Por Fernando Suarez.
-Mourningside A.D. “Confessions of disbelief” (2009)
Ya lo saben, los noventas están nuevamente entre nosotros y eso, desde ya, incluye al Hardcore. En el caso de Mourningside A.D. deberíamos hablar más bien de Metalcore pero de ninguna manera piensen en Death melódico con breakdowns, ni siquiera en Mathcore. Este quinteto californiano hace gala de ese sonido machacante y apocalíptico que practicaran luminarias como Disembodied, Integrity, Unbroken, Mean Season, 108 y el Earth Crisis de “Gomorrah's season ends”. Canciones basadas en un groove cadencioso y opresivo, con voces que van de tensos pasajes hablados a descargas de violencia a grito pelado y guitarras contundentes que se permiten cierto grado de exploración (en especial en lo que hace a riffs disonantes y melodías oscuras) sin pasarse nunca de enroscadas o técnicas. Esto no quiere decir que se trate de material tosco y sin ideas, por el contrario, las bandas que sirven de referencia para Mourningside A.D. son de lo más destacado y creativo que los noventas nos entregaron en materia de Hardcore metálico o Metalcore. Las cuatro canciones que componen este ep demuestran una gran imaginación (insisto con la destacada labor de las guitarras) y un excelente manejo dinámico, de tal forma que la suma de influencias termina delineando una identidad propia y aportando la variedad suficiente (aún dentro de los márgenes estrictos de la propuesta) como para que la intensidad no baje nunca. La única contra que se me ocurre es, justamente, que el disco se termina demasiado rápido y te deja con ganas de más. Pero eso, en definitiva, es algo bueno. Todas mis fichas puestas para un futuro larga duración de esta gente.
-Aloha “Home acres” (2010)
A pesar de contar con sus cuatro integrantes desperdigados por distintas ciudades de los Estados Unidos (Washington DC, Brooklyn, Boston y Cleveland), Aloha suena tan pulcro y ajustado como si los tipos vivieran en una misma casa y se dedicaran a ensayar las veinticuatro horas del día. Claro, con trece años y seis discos en su haber estos nerds parecen haber desarrollado una comunicación casi telepática a la hora de hacer música. Y es gracias a esa comunicación que logran un sonido tan personal y único y encima se dan el lujo de ir puliéndolo disco a disco. En líneas generales podríamos meterlos en la bolsa del Indie-Rock, pero eso no nos dice demasiado, ¿no? Sobre todo cuando, junto a esos rasgueos y esas melodías emotivas, podemos escuchar pianos, mellotrones, órganos, marimbas y hasta cintas manipuladas para lograr texturas sonoras. Y eso no es todo, la construcción misma de las canciones, aún sin perder nunca el hilo claramente melódico, cuenta con rebusques y complejidades dignas del más sesudo Rock Progresivo. Digamos que si existiera un universo paralelo donde el Indie se despojara de su ironía y desprolijidad, dejando al desnudo sólo su frágil sensibilidad, y el Rock Progresivo abandonara la pompa exagerada y la frialdad académica, allí es donde Aloha podría sentirse a gusto. Desde ya, hay influencias. Nombres como Built To Spill, Tortoise, Sonic Youth, Karate, Joan Of Arc, Mogwai o Minus The Bear pueden considerarse compañeros en eso de conjugar emoción, elegancia, vuelo creativo, interpretaciones intrincadas y algo de ese corazoncito Punk dándole el necesario toque de visceralidad al asunto. Aún así, la personalidad del cuarteto está a salvo gracias, principalmente, a su particular combinación de preciosas melodías vocales e instrumentaciones de una profundidad casi cinematográfica. En fin, sexto disco para este grupo y una de las experiencias musicales más refrescantes en lo que va del año.
