Por Fernando Suarez.
-Bamboo Diet “DSM-VI” (2010)
Un grupo musical que menciona a The Jesus Lizard, King Crimson, Fugazi, Can, Melvins, Meshuggah, Boris y Sonic Youth (entre otros) como influencias puede llegar a sonar pretencioso o demasiado ávido de credibilidad undeground para algunos. Ahora, cuando esas influencias son ciertas y no una mera pose snob y cuando, encima, sirven para construir un producto final que rebosa personalidad e intensidad por los cuatro costados, entonces cualquier tipo de prejuicio u objeción queda agendada para otra ocasión. Bamboo Diet es un trío canadiense que aquí debuta con un álbum plagado de inventiva instrumental, riffs angulares, bases contundentes y frenéticas al mismo tiempo, y una energía sudorosa, visceral y dolorosamente física. En efecto, se pueden rastrear elementos de los nombres antes mencionados. A saber: las voces desencajadas y los climas psicóticos de The Jesus Lizard, los riffs laberínticos del King Crimson más rockero, el equilibrio entre emoción desgarrada e inteligente musicalidad de Fugazi, la impronta hipnótica y la absoluta libertad creativa de Can, la densidad malvada y ruidosa de Melvins, la rítmica seca y matemática de Meshuggah (aunque sacada de su contexto metálico, claro está), las atmósferas voladas y el aire impredecible de Boris y las disonantes exploraciones guitarrísticas de Sonic Youth. Y aún así me estoy quedando corto con la descripción. El grupo maneja un grado de complejidad instrumental y compositiva que no tiene nada que envidiar a los más aplicados nerds Progresivos pero, al mismo tiempo, mantiene en todo momento una crudeza, una urgencia y una espontaneidad de clarísima raíz Punk. Y, aún así, no me conformaría con meterlos en la bolsa del Punk-Progresivo. De hecho, términos como Noise-Rock, Post-Hardcore o Math-Rock tampoco son suficientes a la hora de hacerle justicia a este material, aún cuando algo de todos ellos se pueda percibir aquí. En definitiva, esto es Rock, con huevos e ideas, virtuoso y rabioso, psicodélico y terrenal, ajustado y catártico, retorcido y, aún así, cotidiano. Y todas esas supuestas contradicciones son, precisamente, el corazón en llamas de Bamboo Diet. No se lo pierdan.
-Brad “Best friends?” / Satchel “Heartache and honey” (2010)
Se preguntarán por qué dos reviews juntas de dos discos distintos de dos bandas distintas. La explicación es simple. Brad es el proyecto que Stone Gossard (guitarrista de Pearl Jam, ex Green River y Mother Love Bone) fundó en 1992 para explorar una veta rockera más sosegada y cercana al Funk y al Soul que la de su banda principal. Satchel es el grupo que los restantes miembros de Brad fundaron cuando dicho proyecto tuvo un alto en su actividad. Lo curioso es que, en Satchel, la búsqueda era la de un sonido un tanto más crudo y rockero (y no tan Soul/Funk) que el de Brad. Lo cual no significa Pearl Jam, aunque la ecuación así parezca demostrarlo. En ambos caos la figura principal es la del cantante y tecladista Shawn Smith, un tipo que nunca disimulo su incondicional amor por “ese enano homosexual conocido como Prince”, como diría el gran John Waters. En efecto, y sin desmerecer el mérito del resto de los músicos (que cumplen una tarea más que atendible, en especial en lo que hace a groove, dinámica, arreglos y cuidadas texturas), es la voz de Smith la que brilla inconfundiblemente en ambos grupos, con sus elegantes inflexiones souleras, su virtuosismo siempre controlado, y su emotividad a flor de piel. En ese sentido, “Best friends?” (el trabajo de Brad), presenta, justamente, su costado más emocional, casi melancólico, más allá de algún que otro acercamiento al Hendrix más Funkoso y psicodélico. De hecho, habría que mencionar que fue grabado en 2003, casi inmediatamente después del previo “Welcome to Discovery park” (2002) que los mostraba adentrándose definitivamente en terrenos más intimistas y suaves, por así decirlo. No esperen nada extremo, el material de Brad se mantiene siempre cercano al costado más dulce y reposado del Rock y el Pop de los setentas (la abundancia de coros, guitarras acústicas, arreglos de piano y teclado, los guiños al Blues y el Folk, y las soñadoras líneas vocales de Smith así lo prueban), sólo que esta vez suma un cierto sentido de urgencia que antes apenas se intuía en su propuesta. Por el lado de Satchel y su “Heartache and honey”, la cosa viene claramente más rockera. Las guitarras distorsionadas ganan en prominencia, los ritmos se ponen un tanto más picantes y sólidos y la impronta general es más cruda y desfachatada, con más de una referencia al Neil Young más eléctrico y hasta ciertos pasajes no muy lejanos a lo hecho por Jane’s Addiction a fines de los ochentas. Por supuesto, la melodía sigue siendo un elemento primordial y, como ya dijimos, la voz de Smith no se priva de explayarse con delicadeza sobre los riffs sucios y las bases contundentes. Si no fuera por los ocasionales samples y baladas, bien podríamos decir que “Heartache and honey” rescata la otra parte de los setentas que Brad deja de lado, esa más bien Hard-rockera, más sensual que intimista, más desgarrada que sensible. El hecho de que la tapa de Satchel muestre a un lobo, mientras que la Brad es ilustrada por un entrañable perrito, parece un chiste interno acerca de la diferencia entre ambas bandas. En fin, en ambos casos estamos hablando de Rock tradicional, impecablemente compuesto e interpretado, nunca estridente o agresivo pero indudablemente honesto y capaz de agradar a un público más bien amplio.
