4 de agosto de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Abandon “Death of urgency” (2010)
Durante los noventas y gracias a nombres como Integrity, Threadbare, Unbroken, Disembodied, 108 o Bloodlet (entre tantos otros), palabras como oscuridad, tensión, disonancia, asfixia y densidad comenzaron a tornarse moneda corriente dentro del Hardcore, en especial, claro, en las variantes más metálicas del mismo. Si aceptamos que el Rock en general se mueve en ciclos, entonces es lógico que luego del furor por el Thrash y el Crossover de los ochentas, llegue el turno de rescatar a artistas propios de la década siguiente como los mencionados más arriba. Abandon es un quinteto Californiano que, desde los arpegios iniciales de “Walls” deja en claro por dónde van sus pautas musicales. Riffs marcados y machacones, arreglos que se mueven entre tensas disonancias y ominosos amagues melódicos, una base rítmica contundente, versátil y siempre atenta un groove violento y aplastante, una voz que chilla desesperada antes que ruda, y atmósferas de introspección que bordean lo apocalíptico al tiempo que abren la puerta a variantes estilísticas que no necesariamente se ciñen al manual estricto del Hardcore tradicional. En efecto, si bien las influencias de Abandon son claras e innegables (a las bandas mencionadas pueden sumar algo de Strife, un toque de Undertow y cierta pizca de Turmoil) si hay algo que no le faltan a las ocho canciones que conforman su debut discográfico son ideas. En especial las guitarras (que hasta se permiten algún pasaje acústico) logran un notable equilibrio entre sus pulsiones más primitivas y mosheras y una visión más avanzada y de rica profundidad musical. En fin, tampoco es que sea un dechado de originalidad pero eso no quita que el resultado final sea sumamente potente y atractivo. Amantes del lado oscuro de la fuerza, a por él.


-Agrimonia “Host of the winged” (2010)
En el mundo de Agrimonia no hay lugar para sonrisas ni días soleados. Todo aquí es violenta desesperanza. Vienen de Gotemburgo y nos traen un segundo disco que expande y desarrolla aun más las premisas planteadas en su debut homónimo. Básicamente, hablamos de una cruza entre espíritu Crust, densidad Doom/Sludge, oscuridad Blackmetalera, cierto toque Death melódico (como para hacer honor a su ciudad natal) y remansos instrumentales cercanos al Post-Rock y el Shoegaze. Nada muy revolucionario, es cierto, pero hecho con convicción y la variedad suficiente como para no tornarse aburrido a pesar de su extrema densidad sonora y emocional. Son ocho extensos temas (a un promedio de nueve minutos cada uno) los que componen la placa, y en ellos hay abundancia de voces quebradas (a cargo de una chica, Christina, capaz de mimetizarse a la perfección con el Crust más rabioso o el Black más desesperado), monumentales murallas de guitarras distorsionadas, alargados desarrollos épicos en cámara lenta, furiosos arranques de velocidad Hardcore/metálica, climas entre apocalípticos y depresivos, y una siempre presente cuota de melodía en las guitarras (y los ocasionales teclados) que no hace más que apuntalar sus cualidades emocionales. También hay lugar para atmósferas de oscuridad psicodélica (por momentos casi Pinkfloydescas, en otros de neto corte Post-rockero) y pasajes acústicos que sirven como respiro y remiten, de cierta forma, a esa suerte de Folk siniestro de los últimos trabajos de Earth. El fuerte del ahora cuarteto (tras la partida de su bajista) está en combinar los elementos mencionados más arriba de forma bastante personal, escapándole así al encasillamiento inmediato (¿Isis quemando iglesias en Noruega? ¿Lo que hubiera pasado si Tomas Lindberg hubiese llevado a At The Gates definitivamente hacia el Crust y luego le hubiese bajado la velocidad? ¿Amebix cambiando la influencia de Motörhead por la de My Bloody Valentine?) y concentrándose exclusivamente en expresar sentimientos oscuros antes que en calzar en un género determinado. Eso sólo ya debería bastar para darles una oportunidad.


