Por Fernando Suarez.
-Årabrot “Revenge” (2010)
Noruega debe ser un lugar jodido para vivir. Algo perturbador deben generar esos paisajes helados en las mentes de sus habitantes. Dejando atrás el Black Metal llegamos a Årabrot, un trío (anteriormente dúo) que tiene suficiente enfermedad y desprecio por la salud mental de sus oyentes como para plantársele a cualquier pelele con la cara pintada de oso panda. Sí, se inyectaron los discos más abrasivos de gente como Melvins, Swans, Godflesh, The Jesus Lizard, Today Is The Day, Oxbow y demás paladines del ruido y la opresión, dejaron que esos corrosivos sonidos se confundieran con la sangre que corría por sus venas, infectándola y transformándolos en una bestia babosa de tres cabezas y sedienta de sangre. “Revenge” es el cuarto álbum (sin contar ep’s varios) de estos muchachos y todo parece indicar que no han solucionado sus problemas psíquicos. Ritmos que van de la densidad más agobiante al frenetismo más histérico, una guitarra que gruñe, chilla, aúlla, acopla, se retuerce en densas erupciones de magma sonoro o estalla en punzantes disonancias que se clavan como agujas en el oído, ocasionales samples que dibujan pinturas de absoluta demencia y perdición, una voz (en algún lado entre David Yow, Eugene Robinson, King Buzzo y Steve Austin) que invoca inquietantes fantasmas alcohólicos a grito pelado o que se repliega en tensos recitados alucinógenos, y nueve canciones que golpean el pecho como un martillo al tiempo que plantan semillas de angustia y turbación en la mente. Material adorable, por cierto, y no apto para tímpanos frágiles. Noise-Rock en su expresión más asfixiante, oscura y violenta. Ante cualquier duda, consulte con su médico amigo.
-Autistic Youth “Idle minds” (2010)
Ya desde el nombre mismo del grupo se percibe un tufillo a viejo y querido Punk californiano de principios de los ochentas. Una rápida escucha a este segundo álbum ya nos confirma que estos muchachos tomaron su buena dosis de clásicos como Adolescents, Reagan Youth, Angry Samoans, T.S.O.L., Wipers (sí, ya sé que éstos no eran californianos pero su influencia se nota igual, tal vez sea porque eran de Portland, hogar también de Autistic Youth) y demás luminarias de aquellos años en los que el Punk comenzaba a transformarse en Hardcore pero sin pasarse del todo aún a las bermudas, los tatuajes y el mosh. Lo interesante es que, a pesar de su claro anclaje en otras épocas, el material no suena en ningún momento a mero pastiche de ideas obsoletas. Por el contrario, la frescura aquí expuesta barre con cualquier atisbo de superficialidad o pose cool. Vamos, esto es puro Punk-Rock, de ese que nunca envejece, con el toque justo de melodía y los coros que inflan el pecho (allí se puede colar también algo del primer Bad Religion o de Youth Brigade), con bases simples pero sumamente contagiosas y energéticas, con riffs que raspan y se adhieren a la memoria de forma instantánea, con arreglos sencillos pero certeros, con cierto toque ocasional de oscuridad y con canciones que son más bien himnos de frustración urbana y juvenil. Por momentos hasta puede percibirse cierto aire a Wire o Mission Of Burma pero despojados de las pretensiones artys. No son músicos virtuosos pero tampoco se los nota limitados o atrapados por alguna falta de técnica y, por otro lado, logran sonar ajustados y con una naturalidad y una urgencia expresiva con la que ya quisieran contar tantos malabaristas de la interpretación desprovistos de corazón. Y esta es, justamente, música para el corazón y para el cuerpo, no tanto para la mente. Vívidas pinturas de la confusión cotidiana expresadas en canciones redondas, potentes y concisas como hacía tiempo que no escuchaba. Todo aquel que tenga su corazoncito Punk debería estar obligado a escuchar este disco.
