido entre el desparpajo de Circle Jerks y la histeria de Dead Kennedys, y así podríamos seguir apilando referencias que, para mí al menos, son suficientes como para relamerse de placer. En sólo veinticinco minutos, Double Negative logra condensar trece canciones redondas, absolutamente adrenalínicas y urgentes pero, al mismo tiempo, se permiten jugar con abruptos cambios de ritmo, una guitarra que no se contenta con la estrechez de los tres acordes de siempre y hasta atmósferas infectadas de una densidad pegajosa y opresiva. En todo momento suenan como queriendo escapar de los parlantes, desesperados y sudorosos, sacudiendo al oyente pero no con ansias de lastimarlo sino de estimularlo, tanto física como mentalmente. “Daydreamnation” logra la extraña cualidad de resultar energético y maduro al mismo tiempo, de rescatar la tradición para traerla al presente y no como mero regodeo nostálgico. Sencillamente, uno de los discos del año.


-GERK “Tiempos violentos” (2010)
Más allá de los hermosos paisajes que caracterizan a esa provincia, al escuchar este “Tiempos violentos” da la sensación de que Mendoza está en llamas. Imágenes de disturbios, corridas, violencia policial y molotovs surcando el aire se apilan en la mente con cada una de estas doce canciones, pletóricas de una energía tan salvaje como contagiosa. Ok, esto es Crust/Hardcore de pura cepa, acelerado, rabioso, politizado, directo al entrecejo y entregado con una precisión y una justeza que no hace más que resaltar dichas cualidades. Desde ya, no cabe pretender experimentos extraños ni vueltas de tuerca inesperadas pero, sin embargo, el cuarteto se las arregla, a fuerza de inquebrantable convicción, para dar a luz un resultado no sólo personal sino también provisto de una intensidad y un sonido capaces de competir con cualquier exponente primermundista del género. Claro, tienen varios años de experiencia sobre sus espaldas y este es ya su segundo disco, con lo cual se nota que los chicos saben qué quieren lograr y cómo alcanzar esos objetivos. Y, con estas doce bombas comprimidas en poco más de diecisiete minutos no hay lugar para respirar ni aburrirse. Es una patada en la nuca tras otra, con una base rítmica incansable, ajustada y con el grado justo de versatilidad como para no caer en lo burdo, una guitarra que sigue esos mismos carriles escupiendo riffs que no por simples resultan toscos o faltos de imaginación, y una voz que transmite violencia sin adulterar a puro alarido, haciendo hervir la sangre a cada segundo. En fin, queda claro que esto no es material para oídos delicados pero ese no es el punto. El punto es descargar toda la bronca diaria y, para ello, pocas opciones son tan recomendables como este frenético “Tiempos violentos”.


-New Idea Society “Somehow disappearing” (2010)
New Idea Society nació a comienzos de la década pasada como un proyecto compartido entre Mike Law (ex líder de los Post-Hardcore Eulcid) y Stephen Brodsky (de Cave In y una lista así de proyectos paralelos) y de tinte más bien casero y low-fi, hecho que se evidencia en el cálido intimismo de sus primeras entregas discográficas. Con el tiempo, Brodsky se alejó y Law conformó una banda en regla para interpretar sus siempre emotivas composiciones. Precedido por el ep “Quiet prism”, llega este tercer larga duración del ahora cuarteto y, de entrada, se nota que en el aspecto sonoro han decidido esta vez poner toda la carne al asador. No más grabaciones en portaestudios ni “en vivo en el estudio”. Lo cual no es ningún problema, desde ya. Estas canciones son tan redondas, tan sentidas, tan memorables que resisten cualquier tipo de envoltorio sónico, desde el despojo de las guitarras acústicas a las complejas capas de guitarras, teclados y arreglos que aquí podemos escuchar. Todavía hay rastros del Post-Hardcore de antaño en la forma de componer de Mike Law (en especial en lo que hace a equilibrar la energía emocional, la inteligencia compositiva y el gancho melódico) pero ahora su impronta es claramente Pop. Las riendas de las canciones son guiadas por sus magníficas líneas vocales, por el tono sentido y atinado de su voz, por las profundas emociones que éstas transmiten. Aún así, hay mucho espacio para que la parte instrumental no quede como un mero acompañamiento sin importancia. La base rítmica se mueve con un sentido de la dinámica prácticamente perfecto, tendiendo una sólida (pero no rígida) fundación para que las guitarras y los teclados se explayen en bellísimos paisajes plagados de texturas, armonías y arreglos que exhiben una melancolía casi épica sin por ello caer en melodramas o en baratos trucos efectistas. Desde ya, no faltarán las comparaciones con grupos como The Cure, Sunny Day Real Estate y The Get Up Kids (ambos en su estado más Pop, claro está) y, ciertamente, aquí se respira bastante de ese espíritu Indie-Emo (por así llamarlo) de mediados de los noventas. En definitiva, se trata de canciones (ni más ni menos) destinadas a emocionar, a provocar fuertes cimbronazos en el corazón, de esos que duelen pero, al mismo tiempo, renuevan el espíritu a fuerza de grandes melodías y una intensidad real, no basada en los decibeles o la distorsión sino en las emociones mismas. Sencillamente, uno de los discos más hermosos del año.