-Autechre “Oversteps”/”Move of ten” (2010)
Ya desde su concepción, allá por 1987, Autechre se fue perfilando como una de las caras más visibles y destacadas del costado más vanguardista y complejo de la Música Electrónica de la época. Sucesivos trabajos discográficos cargados de un arsenal infinito de ideas y una profundidad musical casi sinfónica terminaron de coronar al dúo británico y colocarlo en ese podio electrónico imaginario que comparten con gente como Aphex Twin, Squarepusher, Datach’i o Venetian Snares, entre otros. Sólo dos años después del genial “Quaristice”, Sean Booth y Rob Brown vuelven al ruedo pero, como buenos muchachos inquietos que son, no les bastó simplemente con un disco nuevo. Veamos, se supone que “Oversteps” sería el larga duración y “Move of ten” el ep que lo complementa aunque, si notamos que este último cuenta con diez temas en cuarenta y ocho minutos, el rótulo de ep no le cabe del todo. En cualquier caso, ambos pueden ser apreciados como parte de una misma instancia creativa en la vida de Autechre y disfrutados tanto en conjunto como por separado. Yendo al contenido mismo de ambas placas, aquellos ya familiarizados con la labor musical del grupo sabrán que cada nueva entrega es un viaje a lo desconocido, un recorrido por formas alienígenas y matemáticas de una complejidad que roza la demencia lisa y llana. Pongamos una cosa en claro para los no iniciados, si bien Autechre se vale de elementos cien por ciento electrónicos a la hora de crear sus composiciones, lo que están reflejan tiene más en común con lo que se conoce como Música Contemporánea que con la idea usual de ritmos bailables y teclados narcóticos. Es difícil encontrar aquí un ritmo que se repita, los patrones evolucionan constantemente como si de organismos vivientes se tratara, envueltos siempre en una placenta de filtros que encima los dotan de una cualidad armónica poco común en estos terrenos. Pero no sólo de laberintos rítmicos vive Autechre. Al contrario de lo que podría pensar el fallecido Norberto “Pappo” Napolitano, estos tipos son músicos con todas las letras y, por cierto, con muchos más recursos musicales que repetir hasta el infinito tres vetustos acordes y una escala pentatónica. El viaje musical de “Oversteps” y “Move of ten” (si quieren ponerse un tanto más detallistas, podríamos decir que el primero maneja un tono más bien abstracto en contraposición con el clima un tanto más oscuro y áspero del segundo) se completa con sinuosas melodías que conjugan a la perfección una exuberancia de tintes claramente sinfónicos y una imaginación retorcida que no cesa jamás en su incesante búsqueda de nuevas sensaciones y estímulos sonoros. Por supuesto, a todo esto hay que sumarle el sinfín de arreglos continuos que entran y salen constantemente como piezas de una elaborada orquestación digital. Tal vez valga la pena aclarar estamos hablando de música eminentemente cerebral, que excita los sentidos y toca el alma pero lo hace a través de la mente, generando constantemente un laberíntico entramado de imágenes que, les aseguro, jamás osaron presenciar. En cualquier caso, se trata de Música (así, con mayúsculas) que no sabe de rótulos, géneros ni poses, que sólo sabe de música y de todo lo que ella puede generar cuando está bien hecha. Dejar pasar semejante regalo sería casi un acto criminal.