-Black Autumn “Aurora - Morgen Rothe Im Auffgang” (2010)
¿Quién dijo que los alemanes son fríos e insensibles? M. Krall (el hombre orquesta detrás del nombre Black Autumn) no tiene ningún empacho a la hora de hacer públicas sus penas existenciales. Desde ya, no es que lo haga de forma cálida e intimista, aunque sí trabaje en solitario. Para ponerlo en claro, Black Autumn se inscribe sin problemas en la torturada tradición de proyectos unipersonales dedicados al costado más depresivo del Black Metal, pero no esperen otro clon de Burzum o Xasthur escupiendo misantropía en cámara lenta bajo cascadas de distorsión y reverb. Sí, los ritmos son lentos y arrastrados y las voces chillan desde lejanas profundidades pero hasta ahí llega toda similitud. Contando con un sonido sumamente prolijo y ajustado, Krall echa mano a un arsenal de diversas influencias que, en definitiva, lo terminan acercando a esa suerte de Post-Black practicado por grupos como Wolves In The Throne Room, Caïna o Fen. Las melodías evocadoras, el cuidado trabajo de texturas en las guitarras y las dinámicas ondulantes vienen con un clarísimo componente Post-Rockero y hasta hay pasajes que recuerdan inequívocamente a la aplastante melancolía de Jesu. Hablando de Justin Broadrick, es notable también su influencia en lo que hace a baterías programadas y empleo de samples, y lo bien que dichos elementos se acoplan a la siempre sórdida sensibilidad del Black Metal. En ese sentido, Black Autumn parece transitar un camino intermedio entre aquellos que plantean apocalípticas visiones post-industriales dentro del género (Blut Aus Nord, The Axis Of Perdition) y los que dan rienda suelta a una introspección suicida en medio de paisajes tan hermosos como desoladores. De hecho, si hacen una imaginaria suma de los grupos referidos a lo largo de este comentario, podrán acercarse bastante al sonido final de esta tercer placa del germano. ¿Black Metal para almas sensibles? Ya no respetan ni el corpsepaint…
-Daughters “Daughters” (2010)
Los muchachos de Daughters no tienen ningún tipo de contemplación por la salud mental de sus oyentes. Lo cual está bien, es bastante probable que sólo personas con serios desórdenes psíquicos sean capaces de digerir sin problemas las cataratas de disonancia que el grupo viene escupiendo desde su incepción a comienzos de la década pasada. Por supuesto, el anterior “Hell songs” (2006) ya mostraba un cierto refinamiento con respecto a las borroneadas erupciones de blast-beats y guitarras chirriantes de sus primeros trabajos (donde todavía se sentía la huella de su anterior encarnación bajo el nombre de As The Sun Sets), pero eso no quiere decir que la cosa se haya vuelto fácil de escuchar ni nada por el estilo. Ok, Alexis Marshall abandonó los alaridos constantes por una modalidad retorcida y perturbada, más cercana al viejo Nick Cave (el de The Birthday Party) o a David Yow (Scratch Acid, The Jesus Lizard, Qui) que a sus raíces Grindcore, la base rítmica bajó las revoluciones sin por ello perder intensidad ni frenetismo y las canciones (bueno, de alguna forma hay que llamarlas) se permiten pasar de la marca del minuto y medio de duración aún con el claro objetivo de taladrar oídos y aplastar neuronas. Si todo esto les suena a Noise-Rock de la mejor cepa (si quieren más precisión podríamos hablar de una cruza entre The Jesus Lizard y Arab On Radar), no están tan mal rumbeados. Ahí están la energía y el desparpajo Punkys, los ritmos epilépticos y angulares, las guitarras eternamente disonantes y enfermizas, el psicótico sentido del humor, el tenso nervio rockero, las esquizofrénicas curvas inesperadas y la persistente sensación de paranoia y violencia sin sentido. Hasta hay lugar para algún que otro teclado desorbitado que no hace más que aumentar la locura y llevarla a peligrosos terrenos de lisergia homicida. No les voy a mentir, esto no es material amigable y es necesaria una alta tolerancia al ruido y la incomodidad para apreciarlo plenamente, pero aquellos que acepten el desafío tendrán como recompensa una de las experiencias musicales más intensas y creativas en lo que va del año.
