Por Fernando Suarez.
-Architect “Consume adapt create” (2010)
El título del disco y, en menor medida, el nombre del grupo me hicieron pensar en Meshuggah inmediatamente. Por supuesto, fans de los suecos amantes de las rítmicas impares, no se ilusionen. Aquí no hay riffs cortantes ni alaridos desgarrados. Sí hay ritmos trabados pero acá no hay Metal, ni siquiera Rock propiamente dicho. Ahora bien, si aprecian los paisajes urbanos post-apocalípticos, las sensaciones opresivas y los despliegues musicales de profundidad cinematográfica, entonces aquí tendrán bastante para masticar. Architect es el nombre elegido por el alemán Daniel Myer para dar rienda suelta a sus más oscuras elucubraciones electrónicas y se nota que el tipo sabe lo que hace. En primer lugar, no se circunscribe a ninguna rama específica de la Música Electrónica, si no que toma elementos de diversos géneros y los funde en pos de generar vívidas imágenes y atmósferas envolventes y sobrecargadas. Por momentos puede irse al lado del Drum & Bass más frenético, en otros baja las revoluciones y se sumerge en espesas aguas Dubstep, después nos ofrece una engañosa sensación de relax a través de beats, en apariencia, más amigables para luego ensuciarlos con capas y capas de óxido y crujidos metálicos y siempre tiene a mano alguna textura distorsionada o alguna melodía sombría para mantener intacto el hilo argumental del disco. Más allá de que no haya nada claro al respecto, la sensación que da “Consume adapt create” (quinto álbum de Architect) es la de relatar una historia de forma musical. Y se trata de un relato que bien podría haber sido concebido por Philip Dick, Aldous Huxley, George Orwell o William Gibson en sus momentos más oscuros. Desde ya, todo esto es lo que yo imagino pero bien vale la pena que cada uno haga su propio viaje. Lo único que necesitan es mantener la mente abierta y los oídos concentrados en aprehender el enorme caudal musical/visual que se les vendrá encima.
-Coffinworm “When all became none” (2010)
No será una idea muy innovadora pero qué bien que quedan el Sludge y el Black Metal fundidos. Durante muchos años, ambos subgéneros extremos recorrieron caminos paralelos, casi sin tocarse, lo cual no deja de ser curioso dadas sus naturalezas oscuras, misantrópicas y nihilistas en común. Coffinworms es un quinteto oriundo de Indiana que, en este debut discográfico, nos pinta una desesperanzadora visión de la raza humana basada en guitarras gordas y monolíticas, alaridos desgarrados, atmósferas ominosas y bases que pasan del blast-beat al rebaje arrastrado casi sin inmutarse. Una banda como Unearthly Trance ya había ensayado una combinación similar pero a su pasión por DarkThrone, Eyehategod y Khanate sumaban importantes cuotas de Hardcore, Noise y una impronta claramente vanguardista y experimental. Coffinworms sería algo así como su hijo mogólico. Su combinación de Black y Sludge es a todas luces más cruda e inmediata y deja de lado cualquier tipo de rebusque, innecesario o no. Sus temas son bastante largos (a un promedio de siete minutos y monedas cada uno) pero en ellos no hay curvas inesperadas. Esos típicos acordes menores del Black vienen acompañados de ritmos babosos y graves retumbantes, la voz alterna entre gruñidos guturales y chirridos distorsionados, hay lugar para demoníacas cabalgatas y violentas subidas de velocidad que hubiesen puesto orgulloso a Euronymous y cuando la cosa se pone lenta (que es la mayoría del tiempo, bien vale aclarar) pueden sentir los cimientos mismos del universo resquebrajarse ante el peso de esos riffs monumentales y esos titánicos golpes de batería. Todo, desde ya, teñido de esa asfixiante negrura entre mística y alucinógena, de ese violento desprecio por la vida y de esa sensación de odio casi épica que caracteriza a ambos géneros aludidos. En fin, no le va a cambiar la vida a nadie pero si andan buscando algo con lo que descargar energía negativa, esto viene como anillo al dedo.
-Coliseum “House with a curse” (2010)
Su aparición en 2004, de la mano de un debut homónimo, representó una saludable brisa de aire fresco para el Hardcore/Crust con su particular combinación de Discharge, Motörhead y melodías seguramente heredadas de su conexión directa con Black Cross, un grupo más cercano a Hüsker Dü y el Washington D.C. de fines de los ochentas que al Crust. El siguiente paso, el genial “No salvation” de 2007 (por supuesto, estoy obviando los varios splits y ep’s en el medio), incrementó aún más las cualidades del trío, proponiendo al mismo tiempo un despliegue de imaginación poco común en el género. Así, llegamos a este tercer larga duración y, ya desde la introducción de tono clásico y el primer y sumamente melódico riff de “Blind in one eye”, queda claro que los liderados por el vocalista/guitarrista Ryan Patterson pusieron toda la carne al asador sin temor al qué dirán. Antes hice referencia a Black Cross (donde Patterson compartía tiempo junto a miembros de bandas como Endpoint, The National Acrobat, Young Widows y Breather Resist) y, justamente, en “House with a curse” el sonido de Coliseum se acerca notablemente a esa suerte de Post-Hardcore rasposo, oscuro y rockero, sin por ello abandonar del todo su corazoncito Crusty. Por supuesto, los fans más radicales pondrán el grito en el cielo, los ritmos acelerados, los alaridos quebrados y los machaques virulentos de antaño casi han desaparecido por completo, dejando al descubierto una carga emotiva (aquí detectamos algo de la impronta de leyendas como Black Flag y Fugazi) que resulta tan o más intensa que dichas cabalgatas vertiginosas. Digamos que, si en sus anteriores trabajos la cosa pasaba por dotar de una soltura claramente Rockera al latir rabioso del Hardcore, aquí se trata de refinar aún más dicha premisa, incrementando la melodía (Patterson mantiene su tono rasposo pero ahora parece capaz de llegar a más lugares con él), bajando las revoluciones (en el proceso, el trabajo rítmico y de las guitarras ganó enormemente en inventiva y complejidad) y proponiendo una profundidad emocional y creativa que deja sin aliento. Insisto, se trata de un álbum más lento, oscuro e introspectivo pero, al mismo tiempo, mucho más impredecible, rico en variantes musicales y, en última instancia, atrapante. En fin, muchas veces cuando un disco me emociona y estimula profundamente, me quedo sin palabras adecuadas para describirlo cabalmente. Tal es lo que me sucede con este monumental “House with a curse”, sencillamente uno de los discos del año.