-Cleric “Regressions” (2010)
¿Se sienten enroscados y complicados? ¿Andan con ganas de escuchar un disco que los confunda constantemente al tiempo que los sumerge en las más espesas visiones de oscuridad lisérgica? ¿Se sienten valientes como para afrontar un viaje de setenta y seis minutos y pico de absoluto caos musical cubierto de hollín? Si la respuesta es afirmativa, bienvenidos a este álbum debut de Cleric, que no por nada llega de la mano de Web Of Mimicry, el sello discográfico fundado por Trey Spruance, ex guitarrista de Mr. Bungle y líder de Secret Chiefs 3 desde hace quince años. Ahora bien, ¿cómo explicar lo hecho por este cuarteto aquí? ¿Una versión Free-Jazzera de Meshuggah atravesada por los samples más asfixiantes del viejo catálogo de Cold Meat Industry? ¿King Crimson arrastrado de los pelos a un sótano húmedo por un cyborg mezcla de Al Jourgensen, Stephen O’Malley y John Zorn? ¿The Dillinger Escape Plan jugando con los tempos irregularmente arrastrados de Melvins mientras imaginan el soundtrack perfecto para la más siniestra película de terror? ¿Lo que hubiera sucedido si alguna vez el Devin Townsend más psicótico se juntaba a zapar con Fantômas y dejaban que Justin Broadrick los supervisara? ¿Neurosis en medio de un ataque de epilepsia colectiva y arengados por los muchachos de Converge? ¿Los Cardiacs sumergidos en brea, despedazados por Pig Destroyer y resucitados como zombies asesinos gracias a las invocaciones rituales de Lustmord? Todas estas especulaciones no hacen más que confirmar que estamos en presencia de material sumamente personal y enemigo de los rótulos facilistas. Claro, con composiciones que no bajan de los seis minutos de duración y llegan a alcanzar los diecinueve (sin contar los intervalos ambientales entre tema y tema), esta gente tiene tela para cortar por un buen rato. Sin ningún tipo de prejuicios, los tipos se meten con diversos géneros extremos (Grindcore, Sludge, Mathcore, Noise, Ambient, Industrial, Thrash y algunos para los cuales habría que inventar nuevas denominaciones) y los apiñan en una obra final que no por caótica y esquizofrénica deja de tener una coherencia interna. En efecto, el clima que predomina en la placa es de opresión, tensión y violencia, sólo que, musicalmente, dichas sensaciones están manejadas con tal versatilidad y sentido de la dinámica que el viaje nunca se torna aburrido y siempre hay una sorpresa esperando en cada rincón. En fin, no es un disco para cazadores de hits (creo que no hay ni una sola parte que se repita a lo largo del mismo) ni para oídos perezosos pero aquellos en la eterna búsqueda de material original, extremo (en todos los sentidos del término) y de alto vuelo creativo no lo pueden dejar pasar.


-Comeback Kid “Symptoms + cures” (2010)
El anterior “Broadcasting…” ya dejaba en claro que la partida de su vocalista original, Scott Wade, no había afectado la creatividad ni la intensidad de Comeback Kid y ahora, con este flamante “Symptoms + cures” se afianzan aún más y retienen su lugar como uno de los nombres más destacados del Hardcore de última generación. Como siempre, lo que define a estos canadienses es el perfecto equilibrio que mantienen entre respeto por la vieja escuela y una irrefrenable pulsión por ir siempre hacia adelante, aún cuando eso signifique explorar caminos que, a primera vista, parezcan alejados de las premisas originales del género. En “Smyptoms + cures” conviven sin problemas los tupá-tupás de ayer, hoy y siempre con riffs profundamente emotivos y melódicos, los alaridos desgarrados con certeros cambios de ritmo, los ocasionales machaques mosheros con arpegios reflexivos y arreglos intrincados, la pasión visceral, casi inocente en su entrega absoluta, con estructuras compositivas de una inteligencia poco usual. Se destacan las guitarras con una labor sumamente creativa, con un pie en sus raíces tradicionales y otro elevándose hacia picos inéditos de sensibilidad melódica y complejidad armónica. La base rítmica sostiene ese despliegue con solidez, dinamismo y una afiladísimo instinto para detectar cuándo apretar o aflojar las tuercas de las canciones y la voz del ex guitarrista Andrew Neufeld corona todo con esa forma tan particular de gritar cantando o cantar gritando que comparte con gente como Daryl Taberski de Snapcase o George Hirsch de Blacklisted. Todo, desde ya, expuesto con una potencia contagiosa y estimulante, una energía que recarga las baterías del ánimo y nos prepara para afrontar lo qué sea que la vida nos quiera tirar encima. O sea, Hardcore.