-Divine Eve “Vengeful and obstinate” (2010)
Con solo un ep (“As the angels weep”) editado en 1993, Divine Eve quedó en la memoria colectiva del underground Deathmetalero como una promesa trunca antes de florecer completamente. Claro, en los últimos años la idea de revisitar a bandas como Autopsy, Bolt Thrower o los primeros Entombed y Celtic Frost se volvió moneda corriente de la mano de bandas como Coffins, Lair Of The Minotaur o Hail Of Bullets, entre tantas otras que se dedicaron a explorar los eslabones perdidos entre el Doom y el Death Metal de la vieja escuela. En ese contexto, en 2007 ve la luz “Upon these ashes scorn the world”, un disco que compila la discografía completa de Divine Eve y sienta las bases para que, un año siguiente, la formación original del grupo vuelva a unir fuerzas. El primer resultado de dicha reunión es este ep de cuatro temas. Ya desde el comienzo con “Vindication” se nota que la pasión por el viejo Celtic Frost no es chiste. Si me dijeran que se trata de un sobrante de “Morbid tales” o “To Mega Therion” regrabado en la actualidad, no tendría motivos para no creerlo. La cosa se pone más dumbeta para “Grievous ascendance” con su ritmo bien arrastrado y baboso, pero los riffs mantienen esa simpleza característica de Tom Warrior y compañía. Y si hablamos de simpleza, no pueden dejar pasar un tema como “Whispers of fire” que, si no fuera por las voces podridas, el sonido gordo de las guitarras y el firuleteado pasaje intermedio, podría pasar por el más desbocado Hardcore que Discharge fuera capaz concebir. La lentitud majestuosa vuelve a decir presente en toda su magnitud con “The ravages of heathen men” que cierra la placa casi rememorando aquel surrealismo suicida del primer Cathedral (el de “Forest of equilibrium”), con el agregado de ominosas trompetas y voces que insisten con la imitación de Warrior. No nos engañemos, Divine Eve no brilla tanto por su personalidad como por los contundentes resultados de su propuesta, logrando paisajes de grotesca psicodelia con elementos musicales básicos y primitivos. Vamos, tal como Celtic Frost hiciera en sus discos más recordados e influyentes pero con el agregado de un sonido más embarrado y, claro, Deathmetalero. Si están disfrutando de todo este revival del Death Metal más rústico de principios de los noventas, no pueden dejar pasarlo.
-Freya “All hail the end” (2010)
Aquellos familiarizados con Earth Crisis sabrán que Freya es aquel proyecto fundado por su vocalista Karl Buechner tras la disolución del grupo en 2001, y en el cual se permitió profundizar la veta cuasi melódica que se había asomado en aquel controversial “Slither”. Reunión de Earth Crisis mediante, el hombre de la eterna bandana en la cabeza (no, no es Mike Muir), el sumo pontífice de la ensalada, el apóstol del orden que debería ser retoma la actividad discográfica con este tercer disco de Freya. Algunos se preguntarán qué sentido tiene insistir con esta banda paralela cuando los reformados Earth Crisis dieron muestras de un nivel envidiable en “To the death”, su más reciente placa editada el año pasado. Tal vez no demasiado, el esquema de ambas bandas es, de alguna forma, similar. Se trata, claro, de esa cruza entre el Hardcore más rabioso y el Metal noventoso más contundente, con riffs marcados y machacantes, ritmos potentes, la cuota necesaria de groove y el bueno de Buechner dejando la garganta a grito pelado en cada intervención. Como dijimos antes, la diferencia está en el costado melódico que se encuentra prácticamente ausente en la nueva encarnación de Earth Crisis. No teman, el ochenta por ciento de este “All hail the end” está dominado por voces rugientes y guitarras agresivas, pero es el veinte por ciento restante el que le aporta algo de aire y variedad a un esquema que, de otra forma, resultaría monótono en exceso. Vale aclarar que cuando hablo de melodía no me refiero a Emo ni a riffs choreados de “Slaughter of the soul”. Por suerte, el quinteto se las arregla para aportar su cuota de emoción y musicalidad sin caer en esos lugares comunes, manteniendo la impronta noventera que, por momentos, los hace sonar como una especie de versión Hardcore y humanizada de Fear Factory. Obviamente, no estamos ante ninguna revelación ni nada por el estilo, simplemente un trabajo bastante personal en la línea del Hardcore más metalizado y oscuro, con una atendible labor en las guitarras y una energía contagiosa e inclaudicable, en gran parte gracias al intenso despliegue vocal del mismo Buechner. La verdad, no sé de dónde saca tanta fuerza este hombre alimentándose sólo con verduritas.