-Killing Joke “Absolute dissent” (2010)
Siempre imitados, nunca igualados. Confiables, sólidos pero nunca predecibles o aburguesados. Oscuros, violentos pero sumamente vitales. Místicos, esotéricos y al mismo tiempo lúcidos y analíticos. Tribales, primitivos pero siempre a la vanguardia. Lo que en otros grupos podría ser un cúmulo de contradicciones, en Killing Joke es su esencia. Lo que otros intentan y nunca logran, Killing Joke lo hace con una naturalidad pasmosa. ¿Cuántos grupos conocen capaces de influenciar profundamente a bandas como Nirvana, Metallica, Helmet, Godflesh, Soundgarden, Ministry, Amebix, Tool, Melvins, Faith No More, Napalm Death, Prong e infinidad más? ¿Y cuántos que, en lugar de desaparecer o dormirse en los laureles de antaño, mantengan la energía, la creatividad y el fuego que se perciben en “Absolute dissent”? Para otros grupos lograr un trabajo a la altura de sus clásicos (a más de veinte años de la edición de dichos clásicos) es simplemente utópico. No para Killing Joke. El dato de color es que aquí tenemos a la formación original del grupo, que desde 1982 no compartía un disco. Pero hasta eso pasa a ser meramente anecdótico frente al enorme poderío de estas canciones. Sus integrantes rondarán los cincuenta años de edad pero les aseguro que todavía tienen cosas para enseñarles a generaciones enteras de aspirantes ya no sólo a rockeros, sino a artistas con todas las letras. Ahí está Paul Ferguson con sus atronadores golpes tribales, Martin “Youth” Glover marcando el pulso rítmico con su profundo bajo, Kevin “Geordie” Walker dibujando maravillas con su guitarra siempre rasposa, texturada y versátil y, claro, el inmortal Jaz Coleman con su enorme vozarrón, sus magníficas letras (que van desde auténticas celebraciones de la magia de estar vivos a ponzoñosas observaciones políticas y misteriosas elucubraciones rituales), sus siempre atinados teclados y ese carisma tan particular que lo convierten en uno de los personajes más interesantes y entrañables de la historia del Rock. Y ahí están también estas doce canciones perfectas, que recorren todas las variantes del cuarteto (la rabia Punk, el filo casi metálico, la elegancia Electrónica, las disonancias que alguna anticiparon el Noise-Rock, los ritmos bailables, las nieblas Post-Punks, la sensibilidad melódica rozando el Pop, la densa ensoñación del Dub, los crujidos Industriales y esa cualidad exótica e imposible de encasillar que hace que todos esos elementos, y más, convivan en absoluta armonía) y las amplifican hasta el paroxismo, conjugando como nunca la urgencia emotiva y visceral con un profundo y cuidado sentido de la dinámica y la complejidad. Para los que no los conocían, ya va siendo hora de llenar un hueco imperdonable en su educación musical y no estaría mal empezar por este deslumbrante “Absolute dissent”. Para los que ya caímos rendidos ante la inefable calidad de la Broma Asesina, este es un trabajo tan necesario como el aire que respiramos.
-More Than Life “Love let me go” (2010)
Corazones que sangran, voces que se alzan al cielo en busca de respuestas que tal vez nunca lleguen, pechos palpitando a toda velocidad, la vida misma que se cierne sobre nosotros con gesto amenazante. Tanta pasión, tanto dolor, aquí no hay espacio para lugares comunes o poses superficiales. Y sí, esto es Hardcore. Rabioso, visceral, profundamente emotivo y hasta oscuro. Hardcore como pocas veces se ha escuchado. Porque aquí no sólo hay intensidad, guitarras al rojo vivo, gargantas quebradas de tanto gritar y bases que rompen los huesos. También hay variantes rítmicas, interesantísimos juegos de texturas y arreglos, melodías cercanas al Post-Rock, de una belleza cegadora y desgarradora al mismo tiempo. Ideas, eso es lo que tienen estos británicos. No se conforman con seguir al pie de la letra los manuales del género, aún cuando los tienen bien aprendidos. Digamos que la estela de experimentación y sensibilidad que dejaron grupos como Give Up The Ghost, Modern Life Is War, Shai Hulud o Verse es retomada aquí con una cuota extra de sensaciones sombrías y angustias que se sienten como tenazas en el estómago. Esto no es Emo, bien vale aclararlo, aunque la impronta urgente de clásicos como Rites Of Spring o Moss Icon tampoco está tan lejos. Esa fragilidad emocional que se esconde debajo de las distorsiones y los alaridos, ese grito ahogado que contorsiona el cuerpo y hace arder las entrañas. En lo formal, este álbum debut es una pieza de arte que toma las enseñanzas tradicionales del Hardcore y las eleva a nuevas alturas de creatividad y elaboración. En lo que realmente importa, es una experiencia tan intensa que deja hondas marcas en el alma y que mis pobres palabras no pueden describir en toda su magnitud. No se lo pierdan.