-Fukpig “Belief is the death of intelligence” (2010)
Con ocasión de la edición de su álbum debut (“Spewings from a selfish nation”), ya habíamos hablado aquí de Fukpig. Ya mencionamos que son un trío británico, que cuentan con miembros de Mistress y Anaal Nathrakh, que todas las noches le prenden una velita a San Napalm Death y San Extreme Noise Terror, que, a pesar de sus influencias de la vieja escuela, cuentan con un sonido moderno y Nasumero y, bueno, que están enojados como la concha de la lora. Nada de eso ha cambiado en esta segunda entrega. Allí están los blast-beats, las aceleradas Crustys, los riffs de dos notas, los alaridos iracundos, las guitarras como motosierras y toda esa excitación salvaje y contagiosa que caracteriza al buen Grindcore/Crust. También tenemos esos flirteos con melodías casi Blackmetaleras que ya se asomaban en “Spewings from a selfish nation” y que aquí adquieren una presencia más evidente (tanto en las guitarras como en los ocasionales teclados), condimentando la rabia con un nada desdeñable toque de oscuridad apocalíptica que calza a la perfección con las nihilistas proclamas del grupo. Entonces, tenemos Grindcore, tenemos Crust y tenemos Black Metal, una auténtica receta para el odio servida en quince explosiones que rara vez llegan a los tres minutos de duración y mantienen en todo momento una potencia arrasadora. No serán los más originales, queda claro que la vanguardia extrema no les interesa demasiado (eso de la inteligencia en el título es para discutirlo) pero se entregan a lo suyo con tal intensidad y convicción que no queda otra más que rendirse ante tanta hostilidad sónica. Un disco ideal para dejarse crecer mugrientos dreadlocks y salir a tirar molotovs a todo lo que se nos cruce.


-Git Some “Loose control” (2010)
Planes Mistaken For Stars es uno de mis ejemplos preferidos a la hora de señalar bandas de la década pasada capaces de competir, en términos de creatividad, originalidad y potencia, con las de cualquier otra época. En sus once años de existencia (de 1997 a 2008) demostraron que inteligencia, suciedad, emoción, imaginación, extremismo e intensidad podían convivir en una propuesta concreta y absolutamente imposible de encasillar. De las cenizas de dicho grupo llega Git Some, nacido originalmente como un proyecto paralelo de Chuck French y Neil Keene (guitarrista y bajista respectivamente) y convertido en entidad propia tras la disolución de Planes Mistaken For Stars. “Loose control” es su segundo álbum (sucesor del muy recomendable “Cosmic Rock”) y el primero en ser editado por Alternative Tentacles, sello propiedad del legendario (y próximo visitante a nuestras australes tierras) Jello Biafra. Aquí tenemos mucho de lo que hacía de Planes Mistaken For Stars una banda única pero planteado desde un punto de vista más salvaje y Rockero. La cosa sigue siendo difícil de definir, tenemos algo de Grunge, guiños al Post-Hardcore, una energía eminentemente Hardcorera, una guitarra ruidosa, desbocada y pletórica de ideas más que interesantes, una base rítmica versátil, sudorosa y frenética, un cantante rasposo y melódico al mismo tiempo y trece canciones sumamente espontáneas, que van al grano al tiempo que se elevan en catárticas cascadas de imágenes retorcidas. Riffs casi Sabbáthicos se desfiguran entre arreglos disonantes y texturas mugrientas, arranques de pura efervescencia Punk-rockera se dan vuelta de afuera hacia adentro con una carga emocional que se siente en las entrañas, ritmos epilépticos se deshacen entre punzantes guitarras y un bajo enroscado y preciso, alaridos viscerales se transforman en serpenteantes líneas melódicas que se enroscan sobre el espeso entramado Rockero de los instrumentos y los colorean con sangre, sudor y lágrimas. Tal vez el único rótulo que le calce a esto sea el de Rock, ni más ni menos, aunque tendríamos que entender el Rock como algo que todavía sea capaz de excitarnos, estimularnos (tanto física como espiritual y mentalmente) y dejarnos tendidos, agotados y con ganas de más.