-Grails “Black tar prophecies, vol. 4” (2010)
Llega la cuarta entrega de estas “Black tar prophecies” con las que los muchachos de Grails se dan el gusto de experimentar de forma más distendida que en sus discos oficiales, por así llamarlos. Claro, para un grupo como este, siempre impredecible, imaginativo y de insaciable apetito creativo, la palabra experimentación es cosa seria. Sólo cinco temas en poco más de veinte minutos le bastan a este cuarteto oriundo de Portland para demostrar que el rótulo de Post-Rock no les hace en absoluto justicia. Vamos, los experimentos sonoros de “I want a new drug” y “New drug II” (en algún lugar entre el Ambient y el Drone más perturbadores y profundos), esa suerte de Blues-Rock-Progresivo-Setentoso de “Self-hypnosis”, las melodramáticas melodías de piano de “A mansion has many rooms” y el Lounge noctámbulo y melancólico de “Up all night” poco y nada tienen que ver con lo que habitualmente se conoce como Post-Rock. Tal vez lo que más sorprenda a los familiarizados con la banda sea el hecho de que las canciones se mantienen cada una dentro de sus propios parámetros, sin ensayar salidas inesperadas ni retorcidas fusiones estilísticas, pero supliendo su habitual locura con una sobriedad melódica tan emotiva como embriagadora. En fin, a esta altura la música de Grails habla por sí misma, sin necesidad de definiciones ni explicaciones de supuestos expertos rockeros. Mientras esperamos su próxima larga duración (y la quinta parte de estas mismas “Black tar prophecies”. Sí, se trata de gente inquieta), he aquí un delicioso, aunque breve aperitivo.
-Early Graves “Goner” (2010)
No siempre van de la mano y hasta, algunas veces, se excluyen mutuamente pero fuerza bruta e inventiva pueden llegar a ser dos excelentes aliados a la hora de hacer Metal extremo. Early Graves ya había dado pruebas de ello en su debut discográfico (“We: The guillotine”, editado en 2008) con su personal combinación de Grindcore, Sludge, Thrash, Death y Noise-Rock y una potencia inhumana. “Goner” sigue esos pasos sin achicarse y entrega patada tras patada, con guitarras gordas embarradas, gruñidos desbocados, acoples y disonancias por doquier, y un afiebrado pulso rítmico. Excitación parece ser la palabra clave aquí, cada tema nos envuelve en un terremoto de riffs que rescatan con absoluta naturalidad los legados de bandas como Napalm Death, Entombed, Today Is The Day, Eyehategod, Carcass y Motörhead, fundiendo esas influencias en compactas bolas de odio montadas sobre bases frenéticas y contundentes al mismo tiempo. Claro, la primera impresión es que se trata de material netamente agresivo y despojado de cualquier tipo de sutileza, tal es el grado de intensidad y la sensación de salvajismo que transmite el disco pero una escucha atenta revela que debajo de las capas de distorsión, alaridos y blast-beats varios se esconden ideas más que interesantes, en especial en lo que hace al trabajo de guitarras (la forma en que pasan de un riff de pura cepa Deathmetalera a un acople ensordecedor, de ahí hay un empantanado machaque Thrasher, de ahí a un rebaje Sludge, de ahí a algún punteo casi melódico y de ahí a angulares contracturas Noise-Rockeras, resulta digna de atención) y batería. En fin, hablar de originalidad tal vez sería una exageración pero, sin duda alguna, aquí hay una asimilación de influencias variadas absolutamente personal, por no hablar de una brutalidad (que nada tiene que ver con tocar muchas notas muy rápido sin que se entienda un carajo) que deja sin aliento. Ideal para descargar frustraciones o salir a la calle a patear viejas de mierda.
-Elliott Sharp/Carbon “Void coordinates” (2010)
Treinta y tres años de carrera ininterrumpida, más de ochenta discos editados y un inagotable apetito creativo certifican a Elliott Sharp como uno de los músicos más relevantes y completos de los últimos tiempos. Reconocido principalmente como guitarrista y compositor (aunque también interpreta instrumentos como el saxofón, el clarinete, el piano y la computadora), Sharp formó parte de aquel downtown neoyorquino que, a principios de los ochentas y junto a nombres como John Zorn o Arto Lindsay, dio vuelta varias de las nociones existentes sobre el Rock, el Jazz y la música en general, experimentando con infinidad de géneros y técnicas (entre sus trabajos podemos hallar desde asaltos de Noise abrasivo hasta piezas orquestales, improvisaciones Jazzeras e incursiones electrónicas) y trazando un perfil que puede asociarse tanto a la vanguardia más sesuda como al Punk más frenético, hecho que queda demostrado, entre otras cosas, por sus colaboraciones con Melt Banana (en Chipfarm) y Minutemen (en el fugaz proyecto Bootstrappers) y sus álbumes editados por SST, el legendario sello de Greg Ginn de Black Flag. “Void coordinates” marca el regreso de Carbon, una agrupación nacida en 1983 con el objetivo de cristalizar, justamente, el gusto del calvo guitarrista por la improvisación y el Hardcore/Punk. Así, aquí tenemos a la formación que registró cinco discos entre 1991 y 1996, en la cual, aparte de Sharp (encargado de las guitarras y el saxofón), encontramos a la arpista Zeena Parkins, el bajista Marc Sloan, el baterista Joseph Trump y el encargado de samples y sintetizadores, David Weinstein. Bien, hasta aquí las presentaciones, ahora vamos a lo que realmente importa. Ocho temas instrumentales en poco más de una hora es lo que el quinteto nos ofrece y en ellos es posible hallar un universo musical único y de proporciones astronómicas. El pulso entre tenso y virulento de la base rítmica se entrecruza con estructuras impredecibles pero siempre coherentes, la batería maneja su virtuosismo con la sabiduría de un monje Shaolin, el swing Jazzero más intoxicante y la fuerza de mil Hardcores, el bajo genera densos entramados de graves que se mueven constantemente como placas tectónicas a toda velocidad, la guitarra y el saxofón se deshacen entre riffs laberínticos, arreglos disonantes y angulares, y erupciones hirientes de puro ruido, el arpa y los samples y teclados varios aportan profundas texturas y contrapuntos que ayudan a redondear los bordes más ríspidos de las composiciones, dotando a la energía más bien física del resto de los instrumentos de una envolvente tridimensionalidad que nos sumerge en abstractas alucinaciones. Desde ya, no se trata de música que pueda ser definida o clasificada según los parámetros rockeros tradicionales, aún cuando su intensidad y su pulsión eléctrica sean netamente rockeras y su impronta corrosiva y oscura hasta los aproxime a ciertas formas de Metal experimental. Digamos que si fuera posible trazar un hilo conductor entre Miles Davis, Foetus, el Frank Zappa menos amigable, un Naked City tribal y en cámara lenta, el Black Flag volcado a la improvisación, los climas de un grupo como Neurosis y la agresión nerd de la No-Wave neoyorquina, eso podría acercarnos bastante a lo escuchado aquí. No sería suficiente, claro, al fin de cuentas se trata de música que necesita ser experimentada en carne propia para poder aprehender todo su poderío y su vasta riqueza creativa. Imprescindible para mentes abiertas y oídos aventureros.