-Orbs “Asleep next to science” (2010)
No es ninguna sorpresa, cada tanto el Rock Progresivo tiene una suerte de renacimiento dentro del eterno ciclo rockero de idas y vueltas. Si, entre principios y mediados de los noventas, bandas como Magellan, Threshold, Shadow Gallery y, principalmente, Dream Theater representaron dicha reinserción del género en un contexto contemporáneo y metálico, es de agradecer entonces que nombres más bien actuales como The Fall Of Troy, Mastodon, Zombi, Dysrhythmia, Between The Buried And Me, Collapsar o The Aquarium (entre tantos otros) lo encaren dejando de lado la pompa acartonada de aquellos y sumando cierta frescura que parece provenir de sus raíces Hardcore/Punk. Orbs se suma a la lista y, aparte, se inscribe en la tradición de los supergrupos, una práctica a la que el Rock Progresivo nunca fue ajeno. Aquí se dan cita miembros de Fear Before (antes conocidos como Fear Before The March Of Flames), Torch Runner, Abigail Williams, Cradle Of Filth y los mencionados Between The Buried And Me para dar rienda suelta a sus más voladas y pretensiosas elucubraciones musicales. “Asleep next to science” es su debut discográfico y en él hallamos nueve temas desplegados en más de una hora, plagados de estructuras laberínticas, riffs intrincados, abundantes teclados, sesudas complejidades rítmicas y armónicas, infinidad de detalles y arreglos y melodías entre melancólicas, espaciales y grandilocuentes. Como es de esperar, la parte instrumental se lleva las palmas con un despliegue de ideas inagotable, interpretadas con el virtuosismo necesario pero evitando caer en meros exhibicionismos técnicos. Claro, no tienen problemas en poner un machaque casi Hardcoroso junto a una delicada línea de piano o densas tramas de arpegios y punteos casi Post-Rockers junto a teclados que parecen robados a Rick Wakeman, y tampoco se amilanan ante la idea de sobrecargar las composiciones de texturas, arreglos y partes, siempre y cuando el hilo argumental no se pierda en el proceso. La parte vocal tal vez sea el punto de inflexión para la mayoría. No porque Adam Fisher (de Fear Before) sea un mal cantante, sino porque maneja un estilo bastante particular, una tonalidad entre aniñada y violenta que tal vez resulte demasiado cruda para los progretas más ortodoxos y demasiado histriónica y afectada para el público Hardcore/metalero pero que, en definitiva (y más allá de gustos personales), nos habla de un tipo con personalidad propia. En fin, si el tope máximo de complejidad rockera que soportan es el “Ace of spades” de Motörhead, yo diría que se alejen a toda velocidad de “Asleep nexto science”. Por el contrario, si nombres como Yes, Emerson Lake & Palmer, Rush e inclusive The Mars Volta no los hacen caer en un profundo sueño con su sola mención, entonces puede que aquí encuentren un suculento bocado.