-Gavin Portland “IV: Hand in hand with traitors, back to back with whores” (2010)
Islandia. Debo admitir que sus principales productos de exportación rockera (los soporíferos Sigur Rós y esa irritante enana oligofrénica y presumida conocida como Björk) me resultan sumamente desagradables. Gavin Portland es un cuarteto oriundo de Reikiavik (esa es la capital de Islandia, manga de brutos) que, por suerte, no tiene nada que ver con aquellas propuestas. Nada de Post-Rock glacial para ahuyentar el insomnio ni de Pop berreta, poco memorable y con pretensiones artísticas. La de estos muchachos es una propuesta mucho más contundente y visceral pero no exenta de creatividad y personalidad propia. Debajo de un exaltado corazón Hardcore, el cuarteto no disimula su admiración por otros géneros como el Noise-Rock, el Sludge, El Post-Hardcore y hasta el Screamo. La mayoría de los temas se mueven en aplastantes medios tiempos, acompañados por un bajo masivo, una guitarra llena de ideas y distorsión y voces que hacen catarsis emocional a grito pelado pero también se permiten algún que otro pasaje de vulnerabilidad melódica. No es que estén reinventando la rueda (ni el acero, claro), pero se las arreglan para condensar sus influencias (¿Quieren nombres? A ver, Unsane, Neurosis, Shellac, Melvins, Envy, Fugazi, Helmet, Portraits Of Past, entre otros) de forma personal y poco convencional. Una hipnótica base Sludge convive con guitarras entre Shellac y Fugazi y alaridos estridentes dignos del Screamo más intenso, un riff Punk se transforma en volcanes en erupción tan sólo con pasarlo por un filtro de gordura y pudrición, mientras que un pasaje de introspección Neurosiesca puede ir adornado por tensos arpegios Noise-Rockeros y frágiles líneas vocales, y un riff de pura brutalidad Sabbathera se torna una experiencia sumamente emotiva y desgarradora. Todo entregado con un sonido envolvente y natural y una sensación general de estar naufragando en soledad en la más violenta de las tormentas. Absolutamente recomendable para cualquiera que aprecie la música extrema y pesada (aunque no necesariamente metálica) con altas cuotas de imaginación, ruido y emotividad.
-Infanticide “From our cold dead hands” (2010)
¡Claro que sí! Seguimos a todo blast-beat en “Pasión de Grindcore”, el único programa capaz de apiñar veinte temas en menos de media hora y sin pausas comerciales. Hoy nos visitan desde Suecia nuestros amigos de Infanticide, un grupo que, a pesar de la reciente deserción de su bajista, no se amilana y nos regala una panzada de agresión sin respiro. Tal como habían hecho en su debut discográfico, “Extinction scheme” de 2007, estos primermundistas culposos insisten en refregarnos por la cara lo horrible que es el mundo, tomando como fuente de inspiración aquellas pautas delineadas por próceres como Napalm Death, Terrorizer, el primer Carcass y, como no podía ser de otra manera, sus compatriotas Nasum, a quienes versionaran en aquel disco tributo editado el año pasado. ¡Sí, amigos! Esto es material de calidad, sin ideas propias pero con todo ese odio que espanta a potenciales novias y amantes y nos obliga a revolcarnos de placer en nuestra mugre. Fugaces sinfonías de enfermedad que hacen que nuestros amigos, allegados y familiares se cuestionen nuestra sanidad mental y nuestro buen gusto musical. ¿Quieren guitarras como motosierras escupiendo riffs podridos a toda velocidad? ¿Están listos para moshear con los rebajes Hardcorosos? ¿Buscan un cantante que se haga mierda la garganta rugiendo como una morsa con dolor de estómago? ¿Acaso pretenden un baterista que parece haber encontrado la fórmula del movimiento perpetuo? ¿Y todo eso lo quieren ya? ¿Y con un sonido corrosivo y claro al mismo tiempo, tal como Mieszko “Gorrita” Talarczyk nos enseñó antes de tomarse sus vacaciones definitivas? Entonces, sin más preámbulo y con la aprobación de Shane Embury, con ustedes…¡Infanticide!
