2 de junio de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Alien Sex Fiend “Death trip” (2010)
Digan lo que quieran pero el Rock en general siempre estuvo (desde su incepción misma) ligado a cuestiones estéticas casi tan relevantes en su forma y contenido como el hecho musical en sí mismo. Por supuesto, hay casos puntuales en los que la parte visual ocupa un rol determinante a la hora de analizar ciertas propuestas. Desde sus inicios, allá por 1982, Alien Sex Fiend dejó una marca indeleble en la escena Post-Punk/Industrial/Gótica gracias, justamente, a una personal combinación de la teatralidad oscura de Alice Cooper y los ásperos sonidos electrónicos de grupos como Suicide o Cabaret Voltaire. En lo personal, debo decir que no soy muy amigo de los disfraces estrafalarios y los rostros maquillados como cadáveres pero también he de aceptar que la música de Alien Sex Fiend resulta ser mucho más interesante, intensa y creativa que lo que su caricaturesca imagen puede llegar a hacer suponer. Y, ciertamente, sin ellos, artistas como Skinny Puppy, My Life With The Thrill Kill Kult y, por propiedad transitiva, Rob Zombie y Marilyn Manson nunca hubieran sido lo que en algún momento llegaron a ser. “Death trip” es el doceavo álbum del grupo (reducido a un dúo desde hace algunos años) y en él encontramos diez temas que nos transportan a un siniestro viaje alucinógeno a través de corrosivos samples, bases repetitivas, guitarras chillonas, ambientaciones que parecen salidas de la más sombría película de terror en blanco y negro, teclados entre lisérgicos y juguetones, y la siempre retorcida y cavernosa voz de Nik Fiend (Nik Wade para los amigos), eterno líder del combo. Bien vale aclarar, para aquellos más fanáticos, que el foco principal en este “Death trip” está puesto en el costado electrónico de la propuesta, con sólo breves referencias a esa especie de Psychobilly/Glam Rock enfermizo de sus inicios y extensos pasajes dominados por espesas cascadas de sintetizadores y samples generando atmósferas envolventes y plagadas de interesantísimos detalles. En fin, es probable que la mayor virtud de Alien Sex Fiend siempre haya sido esa capacidad para abrazar la estética gótica con un inusual sentido del humor que los aleja de la mera pose y una profundidad musical que los coloca muy por arriba de cualquier aproximación superficial a dichas pautas. Y, en cualquier caso, que un grupo lleve tantos años de carrera con una identidad claramente única y, aún así, se empeñe en seguir creciendo musicalmente, ya es algo digno de destacar.


-Circle Of Dead Children “Psalm of the grand destroyer” (2010)
Circle Of Dead Children no sólo cuenta con uno de los mejores nombres del Grindcore, también pueden exponer con orgullo sus onces años de carrera a puro blast-beat y gruñido. Ok, hubo que aguardar cinco años desde el anterior “Zero comfort margin” pero se ve que los muchachos no perdieron el filo. Lograr una identidad propia dentro de un género, en apariencia, tan restrictivo como el Grindcore no es tarea fácil pero estamos hablando de gente que sabe bastante del tema. El cuarteto tomó buena nota de las intrincadas instrumentaciones de Cephalic Carnage y la demencia sónica de Today Is The Day (no por nada Steve Austin produjo algunos de sus álbumes previos y hasta les robó un baterista) y conjugo todo ese despliegue de disonancias, riffs angulares y estructuras caóticas en canciones que llevan impreso el sello de calidad del mejor Napalm Death. La guitarra se debate entre zumbidos borroneados, incongruentes (en el buen sentido) desparramos de notas, rebajes oscuros y arranques de mugre Hardcorosa. La base repiquetea incansablemente, con una batería que reparte golpes como si en ello se le fuera la vida misma y un bajo que cumple sin problemas la escondida tarea de extender un arenoso colchón de graves bajo las retorcidas elucubraciones de las seis cuerdas. Las voces, como corresponde, van alternando entre gruñidos guturales y chirridos que taladran los tímpanos, escupiendo rabia nihilista por los cuatro costados. También hay lugar para esos pasajes Noise con los que el grupo viene experimentando desde sus comienzos y hasta para tempos arrastrados que no hacen más que aportar una necesaria cuota de variedad a su propuesta. Es sólo Grindcore pero me gusta.