-Riverdales “Tarantula” (2010)
En ocasión de comentar el previo trabajo discográfico de Riverdales (“Invasion U.S.A.”, pueden leer la review aquí), ya habíamos anticipado esta continuación llamada “Tarantula”, que el propio grupo anunciaba como provisto de una fuerte influencia de “Subterranean jungle” de sus adorados Ramones. Se trata del primer disco en que los liderados por Ben Weasel (ex líder de los legendarios Screeching Weasel y aquí usando su apellido real, Foster) cuentan con dos guitarras, lo cual no representa un gran cambio, salvo por algunos que otros solos rockeros aquí y allá. Vamos, en definitiva seguimos hablando de viejo y querido Punk Ramonero de pura cepa, con los riffs de tres acordes, las bases simples y contagiosas, y esas irresistibles melodías chiclosas de ayer, hoy y siempre. Inclusive hay lugar para temas como “Soultaker” o el hermoso “Crash of the moons” (candidato a mejor tema del año), donde el ahora cuarteto emula aquellas preciosas semi-baladas como “I wanna be your boyfriend” o “I Won’t let it happen”, guitarras acústicas y tecladitos incluidos, con resultados sencillamente arrebatadores. En fin, ni vale la pena entrar en discusiones sobre originalidad, ideas propias o vanguardias de cualquier tipo. Riverdales jamás oculta su amor por los Ramones pero nunca dejan de sonar a Riverdales, aunque parezca contradictorio. Aquí tenemos catorce temas en media hora, todos potenciales hits, todos aptos para tararear, bailar, poguear y mover la patita despreocupados, todos capaces de refrescar el espíritu y poner una sonrisa en el rostro aún en las jornadas más jodidas. Disfrutarlos o no depende de ustedes, yo, sin lugar a dudas, me quedo con la primera opción.
-Take “Only mountain” (2010)
Nacido en Francia y radicado en Los Angeles, California desde hace algunos años, Take es uno de los aliases (tiene otros como Sweatson Klank, DJ Take) elegidos por Thomas Wilson para mostrarse en público. Como podrán adivinar se trata de un Dj y productor, de esos que el difunto Pappo no consideraba como músicos. Ciertamente, al menos en este caso, se trata de alguien que ofrece mucha más música que la misma escala pentatónica tocada de la misma forma por enésima vez, así que, en ese sentido, no tienen por qué preocuparse. La música practicada por Take suele asociarse a géneros electrónicos como el Dubstep, el Trip-Hop y el Hip-Hop instrumental, o sea que aquí encontrarán beats cadenciosos y climas envolventes por doquier. Pero eso no es todo. Lo que distingue notablemente a Take de varios de sus pares es la Psicodelia. Sí, se trata de material que se encuentra más a gusto entre alucinaciones multicolores y formas irreales que entre grises paseos urbanos o danzas decadentes. Por supuesto, no faltan los graves masivos ni las espesas construcciones de texturas, el punto es que también hay lugar para teclados cósmicos que pondrían orgulloso al mismísimo Vangelis y melodías siderales que no hubieran desentonado en los momentos más elevados (si entienden a lo que me refiero) de un grupo como Hawkwind. En fin, no es un trabajo agresivo ni estridente pero tampoco fácil de digerir. Es necesaria una concentración dedicada para sumergirse del todo en estos viajes sónicos de tonalidades siempre cambiantes. Sumamente recomendado para cualquiera que ande con ganas de proponerle un desafío a las neuronas.
-The Austerity Program “Backsliders and apostates will burn” (2010)
Tres años puede parecer mucho tiempo para esperar por sólo cuatro temas nuevos, en especial si tenemos en cuenta el nivel demencial que este dúo neoyorquino exhibió en “Black Madonna”, su álbum anterior. En fin, dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Y estos jodidos cuatro temas son de lo mejor que escuché en lo que va del año. ¿Les suena Big Black? Bueno, The Austerity Program aprendió sus lecciones de discazos como “Atomizer” y “Songs about fucking” y las regurgitó en canciones aplastantes y con un sonido tan masivo y vicioso que parece salirse de los parlantes y agarrarnos del cuello hasta dejarnos sin aire. En efecto, se trata de composiciones construidas sobre ritmos programados que golpean como martillos hidráulicos pero que, al mismo tiempo, manejan un sentido de la dinámica inquieto y exasperante. ¿Les suena Godflesh? Bien, algunos de los beats también guardan cierta relación con lo hecho por el gran Justin Broadrick en dicho grupo y a eso le pueden sumar un bajo que hace temblar la tierra con gruñidos tan corrosivos como quirúrgicos. Ahora bien, aquí hay algo más que la mera suma de las influencias. Una voz desesperada y esquizofrénica, una guitarra que dispara riffs deformes y rasposos, ocasionales melodías alucinógenas, estructuras absolutamente impredecibles pero cuidadosamente elaboradas, atmósferas de envolvente psicosis y una extraña combinación de demencia, rabia, emociones malsanas, retorcido sentido del humor y tensión casi insoportable son algunas de las cualidades que Thad Calabrese y Justin Foley (tales los nombres de los implicados) despliegan con una soltura pasmosa y una creatividad envidiable. Y sí, los tipos no serán prolíficos (de hecho, tampoco tocan en vivo y acomodan sus actividades musicales alrededor de sus regulares vidas cotidianas) pero ante resultados tan intensos y personales no hay queja posible. Para escuchar en repeat hasta que no quede ni una sola neurona activa.
