12 de octubre de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Bad Religion “The dissent of man” (2010)
A esta altura Bad Religion no necesita ninguna introducción, así que vamos a los bifes. “The dissent of man” es el disco número quince de los californianos y, como suele suceder, mantiene ciertos elementos típicos del grupo (las sublimes melodías vocales, las impenetrables murallas de coros, los ritmos firmes y efervescentes, el cuidado trabajo de guitarras, las letras de iluminadora lucidez escritas con corazón poético) al tiempo que no descuida esa impronta de que cada álbum posea una identidad propia, cierta atmósfera particular que lo distinga del resto de la extensa discografía previa. Así, lo primero que se nota es que, en contraposición con la rabia, el vértigo y la oscuridad del anterior “New maps of hell”, este “The dissent of man” es un trabajo mucho más amigable en el departamento melódico y con mayor variedad en lo que hace a ritmos, climas y texturas. No teman, las canciones veloces siguen estando allí, no sería Bad Religion de otra forma. De hecho, el comienzo a pura marcha de “The day that the earth stalled” (un minuto y veintitrés segundos de pura dicha) nos propina un buen puntapié en la mandíbula, como “Supersonic” lo hiciera en “The process of belief” o, yendo más atrás en el tiempo, “Change of ideas” en “No control”. Pero, a medida que la placa avanza, se van notando más ingredientes. En el plano instrumental se destacan, por un lado, la labor de Brooks Wackerman tras los parches (con un despliegue de potencia, una versatilidad y un sentido del swing sencillamente irresistibles), y, por el otro, el triunvirato de guitarras conformado por Brett Gurewitz, Greg Hetson y Brian Baker, demostrando una vez más que cada uno de ellos juega un rol imprescindible en el entramado sonoro del sexteto, proponiendo una vasta gama de ideas melódicas tan certeras como elegantes, que dejan en ridículo esa obsoleta noción de que el Punk-Rock es un género desprovisto de profundidad musical. A Graffin ni siquiera lo menciono porque ya es sabido que su voz, sus líneas vocales y sus letras son el alma misma de Bad Religion. Sólo basta decir que en canciones de tono un tanto más reposado (como “The devil in stitches”, “Cyanide”, “Turn your back on me” o la estremecedora “I won’t say anything”) alcanza niveles de tal intensidad emotiva que ponen la piel la de gallina. En fin, el empleo de bases un tanto más cadenciosas, el sutil armazón de texturas distorsionadas de las guitarras y las melodías de claro tinte Folk acercan esta entrega al espíritu de aquel “Recipe for hate”, como para que tengan una referencia. O sea, es Bad Religion al tope de su juego, pasándole el trapo a varias generaciones de aspirantes a Punkrockers y manteniendo siempre la llama interna ardiendo con máxima intensidad. Desde ya, esto va de cabeza a los discos del año.


-Black Kites “Songs written while things were changing” (2010)
“Advancement to ruins” (el debut discográfico de Black Kites) fue uno de los trabajos más intensos que se editaron en 2009, sin ninguna duda. Cómo hacen estos tres muchachos oriundos de New Jersey para mantener ese nivel de urgencia en este sucesor es algo que escapa a mi entendimiento. Tal vez ayude el hecho de que no se andan con demasiadas vueltas a la hora de expresarse (el álbum anterior apenas superaba los veinte minutos de duración y éste cuenta algo más de dieciocho), tal vez sea la dieta vegetariana que los llena de bronca por no poder disfrutar de un buen churrasco, tal vez sea que tienen bien aprendidas las lecciones de popes como Deadguy, 108 o His Hero Is Gone, pioneros en eso de elevar la rabia del Hardcore a inéditos estadíos de creatividad y entrega. Sea como sea, lo cierto es que cada una de las nueve canciones que componen este “Songs written while things were changing” es una durísima lección de cómo se puede condimentar l típica visceralidad del Hardcore con riffs disonantes (acá se nota que los muchachos también mamaron su buena cuota de Noise-Rock), atmósferas de desgarradora tensión emocional, intrincadas variantes rítmicas y hasta algún que otro toque de melodía que, lejos de aportar aires tranquilizadores, no hace más que intensificar aún más la sensación de absoluta histeria. Desde ya, esto no es material fácil. No por una cuestión de complejidad musical (aunque, claro, hay lugar para experiencias bastante retorcidas aquí), sino más bien por la enorme carga de frustración y angustia que transmiten las canciones. En ese sentido, es imperioso mencionar la influencia de Black Flag (salvando las distancias que marcan más de veinte años desde su disolución), probablemente la piedra angular en eso de hacer que el Hardcore más furibundo haga una dolorosa examinación introspectiva antes que andar señalando a los demás con el dedo acusador. En fin, esto no se trata de ser los más rudos ni los más llenos de odio ni ninguno de esos clichés que tanto mal le hacen al Hardcore. Esto es pasión al rojo vivo, intensidad que se siente en los huesos y penetra el alma como una aguja oxidada. No se lo pierdan.