-Ludicra “The tenant” (2010)
Con dos discos editados por Alternative Tentacles (el sello discográfico liderado por Jello Biafra) y una formación que cuenta con conexiones con grupos como Gwar, Impaled, Exhumed, Wolves In The Throne Room, Phobia, Neurosis, Asunder o The Fucking Champs, entre otros, queda claro que Ludicra no es la banda más convencional dentro del, ya de por sí poco convencional, Black Metal americano actual. Y no me refiero a mestizajes con el Post-Rock, el Noise o la Música Industrial, tan comunes hoy en día. Lo de estos oriundos de San Francisco es aún más extraño y difícil de definir. En un mismo tema pueden combinar arpegios de sabor Post-Punk (del lado de Killing Joke, para ser más específicos), alaridos de bruja moribunda, líneas de bajo portentosas (un disco de Black Metal donde se escucha el bajo, eso sí que es raro), melancólicas voces femeninas, climas de oscura Psicodelia y melodías épicas. En otro pueden montarse sobre un ritmo vertiginoso, con guitarras que se entrecruzan a toda velocidad pintando profundos paisajes melódicos y voces que alternan entre los gritos de siempre y majestuosos arreglos corales. Y en medio de eso se mete sin problemas un pasaje acústico de tintes Folks. Y así podría seguir por horas. Cada tema es una aventura nueva, llena de sorpresas, curvas inesperadas y desafíos para el oído. Lo curioso es que, a pesar de su afiebrada imaginación y falta de respeto por cualquier tipo de límite genérico, Ludicra nunca deja de sonar a puro y malvado Black Metal. Pueden meter groove rockero, melodías emotivas o intrincados rebusques setentosos (entre tantas otras cosas) y todo lo unifican en su propio y sórdido universo. O sea, a pesar de serlo, no dan la sensación de un grupo ecléctico musicalmente hablando. Es necesario bucear con especial atención dentro de las canciones para descubrir sus infinitos recovecos. Les aseguro que, con siete temas desperdigados en poco más de cincuenta minutos, aquí hay mucha tela para cortar.
-My Own Private Alaska “Amen” (2010)
Con el Rock (y de allí todas sus ramificaciones) generalmente confinado al sonido tradicional de guitarra, bajo y batería, a veces basta sólo con hacer algún cambio en ese esquema para llamar la atención. Por supuesto, es válido preguntarse cuánto de verdadero valor musical o de mero golpe de efecto hay detrás de un trío francés que practica Screamo basado en una formación de voz, piano y batería. Efectivamente, eso es lo que propone My Own Private Alaska (pueden llamarlos M.O.P.A. si quieren) y lo que hizo que Ross Robinson (productor de Korn, Sepultura, Limp Bizkit, Slipknot, Amen, Glassjaw, At The Drive-In, The Blood Brothers y Norma Jean, entre tantos otros) decidiera grabarlos y editarlos por su propio sello, I Am Recordings. Bien, más allá de cualquier prejuicio, My Own Private Alaska gana la pulseada en base a una personalidad única (digan lo que quieran, pero nunca escucharon un grupo así antes), una intensidad sobrecogedora (no hacen falta guitarras distorsionadas para poner la piel de gallina) y una musicalidad envidiable. Realmente hacen falta músicos talentosos para lograr que una propuesta así de despojada y minimalista suene con tanta fuerza y profundidad. La batería sostiene todo con un arsenal de golpes titánicos dignos del pulpo Manotas pero nunca pierde de vista las idas y venidas dinámicas que las canciones exigen a fin de no tornarse monótonas o aburridas. La voz se dedica principalmente a gritar y retorcerse de dolor y aún en los pasajes donde deja entrar alguna que otra melodía suena como si le estuvieran arrancando el corazón con tenazas oxidadas. Pero claro, la figura indiscutida aquí es el piano, encargado de suplir a las guitarras y el bajo con una maestría y un dramatismo melódico que hacen perder el aliento. Bien vale aclarar que en ningún momento del disco las teclas pretenden replicar los riffs que haría una guitarra eléctrica, si no que reemplazan estos por exquisitas líneas melódicas de tinte entre clásico y jazzero que demuestran que la potencia y la emotividad visceral no son virtudes exclusivas del Rock. Por momentos esta segunda entrega de M.O.P.A. hasta puede sonar demasiado sufrida y desgarrada pero les aseguro que no hay ni un atisbo de superficialidad a lo largo de toda la placa. Otro excelente ejemplo para taparle la boca a aquellos que insisten en que ya está todo inventado en materia de Rock.