-The Glitch Mob “Drink the sea” (2010)
El nombre de este trío californiano ya los coloca en ese subgénero electrónico conocido como Glitch-Hop, basado (en líneas generales) en combinar los beats del Hip-Hop con diversos chirridos que se asemejan más bien a fallas en artefactos eléctricos antes que a los habituales sonidos electrónicos. Y, si bien es innegable que dicha descripción sirve para comprender el núcleo de su propuesta, quedarse sólo con eso sería dejar de lado la profunda elaboración sónica y compositiva que exhiben en este nuevo trabajo discográfico. El arte de tapa, de aires nocturnos y psicodélicos, nos acerca más a lo que sucede en estas hipnóticas diez canciones. En primer lugar, cabe destacar la amplitud de miras con la que encaran su material, cada tema es un viaje en sí mismo, pasando de reflexivos remansos noctámbulos (donde siempre hay lugar para construcciones melódicas de profunda melancolía) a agresivas subidas de intensidad rítmica que llegan a rozar lo Industrial, de ahí a espesas letanías lisérgicas plagadas de infinitos detalles y texturas, y luego a marchas robóticas que se deforman entre rasposos teclados y secuencias alucinógenas. También hay que aclarar que se trata de material casi enteramente instrumental, lo cual resta algo de accesibilidad (aunque en casi todo momento hay lugar para melodías bien reconocibles y de tono sumamente emotivo) pero deja un amplio espacio para que estos tres muchachos se explayen en intrincados juegos sonoros, armónicos y rítmicos sin ningún tipo de intromisión. Entonces, si bien el término Glitch-Hop puede servir como referencia, queda claro que no representa ningún tipo de limitación para The Glitch Mob a la hora de concebir su música. El hecho de que tomen prestadas influencias de otros géneros electrónicos (Trip-Hop, Industrial, IDM, Dubstep, Synht-Pop, por sólo citar algunos), el poco interés en incitar al baile inmediato y la atmósfera sentida y evocadora (insisto con el tema de la melodía, un punto importante a la hora de aportarle cierta calidez humana al complejo entramado electrónico) que se respira a lo largo de toda la placa, son datos que ayudan a que el grupo mantenga una identidad bien definida que trasciende las definiciones fáciles. Para disfrutar sin prejuicios.


-Tombs “Fear is the weapon” (2010)
La aparición de Tombs, allá por 2007, representó una refrescante brisa en una escena Sludge/Post-Metal plagada de clones de Neurosis con una preocupante falta de ideas e intensidad. El larga duración debut, “Winter hours” (editado en 2009 por Relapse) no hizo más que confirmarlos como una de las propuestas más interesantes de la actualidad metálica extrema y ahora, como para aplacar la espera por nuevo material (y hacer unos pesitos, que nunca están de más), llega este “Fear is the weapon” que no hace más que recopilar en un único disco su primer ep homónimo (editado originalmente en 2007 por Level Plane Records), los tres temas del Split que compartieron con Planks en 2008 y cuatro demos de canciones que luego aparecerían en el mencionado “Winter hours”. Para aquellos que no estén familiarizados con estos neoyorquinos, vale decir que su sonido se mueve, en líneas generales, por lo que se conoce hoy en día como Post-Metal pero, antes que simplemente repetir los tratados de dinámica y el empuje monolítico de Isis y Neurosis, se adentran en terrenos sumamente personales, sumando otro tipo de influencias y modalidades al esperable ataque de riffs graves, ritmos aplastantes, climas envolventes y alaridos monstruosos. Por un lado, toman clara nota de las enseñanzas de Justin Broadrick, ya sea en las sensaciones asfixiantes y corrosivas de Godflesh (aunque sin el costado Industrial y mecánico) como en los juegos de texturas y melodías Shoegaze de Jesu, aunque con un sabor más oscuro y malvado. De allí, también llegan a flirtear con marcados elementos del Black Metal, a veces inclusive subiendo la velocidad hasta asemejarse a una suerte de DarkThrone lisérgico y apuntalado por un corazón claramente Hardcore. Y ahí se suma otro elemento importante (rastreable en Anodyne, la muy recomendable banda previa del cantante y guitarrista Mike Hill), que es la influencia del costado más pesado y disonante de Black Flag, que aporta una necesaria cuota de energía visceral y desgarrada que, no obstante, no restringe el vuelo creativo del trío. Les puedo asegurar que el resultado es tan personal como intenso. En ese sentido, “Fear is the weapon” sirve más como documento de la evolución de Tombs que como un trabajo cohesivo pero eso es de esperarse en este tipo de compilados. Como introducción al grupo, “Winter hours” sigue siendo la opción ideal pero, para despuntar el vicio, no viene nada mal.