-Brobdingnagian “Pretty Magoo cancer” (2010)
Sí, el nombre parece un trabalenguas armenio (en realidad es la tierra de los gigantes de “Los viajes de Gulliver”) y hasta puede provocar algo de risa. Bueno, una vez que los cincuenta y dos minutos de tortura auditiva que componen su segundo disco culminan, la única sonrisa que podrán esbozar es más bien una similar a la de Jack Nicholson en “El resplandor”. Poco se sabe de esta gente, más allá del hecho de que son norteamericanos y están absolutamente del moño. De hecho, nunca termina de quedar en claro del todo si este enfermizo despliegue de feedback, vómitos, ritmos taladrantes, guitarras saturadas, chillidos distorsionados, climas opresivos y ruidos varios es un chiste del más fétido humor negro o no. O tal vez las dos cosas, quién sabe. Lo cierto es que no le viene nada mal un aire de frescura y desparpajo a toda esta corriente reciente de Black Metal/Noise/Industrial en la cual parece enrolarse, al menos en lo que hace a estilo, Brobdingnagian. Sí, dije Black Metal y, en efecto, los alaridos agudos, los riffs malignos, las bases frenéticas, las ocasionales melodías épicas y grotescas al mismo tiempo y las atmósferas de profunda perdición espiritual los ponen en ese terreno. Aunque, por otro lado, el sonido cargado de insistentes capas de ruido, las composiciones totalmente deformes e impredecibles, los asfixiantes crujidos y martilleos mecánicos, los descensos a cavernosos pulsos rítmicos casi marciales y la espesa sensación de mal viaje psicodélico que recorre toda la placa, los ponen en otra categoría. Por momentos me recuerdan a lo hecho por los canadienses Wold, aunque pasado por un filtro delirante y más variado, en especial en el aspecto rítmico. Hasta hay pasajes donde suenan como unos Butthole Surfers noruegos y enojadísimos, con el cerebro achicharrado de ácido en mal estado, grabados en un refugio nuclear y mezclados en una licuadora descompuesta. Ni hace falta aclarar que esto no es material para oídos delicados ni almas extremadamente sensibles. Es muy probable que inclusive gran parte de los amantes del Negro Metal (o del Metal extremo en general) no estén dispuestos a someterse a semejante tormento sónico. Para aquellos que busquen experiencias musicales realmente extremas, sin importar géneros o clasificaciones estériles, éste es un bocado que se les atorará en la garganta con sumo placer sádico.
-Carpathian “Wanderlust” (2010)
Los australianos de Carpathian son un raro ejemplo de ese tipo de bandas que están constantemente al borde de lo trillado o lo burdo y, finalmente, logran salirse con la suya proponiendo alguna que otra idea inesperada y entregándose a lo suyo con una convicción y una intensidad inapelables. “Wanderlust” es sólo un ep con cuatro temas en poco más de once minutos y aún así sirve como muestra de lo dicho. Por momentos, los riffs machacones, los gritos rudos y las bases mosheras invocan en la mente las imágenes más caricaturescas que el Hardcore nos ha legado, los tipos gordos y tatuados, los uniformes reglamentarios (bermudas, gorritas, más tatuajes), los gestos pendencieros y el exceso de testosterona. Por otro lado, el groove ganchero y contagioso, los ocasionales arreglos melódicos, el trabajo de texturas, la precisión instrumental y el clima más bien oscuro e introspectivo que transmiten las canciones los acercan a las propuestas más avanzadas, dentro del género, de grupos como Verse, Defeater o More Than Life. Es decir, Hardcore duro (valga la casi redundancia), potente, agresivo y con claro respeto por las tradiciones pero, al mismo tiempo, emocional, personal y con el suficiente grado de inventiva como para no quedar atrapados en esquemas caducos o faltos de sustancia. Y, claro, a todo eso se suma la energía incontenible y visceral con la que cualquier grupo Hardcore que se precie de tal debería contar. En definitiva, si logran capitalizar todo su potencial y sus mejores momentos en un próximo larga duración, serán capaces de volar más de una peluca.
-Fitful “Concerning deterioration” (2010)
Diez temas en diez minutos. ¿Grindcore? ¿Hardcore? No, Screamo. Del más caótico, furioso, espástico, esquizofrénico, disonante, ruidoso y asfixiante pero Screamo al fin. Con el grado suficiente de refinamiento y vuelo creativo como para destacarse pero sin necesidad de apelar al, a esta altura ya gastado, truco de condimentar su propuesta con extensos pasajes Post-Rockeros. Desde ya, nombres clásicos como Orchid, Pg. 99, Reversal Of Man o Jerome’s Dream sirven como referencia pero les aseguro que estos muchachos no son clones de nadie. Y eso es bastante decir para un álbum debut. Cada canción es absolutamente impredecible, aún en su taquicárdica brevedad, y aún así la placa mantiene un hilo casi conceptual que aporta un necesario marco de coherencia e intensidad. Las guitarras se disparan en infinidad de riffs, arreglos, texturas, melodías y explosiones de pura distorsión, pintando paisajes tan espesos como coloridos, generando visiones de extrema violencia emocional, hermosas y repulsivas al mismo tiempo. La base rítmica sostiene todo ese despliegue incesante de ideas con múltiples e inesperados cortes, quebradas, aceleradas y repliegues, con un manejo enfermizo de la dinámica y una potencia avasallante. La voz pone la cereza con algunos de los alaridos más desgarrados que se escucharon en los últimos tiempos, contrastando con la vasta gama de recursos instrumentales pero, de otra forma, dirigiéndolos directamente a las entrañas. Cada tema es turbulento un microcosmos sónico y emocional plagado de ásperos detalles, donde los sentidos se exponen al rojo vivo y las percepciones se retuercen en brutales espasmos mientras la mente trata, infructuosamente, de aprehender el incesante flujo de música que se dispara como si de imparables corrientes de agua derribando una represa se tratara. Especialmente recomendado para cualquiera que aprecie las emociones fuertes.
-Intronaut “Valley of smoke” (2010)
Siempre es de destacar cuando una banda crece y logra encontrar su propia voz. Intronaut dio sus primeros pasos siguiendo la estela de Neurosis y Mastodon, apenas sumando el toque Progresivo/jazzero que aportaba con su virtuoso bajo Joe Lester. A partir del anterior “Prehistoricisms” (2008), y tras la partida de Leon del Muerte (a quien encontrarán en la review de Murder Construct), los californianos comenzaron a explorar nuevas variantes para su monolítico sonido, profundizando aún más el mencionado costado Progresivo, sin por ello perder contundencia ni densidad. “Valley of smoke” es la victoriosa culminación de ese camino, un disco refinado, plagado de sutilezas, profundamente creativo y, aún así, aplastante como una tonelada de concreto sobre la cabeza e intrincado como la peor pesadilla Kafkiana. Ok, vamos a decirlo sin anestesia: también es su material más accesible y melódico. Las voces abandonaron casi por completo los modismos más extremos y nos regalan etéreas armonías que flotan sobre el intrincado magma de las guitarras y el frenético repiquetear de la batería, las guitarras mismas se permiten jugar con texturas limpias y complejos arreglos de clara cepa Kingcrimsoniana, siempre acompañadas por deliciosas y atinadas líneas de bajo, y hasta las bases escapan a la repetición de dinámicas rítmicas (en este caso hablamos del típico recurso de empezar tranquilos para ir subiendo de a poco la intensidad hasta alcanzar un clímax explosivo y épico) con un sabio manejo del virtuosismo y una inventiva tan desbocada como cerebral. En ese sentido, si bien la impronta de sus referentes primarios todavía es palpable (en especial en los momentos más agresivos, que también los hay), no resulta para nada sorpresiva la colaboración de Justin Chancellor, bajista de Tool. Y no es que ahora se hayan transformado en un clon de la banda liderada por Maynard James Keenan, sino que este elegante renacer melódico los acerca más a ellos y a otros nombres como Voivod, Cynic y, claro, el Mastodon de “Crack the Skye”. O sea, antes que hablar de Sludge o Post-Metal (géneros que, no obstante, aparecen ahora como complementos más que como foco principal) deberíamos hablar de Metal Progresivo hecho y derecho. “Valley of smoke”, en definitiva, prueba que, a veces (y sólo a veces) el virtuosismo desmedido puede dar a luz resultados intensos y conmovedores.