-Nails “Unsilent death” (2010)
No hay tiempo. El mundo se cae a pedazos a un ritmo enloquecedor. La vida tal y cómo la conocemos llega a su fin con un último grito de agonía. No sé quiénes son estos Nails (se supone que en sus filas hay gente de conocidos grupos Hardcore, pero a quién le puede importar eso ante semejante ataque a los sentidos), pero ellos saben muy bien lo que quieren. Destruir todo a su paso. Si una cruza entre bandas como Napalm Death, Integrity, Man Is The Bastard, el primer Entombed y Pig Destroyer les suena como algo con lo que disfrutarían en su tiempo libre, entonces déjenme ver esas sonrisas desencajadas, mis enfermitos amigos. Esto incluye blast-beats a todo trapo, guitarras gordas y podridas, feedback y acoples varios, rebajes que sacuden la tierra con la fuerza de mil mogólicos en celo, arranques del más hostil del los Hardcores, abruptos cambios de ritmo, riffs cargados de odio y salvajismo, voces que rugen hasta escupir sangre y una persistente sensación de frenetismo apocalíptico que envuelve el cuerpo y lo sacude hasta dejarlo magullado y exhausto. No se trata de material experimental o de vanguardia y sin embargo les puedo asegurar que Nails, aún contando con claras influencias, no suena como ninguna otra banda. Demasiado caóticos para el Grindcore, demasiado podridos para el Hardcore, demasiado compactos para el Powerviolence, demasiado simples para el Noise-Core, demasiado acelerados para el Sludge, demasiado ruidosos para el Death Metal y aún así Nails llega a tocar, de una forma u otra, a todos esos subgéneros. Lo mejor es que, con el disco apiñado en menos de quince minutos, no queda ningún margen para el error ni para innecesarios devaneos. Nails golpea fuerte y lo hace dónde más duele. Así que, amantes de la música extrema y violenta (sea en la forma que sea), preparen el culo porque esto viene en seco y sin besitos.
Ya con el título, una clara parodia a aquel “I hate myself and I want to die” con el que Kurt Cobain supuestamente pensaba titular a “In utero”, las pautas generacionales de Plows quedan más que claras. Sí, adivinaron, la cosa viene noventosa. ¿Grunge? Sí, algo de eso hay. Canciones simples, de riffs mugrientos y melodías sinuosas, y esa sensación de agobio tan típica del género. Pero eso no es todo. Hoy en día ningún repaso noventoso parece estar completo sin el necesario toque de Noise-Rock, y Plows no es la excepción. Porque también tienen guitarras disonantes y cubiertas de feedback, ritmos frenéticos, voces distorsionadas enterradas en la mezcla, climas asfixiantes y una clara vocación de confrontación psicótica cubriendo cada canción. El hecho de que sean un dúo (guitarra y batería, ambos cantantes) los acerca, curiosamente, a otras formaciones similares, como Local H, GodheadSilo o Big Business, pero aún así la personalidad de Plows se mantiene intacta en base a un tenso equilibrio entre la energía sudorosa, los riffs embarrados y el retorcido sentido del humor del grupo. Tal vez debería mencionar que el dúo se encuentra en un parate temporal y que este segundo disco es en realidad un demo de lo que sería el verdadero sucesor de “Those people” (2007), su debut discográfico. Eso quiere decir que el sonido es más bien crudo pero lo cierto es que dicho marco casi garagero le sienta perfectamente a las composiciones del grupo, así como el aire distendido con el que las interpretan. La misma banda explica que la única intención a la hora de encarar este material era la de dejar algún registro de estas canciones, por eso mismo es que, en lugar de venderlo, lo han puesto a disposición de quien quiera descargarlo a su computadora de forma gratuita (visiten www.myspace.com/plows para más información sobre esto último). En fin, no creo que le vaya a cambiar la vida a nadie, pero para aquellos que aprecien el viejo y querido Noise-Rock de los noventas en su estado más riffero y salvaje, he aquí un disco que no los defraudará.