-U.S. Christmas “Run thick in the night” (2010)
Vienen de los Montes Apalaches, están apadrinados (desde su placa anterior, “Eat the low dogs”, editada en 2008) por Neurot Recordings (el sello regenteado por Neurosis. De hecho, fue el mismísimo Scott Kelly quien los quiso editar), participaron este año de un tributo a Hawkind (compartido con Minsk y Harvestman, este último el proyecto solista de Steve Von Till de, claro, Neurosis), su formación es de septeto y entre sus integrantes (aparte de los tradicionales instrumentos rockeros) se encuentra gente que interpreta cosas tales como violín, sintetizadores, theremin, drones y sonidos experimentales, según sus propias palabras. Y sí, su música suena como la traducción en clave de Rock Psicodélico de estar parado en medio de inconmensurables montañas, rodeado por fantasmas ancestrales y conectándose de forma profundamente espiritual con ese ominoso paisaje natural. Puede sonar medio hippie, desde ya, y queda más que claro que U.S. Christmas absorbió toneladas de Space-Rock junto a una buena cuota de sustancias alucinógenas. Pero, más allá de los eternos cuelgues, el clima de espesa zapada, las guitarras empapadas de efectos y los guiños casi folklóricos (en especial cuando entran el violín y las guitarras acústicas en escena), el grupo no pierde vista la intensidad ni la oscuridad en ningún momento. En un instante parecen flotar en una fúnebre procesión lisérgica y al minuto estallan con la distorsión en once, los riffs salvajes, los alaridos desgarrados y los teclados disparándose como bengalas hacia un cielo eternamente negro. Ojo, no estoy hablando de Post-Metal o cosas por el estilo. Aquí la potencia no se traduce en rugidos metálicos sino en una visceralidad cruda y netamente rockera. Por momentos suenan como unos Monster Magnet (de la época de “Dopes to infinity”) oscurecidos y con Dave Wyndorf haciéndose mierda la garganta, en otros puede remitir a una especie de cruza entre el 16 Horsepower más acústico y los pasajes menos extremos de Neurosis, luego se asemejan a lo que sería una catártica zapada entre Hawkwind, Boris y Sonic Youth, y más adelante pueden evocar a una versión sobrecargada y siniestra de The Black Angels. Y el hecho de que en su sonido confluyan tantas referencias (aún cuando los puntos en común son evidentes entre todas ellas) nos habla de un resultado eminentemente personal. Lo más parecido a experimentar un mal viaje de LSD que he escuchado en los últimos tiempos. Y mucho menos riesgoso para la salud.