-Mose Giganticus “Gift horse” (2010)
Dicen que a caballo regalado no se le miran los dientes pero, hasta donde yo sé, ni Mose Giganticus ni Relapse (el sello que ahora los alberga) tienen intenciones de regalarme nada. De hecho, están tratando de venderme este “Gift horse” como la gran cosa nueva cuando, ya desde el arte de tapa y el título del disco, se huele un tufillo bastante fuerte a Mastodon, la gallina de los huevos de oro que, oportunamente, abandonó el nido para probar suerte en las grandes ligas. Y sí, la impronta de los de Atlanta está presente en cada surco de este disco, en los riffs monolíticos y firuleteados (ya en el segundo tema, “The left path”, aparece un riff que recuerda sospechosamente al de “Blood and thunder”), en las voces cascadas pero heroicas, en los rebusques Progresivos y esa impronta entre épica, delirante y agresiva que se respira en las siete canciones que lo componen. Claro, se supone que lo que hace especial a Mose Giganticus es que se trata de un proyecto unipersonal (a cargo de un tal Matt Garfield que se encarga, en el estudio, de grabar todos los instrumentos) con raíces en la escena Indie/Electrónica. Bien, aquí lo único que se acerca a la electrónica es el empleo prominente de teclados y sintetizadores de claro sabor setentoso, como para reforzar el costado Progreta de la propuesta. Ah, sí, otro punto con el que el sello discográfico y la prensa en general insisten a la hora de hypear a Mose Giganticus (escondiendo el hecho de que se trata de un producto oportunista y falto de ideas propias) es la utilización del vocoder en un contexto poco habitual de Rock pesado. Bien, pueden elegir no creerme pero le aseguro que nada de eso aporta más que un esbozo de sonrisa simpática. Aún así, no se puede decir que el resultado final sea desdeñable, las canciones mantienen su coherencia a pesar del Progresivismo y, en el ánimo adecuado, puede servir como una opción de Mastodon para aquellos que estén más del lado de “Crack the skye” que de “Leviathan” o “Remission”. Pero no nos engañemos, aquí no hay nada de innovador ni se trata de ningún nuevo amanecer para el Rock pesado. Un disco aceptable como copia del que, probablemente, sea el grupo más popular y respetado del Metal extremo actual, no mucho más que eso.


-Nothink “Hidden state” (2010)
No parece ser casualidad que este trío madrileño haya grabado este tercer disco precisamente en Seattle y bajo la asistencia técnica de Matt Bayles, quien trabajara con gente como Pearl Jam, Minus The Bear y Botch, entre tantos otros. Claro, cada una de las once canciones que componen “Hidden state” lleva impresa esa sensibilidad adusta y melancólica de los mejores días del Grunge. La guitarra reparte riffs gancheros con una solidez inquebrantable, la base rítmica pega fuerte sin perder nunca de vista el groove ni el sentido de la dinámica y las melodías vocales se entrometen en el alma y remueven las emociones más profundas. Pero no piensen que se trata simplemente de una recreación de aquellos años dorados de las camisas a cuadros y las guitarras fuzzeras. El sonido de Nothink es absolutamente actual, potente, claro y certero sin por ello resignar naturalidad y energía, y en su paleta estilística también encontramos rastros del Post-Hardcore más melódico y emocional (Jawbox a la cabeza) que terminan de dar forma a un sonido sumamente personal y endiabladamente atractivo. El punto fuerte está, claro que sí, en las canciones mismas, siempre provistas de sentidas melodías vocales y grandes riffs (por momentos asoma algo del mejor Tool), capaces de recorrer una vasta gama de sentimientos e imágenes exponiendo una creatividad elevada que no necesita de trucos ni artificios para deslumbrar. En efecto, “Hidden state” traduce la vida misma (con sus altos y sus bajos, sus idas y venidas, sus decepciones y sus alegrías, sus claroscuros) a canciones redondas tan aptas para tararear con un nudo en la garganta como para disfrutar en detalle de sus múltiples sutilezas musicales. Y si eso les parece poco, encima está el hecho de que este material (así como sus trabajos anteriores, “Bipolar age” y “Spotlights”) se puede descargar de forma gratuita a través del mismo sello discográfico que alberga al grupo (Aloud Music, también hogar de nombres destacados de la escena ibérica como The Joe K Plan y Toundra), sólo con visitar su página web, www.aloudmusic.com. Una oferta para no desperdiciar.