-Jesu “Heart ache & Dethroned” (2010)
Casi como acompañando la movida de crear Pale Sketcher (el proyecto donde se centrará, de ahora en más, el costado más electrónico de Jesu), Justin Broadrick decidió reeditar sus primeros pasos como Jesu. Lo interesante de este combo es que no sólo incluye el ep “Heart ache” (bueno, un ep que dura cuarenta minutos y con el que Justino presentó en sociedad lo que sería su principal actividad post-Godflesh), sino que también nos exhibe, por primera vez, a “Dethroned”, otro ep grabado en 2003 (aunque Broadrick terminó de darle forma este mismo año) y que nunca había visto la luz hasta ahora. Podríamos decir que, si “Heart ache” (con sus dos temas de veinte minutos cada uno y su espeso aire experimental) casi se proponía como un método para ahuyentar oídos y preconceptos facilistas (en especial con respecto al pasado musical inmediato de Justino), “Dethroned” era su con contracara amable, por así llamarla. Si bien son cuatro temas que no bajan de los seis minutos de duración, en ellos encontramos estructuras de canción más bien tradicional, ritmos y riffs bien definidos, cierta pesadez que todavía podía asociarse a Godflesh y, principalmente, esa impronta sensible y melódica que luego se elevaría a alturas insospechadas de desasosegante belleza en discos como “Jesu” y “Conqueror”. Pero lo más importante, como siempre, es que se trata de cuatro canciones sencillamente maravillosas, con ese particular equilibrio entre melancolía, liberación, graves capas de distorsión y líneas vocales capaces de conmover hasta al corazón más endurecido. En fin, a esta altura el estilo de Jesu está claramente definido y, más que sorpresas, lo que cabe esperar es que Broadrick mantenga ese nivel compositivo que siempre lo distinguió. “Heart ache & Dethroned” es una excelente prueba (y, al mismo tiempo, un recordatorio) de por qué este hombre sigue siendo uno de los artistas de Rock más relevantes de las últimas décadas.
-Ministry “Undercover” (2010)
Desde 2007 (con la edición de “The last sucker”, el último disco con material original de Ministry) Al Jourgensen viene anunciando una separación que nunca parece llegar del todo. Tuvimos las giras de despedida, un disco de covers (el flojo “Cover Up”), uno en vivo (“Adios…Putas madres”, acompañado por un DVD registrando dicha gira despedida), un grandes éxitos (“Every day is Halloween: Greatest tricks”), dos de remixes (“The last dubber”, correspondiente a “The last sucker” y “MiXXXes of the Molé”, correspondiente a “Houses of the Molé”) y ahora, como si fuera poco, un nuevo álbum de covers y reversiones de temas viejos propios. Sí, todo suena a exprimir billeteras antes de que la burbuja explote definitivamente pero, a favor del tío Jourgensen, hay que decir que, al menos, este “Undercover” levanta notablemente el nivel en relación a “Cover Up”. Lo que fallaba en aquel no era la elección de temas a versionar sino más bien que las interpretaciones en general carecían de la energía y la magia a la que Ministry nos acostumbró a lo largo de su accidentada carrera. Aquí se redimen y nos entregan una despedida digna, a la altura de la gran banda que siempre fueron. Por el lado de los covers, hay que destacar la potencia inhumana de “Iron man” (Black Sabbath) y “Stranglehold” (Ted Nugent), el denso groove psicodélico de “Purple haze” (Jimi Hendrix, en una versión que no hubiera desentonado en el genial y subestimado “Filth pig”), el desparpajo rockero de “Thunderstruck” (AC/DC), esa especie de clima de bar futurista de “Sharp dressed man” (ZZ Top), el Hardcore cibernético y rabioso de “Rehab” (sí, el de Amy Winehouse) y la ampulosa oscuridad de “Paint it black” (Rolling Stones). Pero lo que realmente entusiasma son las reversiones propias, algunas vueltas a grabar (“N.W.O.”, “Stigmata”, “Every day is Halloween”), otras simplemente remixadas (“Jesus built my hotrod”, “Khyber Pass”), todas exhibiendo la fuerza mecanizada y certera de siempre, y la inventiva desbocada que le da profundidad musical a dicha fuerza. De todas formas, se trata del típico material “sólo para fans”, lo cual no es ni bueno ni malo, es lo que es. Ahora sí, Ministry puede decir adiós con la frente bien alta, como debió hacerlo en primer lugar.
-Murder Construct “Murder construct” (2010)
Luego de idas y venidas de grupos como Impaled, Exhumed, Phobia e Intronaut, el guitarrista Leon Del Muerte (vaya nombre apropiado para tocar Death Metal) decidió abocarso por completo a su proyecto Murder Construct. A tales efectos, convocó a un seleccionado de bestiecitas, entre los que se cuentan miembros de Cattle Decapitation, Fetus Eaters, Bad Acid Trip, Uphill Battle y Bastard Noise, entre otros. Con semejante plantel, podrán imaginarse que este nuevo supergrupo extremo no viene, precisamente, a acariciar nuestros oídos. Tampoco viene a desafiarlos con propuestas renovadoras, simplemente se concentra en darles una contundente paliza a lo largo de los siete temas que conforman este ep debut. El quinteto expone sin tapujos su amor por nombres grandes del Grindcore como Napalm Death, Terrorizer, Brutal Truth y hasta Nasum, y enfoca su ataque entre blast-beats que revientan parlantes, rebajes Hardcorosos, gruñidos y alaridos varios, y guitarras que levantan sólidas paredes de concreto sónico. Claro, también hay lugar para más de una referencia al Death Metal (de hecho, habría que decir que Murder Construct más bien parece concentrarse en los puntos en común entre dicho género y el Grind) y no faltan algunos juegos un tanto más exóticos (riffs disonantes, elaboradas texturas de guitarras, arreglos casi melódicos, cambios de ritmo inesperados, climas opresivos, ocasionales samples y hasta guiños Blackmetaleros) que le aportan al grupo una saludable voluntad de moverse hacia adelante sin por ello perder de vista las raíces, sangrientas raíces. De hecho, a un promedio de dos minutos y medio de duración por tema, queda claro que estos californianos no tienen problemas en explorar a fondo nuevas posibilidades para el Grindcore más brutal. A todo ello sumen una labor excepcional en las guitarras (potencia asesina, precisión quirúrgica, inventiva y virtuosismo puestos al servicio de la más inclemente carnicería auditiva) y un sonido sencillamente perfecto, y lo que dará como resultado es una de las placas más promisorias que el Metal extremo nos haya dejado este año. Esperemos que mantengan el mismo nivel en un larga duración.