-Shining “Blackjazz” (2010)
Vienen de Noruega y tienen la palabra Black en el título del disco (el anterior tenía la palabra Grind, así que para el próximo pueden usar Death o Doom), sin embargo nada tienen que ver con corpsepaints, iglesias en llamas, loas a Satanás o riffs envueltos en capas y capas de reverb, aún cuando cuenten con la colaboración de Grutle Kjellson de Enslaved, banda con la que han compartido escenario y hasta proyectos en común. Como podrán imaginarse, la clave está en la segunda palabra que compone el título de este quinto disco de Shining (no confundir con los suecos Blackmetaleros del mismo nombre), lo cual no es de extrañar si tenemos en cuenta que el grupo dio sus primeros pasos como un cuarteto de Jazz acústico. El punto de inflexión fue su tercer álbum (“In the Kingdom of Kitsch you will be a monster”, de 2005), donde adoptan una formación eléctrica al tiempo que suman elementos varios del Metal extremo, el Noise y el Rock Progresivo a su ya declarado amor por John Coltrane y Ornette Coleman. Sin abandonar esa línea, “Blackjazz” propone una nueva mirada dentro de su habitual locura. Efectivamente, si algo hay de Black aquí no tiene que ver con pautas genéricas, si no más bien con el sentimiento oscuro y violento que inunda las composiciones. El grupo limitó intencionalmente la paleta de instrumentos, a fin de lograr un sonido más compacto y rabioso, perdiendo tal vez algo del colorido de antaño pero ganando en contundencia y profundidad. Por otro lado, es notable el acercamiento a diversos elementos Industriales, por momentos llegando a sonar como una suerte de híbrido deforme entre Strapping Young Lad (el de “City”), King Crimson (podemos escuchar al final del disco una ruidosa versión del clásico “21st century schizoid man”), Skinny Puppy y el John Zorn más desbocado. Por lo demás, cada canción es un afiebrado paseo por ritmos frenéticos en constante movimiento, estructuras laberínticas, alocados saxofones, riffs tan abrasivos como enroscados, arreglos ominosos (similares al Fantômas más oscuro), voces agresivas pero variadas (aquí la influencia de Devin Townsend vuelve a asomar su calva cabeza), infinidad de teclados y ruidos varios, y una persistente sensación de psicosis violenta y alucinógena, de absoluto desconcierto ante lo que pueda suceder a cada paso. Si a alguien se le ocurriera entregar el premio al disco de Jazz-Fusion-Rock-Progresivo más corrosivo, epiléptico y mala onda del mundo, “Blackjazz”, sin duda alguna, contaría con serias chances de ganarlo.