-Enslaved “Axioma ethica odini” (2010)
Hace tiempo ya que Enslaved trascendió el Black Metal. No, empecemos de nuevo. Hace tiempo ya que Enslaved trascendió cualquier tipo de definición genérica y se adentró en un viaje absolutamente único sin por ello abandonar del todo sus raíces nórdicas (el título de este onceavo disco así lo confirma) y blackmetaleras. Algunos se aventuran a usar el término Progresivo y, ciertamente, si dicho apelativo tiene que ver con complejidades instrumentales y compositivas y una férrea voluntad de explorar constantemente nuevos confines musicales, entonces bien le cabe a lo expuesto en este sublime “Axioma ethica odini”. Ahora, si están pensando en meros exhibicionismos de técnica interpretativa y una pompa pretenciosa que no lleva a ningún lado, entonces mejor sigan buscando por otra parte. Enslaved ya no es la misma criatura furibunda de la época de “Frost” o “Eld”, eso es obvio, pero eso no significa que hayan sacrificado la intensidad ante la elegancia, sino más bien que utilizan la segunda para incrementar la primera. Siempre tuvieron su impronta épica pero en sus últimos trabajos esa grandilocuencia adquirió un carácter más extraño, más personal. Las visiones que ahora generan sus composiciones ya no se quedan en meras geografías montañosas o en paisajes helados como único recurso. Se expanden hacia la impenetrable negrura del espacio exterior y retornan para adentrarse en los recovecos más intrincados del espíritu humano. Y, si bien en lo formal todavía mantienen claros elementos del Black (los alaridos, la oscuridad, el profuso empleo de tonos menores, el nervio rítmico), en ningún momento siquiera asoma esa suerte de gestualidad malvada caricaturesca que tantas veces abarata al género. Lo mismo sucede con la parte Psicodélica/Progresiva del quinteto, aquí la complejidad no está puesta como un juego académico sino como una expresión certera y palpable de profundas emociones. De más está aclarar que aquí no encontrarán hits ni melodías fáciles ni estructuras predecibles. De más está aclarar también que el grado de imaginación desplegado en cada riff, en cada ritmo, en cada línea vocal, en cada arreglo es absolutamente elevado y elevador. Y, por último, de más está aclarar que se trata de uno de los mejores discos del año.


-Five Star Prison Cell “Matriarch” (2010)
Son inteligentes estos australianos. Tal vez demasiado inteligentes. Se formaron en el mismo año en que The Dillinger Escape Plan daba vuelta las nociones del Mathcore con “Miss Machine” (2004) y, evidentemente, eso los marcó a fuego. Sí, estos muchachos se devoraron las manuales de enfermedad, locura y caos controlado de Mike Patton y los devolvieron masticados en forma de Metal/Hardcore extremo, psicótico, intrincado y absolutamente impredecible. Eso los pone en un lugar extraño, porque por un lado las influencias son clarísimas e innegables, pero por el otro semejante despliegue de imaginación, de intensidad y de variantes no es algo que se escuche todo los días. Cada una de las doce canciones de este tercer álbum es un viaje frenético y afiebrado, entre riffs enroscadísimos, abruptos cambios de ritmo y atmósfera, violentas erupciones de notas y golpes, melodías psicóticas y una asfixiante sensación de que cualquier cosa puede suceder. Queda más que claro que los cuatro músicos son eximios virtuosos (todos se destacan en algún momento u otro, inclusive el cantante, que no sólo gruñe y chilla sino que también canta…en claro estilo Mikepattoniano, claro está), queda claro también que sus cerebros van a mil por hora y tienen, como mínimo, un sentido bastante retorcido de lo que es una canción. Tal vez les falte algo de esa chispa mágica que sí tienen sus mentores musicales, porque digamos que hace falta algo más que los tics en el bocho y el talento como intérpretes para igualar el nivel de gente como Mr. Bungle y los mencionados Dillinger. De todos modos, no se puede negar que Five Star Prison Cell va por la buena senda y que, en términos de creatividad, le pasan el trapo a unos cuantos aspirantes al trono de la demencia extrema. Para fans del estilo será una escucha más que agradable.