-This Is Hell “Weight of the world” (2010)
Ok, la idea del “peso del mundo” sobre los hombros no es precisamente nueva dentro del Hardcore. Si vamos al caso, no se puede decir que la propuesta de This Is Hell sea necesariamente innovadora pero sí personal. Viniendo de New York no debería sorprendernos que cuenten con la cuota mínima y necesaria de Metal en su propuesta, aunque sonar más influenciados por Cro-Mags que por Agnostic Front ya los pone en un lugar un tanto más interesante. Por otro lado, aquellos que estén familiarizados con las anteriores entregas discográficas del ahora cuarteto (“Sundowning” y “Misfortunes”, editados en 2006 y 2008 respectivamente), sabrán que las referencias más fuertes en su sonido venían por el lado de Gorilla Biscuits y su reinterpretación moderna de la mano de American Nightmare y Give Up The Ghost. Entonces, tenemos Hardcore neoyorquino con machaques casi Thrashers (por momentos hasta me recuerdan a esos viejos discos de Anthrax, al menos en lo que hace a los riffs. Aunque sería un error de mi parte no mencionar también a los gloriosos D.R.I. como innegable influencia) y toda esa impronta de violencia urbana, tenemos también el toque de melodía y emoción aportado por la estirpe de Gorilla Biscuits, tenemos un guitarrista sólido y que, sin ser un derroche de imaginación, se las arregla para escupir algunos riffs más que interesantes y hasta algún que otro solo con chapa de guitar-heroe, tenemos una base rítmica firme y contundente que sabe que su labor es pegar duro donde más duele y tenemos un cantante que deja el alma y la garganta en cada grito, transmitiendo una pasión desesperada que poco tiene que ver con las típicas poses rudas del Hardcore de su ciudad natal. Si hasta hay lugar para arpegios limpios y melodías sensibles entre tanta invitación al mosh descontrolado. En fin, This Is Hell se las arregló para tomar algunos de los clichés más tradicionales del Hardcore y darles nueva vida a fuerza de frescura, intensidad y buenas canciones. Si las bermudas, los puños en alto y los dedos acusadores son lo suyo, no lo pueden dejar pasar.
-Tideland “Asleep in the graveyard” (2010)
A calzarse las camisas a cuadros que aquí llega otra saludable pieza de nostalgia noventosa a cargo de este trío con integrantes que alguna vez formaron parte de bandas como Pg. 99 o Forensics. Ok, el retro en general suele apestar casi por definición y no se puede decir que Tideland aporte alguna vuelta de tuerca revolucionaria a lo hecho en décadas pasadas por grupos como Mudhoney, Sonic Youth, Nirvana, Screaming Trees o My Bloody Valentine pero lo que hacen lo hacen con tal nivel compositivo y convicción que no queda otra que rendirse ante estas doce canciones pletóricas de riffs simples, rasposos y pegadizos, bases energéticas pero siempre al borde de la desprolijidad, y líneas vocales agridulces. Por supuesto, si este tipo de sonidos nunca fue de su agrado, “Asleep in the graveyard” poco y nada hará por convertirlos pero eso está bien. Si una cualidad sobresaliente se desprende de este álbum debut es, justamente, la naturalidad, la falta de pretensiones con las que el grupo encara su música. Por otro lado, queda claro que estos muchachos no son clones de nadie. Las influencias están allí (tenemos la mugre Stoogera de Mudhoney, las texturas embotadoras de My Bloody Valentine, las melodías emotivas de Dinosaur Jr., el guiño psicodélico y deforme de Pixies, los climas áridos de Screaming Trees, el rabioso empuje Punk de Nirvana y las extrañas armonías de guitarra del Sonic Youth más rockero, entre otras referencias más o menos obvias) pero están fundidas de tal manera que terminan dando forma a una identidad distintiva, ya que no original o innovadora. El secreto parece estar en mantener un siempre frágil equilibrio entre la energía visceral y desprolija del Punk y la delicadeza melódica y tímbrica del Pop, y entregar el resultado final con una actitud entre sensible, enojada y desaprensiva. Vamos, Grunge ni más ni menos. No les voy a mentir, en otros casos probablemente desplegaría todos mis prejuicios en contra de las bandas que sólo se dedican a rescatar glorias del pasado pero aquí estamos hablando de un tipo de música que, por lo general, toca fibras sensibles de mi ser y me despoja de cualquier atisbo de imparcialidad. Si, como yo, sienten que aquella primera mitad de los noventas fue una época mágica para el Rock, no pueden perderse este disco.
-Walls “Stare at the walls” (2010)
Tres temas en seis minutos. Un cover de Die Kreuzen. Miembros de Iron Lung. Una voz gritona, casi como un Henry Rollins en sus peores ataques de rabia. Un bajo arenoso y podrido. Una guitarra descontrolada y disonante. Corazón Hardcore, envoltura de Noise-Rock. Una golosina difícil de tragar pero sumamente adictiva. Energía sudorosa, inmediata, visceral. Acoples, riffs angulares, bases frenéticas y contundentes al mismo tiempo. Un sonido crudo y potente que se siente en el cuerpo. Cierta desprolijidad necesaria. Si quieren refinamientos, pueden quedarse con sus discos de Jethro Tull. Aquí hay sangre en ebullición y ni una sonrisa. Bueno, tal vez alguna mueca desencajada que se asemeje a una sonrisa, pero no más que eso. ¿Influencias? Black Flag, The Jesus Lizard, Born Against, Swans, Flipper. Los mencionados Die Kreuzen, por supuesto. Un ep que nos deja babeando y con ganas de más. Un despliegue de brutalidad y saña que lacera la piel, entumece los huesos y perturba la mente. Inteligencia y creatividad al servicio de los instintos más bajos y primitivos. Se recomiendo fervientemente la escucha de su debut homónimo editado en 2008. No hay necesidad de mayores explicaciones o análisis. Si disfrutan del Rock en su forma más salvaje, virulenta y enfermiza, Walls debería ser una parada casi obligatoria.