-Coma Lies N.C. “The great western basin” (2010)
Como cualquier género musical que gana algún tipo de notoriedad (y no me refiero sólo al mainstream, el undeground también tiene sus modas y tendencias), el Mathcore en algún momento pareció quedar encerrado en la trampa de los clones sin personalidad, con infinidad de jovencitos desgañitándose entre riffs contracturados, ritmos irregulares, estructuras caóticas y alaridos varios. No deja de ser una pena, puesto que se trata de un estilo con potencial casi ilimitado, algo que demuestran los más recientes trabajos de algunos de sus representantes más destacados como The Dillinger Escape Plan, Coalesce o Converge. Coma Lies N.C. (antes conocidos como Coma Lies a secas) es quinteto oriundo de Australia y, sin ser un nuevo amanecer para el Mathcore (ni mucho menos), al menos se las arreglan para proponer algunas ideas interesantes y un puñado de canciones tan intensas como intrincadas. En primer lugar, el grupo no adhiere al esquema más habitual y Dillingeresco de caos vertiginoso y dedos agiles, si no que se centra más en lo que podríamos llamar el costado Botch del Mathcore, con predominio de medios tiempos trabados, riffs retorcidos pero con groove y un afilado sentido de la dinámica que deja espacio para respirar y recargar energía entre tanto ataque a los sentidos. Desde ya, los elementos esperables están ahí, las voces gritadas, las disonancias, los tempos fracturados, las arquitecturas laberínticas, los flirteos jazzeros y las guitarras angulares. Pero también hay lugar para extensos pasajes de calma instrumental entre reflexiva y psicodélica, canciones con gancho (aún cuando no se escucha una sola voz melódica en todo el disco), rebajes que rozan el Sludge (o el Post-Metal, si tenemos en cuenta esos acordes menores generadores de envolvente tensión) y hasta algunos riffs de una simpleza inesperada que, no obstante, se complementan a la perfección con los arranques más sobrecargados de notas. Como suele suceder, lo que más se destaca aquí es la labor de los dos guitarristas, disparando un inagotable arsenal de ideas siempre puestas al servicio de transmitir emociones fuertes. Por ahora es un primer paso más que auspicioso y, yo que ustedes, no los perdería de vista. Pueden llegar a darnos gratas sorpresas.


-Dark Frequencer “The pulse of fear” (2010)
El pulso del miedo, ni más ni menos. Un sudor helado recorriendo la espina dorsal, visiones paranoicas inundando la mente y confundiendo los sentidos, pantallas descompuestas transmitiendo las elucubraciones más cavernosas del alma humana. No es Black Metal ni Drone ni nada que se le parezca pero la esencia de las sensaciones que transmite es similar. Dark Frequencer es el alias utilizado por un productor polaco también conocido (bueno, no muy conocido, qué digamos) como Dariusz y, sin ejercitar demasiado la imaginación, podríamos meterlo en la bolsa de la Música Electrónica. Sí, hay beats bailables e infinidad de texturas y arreglos digitales pero se trata de material concebido con los dientes apretados y saña psicótica. Hay sonidos Industriales, desde ya, pero tampoco sería del todo atinado encajarlo en esa categoría. Más allá de los rótulos, esto es opresión pura, atmósferas violentas y sobrecogedoras, cavernosos soundtracks para el fin del mundo. Son sólo cinco temas desplegados en poco más de veinte minutos pero con eso basta para asfixiarnos bajo densas capas sonoras. No es un viaje agradable ni placentero pero no se supone que lo sea. Y encima Dariusz tiene la delicadeza de entregar este trabajo de forma gratuita (pueden descargarlo en www.myspace.com/darkfrequencer), lo cual prueba que este tipo quiere causar el mayor daño posible en la humanidad. En definitiva, si disfrutan de la música extrema y las sensaciones fuertes y no tienen prejuicios contra las maquinitas, “The pulse of fear” es un bocado que no deberían dejar de probar.