-Horror Show “Notes from the night that never ended” (2010)
Con diversas historias que involucran muertes de integrantes y un cantante preso por apuñalar a otra persona, tanto el nombre del grupo como el título de este álbum cobran un nuevo significado. Primero, aclaremos que este “Notes from the night that never ended” compila en su totalidad el material registrado por Horror Show en su corta existencia (el debut “Our desing”, de 2002, y el ep “The Holiday” de 2004), una existencia, por cierto, llena de tropiezos y angustias. No es de extrañar entonces que se perciba un tono de oscuridad emocional entre la rabia Hardcore desplegada por el grupo. Desde ya, no se trata de ningún dechado de originalidad ni de nada especialmente renovador. Esto es Hardcore en la vena de grupos como American Nightmare/Give Up The Ghost, Killing The Dream, Go It Alone o Another Breath, es decir espíritu vieja escuela refrescado por sonido e ideas (alguna intro de piano por aquí, alguna extravagancia rítmica por allá) un tanto más actuales. Lo que hace (más bien, hacía) único a este quinteto oriundo de Philadelphia es, justamente, la oscura pasión, la desesperación emocional que imprimían a sus canciones. Horror Show transmite con estremecedora exactitud las sensaciones más extremas, las decepciones, los desengaños, la locura urbana, la soledad, y lo hace a grito pelado, con la sangre en ebullición, interpretando cada acorde como si fuera lo último que harán en sus vidas. Lo interesante es que, a pesar de tanta pesada carga emocional, el resultado final no es deprimente, más bien todo lo contrario. Es algo así como extraer renovadas energías de los peores momentos, algo que más de uno podría ver como la definición misma del Hardcore. Queda claro entonces que hace falta, como mínimo, cierta apreciación por el Hardcore para disfrutar plenamente de este trabajo pero, para aquellos que ya cuenten con ese gusto, se trata de material de especial interés.


-Jimmy Eat World “Invented” (2010)
Muchos seguramente odien a Jimmy Eat World por el simple hecho de haber sido una de las bandas directamente responsables de llevar el Emo de mediados de los noventas al mainstream, tanto a través de su afiliación con un sello multinacional como con sus canciones pletóricas de gancho Pop. Por supuesto, esa es una discusión que, en definitiva, no tiene mucho que ver con la calidad musical de su material, por lo tanto aquellos que se crean defensores del “verdadero Emo” (sea lo que sea que eso signifique. Aunque la verdad es que no me imagino que pueden tener en común Manowar y Rites Of Spring) pueden dejar de leer ahora mismo y retornar a su cómodo elitismo underground. “Invented” (séptimo larga duración del cuarteto) deja en claro una vez más que, como alguna vez dijera Guy Picciotto, el término Emo no tiene demasiado sentido. Sí, cada una de las doce canciones aquí presentadas cuenta con una importante cuota emotiva y un enorme caudal de melodías sensibles pero, vamos, lo mismo puede decirse de Bad Religion, Johnny Cash, R.E.M., Foo Fighters o los Beatles (por sólo poner algunos ejemplos) y a nadie se le ocurriría llamarlos Emo. Básicamente, estamos hablando de un Pop/Rock que apunta claramente al corazón, de aire más bien melancólico pero sin llegar nunca a sonar desgarrado, con cierto regusto Punk en sus momentos más álgidos pero manteniendo siempre una delicada pulcritud interpretativa y una versatilidad sonora y compositiva que tal vez sean demasiado amigables para quien espere crudeza y golpes viscerales. En ese sentido, “Invented” es claramente un trabajo que exuda madurez y temple reflexiva antes que confusión o desesperación emocional. Y no me refiero sólo al profuso empleo de teclados, múltiples coros, guitarras limpias y arreglos de cuerdas, sino a las composiciones mismas, la mayoría construidas sobre medios tiempos reposados y arropadas por melodías dulces y atildadas. En fin, todo se reduce a las buenas canciones, como siempre, y allí Jimmy Eat World (aún reconociendo que no parecen poder igualar sus mejores momentos de antaño) sabe muy bien lo que hace.