-Open Hand “Honey” (2010)
Cinco años tuvimos que esperar (bueno, los cuatro o cinco a los que nos interesa) pero aquí está la continuación del genial “You and me” con el que Open Hand se desmarcara del Post-Hardcore más bien típico de sus inicios, incorporando marcados elementos del Soul, la Psicodelia y hasta el Hard-Rock sin por ello perder nunca el nervio, el nerdismo ni las buenas melodías. “Honey” acentúa aún más el eclecticismo y se dispara en varias direcciones pero siempre con el respeto por la canción como guía principal. Así, tenemos pasajes que pueden remitir a unos Queens Of The Stone Age con melodías más Beatlescas, guitarras que van del lado del Math-Rock más refinado (o del King Crimson de principios de los ochentas), preciosas voces femeninas y ampulosos coros, volados teclados espaciales, músicos invitados (el ex Hum Matt Talbot, Christopher "Kid" Reid de los Hip-hoperos Kid n' Play, un tal Brodie Rush), densas capas de guitarras ruidosas, punteos setentosos, cierto saborcito Post-Punk/New-Wave en algunos ritmos y arreglos, ocasionales samples, riffs pesados, toques de sensualidad Funk, prolijas líneas vocales Poperas, remansos de ensoñación Post-rockera, momentos de Country campechano y mucho más, todo desplegado en diecisiete canciones (no teman, el disco entero dura poco más de cincuenta minutos) tan impredecibles como gancheras. Es que, a pesar de la vasta gama de estilos que estos californianos incorporan, nunca se van por las ramas, mantienen un poder de síntesis y una intensidad que delata sus raíces Hardcore/Punk y utilizan todo lo que necesitan para mejorar sus canciones y no como mero golpe de efecto o pose freak. La sensación final no es la de un disco delirante (tal vez Progresivo y elaborado con un cuidado detallista pero no delirante) sino más bien la de uno sumamente personal, emotivo y melódicamente bello. Tal vez en primera instancia parezca un poco difícil digerir tanta información pero a la larga el poder las melodías se impone por goleada y deja un más que agradable sabor de boca.
-Rearranged “New forms” (2010)
Nuevas formas (nueva dirección, decían en Gorilla Biscuits) y viejas formas, la pasión sigue siendo la misma. Tal vez Moscú no sea el lugar donde uno esperaría encontrar a cuatro tipos tan apasionados por el Hardcore Straight Edge de la vieja escuela como estos Rearranged pero cosas más extrañas han sucedido. Y nadie puede decir que no han aprendido a la perfección las lecciones de popes como Uniform Choice, Youth Of Today o Insted pero tampoco se los puede acusar de falta de oído para las propuestas más contemporáneas de gente como Bane o Carry On. No es que vayan a encontrar aquí algo sumamente original o innovador, desde ya. Ese ni siquiera es el punto. El punto está en la energía, en la frescura, en esa efervescencia juvenil y contagiosa que se respira en cada uno de los diez temas que componen esta placa debut. Todos los ingredientes están ahí: los tupá-tupás, los rebajes mosheros, los riffs simples y entradores, las voces crudas y urgentes, las proclamas para gritar con los puños en alto. Pero también hay lugar para melodías que no hubieran desentonado en el Washington de mediados de los ochentas (Embrace, Dag Nasty, Rain) y que no hacen más que intensificar la sensación de frescura y aportar un dejo de desfachatez y emotividad que nada tiene que ver con gestos rudos y poses pandilleras. De hecho “New forms” no suena como un disco para pelearse sino más bien como uno para hermanarse, uno que invita a una suerte de comunión pasional, más instintiva que otra cosa. Tal vez para algunos resulte demasiado inocente (a falta de un mejor término) pero la sinceridad absolutamente abierta y despojada de prejuicios que transpiran estas canciones son un argumento que barre con cualquier tipo de cinismo. Y eso, en mi opinión, ya es algo para tener en cuenta.