-Kevin Seconds “Good luck buttons” (2010)
No es ninguna novedad, buenas cosas suceden cuando los viejos Punks se cuelgan la guitarra acústica. Greg Graffin, Chuck Ragan, Bob Mould y Mike Ness (entre otros) pueden atestiguarlo y lo mismo sucede con el ex líder de los legendarios 7 Seconds. Ya sus últimas entregas solistas venían mostrando este costado más bien campechano, tradicional y relajado y “Good luck buttons” no hace más que sumar once nuevas perlas al brillante catálogo de este señor de cuarenta y nueve años de edad que se mantendrá joven hasta que muera. Por supuesto, el tono acústico, adusto y maduro del disco tal vez pueda parecer contrario a aquella efervescencia Hardcore/Punk de antaño pero la emoción, la pasión, el corazón mismo de la propuesta sigue siendo el mismo. La urgencia y la intensidad no sólo se transmiten con velocidad, distorsión y voces quebradas. Por otro lado, muchas de las preciosas melodías aquí desplegadas no desentonarían en absoluto con el material más accesible de 7 Seconds, en especial discos como los magníficos “Ourselves” y “Soulforce revolution”. Y sí, la voz del mismo Kevin mantiene ese inconfundible tono, entre la inocencia, la sensibilidad y la convicción más inquebrantable, y sigue siendo capaz de anidar en el corazón y refrescarlo con cada una de sus líneas. En fin, en lo formal se trata de un disco de puro Folk/Country-Rock con cierto regusto Pop, en esencia sigue siendo el mismo Punk-Rock que se define por cuestiones que van más allá de los rótulos, las etiquetas y los supuestos manuales rockeros. En cualquier caso, se trata de canciones tan sencillas como infalibles, despojadas de todo artificio y expresadas con el corazón eternamente en llamas. No se las pierdan.


-Narrows/Heiress “Split” (2010)
No sólo de Grunge vive Seattle. Narrows es esa suerte de supergrupo conformado por miembros de Botch, Unbroken, Some Girls, These Arms Are Snakes y Nineironspitfire que nos deslumbrara el año pasado con su debut discográfico, el genial “New distances”. Aquí presentan dos nuevas composiciones que hacen hervir la sangre con sus guitarras disonantes, sus ritmos afiebrados, sus rugidos viscerales y esa impronta entre nerd y violenta que tanto recuerdan a los mencionados Botch. En sólo cinco minutos y monedas, estos tipos se las arreglan para demostrar por qué son una de las propuestas más interesantes que se pueden encontrar actualmente la música pesada en general, desparramando ideas e intensidad a granel, transmitiendo una potencia sumamente física pero con una inventiva superlativa. Por su parte, Heiress es un nuevo proyecto liderado por John Pettibone, ex vocalista de Nineironspitfire, Undertow y Himsa, y en él hallamos un perfecto complemento para Narrows. Con un sonido levemente más metálico, aquí también tenemos bastante de la impronta disonante y envolvente de Botch, esos medios tiempos caóticos, esos riffs enroscados y aplastantes, esas estructuras impredecibles pero construidas con un sabio manejo dinámico. Hasta hay lugar para breves remansos melódicos que no hacen más que amplificar los subsiguientes estallidos de adrenalina y distorsión. En fin, son cuatro canciones en total (dos por grupo, claro) y nos dejan babeando y con ganas de más. Aquellos que aprecien el Hardcore más metálico y extremo embebido de elaboración intelectualosa y equilibrado entre la fuerza bruta y el vuelo musical, no pueden dejar pasar este contundente entremés.