-Kylesa “Spiral shadow” (2010)
Pesados, extremos, creativos, psicodélicos, crudos, monolíticos, inquietos, enroscados. Con la particular cruza de densidad Sludge, mugre Crust y vuelo Psicodélico que Kylesa viene practicando desde el año 2000 (y que puede rastrearse en Damad, la banda previa de varios de sus integrantes), todos esos adjetivos se pueden aplicar a su propuesta. Como si eso fuera poco, se dan el lujo de contar con un sonido propio en una época donde la mencionada mezcla de estilos ya no resulta tan fuera de lo común, y encima cuentan con ese fuego que arde en las entrañas y los obliga a moverse siempre hacia adelante. Así, este “Spiral shadow” (quinto larga duración del quinteto) suma a las virtudes de Kylesa otras que hasta ahora sólo se intuían: el gancho, la profundidad melódica y el poder de síntesis. Sí, estamos en presencia de su trabajo más accesible, aquel donde las voces melódicas (tanto la de Laura Pleasants como la de Phillip Cope, ambos también guitarristas) adquieren una preponderancia y una elegancia inéditas, aquel donde las guitarras se permiten explayarse más sobre texturas limpias y arreglos sutiles y emotivos (algunos inclusive rozando el Pop. Chequeen la hermosa “Don’t look back” si no me creen), aquel que conjuga como nunca los ataques más asfixiantes y sobrecargados de distorsión con pasajes de asombroso minimalismo, aquel donde las canciones mismas van al grano de forma inmediata y urgente sin por ello resignar complejidad ni profundidad. Por supuesto, los gruñidos, los riffs aplastantes, el sonido gordo y corrosivo, las complejidades rítmicas (tengan en cuenta que el grupo cuenta con dos bateristas, a la manera de los Melvins) y los habituales climas de Psicodelia violenta y pesada siguen estando allí. Es sólo que Kylesa agrega ingredientes a la propuesta, propone nuevas inquietudes y se salen con la suya entregando un material que desborda emoción, potencia, creatividad y personalidad propia por los cuatro costados. Seguramente los fans más rudos pondrán el grito en el cielo ante la belleza melódica de esta placa pero sería una pena perderse semejante obra de arte por mera tozudez.


-Manorexia “The mesopelagic waters” (2010)
El reportaje recientemente realizado al gran J.G. Thirlwell me exime de tener que extenderme en una interminable introducción explicando la enorme importancia de este músico australiano actualmente radicado en New York. Sólo por el afán de simplificar, podemos decir que, en el universo Thirlwell, Foetus (el más cercano al Rock, de cierta forma) representa al cuerpo, Steroid Maximus (el proyecto que creó expresamente para hacer música instrumental, en especial con aires de soundtrack) sería la mente y Manorexia (con su impronta más abstracta y minimalista) el espíritu. Desde ya, no se trata de categorías rígidas, en Foetus pueden convivir las tres ideas, así como en Steroid Maximus se puede percibir una sensualidad netamente carnal y en Manorexia una cuidadísima elaboración cerebral. “The mesopelagic waters” (primer disco que nuestro héroe edita por Tzadik, el sello de John Zorn) básicamente aglutina composiciones de los dos primeros discos de Manorexia (“Volvox turbo” y “The radiolarian ooze”) pero reinterpretadas por una orquesta entera, con pianos, violines, percusiones, coros, violoncelo, viola y ocarina. Desde ya, Thirlwell mismo interpreta algunos de esos instrumentos y suma también sus samples y teclados varios. El resultado es una pieza de Música que desafía las categorizaciones fáciles y que requiere de un grado de concentración especial para poder apreciarla en toda su magnitud. Vamos, algo común en la obra de Thirlwell en general. No hay referencias directas, aunque bien podríamos colocar este material en el vasto mundo de la Música Contemporánea. Pero esos son sólo rótulos. La belleza, la tensión, las imágenes fluctuantes que evocan estas composiciones van más allá de esas cuestiones terrenales. Por momentos se generan atmósferas de envolvente y angustiante oscuridad que pueden desembocar en sobrecogedoras subidas de intensidad o en delicados remansos reflexivos. Cada melodía, cada arreglo, cada movimiento revela formas inéditas y sensaciones ocultas. Desde ya, los parámetros rockeros no sirven para analizar este tipo de trabajos pero tampoco los más académicos. En definitiva, todo se trata de despojarse de prejuicios y dejarse llevar por uno de los discos más interesantes y envolventes en lo que va del año.