-Architect “Consume adapt create” (2010)
El título del disco y, en menor medida, el nombre del grupo me hicieron pensar en Meshuggah inmediatamente. Por supuesto, fans de los suecos amantes de las rítmicas impares, no se ilusionen. Aquí no hay riffs cortantes ni alaridos desgarrados. Sí hay ritmos trabados pero acá no hay Metal, ni siquiera Rock propiamente dicho. Ahora bien, si aprecian los paisajes urbanos post-apocalípticos, las sensaciones opresivas y los despliegues musicales de profundidad cinematográfica, entonces aquí tendrán bastante para masticar. Architect es el nombre elegido por el alemán Daniel Myer para dar rienda suelta a sus más oscuras elucubraciones electrónicas y se nota que el tipo sabe lo que hace. En primer lugar, no se circunscribe a ninguna rama específica de la Música Electrónica, si no que toma elementos de diversos géneros y los funde en pos de generar vívidas imágenes y atmósferas envolventes y sobrecargadas. Por momentos puede irse al lado del Drum & Bass más frenético, en otros baja las revoluciones y se sumerge en espesas aguas Dubstep, después nos ofrece una engañosa sensación de relax a través de beats, en apariencia, más amigables para luego ensuciarlos con capas y capas de óxido y crujidos metálicos y siempre tiene a mano alguna textura distorsionada o alguna melodía sombría para mantener intacto el hilo argumental del disco. Más allá de que no haya nada claro al respecto, la sensación que da “Consume adapt create” (quinto álbum de Architect) es la de relatar una historia de forma musical. Y se trata de un relato que bien podría haber sido concebido por Philip Dick, Aldous Huxley, George Orwell o William Gibson en sus momentos más oscuros. Desde ya, todo esto es lo que yo imagino pero bien vale la pena que cada uno haga su propio viaje. Lo único que necesitan es mantener la mente abierta y los oídos concentrados en aprehender el enorme caudal musical/visual que se les vendrá encima.
-Coffinworm “When all became none” (2010)
No será una idea muy innovadora pero qué bien que quedan el Sludge y el Black Metal fundidos. Durante muchos años, ambos subgéneros extremos recorrieron caminos paralelos, casi sin tocarse, lo cual no deja de ser curioso dadas sus naturalezas oscuras, misantrópicas y nihilistas en común. Coffinworms es un quinteto oriundo de Indiana que, en este debut discográfico, nos pinta una desesperanzadora visión de la raza humana basada en guitarras gordas y monolíticas, alaridos desgarrados, atmósferas ominosas y bases que pasan del blast-beat al rebaje arrastrado casi sin inmutarse. Una banda como Unearthly Trance ya había ensayado una combinación similar pero a su pasión por DarkThrone, Eyehategod y Khanate sumaban importantes cuotas de Hardcore, Noise y una impronta claramente vanguardista y experimental. Coffinworms sería algo así como su hijo mogólico. Su combinación de Black y Sludge es a todas luces más cruda e inmediata y deja de lado cualquier tipo de rebusque, innecesario o no. Sus temas son bastante largos (a un promedio de siete minutos y monedas cada uno) pero en ellos no hay curvas inesperadas. Esos típicos acordes menores del Black vienen acompañados de ritmos babosos y graves retumbantes, la voz alterna entre gruñidos guturales y chirridos distorsionados, hay lugar para demoníacas cabalgatas y violentas subidas de velocidad que hubiesen puesto orgulloso a Euronymous y cuando la cosa se pone lenta (que es la mayoría del tiempo, bien vale aclarar) pueden sentir los cimientos mismos del universo resquebrajarse ante el peso de esos riffs monumentales y esos titánicos golpes de batería. Todo, desde ya, teñido de esa asfixiante negrura entre mística y alucinógena, de ese violento desprecio por la vida y de esa sensación de odio casi épica que caracteriza a ambos géneros aludidos. En fin, no le va a cambiar la vida a nadie pero si andan buscando algo con lo que descargar energía negativa, esto viene como anillo al dedo.
-Coliseum “House with a curse” (2010)
Su aparición en 2004, de la mano de un debut homónimo, representó una saludable brisa de aire fresco para el Hardcore/Crust con su particular combinación de Discharge, Motörhead y melodías seguramente heredadas de su conexión directa con Black Cross, un grupo más cercano a Hüsker Dü y el Washington D.C. de fines de los ochentas que al Crust. El siguiente paso, el genial “No salvation” de 2007 (por supuesto, estoy obviando los varios splits y ep’s en el medio), incrementó aún más las cualidades del trío, proponiendo al mismo tiempo un despliegue de imaginación poco común en el género. Así, llegamos a este tercer larga duración y, ya desde la introducción de tono clásico y el primer y sumamente melódico riff de “Blind in one eye”, queda claro que los liderados por el vocalista/guitarrista Ryan Patterson pusieron toda la carne al asador sin temor al qué dirán. Antes hice referencia a Black Cross (donde Patterson compartía tiempo junto a miembros de bandas como Endpoint, The National Acrobat, Young Widows y Breather Resist) y, justamente, en “House with a curse” el sonido de Coliseum se acerca notablemente a esa suerte de Post-Hardcore rasposo, oscuro y rockero, sin por ello abandonar del todo su corazoncito Crusty. Por supuesto, los fans más radicales pondrán el grito en el cielo, los ritmos acelerados, los alaridos quebrados y los machaques virulentos de antaño casi han desaparecido por completo, dejando al descubierto una carga emotiva (aquí detectamos algo de la impronta de leyendas como Black Flag y Fugazi) que resulta tan o más intensa que dichas cabalgatas vertiginosas. Digamos que, si en sus anteriores trabajos la cosa pasaba por dotar de una soltura claramente Rockera al latir rabioso del Hardcore, aquí se trata de refinar aún más dicha premisa, incrementando la melodía (Patterson mantiene su tono rasposo pero ahora parece capaz de llegar a más lugares con él), bajando las revoluciones (en el proceso, el trabajo rítmico y de las guitarras ganó enormemente en inventiva y complejidad) y proponiendo una profundidad emocional y creativa que deja sin aliento. Insisto, se trata de un álbum más lento, oscuro e introspectivo pero, al mismo tiempo, mucho más impredecible, rico en variantes musicales y, en última instancia, atrapante. En fin, muchas veces cuando un disco me emociona y estimula profundamente, me quedo sin palabras adecuadas para describirlo cabalmente. Tal es lo que me sucede con este monumental “House with a curse”, sencillamente uno de los discos del año.