-Scorn “Refuse; start fires” (2010)
Para aquellos que no estén familiarizados con la historia, Mick Harris abandona su puesto como baterista (y último miembro restante de la formación que grabara el inmortal “Scum”) de Napalm Death en 1991 y, junto a Nick Bullen (otro ex Napalm Death de la primer época), funda Scorn. El sonido del grupo, en sus comienzos, era una particular combinación de Dub y Metal Industrial, algo que quedaría documentado en su debut discográfico, “Vae Solis” (1992), donde también participaría el gran Justin Broadrick (poniendo su Godfleshera guitarra), volviendo a juntar así a la formación que registró el primer lado del mencionado “Scum”. Luego de un par de trabajos que vieron a Scorn eliminar paulatinamente sus elementos metálicos y sumergirse del todo en las espesas aguas del Dubstep (o sea, una versión más oscura, grave y opresiva del Dub), Bullen se retira en 1995 y Harris queda como único integrante. A partir de ahí se suceden múltiples placas (e innumerables proyectos paralelos del ex “Human tornado”), siempre manteniendo los beats aletargados, los graves profundos y las atmósferas embotadoras. Así, llegamos a este flamante “Refuse; start fires” que encuentra al creador del término Grindcore con la magia intacta. Es más, para alegría de aquellos que amamos el ruido, aquí Scorn nos propone un viaje más áspero y corrosivo que el de sus últimas entregas discográficas, sin por ello dejar de lado esa constante sensación de mareo que producen sus composiciones. Ojo, no se trata de un regreso a la pesadez de antaño, aquí no hay riffs ni voces y predomina un clima entre urbano y narcótico, sólo que ahora está cubierto de una densa capa de óxido y herrumbre. El tempo es siempre cadencioso y letárgico, los golpes resuenan enmugrecidos como si proviniesen de grutas subterráneas, los graves provocan leves temblores en la mente y perturbadores sonidos electrónicos entran y salen como si de fantasmas se tratara. Es notable como, a pesar de la profundidad sónica que exhiben las canciones, el tratamiento de las mismas es más bien minimalista, lejos de la sobrecarga y dejando que cada sonido respire a su propio ritmo y se entrecruce de forma fluida con los demás. En conclusión, los que ya estén familiarizados con la propuesta de Scorn aquí encontrarán un álbum que se inscribe directamente entre lo más destacado de su discografía, y los que no estén aún iniciados, atrévanse a descubrir nuevas formas de encarar la idea de música extrema.


-Starkweather “This sheltering night” (2010)
Junto a otros como Lethargy y Human Remains, Starkweather representó (a mediados de los noventas) una avanzada capaz de combinar con absoluta naturalidad la rabiosa crudeza del Hardcore más extremo, la depurada técnica del Death Metal más vanguardista y una clara voluntad experimental rozando lo Progresivo. No es casualidad que, de las filas de dichos grupos, hayan surgido talentos que luego se pasearían por bandas como Today Is The Day, Mastodon, Sulaco, Brutal Truth, Discordance Axis, Burnt By The Sun o The Dillinger Escape Plan. Tras cinco años de silencio, luego de aquel magnífico “Croatoan”, el quinteto vuelve a demostrar por qué sigue siendo una de las propuestas más destacadas y ricas (musicalmente hablando) de la actualidad metálica. “This sheltering night” es una intrincada pieza musical dividida en once partes, entre las cuales se cuentan (aparte de las canciones propiamente dichas) interludios ambientales a cargo de Sophia Perennis (Elizabeth Jacobs es su verdadero nombre) y Oktopus, de los geniales Dälek. Eso puede llegar a darles una idea aproximada del clima general que maneja el disco pero si hay algo que Starkweather tiene en claro es cómo generar obras impredecibles, enroscadas y plagadas de infinitos detalles. Ningún rótulo conocido es adecuado para describirlos y, no obstante, nunca caen en el eclecticismo por el eclecticismo mismo. Yendo a las composiciones, aquí tenemos un despliegue de ideas que pondría verde envidia al más sesudo y volado de los progretas y una intensidad que rivaliza con los sonidos más brutales que puedan imaginar. Las guitarras generan espesos entramados, entre retorcidos contrapuntos, profundos riffs, punteos jazzeros, ominosos rebajes, arpegios alucinógenos, momentos ruidosos, arreglos deformes, extrañas progresiones de acordes, cuidadas texturas y un sinfín de recursos puestos al servicio de estas envolventes y enfermizas arquitecturas armónicas. La base rítmica sostiene todo con una potencia inquieta y un sentido de la dinámica casi inhumano, disparándose en todas las direcciones posibles pero siempre manteniendo una tensión nerviosa que le da forma definitiva a las laberínticas estructuras del grupo. Hasta el trabajo vocal se permite no quedar encerrado en los esquemas típicos del Metal extremo, proponiendo sinuosos pasajes melódicos de una profundidad emocional apabullante, junto a los esperables gruñidos y alaridos desgarrados. Hacer un relato pormenorizado de todo lo que sucede en esta placa podría llevar eones y aún así no sería suficiente como para explicar del todo lo que estos oriundos de Pennsylvania han logrado en esta placa. Absolutamente recomendado para todo aquel que disfrute de la música, ni más ni menos.