-October File “Our souls to you” (2010)
Toman su nombre del imprescindible segundo disco de los legendarios Die Kreuzen, en su anterior placa (“Holy armour from the jaws of god”, editado en 2007 y absolutamente recomendado) contaron con la participación estelar del demente Jaz Coleman (líder de los inmortales Killing Joke) y en esta nueva entrega tienen como productor (y remixador en el cd extra que la acompaña) a Justin Broadrick. Sólo con esas referencias debería ser suficiente para que salgan corriendo a escuchar esta banda. Y si con eso no les basta, hablemos de la muralla de riffs, los serpenteantes punteos y las envolventes texturas erigidas por Matt Lerwill, del latir crujiente del bajo de Steve Beatty, de los ritmos taladrantes de John Watt y sus ocasionales pasajes tribales, de la enorme y rasposa voz (casualmente, muy similar a la del mencionado Coleman) de Ben Hollyer, de las atmósferas apocalípticas que se corporizan en cada una de estas once canciones (quince, si sumamos los remixes). En efecto, October File hace honor a sus referentes, tomando la energía desatada y angular de Die Kreuzen, la oscuridad ritual de Killing Joke y la impronta entre mecanizada y nihilista de Godflesh, y combinando dichos elementos en una personal melange que también incluye elementos del Noise-Rock, el Crust, la Psicodelia (tal vez a la manera de clásicos compatriotas británicos como Amebix y Antisect) y hasta algo de esa precisión metálica delirante de Voivod. A todo eso hay que sumarle un sonido apabullante, claro y contundente pero provisto de una potencia sumamente física, una entrega que permite apreciar cada mínimo detalle musical al tiempo que nos propina una patada en el estómago tras otro. Vamos, un tenso equilibrio entre la vitalidad, la pasión y las proclamas políticas del Hardcore, la sinuosa oscuridad del Post-Punk más corrosivo, la profundidad sónica del Rock Industrial y un vuelo creativo totalmente propio que desafía las categorizaciones fáciles. No me alcanzan las palabras para describir cabalmente el poderío emocional que estalla despedido en cada segundo de este tercer álbum de October File. Sencillamente, uno de los discos del año.


-Tinsel Teeth “Trash as the trophy” (2010)
El año pasado se fugaron de cierto asilo de Providence los dementes de White Mice y atacaron al mundo con un disco diseñado para destruir neuronas como lo fue “Ganjahovahdose”. Bien, parece que detrás de ellos venían escondidos otros pacientes delicados (en este caso, una chica y tres chicos) que se agrupaban bajo el nombre de Tinsel Teeth. Se dice que sus presentaciones en vivo son una peligrosa prueba de los problemas psíquicos de esta gente, involucrando nudismo, sudor, sangre, una violenta interacción con el público (ah, las lecciones de The Jesus Lizard y Oxbow rindieron sus frutos) y ruido, mucho ruido. “Trash as the trophy” (sucesor de “Pink eye”) nos sumerge en un caos que, me imagino, debe ser similar al que estos subhumanos exponen sobre el escenario. Por supuesto, hablamos de Noise-Rock en su forma más depravada, mugrienta y Rockera, con ritmos primitivos y taladrantes, un bajo que vomita mugre en un constante trance homicida, una guitarra que parece quebrarse en acoples, riffs disonantes, punteos enfermizos y un generalizado amor por el feedback, y una voz (sí, eso que aúlla y se retuerce es una señorita) que alterna entre sonar como una especie de David Yow (de The Jesus Lizard, claro) estrangulado por hectolitros de alcohol de dudosa procedencia y apuntalar la orgía sónica con alaridos que penetran los tímpanos como agujas oxidadas, todo sin pronunciar una sola palabra propiamente dicha. Desde ya, estos cuatro inadaptados masticaron las premisas de grupos como Butthole Surfers y Arab On Radar (así como las de los mencionados The Jesus Lizard) hasta que las encías les sangraran y los dientes comenzaran a desintegrarse pero, gracias a esa desencajada espontaneidad que les da el hecho de estar completamente locos, lograron que el resultado final sólo suene a Tinsel Teeth. Con sólo nueve temas en veintiséis minutos y medio les bastó para lograr un álbum extremadamente denso y asfixiante, aun partiendo de la premisa básica de aporrear los instrumentos con toda la saña posible. Si se los cruzan por ahí, ni los miren a ala cara, seguramente terminarán despertándose dos días después en una bañera mugrienta y cubiertos por costras secas de lo que seguramente antes fueron fluidos corporales.