-Oceansize “Self preserved while the bodies float up” (2010)
Luego de la delicadeza expuesta en el previo ep acústico (“Home and minor”) que Oceansize editara el año pasado, resulta al menos sorprendente que abran esta nueva placa con un tema tan pesado, oscuro y aplastante como “Part cardiac”, una auténtica oda al Sabbathismo más espeso y siniestro. Pero, claro, cuando se trata de un grupo tan inquieto como Oceansize, cualquier cosa es posible. Con doce años de carrera ininterrumpida, estos británicos siguen desafiando las categorizaciones fáciles y los caminos trillados. Porque, así como pueden sonar pesados y monolíticos (casi emulando a una suerte de Neurosis con una cuota extra de melodía), también pueden desgranar estribillos poperos que pondrían verde de envidia a Dave Grohl y sus Foo Fighters, o enroscarse en sinuosos paseos psicodélicos plagados de detalles y sutilezas que no desentonarían en el más sesudo ámbito Progresivo, o explayarse en evocadores paisajes melodramáticos que harían las delicias del más melancólico de los Post-Rockeros. Y aún así, estoy dejando aristas sin mencionar. Tal vez nombres como Tool o Cave In (a partir de “Jupiter”) sean los referentes que más se les aproximan, en especial en lo que respecta a una particular combinación de Rock pesado (por momentos más metálico, en otros rozando el Grunge), complejidades Progresivas, cuidadísima profundidad melódica, texturas y dinámicas casi épicas (en algún lugar entre el Shoegaze y el Post-Rock), cierto necesario toque de oscuridad y una visión más bien vanguardista y experimental pero siempre anclada al nervio rockero. Así, este cuarto álbum (sin contar ep’s) del quinteto nos presenta sus composiciones más concisas y directas, aún sin abandonar el toque intrincado que es su marca registrada. Al mismo tiempo, se nota un incremento en la pesadez de las guitarras y una disminución en el uso de teclados, ambos hechos que apuntalan lo expuesto anteriormente. De todas formas, siempre hay lugar para el riquísimo arsenal melódico de siempre, para los arreglos elegantes, los climas soñadores, la variedad tímbrica, la reflexiva emotividad y las líneas vocales (juegos corales e inflexiones souleras incluidas) siempre atinadas de Mike Vennart. En fin, para los no iniciados, “Self preserved while the bodies float up” sería casi una carta de presentación ideal, ya que presenta los elementos típicos del grupo con un poder de síntesis y una intensidad inéditas. Para los demás es, sin duda alguna, el mejor trabajo de Oceansize hasta la fecha. Lo cual no es poco.
-Off! “First four ep’s” (2010)
En medio de los preparativos para un nuevo disco de Circle Jerks, el vocalista Keith Morris (también primer cantante de Black Flag) y el productor Dimitri Coats (también guitarrista y cantante de Burning Brides) decidieron usar algunas canciones que habían compuesto juntos en un nuevo proyecto al que bautizaron Off!. Convocaron luego a Steven McDonald (de Redd Kross) como bajista y a Mario Rubalcaba (un tipo con un largo currículum que va del Hardcore de 411 al Noise-Rock de Clikatat Ikatowi, pasando por la psicodelia de Earthless y el Rock Garagero y crudo de Hot Snakes y Rocket From The Crypt) como baterista, dejaron el arte de tapa en manos de Raymond Pettibon (hermano de Greg Ginn, creador del logo de Black Flag e ilustrador también de Minutemen, Saccharine Trust y Sonic Youth, entre otros popes del underground Punk americano de los ochentas) y, como para redondear el concepto, titularon a éste compilado de sus primeros ep’s con una clara referencia al viejo Black Flag. Si con toda esa data no les bastó para hacerse una idea, aquí tienen estas dieciséis bombas de adrenalina desplegadas en poco más de dieciocho minutos de pura dicha Punk/Hardcore. Desde ya, no faltarán las comparaciones con Circle Jerks y el primer Black Flag pero les puedo asegurar que la energía que desprenden estas canciones poco tiene que ver con ningún tipo de nostalgia. Sí, estos señores no le hacen caso a las arrugas que surcan sus rostros y se entregan en cuerpo y alma a una faena sumamente intensa, salvaje, espontánea, vigorizante y refrescante. No necesitan redescubrir la pólvora porque ellos estaban allí en el momento exacto y todavía saben cómo hacerla detonar con el máximo de potencia. Riffs simples y certeros, una base rítmica nerviosa y con una soltura envidiable, y la inconfundible voz de Morris, rasposa, movilizadora, con ese tono entre sardónico y rabioso que hace hervir la sangre sin necesidad de trucos baratos o pantomimas de extremismo sin sustancia. Canciones directas, urgentes y capaces de rejuvenecer hasta al espíritu más alicaído. Sencillamente imprescindible.
-Phobia “Unrelenting” (2010)
Decir que un grupo (o un disco, en este caso) es implacable puede sonar a lugar común, de la misma forma en que la forma más bien ortodoxa de encarar el Grindcore de Phobia puede parecerlo para muchos. El punto es que, con veinte años de carrera sobre sus espaldas, estos californianos son de los tipos que mejor conocen el terreno por dónde se mueven, musicalmente hablando. Con diecisiete temas en menos de quince minutos, “Unrelenting” muestra al cuarteto en plena forma, escupiendo todo su amor por el primer Napalm Death con una potencia avasallante y un sonido al cual el adjetivo violento le queda chico. Implacables, entonces, son estos estallidos de adrenalina que se suceden casi sin pausas e invaden los sentidos con torrentes de rabia descontrolada. Implacables los blast-beats que martillan la mente incansablemente y los ocasionales rebajes Hardcorosos que invitan a cagarse a patadas con lo primero que se nos cruce. Implacable esa guitarra que serrucha constantemente, vomita riffs carniceros (a veces más simples y Punkys, a veces más metálicos y enroscados) y hasta se permite algún que otro mínimo solito. Implacables los gruñidos y alaridos de Shane Mclachlan, interpretados con esa intensidad apabullante que sólo alcanzan aquellos que se sienten obligados por su fuego interno a gritar todas sus frustraciones. De eso se trata este asunto, aquí no hay lugar para sutilezas, sesudas elucubraciones ni mensajes crípticos, esto es puro fuego que arde hasta lastimar, que entra en constante combustión y hace explotar todo a su paso. Esto es Grindcore, sin adulterar, tradicional pero entregado con una urgencia y una convicción que arrasan con cualquier posible objeción.