-Return To Earth “Automata” (2010)
Chris Pennie (baterista y miembro fundador de The Dillinger Escape Plan) decidió en 2007, en plena preparación de “Ire Works”, sumarse a los progretas Coheed And Cambria, abandonando así a su banda madre. Claro, era de esperar que un tipo así de inquieto (al menos como intérprete se lo nota muy inquieto) no se conformaría con la propuesta un tanto lavada de Coheed And Cambria y aquí tenemos entonces a Return To Earth, el proyecto que fundó (cuando todavía era miembro de Dillinger, vale aclarar) para dar rienda suelta a su desbocada creatividad. “Automata” es su segundo álbum y lo primero que se nota es un endurecimiento de la propuesta con respecto al debut “Captains of industry”, de sabor un tanto más Hardrockero. De cierta forma, “Automata” representa lo que sería Dillinger luego de “Miss Machine” si hubieran decidido darle clara preponderancia a su costado más melódico y Faithnomoresco. El vocalista Ron Scalzo se aprendió de memoria todas las inflexiones y los trucos de Mike Patton y los recrea sin fisuras y hasta aportándole su toque personal. Las canciones mantienen un tenso equilibrio entre el gancho melódico, las estructuras intrincadas, la sobrecarga sensorial, el delirio compositivo, la emotividad y la fuerza bruta. El trabajo de Brett Aveni en guitarra se destaca llevando las impredecibles riendas de los temas en cualquier dirección que se le antoje, con una versatilidad y un buen gusto envidiables. Y, claro, Pennie no deja de deslumbrar nunca con un despliegue rítmico (depurada destreza técnica, potencia inhumana, imaginación superlativa) que genera constantes gestos de admiración y violentos espasmos físicos. Ni hace falta aclarar que esto no es material para oídos perezosos, si bien el gancho y la melodía están siempre presentes, la intrincada elaboración musical requiere de escuchas atentas y reiteradas para poder apreciar en su totalidad los detalles y la sutilezas (tanto rítmicas y armónicas como en lo que hace a texturas y experimentación sónica) que se suceden prácticamente sin pausa a lo largo de los quince temas que componen la placa. Para algunos podrá ser hasta demasiado cerebral y pulcro pero eso es una cuestión de gustos y apreciaciones personales. Para aquellos que aprecien el Metal (o el Rock Pesado, si prefieren) en su estado más refinado y experimental, esto es una opción más que apetitosa.
-The Posies “Blood/Candy” (2010)
Alguna vez formaron parte de la camada Power-Pop de fines de los ochentas y principios de los noventas, junto a nombres como Redd Kross, Jellyfish, Teenage Fanclub o Matthew Sweet y, como les sucedería a todos ellos, nunca alcanzaron el suceso comercial esperado, a pesar de contar con todos los elementos (canciones pegadizas, impronta contemporánea, apoyo de sellos discográficos grandes) para lograrlo. Esto llevaría a su disolución a fines de los noventas y a los esporádicos retornos discográficos (en el medio, sus dos líderes, cantantes y guitarristas, Jon Auer y Ken Stringfellow, formaron parte de sus amados y reformados Big Star) que hacen que The Posies hoy en día sea más bien un proyecto paralelo que una ocupación predominante en la vida de sus miembros. A diferencia del anterior “Every kind of light” (2005), este flamante álbum muestra al cuarteto replegándose, retomando de cierta forma la huella más refinada y abiertamente Popera de sus primeros trabajos. Lo cual es extraño, uno pensaría que en pleno revival noventoso lo más procedente sería desempolvar sus guitarras más distorsionadas y sus melodías más agridulces. Tal vez las decepciones de antaño les enseñaron que, hagan lo que hagan, el éxito masivo siempre les será esquivo y, en ese caso, siempre es mejor dejarse llevar por la propia inspiración antes que por dudosos estudios de mercado. En cualquier caso, con canciones tan bellas como las que aquí se pueden escuchar, no hay espacio para ningún tipo de queja. Sí, predominan las guitarras limpias, los ritmos reposados, los arreglos sutiles, las instrumentaciones variadas (tenemos teclados, pianos, cuerdas, vientos y demases), las melodías y los coros bien Beatlescos y los climas entre dulces e introspectivos pero también hay lugar para ocasionales levantadas de intensidad, sólo que esta vez no vienen arropadas por grandes guitarrazos mugrientos. Pero, vamos, tampoco hace falta abusar de los decibeles y la distorsión para conmover. Probablemente el hecho de que Auer y Stringfellow decidieran de entrada ocuparse ellos mismo de todas las composiciones, de forma más bien artesanal, es lo que le da a “Blood/Candy” su aire tan cálido y natural, aunque no descartaría también que, al rondar ambos los cuarenta años de edad, ya no se sientan tan cómodos con el despliegue rockero más salvaje. Sea como sea, el punto es que los tipos no pierden la magia que los caracteriza a la hora de componer melodías perfectas y tarareables. Y eso ya es motivo suficiente para darle a “Blood/Candy” una oportunidad.