-Virulence “If this isn’t a dream…1985-1989” (2010)
Los amantes del Metal extremo probablemente asocien (al menos deberían) el nombre Virulence a aquel cuarteto oriundo de Boston que en 2001 deslumbró con su desorbitada combinación de Grindcore y Jazz titulada “A conflicto scenario” y luego poco se supo de ellos. Bueno, este es otro Virulence, de origen californiano y que existió (como el título de este compilado editado por Southern Lord indica) entre 1985 y 1989, y contó con la presencia de Scott Hill en guitarra, Ruben Romano (tiene nombre de peluquero argentino, ¿no?) en batería y Greg McCaughey en bajo, los tres futuros miembros de los AC/DC del Stoner Rock, Fu Manchu. A ellos se sumaba el vocalista Ken Pucci (el Puchi, para los amigos) y, ciertamente, su propuesta poco tenía que ver con blast-beats, voces de monstruo y riffs vertiginosos. Siguiendo la línea cronológica, notamos que el cuarteto dio sus primeros pasos (aquí documentados a través de demos y grabaciones en vivo) abocado al más estricto y primitivo Hardcore/Punk, mutando paulatinamente hacia un sonido más lento y pesado, con muchos puntos en común con los últimos trabajos de Black Flag y Bl’ast, algo que quedó magistralmente plasmado en “If this isn’t a dream…” (sin los años), su único larga duración. En efecto, si bien las composiciones mantenían toda la impronta cruda y visceral del viejo y querido Punk-Rock, los riffs creados por Hill se tornaron más metálicos y enroscados, generando profundos y asfixiantes paisajes musicales sin disminuir nunca la intensidad, los tempos bajaban las revoluciones y se permitían variantes que hubieran sido consideradas como herejías por la ortodoxia Hardcore de la época, y las canciones en general exhibían un grado de inventiva y musicalidad sumamente refrescante. Bien vale aclarar que, aún cuando queda claro que la impronta Sabbáthica comenzaba a asomar su cabeza, de ninguna manera se trata esto de Stoner-Rock o nada por el estilo. El tono de las composiciones mantiene esa fuerte sensación de frustración y rabia que define al Hardcore/Punk, y los riffs en sí mismos adaptan la oscura densidad de Tony Iommi a un contexto mucho más terrenal, dejando lugar también para jugar con acoples y disonancias varias que, de cierta forma, los emparentan con los primeros Melvins. En fin, para los fans de Fu Manchu es un buen documento de las primeras incursiones de sus músicos, aunque poco tenga que ver musicalmente con el Rock Fuzzero y despreocupado de aquellos. Para los que somos fans de Black Flag en todas sus encarnaciones (pero en especial para los que aman su etapa más experimental, por así llamarla), es un trabajo de escucha casi obligatoria, una de las mejores recreaciones (junto a los mencionados Bl’ast, casualmente una de las bandas preferidas de los muchachos de Fu Manchu) de ese sonido.

1 invocaciones del cosmos: