Por Fernando Suarez.
Hace relativamente poco tiempo (con el suceso de bandas como Isis, Cult Of Luna y los legendarios Neurosis) que la prensa metálica finalmente aceptó a Godflesh como uno de los nombres más influyentes de la historia de la música extrema en general. Lo curioso es que dicha influencia no es nueva ni nace con el así llamado Post-Metal. Ya a principios de los noventas surgían varias agrupaciones directamente inspiradas por el sonido opresivo e Industrial de Justin Broadrick y compañía, entre las que podemos destacar a Pitch Shifter (probablemente los primeros y más descarados a la hora de imitar a Godflesh), Candiru, Dead World (estos dos últimos con discos editados, en su momento, por Relapse Records), Sonic Violence, Skin Chamber (con gente de Controlled Bleeding), SpineWrench o It Is I. Es más, una simple escucha a los primeros trabajos de bandas como Korn y Fear Factory dejan en claro que la impronta de Godflesh empapó a gran parte de la música pesada de aquella década. En ese sentido, no es tan difícil entender por qué en Argentina (un país claramente conservador, y no sólo en terrenos musicales) un grupo como Noiselab sólo generó desconcierto, rechazo e indiferencia en el grueso del público. Dos tipos que salían a tocar reemplazando al baterista por una máquina de ritmos y que basaban sus composiciones en bases lentas y aplastantes, sobrecarga de samples corrosivos y riffs embarradísimos, despojados de cualquier atisbo de virtuosismo pirotécnico o arenga demagógica, no es precisamente el mejor panorama para el metalero argento medio, todavía convencido de que Pantera fue la última revolución dentro del género en el mejor de los casos. En efecto, los chicos de Noiselab tenían bien estudiadas las lecciones de Godflesh y sus mencionados epígonos. Beats mecanizados y taladrantes, un bajo portentoso y gruñidor, guitarras masivas, graves y envolventes, voces eternamente distorsionadas, crujientes capas de ruido electrónico y esa asfixiante sensación de edificios colapsando entre espesas nubes de polvo herrumbroso y óxido. Por supuesto, también había lugar para tangentes más “experimentales” (algún ocasional blast-beat cibernético, ciertos climas de tono casi místico, pasajes de Funk deforme) e inclusive algún que otro elemento más “accesible” (voces limpias, un groove más entrador) que podría asociarse al Nü-Metal, si no estuvieran colocados en un contexto que eludía los clichés que transformaron dicho rótulo casi en mala palabra. En fin, si en nuestro imaginario tecermundista, Exhibición Atroz fueron los Ministry argentinos y Carne Para Cerdos (casualmente, fue Matias Kritz el encargado de producir este disco y aportó también con su voz en varios temas) ocupó el lugar de Nine Inch Nails, Noiselab viene a completar la santa trinidad del Metal Industrial de los noventas rescatando a Godflesh, su exponente más extremo y arisco. Aunque eso, claro, sería simplificar demasiado las cosas. El punto es que “Music for the weaks” (único registro discográfico del dúo) ofrece once sólidas composiciones, con un grado de inventiva y una contundencia sonora e interpretativa que nada tienen para envidiarle a sus pares primermundistas y que, a más de diez años de su concepción, soportan sin problemas el test del paso del tiempo. Y, en última instancia, ser los Godflesh argentinos no es poca cosa.
1 invocaciones del cosmos:
Jajaja yo ese disco lo conseguí en Tower de Florida, me acuerdo que uno de los vendedores me preguntó asombrado si me gustaba Noiselab, y yo le dije que si (parece que lo conocía a Billy o al muchacho que tocaba la guitarra).
Es un buen disco y siempre me quedé con las ganas de ir verlos la vez que tocaron en Haedo.
Exh Atroz y Carne para Cerdos (tengo el cd del 98), eran tambien buenas bandas para lo que era el espectro musical del Conurbano y Capital de mitad y fines de los 90.
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