-Grails “Black tar prophecies, vol. 4” (2010)
Llega la cuarta entrega de estas “Black tar prophecies” con las que los muchachos de Grails se dan el gusto de experimentar de forma más distendida que en sus discos oficiales, por así llamarlos. Claro, para un grupo como este, siempre impredecible, imaginativo y de insaciable apetito creativo, la palabra experimentación es cosa seria. Sólo cinco temas en poco más de veinte minutos le bastan a este cuarteto oriundo de Portland para demostrar que el rótulo de Post-Rock no les hace en absoluto justicia. Vamos, los experimentos sonoros de “I want a new drug” y “New drug II” (en algún lugar entre el Ambient y el Drone más perturbadores y profundos), esa suerte de Blues-Rock-Progresivo-Setentoso de “Self-hypnosis”, las melodramáticas melodías de piano de “A mansion has many rooms” y el Lounge noctámbulo y melancólico de “Up all night” poco y nada tienen que ver con lo que habitualmente se conoce como Post-Rock. Tal vez lo que más sorprenda a los familiarizados con la banda sea el hecho de que las canciones se mantienen cada una dentro de sus propios parámetros, sin ensayar salidas inesperadas ni retorcidas fusiones estilísticas, pero supliendo su habitual locura con una sobriedad melódica tan emotiva como embriagadora. En fin, a esta altura la música de Grails habla por sí misma, sin necesidad de definiciones ni explicaciones de supuestos expertos rockeros. Mientras esperamos su próxima larga duración (y la quinta parte de estas mismas “Black tar prophecies”. Sí, se trata de gente inquieta), he aquí un delicioso, aunque breve aperitivo.
-Early Graves “Goner” (2010)
No siempre van de la mano y hasta, algunas veces, se excluyen mutuamente pero fuerza bruta e inventiva pueden llegar a ser dos excelentes aliados a la hora de hacer Metal extremo. Early Graves ya había dado pruebas de ello en su debut discográfico (“We: The guillotine”, editado en 2008) con su personal combinación de Grindcore, Sludge, Thrash, Death y Noise-Rock y una potencia inhumana. “Goner” sigue esos pasos sin achicarse y entrega patada tras patada, con guitarras gordas embarradas, gruñidos desbocados, acoples y disonancias por doquier, y un afiebrado pulso rítmico. Excitación parece ser la palabra clave aquí, cada tema nos envuelve en un terremoto de riffs que rescatan con absoluta naturalidad los legados de bandas como Napalm Death, Entombed, Today Is The Day, Eyehategod, Carcass y Motörhead, fundiendo esas influencias en compactas bolas de odio montadas sobre bases frenéticas y contundentes al mismo tiempo. Claro, la primera impresión es que se trata de material netamente agresivo y despojado de cualquier tipo de sutileza, tal es el grado de intensidad y la sensación de salvajismo que transmite el disco pero una escucha atenta revela que debajo de las capas de distorsión, alaridos y blast-beats varios se esconden ideas más que interesantes, en especial en lo que hace al trabajo de guitarras (la forma en que pasan de un riff de pura cepa Deathmetalera a un acople ensordecedor, de ahí hay un empantanado machaque Thrasher, de ahí a un rebaje Sludge, de ahí a algún punteo casi melódico y de ahí a angulares contracturas Noise-Rockeras, resulta digna de atención) y batería. En fin, hablar de originalidad tal vez sería una exageración pero, sin duda alguna, aquí hay una asimilación de influencias variadas absolutamente personal, por no hablar de una brutalidad (que nada tiene que ver con tocar muchas notas muy rápido sin que se entienda un carajo) que deja sin aliento. Ideal para descargar frustraciones o salir a la calle a patear viejas de mierda.
-Elliott Sharp/Carbon “Void coordinates” (2010)
Treinta y tres años de carrera ininterrumpida, más de ochenta discos editados y un inagotable apetito creativo certifican a Elliott Sharp como uno de los músicos más relevantes y completos de los últimos tiempos. Reconocido principalmente como guitarrista y compositor (aunque también interpreta instrumentos como el saxofón, el clarinete, el piano y la computadora), Sharp formó parte de aquel downtown neoyorquino que, a principios de los ochentas y junto a nombres como John Zorn o Arto Lindsay, dio vuelta varias de las nociones existentes sobre el Rock, el Jazz y la música en general, experimentando con infinidad de géneros y técnicas (entre sus trabajos podemos hallar desde asaltos de Noise abrasivo hasta piezas orquestales, improvisaciones Jazzeras e incursiones electrónicas) y trazando un perfil que puede asociarse tanto a la vanguardia más sesuda como al Punk más frenético, hecho que queda demostrado, entre otras cosas, por sus colaboraciones con Melt Banana (en Chipfarm) y Minutemen (en el fugaz proyecto Bootstrappers) y sus álbumes editados por SST, el legendario sello de Greg Ginn de Black Flag. “Void coordinates” marca el regreso de Carbon, una agrupación nacida en 1983 con el objetivo de cristalizar, justamente, el gusto del calvo guitarrista por la improvisación y el Hardcore/Punk. Así, aquí tenemos a la formación que registró cinco discos entre 1991 y 1996, en la cual, aparte de Sharp (encargado de las guitarras y el saxofón), encontramos a la arpista Zeena Parkins, el bajista Marc Sloan, el baterista Joseph Trump y el encargado de samples y sintetizadores, David Weinstein. Bien, hasta aquí las presentaciones, ahora vamos a lo que realmente importa. Ocho temas instrumentales en poco más de una hora es lo que el quinteto nos ofrece y en ellos es posible hallar un universo musical único y de proporciones astronómicas. El pulso entre tenso y virulento de la base rítmica se entrecruza con estructuras impredecibles pero siempre coherentes, la batería maneja su virtuosismo con la sabiduría de un monje Shaolin, el swing Jazzero más intoxicante y la fuerza de mil Hardcores, el bajo genera densos entramados de graves que se mueven constantemente como placas tectónicas a toda velocidad, la guitarra y el saxofón se deshacen entre riffs laberínticos, arreglos disonantes y angulares, y erupciones hirientes de puro ruido, el arpa y los samples y teclados varios aportan profundas texturas y contrapuntos que ayudan a redondear los bordes más ríspidos de las composiciones, dotando a la energía más bien física del resto de los instrumentos de una envolvente tridimensionalidad que nos sumerge en abstractas alucinaciones. Desde ya, no se trata de música que pueda ser definida o clasificada según los parámetros rockeros tradicionales, aún cuando su intensidad y su pulsión eléctrica sean netamente rockeras y su impronta corrosiva y oscura hasta los aproxime a ciertas formas de Metal experimental. Digamos que si fuera posible trazar un hilo conductor entre Miles Davis, Foetus, el Frank Zappa menos amigable, un Naked City tribal y en cámara lenta, el Black Flag volcado a la improvisación, los climas de un grupo como Neurosis y la agresión nerd de la No-Wave neoyorquina, eso podría acercarnos bastante a lo escuchado aquí. No sería suficiente, claro, al fin de cuentas se trata de música que necesita ser experimentada en carne propia para poder aprehender todo su poderío y su vasta riqueza creativa. Imprescindible para mentes abiertas y oídos aventureros.