-Paper Arms “Days above ground” (2010)
Hay pocas chances de que un disco producido por Walter Schreifels (actual solista, ex miembro de Gorilla Biscuits y líder de Quicksand y Rival Schools, dos de las mejores cosas que le pasaron al Post-Hardcore en toda su historia) no sea, como mínimo digno de mi atención. Por suerte, este debut de Paper Arms no rompe el encanto. El dato del productor ya nos pone en situación: aquí tenemos Post-Hardcore del más melódico y emotivo y con claro regusto noventoso (casi Grunge, en especial en algunas guitarras). Son diez temas en poco más de media hora, lo cual también nos habla del poder de síntesis de las composiciones, de cómo pueden evocar profundas emociones sin necesidad de irse por las ramas en devaneos innecesarios. En efecto, aquí no artilugios pirotécnicos ni crípticas vueltas de tuerca. Simplemente canciones hermosas, adornadas con guitarras distorsionadas pero nunca extremas (los arpegios y arreglos varios son dignos de especial atención), sostenidas por una base rítmica potente y versátil, y coronadas por melodías vocales sencillamente irresistibles, entregadas con una mezcla de delicadeza emocional y absoluta entrega pasional que también puede remitir a nombres como Hot Water Music (de hecho, los edita No Idea Records, el sello que nos trajera las primeras entregas de dicho grupo), Jawbreaker o Small Brown Bike. Para cualquiera que aprecie el Post-Hardcore o lo que en otros tiempos se conocía como Emo (antes del maquillaje, las poses excesivamente adolescentes y la imaginería gótica), esas son referencias que obligan a para el oído. Y no es para menos. En definitiva, estamos hablando de perfectos himnos Punkrockeros para acompañar los momentos más sensibles, canciones que se meten en el corazón a fuerza de intensidad y que nos hacen sentir, aunque sea por un rato, acompañados. No hay mucho más que se le pueda pedir a un jodido disco de Rock.


-Shihad “Ignite” (2010)
Para muchos son unos completos desconocidos pero en su país natal (Nueva Zelanda, aunque actualmente están radicados en Australia) son una de las bandas de Rock más populares que existen. Pero eso no importa. Ni siquiera importa demasiado el hecho de que lleven más de veinte años de carrera ininterrumpida y cuenten con una discografía impecable, con puntos altísimos en “Churn” (el debut, producido por Jaz Coleman de Killing Joke), “Killjoy” y “The general electric”. Si el dicho establece que un grupo es tan bueno como su último disco, entonces Shihad no tiene nada de qué preocuparse. “Ignite” es su octava placa de estudio y en ella no sólo tenemos todas las virtudes que siempre caracterizaron al cuarteto, sino que encima es palpable la voluntad de continuar expandiendo su sonido, de nunca quedarse anquilosados en fórmulas pre-establecidas. En líneas generales, tendríamos que hablar de Rock noventoso, guitarrero, potente, de grandes riffs y melodías estelares. Hay bastante de Grunge aquí, claro, tanto del más pesado y riffero como del más melódico y emotivo. Pero eso no basta. También tenemos una importante cuota de arreglos que bordean la Electrónica, un gancho melódico casi Pop, cierto filo cercano al Metal (no por nada dieron sus primeros pasos emulando al viejo y querido Thrash de la Bay Area de San Francisco), algo de nerdismo tensionante en algún lugar entre el Post-Hardcore y el Noise-Rock, y un no-sé-qué de extravagancia que remite inevitablemente a los momentos más cancioneros de Faith No More. De hecho, la voz de Jon Toogood (Juan Demasiadobueno, también guitarrista y cara visible del grupo) tiene un aire al Patton menos experimental, con un tono más grave (menos nasal) pero sin nada que envidiarle al ex Mr. Bungle en términos de proyección, inventiva, buen gusto y sensibilidad. Por supuesto, suenan ajustadísimos, por momentos casi grandilocuentes (bueno, en su hogar suelen tocar en grandes estadios, con lo cual es comprensible que compongan con ese marco en mente) pero siempre maduros y con los pies sobre la tierra. Como corresponde, su fuerte está en las canciones mismas y allí no fallan nunca. Pueden ponerse más oscuros, más violentos, más acaramelados, más misteriosos, más bailables, más introspectivos, más luminosos, más psicodélicos o más retorcidos pero nunca pierden de vista el gancho, la energía ni las certeras melodías que se adhieren a la memoria y al corazón de forma inmediata e irresistible. En fin, pura dicha noventosa asegurada o le devolvemos su camisa a cuadros.


-The Black Angels “Phosphene dream” (2010)
Los ángeles negros nos llevan de viaje. Primero, nos hacen viajar en el tiempo y nos plantan en los sesentas más psicodélicos y coloridos, nos enamoran con melodías sinuosas y dulces coros, nos hacen contonear el cuerpo con ritmos tan básicos como irresistibles, presentan ante los ojos de nuestras mentes un continuo ondular de imágenes ácidas con esas guitarras elegantes y esos teclados desorbitados. Después nos invitan a recorrer paisajes oníricos, envuelven nuestra percepción en un manto de electricidad y nos abren los ojos a formas al mismo tiempo desconocidas y familiares. Está claro que crecieron con una dieta estable de Beatles, Velvet Undeground (de quienes tomaron su nombre), Rolling Stones y hasta The Doors, está más que claro que necesitan a la psicodelia tanto como al aire que respiran pero lo queda más claro en este tercer disco es que pueden (y por suerte, lo hacen) encerrar esa pulsión alucinógena en canciones certeras, altamente melódicas y de tono claramente Pop. Claro, aquellos que prefieran la densidad setentosa de sus anteriores placas tal vez se sientan decepcionados pero, a esta altura, ya hay bastantes bandas deshaciéndose en eternas zapadas marihuaneras que no llevan a ningún lado y es saludable que estos texanos decidan concentrarse en las canciones antes que en el estilo o las formas. Y, en cualquier caso, no han perdido ninguna de sus cualidades, sólo las han afilado, han quitado la grasa para lograr resultados más concretos y mejores composiciones, que es lo realmente importante al final del día. No falta la voz nasal de Alex Maas, las ocasionales erupciones sonoras que los arriman al Shoegaze, el sutil entramado de texturas y arreglos, el sonido crudo, valvular y añejo, ni esa sensación cadenciosa y envolvente que el quinteto tan bien sabe transmitir. Tampoco se puede decir que estemos en presencia de un trabajo absolutamente alegre o luminoso, hay suficientes momentos sombríos y humeantes como para mantener la cosa equilibrada, aunque un tema como “Telephone” parezca especialmente diseñado para inducir al más efervescente baile a-go-go. Desde ya, hace falta cierto gusto nostálgico por un Rock de otras eras para apreciar esto en toda su magnitud, para los que no tengan problemas con eso, he aquí una excelente opción.


-Torche “Songs for singles” (2010)
Antes de que se ilusionen más de la cuenta, aclaremos que este “Songs for singles” no es la esperada continuación del maravilloso “Meanderthal” (sin duda alguna, el mejor disco de 2008), sino más un bien un ep que sirve de distendido puente mientras el ahora trío prepara un nuevo disco en regla. Bueno, pero si ustedes también encuentran irresistible la personalísima mezcla de gordísimas guitarras Sludge y preciosas melodías Pop practicada por Torche, entonces no querrán dejar pasar estos veintidós minutos de absoluto deleite. El disco arranca con seis temas que no llegan a los tres minutos de duración cada uno, y en los cuales Steve Brooks (cantante, guitarrista, líder y ex miembro de los geniales Floor) se luce con riffs asesinos y enroscados (y siempre con ese sonido grueso y atronador), arreglos certeros y líneas vocales que lo confirman como uno de los mejores compositores de la actualidad rockera. Casi sin respiro se suceden esas canciones, variando entre afiebrados tempos Punks y trabados delirios rítmicos que pondrían orgullosos a los Melvins, siempre adornados por ese iluminado sentido melódico y esa locura compositiva que distinguen a Torche de…bueno, que los distinguen de todo el mundo, porque la verdad es que nadie suena como Torche. Y que una banda de Metal (o de Rock Pesado, Stoner o cómo diantres quieran llamarlo) logre tal grado de originalidad hoy en día es algo más que una buena noticia, es un evento que ilumina el espíritu y destruye sin concesiones cualquier anquilosado argumento de que “todo tiempo pasado fue mejor”. Para el final dejaron las piezas más largas (“Face the wall” y “Out again”, entre los cuatro y los seis minutos y monedas) y si la primera parte era pura adrenalina (gracias B.O.D.), en estas dos canciones brillan las atmósferas más soñadoras, los climas de pesadez más envolventes, las texturas más enmarañadas, la emotividad más elevada y el sublime sentido de dinámica de esta gente. En fin, son sólo veintidós minutos y dejan con ganas de más pero si este “Songs for singles” es indicador de los caminos a recorrer por el grupo, entonces las expectativas quedan altísimas para una próxima entrega. Por ahora, por más que se trate de un ep, le alcanza y sobra para colocarse entre los mejores discos del año.

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