-The Qemists “Spirit in the system” (2010)
Un grupo de Drum & Bass cuyo núcleo es un trío tradicional rockero de guitarra, bajo y batería. Eso ya debería dar una cierta idea de por dónde vienen los tiros en este segundo disco de The Qemists. Al igual que en su antecesor (el debut “Join the Q”, editado el año pasado), estos británicos se dedican a inyectarle un empuje sanguíneo y efervescente a los beats más movedizos que la Electrónica moderna tiene para ofrecer. Y, en el fondo, lo único que quieren es divertirse. En lugar de meterse en elucubraciones experimentales (no se dejen engañar por el hecho de que Mike Patton aportara su voz en el primer álbum) o de teñir sus composiciones de mugre ruidosa, The Qemists compone canciones netamente rockeras, tan bailables como pogueables, con la cuota necesaria de distorsión (y no más que eso), con melodías gancheras para ser coreadas por estadios enteros y con la esperable gama de arreglos y soniditos electrónicos adornando todo. Hay variedad sí, en especial en el terreno vocal donde diversos invitados entregan desde gritos Hardcoreros hasta inflexiones souleras pasando por rappeos varios. Hay también una labor cuidadísima de producción, con los sonidos digitales y analógicos fundiéndose en un todo que apunta a generar excitación a cualquier precio. Claro, en ese contexto no es de extrañar toparnos con pasajes cien por ciento bolicheros, que invitan a mover efusivamente las cachas pero no proponen demasiado en el terreno artístico o emocional. Pero también queda claro que esa es una decisión estilística del grupo, cuyos objetivos pasan claramente por otro lado. Aún así se percibe un grado de musicalidad importante (insisto con el tema de la producción, los tipos son auténticos arquitectos sonoros) y, cuando la mezcla de estilos da en la tecla (a nivel intensidad) pueden llegar a tornarse irresistibles. No le va a cambiar la vida a nadie pero sirve para pasar un buen momento.
-The Secret “Solve et coagula” (2010)
No dejen que el nombre misterioso, el título del disco en latín, la tapa de claros tintes satánicos, su exótica procedencia (Trieste, Italia) o el sello discográfico que edita esta tercera placa (Southern Lord, mercaderes de todo aquello que se adorna con cabras y barbas tupidas) los engañen. The Secret no hace Doom ni Drone ni Sludge ni Black Metal. Algunos se preguntarán por qué Southern Lord, entonces, edita a un grupo que parece ser, básicamente, la versión italiana de Converge. Bueno, en primer lugar, últimamente el sello ha metido la cabeza en los terrenos más oscuros y extremos del Hardcore, lanzando a grupos como Masakari, Nails o Trap Them, con lo cual esta elección no parece tan extraña. En segundo lugar, lo de ser una copia de Converge es más bien una exageración. Sí, se nota que los escucharon bastante (en especial de “Jane Doe” en adelante), que aprendieron la forma correcta de desplegar esa intensidad desbocada, que lograron dominar el arte de conjugar instrumentaciones intrincadas con una visceralidad urgente, desgarrada y pasional. Pero también queda claro que las alusiones oscuras y/o esotéricas nos e quedan sólo en la estética. Entre los torbellinos rítmicos y los riffs disonantes se cuela siempre un aire denso, enrarecido, inquietante. Ok, ustedes me dirán que Converge ya venía experimentando con envolventes rebajes con gusto a Sludge pero no me refiero sólo a eso. De hecho, la gran mayoría del material se mantiene en una velocidad alta, con variados cortes y cambios de ritmo y una impronta más bien virulenta e histérica. El punto es que aún en muchos de los pasajes más acelerados y Hardcoreros se cuela un cierto tufillo a maldad Blackmetalera, un aura de lúgubre nihilismo que le aporta a The Secret una huella bastante personal. Y, por otro lado, lo que pueda faltarles en originalidad lo suplen con una potencia arrasadora y una colección de riffs para chuparse los dedos. De cierta forma, se podría corregir la frase expresada más arriba diciendo en su lugar que The Secret es la versión Southernlordiana de Converge. O Hardcore para barbudos, si prefieren.