-Stephen Egerton “The seven degrees of Stephen Egerton” (2010)
Tan sólo por la excelencia interpretativa y compositiva que desplegó en sus años como guitarrista de Descendents y All, Stepehen Egerton ya tiene ganado su propio lugar en el Olimpo Punk-rockero. La forma única en que este calvo señor conjuga distorsión, melodías poperas y riffs intrincadísimos sirvió de inspiración para varias generaciones y en este debut como solista demuestra que todavía tiene tela para cortar. En primer lugar, Egerton grabó por su cuenta las canciones, encargándose de todos los instrumentos con absoluta maestría. Luego, conformó un seleccionado de cantantes invitados, entre los que podemos destacar a Tim McIlrath (de Rise Against), Chad Price, Scott Reynolds (ambos ex vocalistas de All de distintas épocas), Joey Cape (de Lagwagon), Chris DeMakes (de Less Than Jake), Frank Daly (de Big Drill Car), Mark Vecchiarelli (de Shades Apart) y el inmortal Milo Aukerman, líder de Descendents y emblema universal del Nerd Punk. Si se imaginan un disco de All o Descendents (de los más Punk-Poperos, vale aclarar) interpretado por voces, en su mayoría, más juveniles pero aún así atinadas, no estarán tan mal rumbeados. Es interesante cómo los respectivos vocalistas se adaptan al esquema habitual de Descendents/All sin por ello perder su impronta personal, entregando performances que, en muchos casos, superan ampliamente lo hecho en sus grupos principales. Desde ya, cada uno tendrá sus favoritos (en mi caso, escuchar a Milo es siempre un placer infinito y, bueno, es lo más cercano a Descendents que tenemos en bastante tiempo) y, en ese sentido, es más que saludable la variedad aquí desplegada, aún dentro de parámetros concretos. En fin, son dieciséis temas, todos potenciales hits (en un mundo perfecto, claro está) pero en las antípodas de cualquier aproximación superficial al Punk-Pop, plagados de melodías perfectas e interpretaciones excepcionales y capaces de levantar hasta el ánimo más sombrío. Puro deleite Punk para el alma.


-Teenage Fanclub “Shadows” (2010)
No importa cómo prefieran llamarlo (Power-Pop, Indie-Rock, Shoegaze), a la hora de componer grandes canciones del más precioso Pop guitarrero pocos se acercan a la perfección que estos escoceses vienen exhibiendo desde hace más de veinte años. Pueden ponerse con la distorsión al mango o flotar sobre esponjosos remansos de soñadora psicodelia, pueden enamorarnos y, al segundo, rompernos el corazón, pueden contagiarnos sus danzas desgarbadas y torpes mientras nos obligan a desmenuzar con atención quirúrgica la profundidad artesanal de sus melodías. No por nada eran elogiados por Kurt Cobain como la mejor banda del mundo y son considerados los Beach Boys de Bellshill, su pueblo natal. Y si piensan que es una contradicción juntar esas dos referencias es porque no entendieron nada de nada. Cinco años pasaron desde el anterior “Man-made” pero la espera valió la pena. Ok, la crudeza de sus primeros trabajos no volverá jamás pero ese es un detalle mínimo ante canciones tan redondas. En definitiva, la intensidad no tiene nada que ver con los decibeles o la suciedad, si no con las emociones. Y de eso hay de sobra aquí. Melodías vocales de una belleza enceguecedora desarrollándose sobre colchones de guitarras que van variando entre profundas texturas distorsionadas y arrullos acústicos, coros que iluminan el alma montados sobre bases contagiosas y adornados por un sinfín de sutiles arreglos instrumentales que no le temen siquiera a los teclados y los instrumentos de cuerda. Y déjenme insistir una vez más con las canciones. Cada una de las doce que componen “Shadows” es una gema única de evocación sentimental e instinto melódico en su punto más alto. Música tan bella que duele, casi como la vida misma.