-Bamboo Diet “DSM-VI” (2010)
Un grupo musical que menciona a The Jesus Lizard, King Crimson, Fugazi, Can, Melvins, Meshuggah, Boris y Sonic Youth (entre otros) como influencias puede llegar a sonar pretencioso o demasiado ávido de credibilidad undeground para algunos. Ahora, cuando esas influencias son ciertas y no una mera pose snob y cuando, encima, sirven para construir un producto final que rebosa personalidad e intensidad por los cuatro costados, entonces cualquier tipo de prejuicio u objeción queda agendada para otra ocasión. Bamboo Diet es un trío canadiense que aquí debuta con un álbum plagado de inventiva instrumental, riffs angulares, bases contundentes y frenéticas al mismo tiempo, y una energía sudorosa, visceral y dolorosamente física. En efecto, se pueden rastrear elementos de los nombres antes mencionados. A saber: las voces desencajadas y los climas psicóticos de The Jesus Lizard, los riffs laberínticos del King Crimson más rockero, el equilibrio entre emoción desgarrada e inteligente musicalidad de Fugazi, la impronta hipnótica y la absoluta libertad creativa de Can, la densidad malvada y ruidosa de Melvins, la rítmica seca y matemática de Meshuggah (aunque sacada de su contexto metálico, claro está), las atmósferas voladas y el aire impredecible de Boris y las disonantes exploraciones guitarrísticas de Sonic Youth. Y aún así me estoy quedando corto con la descripción. El grupo maneja un grado de complejidad instrumental y compositiva que no tiene nada que envidiar a los más aplicados nerds Progresivos pero, al mismo tiempo, mantiene en todo momento una crudeza, una urgencia y una espontaneidad de clarísima raíz Punk. Y, aún así, no me conformaría con meterlos en la bolsa del Punk-Progresivo. De hecho, términos como Noise-Rock, Post-Hardcore o Math-Rock tampoco son suficientes a la hora de hacerle justicia a este material, aún cuando algo de todos ellos se pueda percibir aquí. En definitiva, esto es Rock, con huevos e ideas, virtuoso y rabioso, psicodélico y terrenal, ajustado y catártico, retorcido y, aún así, cotidiano. Y todas esas supuestas contradicciones son, precisamente, el corazón en llamas de Bamboo Diet. No se lo pierdan.
-Brad “Best friends?” / Satchel “Heartache and honey” (2010)
Se preguntarán por qué dos reviews juntas de dos discos distintos de dos bandas distintas. La explicación es simple. Brad es el proyecto que Stone Gossard (guitarrista de Pearl Jam, ex Green River y Mother Love Bone) fundó en 1992 para explorar una veta rockera más sosegada y cercana al Funk y al Soul que la de su banda principal. Satchel es el grupo que los restantes miembros de Brad fundaron cuando dicho proyecto tuvo un alto en su actividad. Lo curioso es que, en Satchel, la búsqueda era la de un sonido un tanto más crudo y rockero (y no tan Soul/Funk) que el de Brad. Lo cual no significa Pearl Jam, aunque la ecuación así parezca demostrarlo. En ambos caos la figura principal es la del cantante y tecladista Shawn Smith, un tipo que nunca disimulo su incondicional amor por “ese enano homosexual conocido como Prince”, como diría el gran John Waters. En efecto, y sin desmerecer el mérito del resto de los músicos (que cumplen una tarea más que atendible, en especial en lo que hace a groove, dinámica, arreglos y cuidadas texturas), es la voz de Smith la que brilla inconfundiblemente en ambos grupos, con sus elegantes inflexiones souleras, su virtuosismo siempre controlado, y su emotividad a flor de piel. En ese sentido, “Best friends?” (el trabajo de Brad), presenta, justamente, su costado más emocional, casi melancólico, más allá de algún que otro acercamiento al Hendrix más Funkoso y psicodélico. De hecho, habría que mencionar que fue grabado en 2003, casi inmediatamente después del previo “Welcome to Discovery park” (2002) que los mostraba adentrándose definitivamente en terrenos más intimistas y suaves, por así decirlo. No esperen nada extremo, el material de Brad se mantiene siempre cercano al costado más dulce y reposado del Rock y el Pop de los setentas (la abundancia de coros, guitarras acústicas, arreglos de piano y teclado, los guiños al Blues y el Folk, y las soñadoras líneas vocales de Smith así lo prueban), sólo que esta vez suma un cierto sentido de urgencia que antes apenas se intuía en su propuesta. Por el lado de Satchel y su “Heartache and honey”, la cosa viene claramente más rockera. Las guitarras distorsionadas ganan en prominencia, los ritmos se ponen un tanto más picantes y sólidos y la impronta general es más cruda y desfachatada, con más de una referencia al Neil Young más eléctrico y hasta ciertos pasajes no muy lejanos a lo hecho por Jane’s Addiction a fines de los ochentas. Por supuesto, la melodía sigue siendo un elemento primordial y, como ya dijimos, la voz de Smith no se priva de explayarse con delicadeza sobre los riffs sucios y las bases contundentes. Si no fuera por los ocasionales samples y baladas, bien podríamos decir que “Heartache and honey” rescata la otra parte de los setentas que Brad deja de lado, esa más bien Hard-rockera, más sensual que intimista, más desgarrada que sensible. El hecho de que la tapa de Satchel muestre a un lobo, mientras que la Brad es ilustrada por un entrañable perrito, parece un chiste interno acerca de la diferencia entre ambas bandas. En fin, en ambos casos estamos hablando de Rock tradicional, impecablemente compuesto e interpretado, nunca estridente o agresivo pero indudablemente honesto y capaz de agradar a un público más bien amplio.