-Unearthly Trance “V” (2010)
Con “The trident” (tercer disco del trío, editado en 2006), Unearthly Trance logró una de las obras más profundas y personales del Doom moderno, sumando a su obvio amor por los riffs gordos y arrastrados y las atmósferas desoladoras experimentos varios con el Black Metal, el Crust, el Noise y hasta la Piscodelia. Sin alcanzar el mismo nivel, el sucesor “Electrocution” (2008) mantenía la particular impronta de los neoyorquinos y entregaba un producto más compacto y pulido. Así llegamos a “V” y lo primero que se puede reflexionar, luego de sacudirnos la pegajosa opresión que transmiten sus trece temas, es que Unearthly Trance tomó todo lo aprendido en sus placas previas y lo utilizó en pos de lograr su disco más pesado, oscuro, asfixiante y perturbador. Los ocasionales levantes de velocidad han sido desterrados, y con ellos gran parte de los elementos relacionados al Black y el Hardcore, con excepción de la esencia maligna y la rabia visceral. Aquí mandan los tempos moribundos, marcados a fuego con cada monolítico golpe de batería y sostenidos por el grave crepitar del bajo. La guitarra y la voz mantienen algo de la variedad adquirida en los álbumes mencionados, desechando así la idea fácil y trillada de una “vuelta a las raíces”. Por supuesto, hay abundancia de alaridos y gruñidos varios, y lo mismo se puede decir de las erupciones volcánicas que hacen las veces de riffs pero también hay lugar para voces un tanto más etéreas y fantasmales (que, por momentos, pueden remitir al costado más melódico de Swans), para modalidades rasposas pero no tan extremas (aquí puede aparecer algo de Neurosis), para humeantes arreglos melódicos cargados de mística ennegrecida, para cascadas de feedback flotando sobre bases tribales, para espesos entramados de arpegios hipnóticos, para ocasionales disonancias y enfermizas texturas psicodélicas a la Godflesh y para una sensación general un tanto menos abrasiva pero de mayor profundidad espiritual. A todo ello sumen datos como la corta duración de las canciones (en relación a sus trabajos anteriores), el sonido claro y natural que lograron (casi no se perciben sobregrabaciones) y el hilo conceptual que se mantiene a lo largo de la placa y terminarán de entender porque “V” es probablemente el álbum más enfocado y abiertamente ritual de Unearthly Trance. Digamos que, si reconocen algún tipo de tendencia suicida en ustedes mismos, sería mejor que reserven la audición de “V” para los momentos en que se sientan con mayor fortaleza emocional. De lo contrario, no me hago responsable de las consecuencias.
-Yakuza “Of seismic consequence” (2010)
Estas cosas suelen pasar. Hay bandas que, en los papeles, tienen todo para resultar más que atractivas y sin embargo no terminan de consagrarse (artísticamente hablando) con una gran obra. Al menos, eso es lo que me sucede con Yakuza. Y les juro que lo intento una y otra vez, pero Bruce Lamont (cantante, saxofonista, clarinetista y líder indiscutido del grupo) y los suyos nunca logran conmoverme del todo. Cuentan, sin duda alguna, con muchas cualidades. Su particular cruza de Metal, Jazz, Rock Progresivo y delirios varios es claramente personal, son imaginativos e inquietos, cuentan (obviamente) con una gran variedad compositiva, son grandes intérpretes y, al menos en lo formal, hacen las cosas bien. El punto es que, por algún misterioso motivo, sus canciones no terminan nunca de resultarme memorables, como si les faltara una chispa extra para avivar las llamas creativas. “Of seismic consequences” es su quinto disco y mantiene la evolución constante que los va llevando cada vez a terrenos más místicos y pesados, dejando un tanto de lado los lapsos histéricos de antaño. Por momentos hasta suenan como una suerte de Mastodon (del Mastodon más reciente y progreta, bien vale aclarar) sofisticado, elegante y refinado. Hay más lugar para largos pasajes ambientales, de tono casi Post-rockero (aunque siempre teñidos de esas brumas exóticas que suelen aportar las melodías del saxofón), gran parte del disco se mueve entre tempos y climas más bien tensos y embotadores, predominan las voces melódicas, y no faltan, de todas formas, los riffs intrincados (a veces hasta con cierto regusto a Metal clásico), la monolíticas erupciones de distorsión ni el nervioso filo metálico. Da la sensación de que, en esta ocasión, el delirio se encuentra más controlado, manejado con una reflexiva madurez y con absoluta sobriedad. El resultado final es un bocado que, a pesar de mis objeciones, debería resultar sabroso para cualquier amante de la vanguardia metálica que se precie de tal.