-Riverdales “Tarantula” (2010)
En ocasión de comentar el previo trabajo discográfico de Riverdales (“Invasion U.S.A.”, pueden leer la review aquí), ya habíamos anticipado esta continuación llamada “Tarantula”, que el propio grupo anunciaba como provisto de una fuerte influencia de “Subterranean jungle” de sus adorados Ramones. Se trata del primer disco en que los liderados por Ben Weasel (ex líder de los legendarios Screeching Weasel y aquí usando su apellido real, Foster) cuentan con dos guitarras, lo cual no representa un gran cambio, salvo por algunos que otros solos rockeros aquí y allá. Vamos, en definitiva seguimos hablando de viejo y querido Punk Ramonero de pura cepa, con los riffs de tres acordes, las bases simples y contagiosas, y esas irresistibles melodías chiclosas de ayer, hoy y siempre. Inclusive hay lugar para temas como “Soultaker” o el hermoso “Crash of the moons” (candidato a mejor tema del año), donde el ahora cuarteto emula aquellas preciosas semi-baladas como “I wanna be your boyfriend” o “I Won’t let it happen”, guitarras acústicas y tecladitos incluidos, con resultados sencillamente arrebatadores. En fin, ni vale la pena entrar en discusiones sobre originalidad, ideas propias o vanguardias de cualquier tipo. Riverdales jamás oculta su amor por los Ramones pero nunca dejan de sonar a Riverdales, aunque parezca contradictorio. Aquí tenemos catorce temas en media hora, todos potenciales hits, todos aptos para tararear, bailar, poguear y mover la patita despreocupados, todos capaces de refrescar el espíritu y poner una sonrisa en el rostro aún en las jornadas más jodidas. Disfrutarlos o no depende de ustedes, yo, sin lugar a dudas, me quedo con la primera opción.
-Take “Only mountain” (2010)
Nacido en Francia y radicado en Los Angeles, California desde hace algunos años, Take es uno de los aliases (tiene otros como Sweatson Klank, DJ Take) elegidos por Thomas Wilson para mostrarse en público. Como podrán adivinar se trata de un Dj y productor, de esos que el difunto Pappo no consideraba como músicos. Ciertamente, al menos en este caso, se trata de alguien que ofrece mucha más música que la misma escala pentatónica tocada de la misma forma por enésima vez, así que, en ese sentido, no tienen por qué preocuparse. La música practicada por Take suele asociarse a géneros electrónicos como el Dubstep, el Trip-Hop y el Hip-Hop instrumental, o sea que aquí encontrarán beats cadenciosos y climas envolventes por doquier. Pero eso no es todo. Lo que distingue notablemente a Take de varios de sus pares es la Psicodelia. Sí, se trata de material que se encuentra más a gusto entre alucinaciones multicolores y formas irreales que entre grises paseos urbanos o danzas decadentes. Por supuesto, no faltan los graves masivos ni las espesas construcciones de texturas, el punto es que también hay lugar para teclados cósmicos que pondrían orgulloso al mismísimo Vangelis y melodías siderales que no hubieran desentonado en los momentos más elevados (si entienden a lo que me refiero) de un grupo como Hawkwind. En fin, no es un trabajo agresivo ni estridente pero tampoco fácil de digerir. Es necesaria una concentración dedicada para sumergirse del todo en estos viajes sónicos de tonalidades siempre cambiantes. Sumamente recomendado para cualquiera que ande con ganas de proponerle un desafío a las neuronas.
-The Austerity Program “Backsliders and apostates will burn” (2010)
Tres años puede parecer mucho tiempo para esperar por sólo cuatro temas nuevos, en especial si tenemos en cuenta el nivel demencial que este dúo neoyorquino exhibió en “Black Madonna”, su álbum anterior. En fin, dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Y estos jodidos cuatro temas son de lo mejor que escuché en lo que va del año. ¿Les suena Big Black? Bueno, The Austerity Program aprendió sus lecciones de discazos como “Atomizer” y “Songs about fucking” y las regurgitó en canciones aplastantes y con un sonido tan masivo y vicioso que parece salirse de los parlantes y agarrarnos del cuello hasta dejarnos sin aire. En efecto, se trata de composiciones construidas sobre ritmos programados que golpean como martillos hidráulicos pero que, al mismo tiempo, manejan un sentido de la dinámica inquieto y exasperante. ¿Les suena Godflesh? Bien, algunos de los beats también guardan cierta relación con lo hecho por el gran Justin Broadrick en dicho grupo y a eso le pueden sumar un bajo que hace temblar la tierra con gruñidos tan corrosivos como quirúrgicos. Ahora bien, aquí hay algo más que la mera suma de las influencias. Una voz desesperada y esquizofrénica, una guitarra que dispara riffs deformes y rasposos, ocasionales melodías alucinógenas, estructuras absolutamente impredecibles pero cuidadosamente elaboradas, atmósferas de envolvente psicosis y una extraña combinación de demencia, rabia, emociones malsanas, retorcido sentido del humor y tensión casi insoportable son algunas de las cualidades que Thad Calabrese y Justin Foley (tales los nombres de los implicados) despliegan con una soltura pasmosa y una creatividad envidiable. Y sí, los tipos no serán prolíficos (de hecho, tampoco tocan en vivo y acomodan sus actividades musicales alrededor de sus regulares vidas cotidianas) pero ante resultados tan intensos y personales no hay queja posible. Para escuchar en repeat hasta que no quede ni una sola neurona activa.