-Brobdingnagian “Pretty Magoo cancer” (2010)
Sí, el nombre parece un trabalenguas armenio (en realidad es la tierra de los gigantes de “Los viajes de Gulliver”) y hasta puede provocar algo de risa. Bueno, una vez que los cincuenta y dos minutos de tortura auditiva que componen su segundo disco culminan, la única sonrisa que podrán esbozar es más bien una similar a la de Jack Nicholson en “El resplandor”. Poco se sabe de esta gente, más allá del hecho de que son norteamericanos y están absolutamente del moño. De hecho, nunca termina de quedar en claro del todo si este enfermizo despliegue de feedback, vómitos, ritmos taladrantes, guitarras saturadas, chillidos distorsionados, climas opresivos y ruidos varios es un chiste del más fétido humor negro o no. O tal vez las dos cosas, quién sabe. Lo cierto es que no le viene nada mal un aire de frescura y desparpajo a toda esta corriente reciente de Black Metal/Noise/Industrial en la cual parece enrolarse, al menos en lo que hace a estilo, Brobdingnagian. Sí, dije Black Metal y, en efecto, los alaridos agudos, los riffs malignos, las bases frenéticas, las ocasionales melodías épicas y grotescas al mismo tiempo y las atmósferas de profunda perdición espiritual los ponen en ese terreno. Aunque, por otro lado, el sonido cargado de insistentes capas de ruido, las composiciones totalmente deformes e impredecibles, los asfixiantes crujidos y martilleos mecánicos, los descensos a cavernosos pulsos rítmicos casi marciales y la espesa sensación de mal viaje psicodélico que recorre toda la placa, los ponen en otra categoría. Por momentos me recuerdan a lo hecho por los canadienses Wold, aunque pasado por un filtro delirante y más variado, en especial en el aspecto rítmico. Hasta hay pasajes donde suenan como unos Butthole Surfers noruegos y enojadísimos, con el cerebro achicharrado de ácido en mal estado, grabados en un refugio nuclear y mezclados en una licuadora descompuesta. Ni hace falta aclarar que esto no es material para oídos delicados ni almas extremadamente sensibles. Es muy probable que inclusive gran parte de los amantes del Negro Metal (o del Metal extremo en general) no estén dispuestos a someterse a semejante tormento sónico. Para aquellos que busquen experiencias musicales realmente extremas, sin importar géneros o clasificaciones estériles, éste es un bocado que se les atorará en la garganta con sumo placer sádico.
-Carpathian “Wanderlust” (2010)
Los australianos de Carpathian son un raro ejemplo de ese tipo de bandas que están constantemente al borde de lo trillado o lo burdo y, finalmente, logran salirse con la suya proponiendo alguna que otra idea inesperada y entregándose a lo suyo con una convicción y una intensidad inapelables. “Wanderlust” es sólo un ep con cuatro temas en poco más de once minutos y aún así sirve como muestra de lo dicho. Por momentos, los riffs machacones, los gritos rudos y las bases mosheras invocan en la mente las imágenes más caricaturescas que el Hardcore nos ha legado, los tipos gordos y tatuados, los uniformes reglamentarios (bermudas, gorritas, más tatuajes), los gestos pendencieros y el exceso de testosterona. Por otro lado, el groove ganchero y contagioso, los ocasionales arreglos melódicos, el trabajo de texturas, la precisión instrumental y el clima más bien oscuro e introspectivo que transmiten las canciones los acercan a las propuestas más avanzadas, dentro del género, de grupos como Verse, Defeater o More Than Life. Es decir, Hardcore duro (valga la casi redundancia), potente, agresivo y con claro respeto por las tradiciones pero, al mismo tiempo, emocional, personal y con el suficiente grado de inventiva como para no quedar atrapados en esquemas caducos o faltos de sustancia. Y, claro, a todo eso se suma la energía incontenible y visceral con la que cualquier grupo Hardcore que se precie de tal debería contar. En definitiva, si logran capitalizar todo su potencial y sus mejores momentos en un próximo larga duración, serán capaces de volar más de una peluca.
-Fitful “Concerning deterioration” (2010)
Diez temas en diez minutos. ¿Grindcore? ¿Hardcore? No, Screamo. Del más caótico, furioso, espástico, esquizofrénico, disonante, ruidoso y asfixiante pero Screamo al fin. Con el grado suficiente de refinamiento y vuelo creativo como para destacarse pero sin necesidad de apelar al, a esta altura ya gastado, truco de condimentar su propuesta con extensos pasajes Post-Rockeros. Desde ya, nombres clásicos como Orchid, Pg. 99, Reversal Of Man o Jerome’s Dream sirven como referencia pero les aseguro que estos muchachos no son clones de nadie. Y eso es bastante decir para un álbum debut. Cada canción es absolutamente impredecible, aún en su taquicárdica brevedad, y aún así la placa mantiene un hilo casi conceptual que aporta un necesario marco de coherencia e intensidad. Las guitarras se disparan en infinidad de riffs, arreglos, texturas, melodías y explosiones de pura distorsión, pintando paisajes tan espesos como coloridos, generando visiones de extrema violencia emocional, hermosas y repulsivas al mismo tiempo. La base rítmica sostiene todo ese despliegue incesante de ideas con múltiples e inesperados cortes, quebradas, aceleradas y repliegues, con un manejo enfermizo de la dinámica y una potencia avasallante. La voz pone la cereza con algunos de los alaridos más desgarrados que se escucharon en los últimos tiempos, contrastando con la vasta gama de recursos instrumentales pero, de otra forma, dirigiéndolos directamente a las entrañas. Cada tema es turbulento un microcosmos sónico y emocional plagado de ásperos detalles, donde los sentidos se exponen al rojo vivo y las percepciones se retuercen en brutales espasmos mientras la mente trata, infructuosamente, de aprehender el incesante flujo de música que se dispara como si de imparables corrientes de agua derribando una represa se tratara. Especialmente recomendado para cualquiera que aprecie las emociones fuertes.
-Intronaut “Valley of smoke” (2010)
Siempre es de destacar cuando una banda crece y logra encontrar su propia voz. Intronaut dio sus primeros pasos siguiendo la estela de Neurosis y Mastodon, apenas sumando el toque Progresivo/jazzero que aportaba con su virtuoso bajo Joe Lester. A partir del anterior “Prehistoricisms” (2008), y tras la partida de Leon del Muerte (a quien encontrarán en la review de Murder Construct), los californianos comenzaron a explorar nuevas variantes para su monolítico sonido, profundizando aún más el mencionado costado Progresivo, sin por ello perder contundencia ni densidad. “Valley of smoke” es la victoriosa culminación de ese camino, un disco refinado, plagado de sutilezas, profundamente creativo y, aún así, aplastante como una tonelada de concreto sobre la cabeza e intrincado como la peor pesadilla Kafkiana. Ok, vamos a decirlo sin anestesia: también es su material más accesible y melódico. Las voces abandonaron casi por completo los modismos más extremos y nos regalan etéreas armonías que flotan sobre el intrincado magma de las guitarras y el frenético repiquetear de la batería, las guitarras mismas se permiten jugar con texturas limpias y complejos arreglos de clara cepa Kingcrimsoniana, siempre acompañadas por deliciosas y atinadas líneas de bajo, y hasta las bases escapan a la repetición de dinámicas rítmicas (en este caso hablamos del típico recurso de empezar tranquilos para ir subiendo de a poco la intensidad hasta alcanzar un clímax explosivo y épico) con un sabio manejo del virtuosismo y una inventiva tan desbocada como cerebral. En ese sentido, si bien la impronta de sus referentes primarios todavía es palpable (en especial en los momentos más agresivos, que también los hay), no resulta para nada sorpresiva la colaboración de Justin Chancellor, bajista de Tool. Y no es que ahora se hayan transformado en un clon de la banda liderada por Maynard James Keenan, sino que este elegante renacer melódico los acerca más a ellos y a otros nombres como Voivod, Cynic y, claro, el Mastodon de “Crack the Skye”. O sea, antes que hablar de Sludge o Post-Metal (géneros que, no obstante, aparecen ahora como complementos más que como foco principal) deberíamos hablar de Metal Progresivo hecho y derecho. “Valley of smoke”, en definitiva, prueba que, a veces (y sólo a veces) el virtuosismo desmedido puede dar a luz resultados intensos y conmovedores.