-Trash Talk “Eyes and nines” (2010)
Vienen pisando fuerte, ya con su anterior álbum homónimo (oportunamente comentado aquí en Zann) y su particular combinación de Powerviolence, Sludge y Hardcore habían logrado llamar la atención a fuerza de canciones breves, dinámicas y con una energía apabullante. “Eyes and nines” mantiene esa línea y sube, si eso es posible, el nivel de intensidad. Son sólo diez temas en poco más de diecisiete minutos y, para el momento en que suena la última nota, sólo queda tomar aire y volver a sumergirse en esta caótica bola de adrenalina. Puede resultar sorprendente para algunos que el grupo incorpore algún que otro dejo de melodía (si hasta cuentan con la participación estelar del Greg Hetson, guitarrista de Circle Jerks y Bad Religion) en sus composiciones pero no teman, la rabia se mantiene intacta. De hecho, el fuerte de estos californianos está en la variedad que logran sin salirse demasiado de los esquemas más brutales del Hardcore. Las voces rugen y aúllan hasta hacer sangrar las gargantas, las bases golpean a toda velocidad (con excepción del dumbeta “Hash Wednesday” y sus cuatro minutos y medio de ominosa densidad) y se mueven incesantemente de un lado a otro entre infinitos cortes, idas y venidas, las guitarras raspan con sucesiones de riffs que conjugan como nadie primitivismo e imaginación, las estructuras son impredecibles y frenéticas pero siempre mantienen un lugarcito para el gancho. O sea, acá tienen toda la urgencia visceral y agresiva que caracteriza al Hardcore pero entregada con el grado justo de inteligencia, personalidad propia e inventiva que se requiere para no caer en la mera repetición de esquemas agotados. Y si eso no les importa, al menos tienen un mazazo tras otro capaces de romper hasta los huesos más duros. Hay casos en los que el hype es justificado, a juzgar por lo expuesto en este afiebrado “Eyes and nines”, el de Trash Talk es uno de ellos.


-Watain “Lawless darkness” (2010)
Hay bandas que no necesitan aparecerse con ideas locas y revolucionarias para llamar la atención, que sólo les basta con hacer las cosas bien. Tal es el caso de Watain. Hoy en día, con una interesantísima proliferación de bandas que experimentan combinando el Black Metal con diversos subgéneros (Post-Rock, Psicodelia, Kraut-Rock, Industrial, Noise, Sludge), estos suecos insisten en mantenerse fieles a las premisas tradicionales dictadas por próceres como Bathory, Mayhem o Dissection, sin que ello signifique entregar material falto de imaginación ni repetido hasta el hartazgo. Por supuesto, muchos de los riffs desplegados en este cuarto disco de estudio suenan similares a tantos otros que los amantes del Negro Metal ya habrán escuchado alguna vez pero, si fuera por eso, deberíamos desestimar a todas las bandas que les roban riffs a Black Sabbath, Slayer, Napalm Death, Morbid Angel, At The Gates, Neurosis o Botch (siempre hablando dentro del Metal extremo y aledaños, claro está). Una vez que establecemos y aceptamos que el fuerte de Watain no está en su originalidad, podemos entregarnos sin problemas a disfrutar de diez excelentes canciones de puro Black Metal sin aditivos. En ese sentido bien vale aclarar que, si bien el esquema del trío (para las presentaciones en vivo se suman dos músicos extra) está claramente basado en la vertiente más riffera y áspera del viejo Black, no se trata de material necesariamente crudo. En primer lugar, el sonido es claro, potente y permite apreciar el ominoso entramado de distorsión generado por las guitarras con lujo de detalle. Por otro lado, y más importante aún, las composiciones cuentan con su necesaria cuota de idas y venidas rítmicas y un definitivo respeto por la melodía que no hace más que acentuar las cualidades malignas de las mismas. En efecto, al escucharlo con el grado necesario de concentración (esto no es música para poner de fondo mientras uno hace otra cosa), “Lawless darkness” resulta una experiencia envolvente, un descenso a espirales de odio infinito plagado de sórdidas visiones pintadas con carbón y coronado por un persistente aroma a azufre. O sea, Black Metal.

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