-This Is Hell “Weight of the world” (2010)
Ok, la idea del “peso del mundo” sobre los hombros no es precisamente nueva dentro del Hardcore. Si vamos al caso, no se puede decir que la propuesta de This Is Hell sea necesariamente innovadora pero sí personal. Viniendo de New York no debería sorprendernos que cuenten con la cuota mínima y necesaria de Metal en su propuesta, aunque sonar más influenciados por Cro-Mags que por Agnostic Front ya los pone en un lugar un tanto más interesante. Por otro lado, aquellos que estén familiarizados con las anteriores entregas discográficas del ahora cuarteto (“Sundowning” y “Misfortunes”, editados en 2006 y 2008 respectivamente), sabrán que las referencias más fuertes en su sonido venían por el lado de Gorilla Biscuits y su reinterpretación moderna de la mano de American Nightmare y Give Up The Ghost. Entonces, tenemos Hardcore neoyorquino con machaques casi Thrashers (por momentos hasta me recuerdan a esos viejos discos de Anthrax, al menos en lo que hace a los riffs. Aunque sería un error de mi parte no mencionar también a los gloriosos D.R.I. como innegable influencia) y toda esa impronta de violencia urbana, tenemos también el toque de melodía y emoción aportado por la estirpe de Gorilla Biscuits, tenemos un guitarrista sólido y que, sin ser un derroche de imaginación, se las arregla para escupir algunos riffs más que interesantes y hasta algún que otro solo con chapa de guitar-heroe, tenemos una base rítmica firme y contundente que sabe que su labor es pegar duro donde más duele y tenemos un cantante que deja el alma y la garganta en cada grito, transmitiendo una pasión desesperada que poco tiene que ver con las típicas poses rudas del Hardcore de su ciudad natal. Si hasta hay lugar para arpegios limpios y melodías sensibles entre tanta invitación al mosh descontrolado. En fin, This Is Hell se las arregló para tomar algunos de los clichés más tradicionales del Hardcore y darles nueva vida a fuerza de frescura, intensidad y buenas canciones. Si las bermudas, los puños en alto y los dedos acusadores son lo suyo, no lo pueden dejar pasar.
-Tideland “Asleep in the graveyard” (2010)
A calzarse las camisas a cuadros que aquí llega otra saludable pieza de nostalgia noventosa a cargo de este trío con integrantes que alguna vez formaron parte de bandas como Pg. 99 o Forensics. Ok, el retro en general suele apestar casi por definición y no se puede decir que Tideland aporte alguna vuelta de tuerca revolucionaria a lo hecho en décadas pasadas por grupos como Mudhoney, Sonic Youth, Nirvana, Screaming Trees o My Bloody Valentine pero lo que hacen lo hacen con tal nivel compositivo y convicción que no queda otra que rendirse ante estas doce canciones pletóricas de riffs simples, rasposos y pegadizos, bases energéticas pero siempre al borde de la desprolijidad, y líneas vocales agridulces. Por supuesto, si este tipo de sonidos nunca fue de su agrado, “Asleep in the graveyard” poco y nada hará por convertirlos pero eso está bien. Si una cualidad sobresaliente se desprende de este álbum debut es, justamente, la naturalidad, la falta de pretensiones con las que el grupo encara su música. Por otro lado, queda claro que estos muchachos no son clones de nadie. Las influencias están allí (tenemos la mugre Stoogera de Mudhoney, las texturas embotadoras de My Bloody Valentine, las melodías emotivas de Dinosaur Jr., el guiño psicodélico y deforme de Pixies, los climas áridos de Screaming Trees, el rabioso empuje Punk de Nirvana y las extrañas armonías de guitarra del Sonic Youth más rockero, entre otras referencias más o menos obvias) pero están fundidas de tal manera que terminan dando forma a una identidad distintiva, ya que no original o innovadora. El secreto parece estar en mantener un siempre frágil equilibrio entre la energía visceral y desprolija del Punk y la delicadeza melódica y tímbrica del Pop, y entregar el resultado final con una actitud entre sensible, enojada y desaprensiva. Vamos, Grunge ni más ni menos. No les voy a mentir, en otros casos probablemente desplegaría todos mis prejuicios en contra de las bandas que sólo se dedican a rescatar glorias del pasado pero aquí estamos hablando de un tipo de música que, por lo general, toca fibras sensibles de mi ser y me despoja de cualquier atisbo de imparcialidad. Si, como yo, sienten que aquella primera mitad de los noventas fue una época mágica para el Rock, no pueden perderse este disco.
-Walls “Stare at the walls” (2010)
Tres temas en seis minutos. Un cover de Die Kreuzen. Miembros de Iron Lung. Una voz gritona, casi como un Henry Rollins en sus peores ataques de rabia. Un bajo arenoso y podrido. Una guitarra descontrolada y disonante. Corazón Hardcore, envoltura de Noise-Rock. Una golosina difícil de tragar pero sumamente adictiva. Energía sudorosa, inmediata, visceral. Acoples, riffs angulares, bases frenéticas y contundentes al mismo tiempo. Un sonido crudo y potente que se siente en el cuerpo. Cierta desprolijidad necesaria. Si quieren refinamientos, pueden quedarse con sus discos de Jethro Tull. Aquí hay sangre en ebullición y ni una sonrisa. Bueno, tal vez alguna mueca desencajada que se asemeje a una sonrisa, pero no más que eso. ¿Influencias? Black Flag, The Jesus Lizard, Born Against, Swans, Flipper. Los mencionados Die Kreuzen, por supuesto. Un ep que nos deja babeando y con ganas de más. Un despliegue de brutalidad y saña que lacera la piel, entumece los huesos y perturba la mente. Inteligencia y creatividad al servicio de los instintos más bajos y primitivos. Se recomiendo fervientemente la escucha de su debut homónimo editado en 2008. No hay necesidad de mayores explicaciones o análisis. Si disfrutan del Rock en su forma más salvaje, virulenta y enfermiza, Walls debería ser una parada casi obligatoria.