-Jesu “Heart ache & Dethroned” (2010)
Casi como acompañando la movida de crear Pale Sketcher (el proyecto donde se centrará, de ahora en más, el costado más electrónico de Jesu), Justin Broadrick decidió reeditar sus primeros pasos como Jesu. Lo interesante de este combo es que no sólo incluye el ep “Heart ache” (bueno, un ep que dura cuarenta minutos y con el que Justino presentó en sociedad lo que sería su principal actividad post-Godflesh), sino que también nos exhibe, por primera vez, a “Dethroned”, otro ep grabado en 2003 (aunque Broadrick terminó de darle forma este mismo año) y que nunca había visto la luz hasta ahora. Podríamos decir que, si “Heart ache” (con sus dos temas de veinte minutos cada uno y su espeso aire experimental) casi se proponía como un método para ahuyentar oídos y preconceptos facilistas (en especial con respecto al pasado musical inmediato de Justino), “Dethroned” era su con contracara amable, por así llamarla. Si bien son cuatro temas que no bajan de los seis minutos de duración, en ellos encontramos estructuras de canción más bien tradicional, ritmos y riffs bien definidos, cierta pesadez que todavía podía asociarse a Godflesh y, principalmente, esa impronta sensible y melódica que luego se elevaría a alturas insospechadas de desasosegante belleza en discos como “Jesu” y “Conqueror”. Pero lo más importante, como siempre, es que se trata de cuatro canciones sencillamente maravillosas, con ese particular equilibrio entre melancolía, liberación, graves capas de distorsión y líneas vocales capaces de conmover hasta al corazón más endurecido. En fin, a esta altura el estilo de Jesu está claramente definido y, más que sorpresas, lo que cabe esperar es que Broadrick mantenga ese nivel compositivo que siempre lo distinguió. “Heart ache & Dethroned” es una excelente prueba (y, al mismo tiempo, un recordatorio) de por qué este hombre sigue siendo uno de los artistas de Rock más relevantes de las últimas décadas.
-Ministry “Undercover” (2010)
Desde 2007 (con la edición de “The last sucker”, el último disco con material original de Ministry) Al Jourgensen viene anunciando una separación que nunca parece llegar del todo. Tuvimos las giras de despedida, un disco de covers (el flojo “Cover Up”), uno en vivo (“Adios…Putas madres”, acompañado por un DVD registrando dicha gira despedida), un grandes éxitos (“Every day is Halloween: Greatest tricks”), dos de remixes (“The last dubber”, correspondiente a “The last sucker” y “MiXXXes of the Molé”, correspondiente a “Houses of the Molé”) y ahora, como si fuera poco, un nuevo álbum de covers y reversiones de temas viejos propios. Sí, todo suena a exprimir billeteras antes de que la burbuja explote definitivamente pero, a favor del tío Jourgensen, hay que decir que, al menos, este “Undercover” levanta notablemente el nivel en relación a “Cover Up”. Lo que fallaba en aquel no era la elección de temas a versionar sino más bien que las interpretaciones en general carecían de la energía y la magia a la que Ministry nos acostumbró a lo largo de su accidentada carrera. Aquí se redimen y nos entregan una despedida digna, a la altura de la gran banda que siempre fueron. Por el lado de los covers, hay que destacar la potencia inhumana de “Iron man” (Black Sabbath) y “Stranglehold” (Ted Nugent), el denso groove psicodélico de “Purple haze” (Jimi Hendrix, en una versión que no hubiera desentonado en el genial y subestimado “Filth pig”), el desparpajo rockero de “Thunderstruck” (AC/DC), esa especie de clima de bar futurista de “Sharp dressed man” (ZZ Top), el Hardcore cibernético y rabioso de “Rehab” (sí, el de Amy Winehouse) y la ampulosa oscuridad de “Paint it black” (Rolling Stones). Pero lo que realmente entusiasma son las reversiones propias, algunas vueltas a grabar (“N.W.O.”, “Stigmata”, “Every day is Halloween”), otras simplemente remixadas (“Jesus built my hotrod”, “Khyber Pass”), todas exhibiendo la fuerza mecanizada y certera de siempre, y la inventiva desbocada que le da profundidad musical a dicha fuerza. De todas formas, se trata del típico material “sólo para fans”, lo cual no es ni bueno ni malo, es lo que es. Ahora sí, Ministry puede decir adiós con la frente bien alta, como debió hacerlo en primer lugar.
-Murder Construct “Murder construct” (2010)
Luego de idas y venidas de grupos como Impaled, Exhumed, Phobia e Intronaut, el guitarrista Leon Del Muerte (vaya nombre apropiado para tocar Death Metal) decidió abocarso por completo a su proyecto Murder Construct. A tales efectos, convocó a un seleccionado de bestiecitas, entre los que se cuentan miembros de Cattle Decapitation, Fetus Eaters, Bad Acid Trip, Uphill Battle y Bastard Noise, entre otros. Con semejante plantel, podrán imaginarse que este nuevo supergrupo extremo no viene, precisamente, a acariciar nuestros oídos. Tampoco viene a desafiarlos con propuestas renovadoras, simplemente se concentra en darles una contundente paliza a lo largo de los siete temas que conforman este ep debut. El quinteto expone sin tapujos su amor por nombres grandes del Grindcore como Napalm Death, Terrorizer, Brutal Truth y hasta Nasum, y enfoca su ataque entre blast-beats que revientan parlantes, rebajes Hardcorosos, gruñidos y alaridos varios, y guitarras que levantan sólidas paredes de concreto sónico. Claro, también hay lugar para más de una referencia al Death Metal (de hecho, habría que decir que Murder Construct más bien parece concentrarse en los puntos en común entre dicho género y el Grind) y no faltan algunos juegos un tanto más exóticos (riffs disonantes, elaboradas texturas de guitarras, arreglos casi melódicos, cambios de ritmo inesperados, climas opresivos, ocasionales samples y hasta guiños Blackmetaleros) que le aportan al grupo una saludable voluntad de moverse hacia adelante sin por ello perder de vista las raíces, sangrientas raíces. De hecho, a un promedio de dos minutos y medio de duración por tema, queda claro que estos californianos no tienen problemas en explorar a fondo nuevas posibilidades para el Grindcore más brutal. A todo ello sumen una labor excepcional en las guitarras (potencia asesina, precisión quirúrgica, inventiva y virtuosismo puestos al servicio de la más inclemente carnicería auditiva) y un sonido sencillamente perfecto, y lo que dará como resultado es una de las placas más promisorias que el Metal extremo nos haya dejado este año. Esperemos que mantengan el mismo nivel en un larga duración.