-War From A Harlots Mouth “MMX” (2010)
Luego del caos irrestricto e histérico de “In shoals” (editado en 2009), era de esperar que War From A Harlots Mouth (una banda inquieta casi por definición) se moviera en otra dirección para este sucesor. Por supuesto, el núcleo de su propuesta sigue siendo esa virulenta y retorcida combinación de Mathcore, Grind, Death y Jazz, pero en “MMX” está presentada de una forma notablemente más oscura, tensa y casi introspectiva. El delirio sigue allí, cada tema es un laberinto de riffs angulares, cambios de ritmo, arreglos inesperados y alaridos varios pero hay más lugar para tempos espaciados (muy a la Meshuggah, vale aclarar), atmósferas opresivas y hasta melodías de neto corte siniestro. En lo compositivo, los germanos no han perdido ni un ápice de su habitual complejidad, construyendo espesos laberintos musicales donde la falta de gancho es suplida por una intensa sensación de que cualquier cosa puede suceder en cualquier momento, proponiendo un viaje frenético y exigente, pletórico de una especie de psicodelia violenta y aciaga, diseñada especialmente para generar sensaciones de tensión e incomodidad que bordean lo insoportable, en el buen sentido. En la parte interpretativa, ya no es ninguna sorpresa el virtuosismo de estos tipos pero sigue siendo refrescante que utilicen esas dotes como herramientas para expresar emociones (tal vez desagradables y un tanto psicóticas, pero emociones al fin) y no como una mera clase de gimnasia exhibicionista. De hecho, antes que la precisión inhumana con que atacan sus instrumentos, lo que resulta más atractivo es el incesante flujo de ideas que proponen, la afiebrada búsqueda que parecen emprender para que cada mínimo detalle suene único, irrepetible y enfermizo. Desde ya, las influencias de grupos como The Dillinger Escape Plan (en especial cuando se repliegan en remansos jazzeros), Cryptopsy y los mencionados Meshuggah son innegables pero no llegan a empañar la personalidad del quinteto. En fin, amantes de las cosas extremas, intrincadas y difíciles, no lo pueden dejar pasar.


-Wrath Of The Weak “Solace” (2010)
Tal vez un arte de tapa exhibiendo explosiones de luz amarilla y un título como “Consuelo” no es lo que uno esperaría, en primera instancia, de un disco de Black Metal. Claro, uno tampoco esperaría que dicho disco comience con diez minutos de algo que parece ser un órgano de iglesia degradándose lentamente en un maremoto de ruido y menos que todo ello esté hecho sólo con una guitarra y unos cuantos efectos. Tampoco es que sea una sorpresa tan grande, en definitiva los últimos años han marcado una notable (y saludable) diversificación en el Black, que hace que ya casi nadie se espante al saber que detrás de un nombre como Wrath Of The Weak se encuentra un joven nerd neoyorquino estudiante de geografía y simplemente conocido como J, que, para peor, parece ser (por lo expuesto en reportajes y declaraciones varias) un tipo de lo más simpático y afable, que jamás cae en poses absurdas y exageradas o en forzados halos de supuesto misterio. Y, claro, tal vez llamar a esto simplemente Black Metal no sea del todo justo. Si bien las atmósferas desoladoras, las evocaciones de paisajes boscosos y helados, la distorsión saturada y envolvente (y ahogada en toneladas de reverb), las melodías de siniestra grandilocuencia y esa suerte de profunda elaboración minimalista lo alinean con el género, los ritmos casi estáticos y aletargados (cuando no inexistentes), la clara voluntad de experimentar con los sonidos, la impronta hipnótica y psicodélica, la delicada sensibilidad de algunas melodías (que casi parecen poperas, si no fuera por la constante muralla de ruido que las envuelve) y la notable influencia de otros géneros (Shoegaze, Drone, Noise) hacen que la categorización no sea tan inmediata. En definitiva, cada uno de estos extensos cinco temas (ninguno baja de los siete minutos y el último se extiende por más de media hora) es un arduo paseo por ríspidas cavernas emocionales, donde alguna tenue melodía nos va guiando por corredores recargados de texturas corrosivas y arreglos que se mueven cadenciosamente, con una parsimonia casi sinfónica. Por momentos se siente como estar observando a la vida misma derretirse desde adentro de una turbina de avión. Desde ya, Wrath Of The Weak no es el primero en ensayar este híbrido de Black/Shoegaze/Drone/Noise pero, casi sin dudarlo, podría decir que es el que le pone la mayor carga emotiva. Es una pena que “Solace” sea su disco de despedida pero, al mismo tiempo, es entendible que nuestro muchacho haya sentido que ya no tenía más que explorar con este proyecto y prefiriera terminarlo en una nota alta antes que transformarse en una auto parodia, como ha sucedido con la mayoría del Black Metal en general. En última instancia, y más allá de los rótulos, lo que aquí tenemos es un disco desafiante, tanto en la parte sónica y compositiva como en la emocional. Para escuchar sin distracciones.