-Oceansize “Self preserved while the bodies float up” (2010)
Luego de la delicadeza expuesta en el previo ep acústico (“Home and minor”) que Oceansize editara el año pasado, resulta al menos sorprendente que abran esta nueva placa con un tema tan pesado, oscuro y aplastante como “Part cardiac”, una auténtica oda al Sabbathismo más espeso y siniestro. Pero, claro, cuando se trata de un grupo tan inquieto como Oceansize, cualquier cosa es posible. Con doce años de carrera ininterrumpida, estos británicos siguen desafiando las categorizaciones fáciles y los caminos trillados. Porque, así como pueden sonar pesados y monolíticos (casi emulando a una suerte de Neurosis con una cuota extra de melodía), también pueden desgranar estribillos poperos que pondrían verde de envidia a Dave Grohl y sus Foo Fighters, o enroscarse en sinuosos paseos psicodélicos plagados de detalles y sutilezas que no desentonarían en el más sesudo ámbito Progresivo, o explayarse en evocadores paisajes melodramáticos que harían las delicias del más melancólico de los Post-Rockeros. Y aún así, estoy dejando aristas sin mencionar. Tal vez nombres como Tool o Cave In (a partir de “Jupiter”) sean los referentes que más se les aproximan, en especial en lo que respecta a una particular combinación de Rock pesado (por momentos más metálico, en otros rozando el Grunge), complejidades Progresivas, cuidadísima profundidad melódica, texturas y dinámicas casi épicas (en algún lugar entre el Shoegaze y el Post-Rock), cierto necesario toque de oscuridad y una visión más bien vanguardista y experimental pero siempre anclada al nervio rockero. Así, este cuarto álbum (sin contar ep’s) del quinteto nos presenta sus composiciones más concisas y directas, aún sin abandonar el toque intrincado que es su marca registrada. Al mismo tiempo, se nota un incremento en la pesadez de las guitarras y una disminución en el uso de teclados, ambos hechos que apuntalan lo expuesto anteriormente. De todas formas, siempre hay lugar para el riquísimo arsenal melódico de siempre, para los arreglos elegantes, los climas soñadores, la variedad tímbrica, la reflexiva emotividad y las líneas vocales (juegos corales e inflexiones souleras incluidas) siempre atinadas de Mike Vennart. En fin, para los no iniciados, “Self preserved while the bodies float up” sería casi una carta de presentación ideal, ya que presenta los elementos típicos del grupo con un poder de síntesis y una intensidad inéditas. Para los demás es, sin duda alguna, el mejor trabajo de Oceansize hasta la fecha. Lo cual no es poco.
-Off! “First four ep’s” (2010)
En medio de los preparativos para un nuevo disco de Circle Jerks, el vocalista Keith Morris (también primer cantante de Black Flag) y el productor Dimitri Coats (también guitarrista y cantante de Burning Brides) decidieron usar algunas canciones que habían compuesto juntos en un nuevo proyecto al que bautizaron Off!. Convocaron luego a Steven McDonald (de Redd Kross) como bajista y a Mario Rubalcaba (un tipo con un largo currículum que va del Hardcore de 411 al Noise-Rock de Clikatat Ikatowi, pasando por la psicodelia de Earthless y el Rock Garagero y crudo de Hot Snakes y Rocket From The Crypt) como baterista, dejaron el arte de tapa en manos de Raymond Pettibon (hermano de Greg Ginn, creador del logo de Black Flag e ilustrador también de Minutemen, Saccharine Trust y Sonic Youth, entre otros popes del underground Punk americano de los ochentas) y, como para redondear el concepto, titularon a éste compilado de sus primeros ep’s con una clara referencia al viejo Black Flag. Si con toda esa data no les bastó para hacerse una idea, aquí tienen estas dieciséis bombas de adrenalina desplegadas en poco más de dieciocho minutos de pura dicha Punk/Hardcore. Desde ya, no faltarán las comparaciones con Circle Jerks y el primer Black Flag pero les puedo asegurar que la energía que desprenden estas canciones poco tiene que ver con ningún tipo de nostalgia. Sí, estos señores no le hacen caso a las arrugas que surcan sus rostros y se entregan en cuerpo y alma a una faena sumamente intensa, salvaje, espontánea, vigorizante y refrescante. No necesitan redescubrir la pólvora porque ellos estaban allí en el momento exacto y todavía saben cómo hacerla detonar con el máximo de potencia. Riffs simples y certeros, una base rítmica nerviosa y con una soltura envidiable, y la inconfundible voz de Morris, rasposa, movilizadora, con ese tono entre sardónico y rabioso que hace hervir la sangre sin necesidad de trucos baratos o pantomimas de extremismo sin sustancia. Canciones directas, urgentes y capaces de rejuvenecer hasta al espíritu más alicaído. Sencillamente imprescindible.
-Phobia “Unrelenting” (2010)
Decir que un grupo (o un disco, en este caso) es implacable puede sonar a lugar común, de la misma forma en que la forma más bien ortodoxa de encarar el Grindcore de Phobia puede parecerlo para muchos. El punto es que, con veinte años de carrera sobre sus espaldas, estos californianos son de los tipos que mejor conocen el terreno por dónde se mueven, musicalmente hablando. Con diecisiete temas en menos de quince minutos, “Unrelenting” muestra al cuarteto en plena forma, escupiendo todo su amor por el primer Napalm Death con una potencia avasallante y un sonido al cual el adjetivo violento le queda chico. Implacables, entonces, son estos estallidos de adrenalina que se suceden casi sin pausas e invaden los sentidos con torrentes de rabia descontrolada. Implacables los blast-beats que martillan la mente incansablemente y los ocasionales rebajes Hardcorosos que invitan a cagarse a patadas con lo primero que se nos cruce. Implacable esa guitarra que serrucha constantemente, vomita riffs carniceros (a veces más simples y Punkys, a veces más metálicos y enroscados) y hasta se permite algún que otro mínimo solito. Implacables los gruñidos y alaridos de Shane Mclachlan, interpretados con esa intensidad apabullante que sólo alcanzan aquellos que se sienten obligados por su fuego interno a gritar todas sus frustraciones. De eso se trata este asunto, aquí no hay lugar para sutilezas, sesudas elucubraciones ni mensajes crípticos, esto es puro fuego que arde hasta lastimar, que entra en constante combustión y hace explotar todo a su paso. Esto es Grindcore, sin adulterar, tradicional pero entregado con una urgencia y una convicción que arrasan con cualquier posible objeción.