-The Dillinger Escape Plan “Option paralysis” (2010)
Ya deben conocer la historia. En 1999 “Calculating infinity” adelantó la entrada del nuevo siglo a patadas y le dio una nueva dimensión a la expresión “caos controlado”. Sin ser sus creadores, The Dillinger Escape Plan se plantaban como la banda más representativa e influyente del Mathcore. En 2002 vendría el breve romance con Mike Patton, que dejó como resultado esa pequeña gema conocida como “Irony is a dead scene” y, dos años después, el imprescindible “Miss Machine” capitalizaría lo aprendido junto al ex-ex Faith No More, legándonos uno de los cinco mejores discos de la década pasada y llevando al quinteto a una nueva esfera musical (compartida con algunos de sus pares, como Converge o Cave In) para la que el término Mathcore no sería suficiente. Casi como siguiendo el espíritu impredecible de Faith No More, el siguiente paso discográfico (“Ire Works”, 2007), dejaba un tanto de lado la irresistible profundidad melódica de su antecesor en pos de un retorno a la intrincada virulencia de antaño. Tres años y un cambio de sello discográfico después (adiós Relapse, hola Season Of Mist) llega este “Option paralysis” que tiene todo para convertirse en algo más que un digno sucesor de “Miss Machine”. Empecemos por aclarar que no se trata de una continuación de aquel disco, si no más bien de una profundización de los elementos allí incorporados. En vez de separar las cosas entre temas frenéticos y melódicos, el quinteto une ambas vertientes y suma una cualidad casi tridimensional a través de un trabajo de texturas y armonías (sigue siendo admirable la forma en que incorporan samples y teclados varios) sencillamente apabullante. Las guitarras deslumbran con su habitual desparramo de dedos, dejando en claro por qué están unos cuantos pasos por delante de sus imitadores. Cada riff, cada enroscado punteo, cada disonancia, cada arreglo no sólo hacen gala de una imaginación superlativa, también están estratégicamente colocados en función de las canciones y no como mero show exhibicionista (teléfono para Christopher Arp). Justamente, el punto está en las canciones. Intrincadas y laberínticas como son, nunca pierden el hilo y la coherencia interna. Claro, es de gran ayuda que el grupo no le tema a la melodía y el gancho, entregando pasajes de absoluta belleza que demuestran que la intensidad no sólo se alcanza a través de golpes epilépticos, alaridos dementes y guitarras contracturadas. Elementos estos, por cierto, que nadie maneja tan bien como ellos. En ese sentido es destacable el crecimiento del, ya de por sí grandote, Greg Pucciato en su tarea como vocalista, dejando un tanto de lado su admiración por Mike Patton y encontrando un tono más personal a la hora de producir grandes melodías. No es común que un grupo así de extremo, experimental e intrincado pueda convivir con semejante nivel melódico y emocional, y es tal vez en ese aspecto que las comparaciones con Faith No More cobran mayor sentido. Desde ya, analizar en detalle cada uno de los diez temazos que componen el disco sería una tarea demasiado exhaustiva hasta para el más obsesivo de los nerds y, en cualquier caso, “Option paralysis” es de ese tipo de placas que nunca se terminan de descubrir del todo, de esas que ofrecen música a caudales irrefrenables, que conjugan a la perfección potencia inhumana, sutileza, emociones viscerales, imaginación, infinidad de detalles capaces de hacernos estallar el cerebro y un vuelo creativo reservado sólo para aquellos músicos tocados con la varita mágica del más envidiable de los talentos. Y todo eso presentado en canciones sencillamente perfectas. En fin, no sólo se trata del mejor disco de Dillinger hasta el momento, a menos que algo muy extraño suceda “Option paralysis” ya tiene asegurado su puesto como disco del año.
-The Fall “Your future our clutter” (2010)
Sin desmerecer a grandes nombres como Wire, Gang Of Four o Killing Joke, The Fall probablemente sea la banda Post-Punk inglesa más influyente en el Indie-Rock Americano. Con sus treinta y cuatro años de carrera, su titánica discografía y el férreo liderazgo del eterno Mark E. Smith, la combinación de empuje Punk, trance Kraut-Rockero, experimentación ruidosa y letras de alto contenido intelectual por ellos practicada resultó ser un ítem indispensable en la educación musical de grupos como Mission Of Burma, Sonic Youth, Fugazi, Pavement o Girls Against Boys, por sólo nombrar algunos. “Your future our clutter” es el vigésimo octavo disco de estudio del grupo y, como tal, sería ingenuo esperar sorpresas. Ok, es cierto que el grupo ha tenido sus etapas, por momentos más rockeros, en otros más electrónicos, a veces más oscuros, a veces más virulentos y así, pero la espina dorsal de su sonido (ritmos repetitivos, guitarras entre ruidosas y angulares, vuelo psicodélico y la voz hablada de Smith llevando las riendas de las canciones) siempre se mantuvo intacta. En este caso, estamos en presencia de la veta más rockera de The Fall, con la batería marcando el paso con golpes durísimos, el bajo retumbando entre inquietantes líneas melódicas, la guitarra y los teclados debatiéndose entre erupciones de mugre sonora, hipnóticos arreglos y punzantes riffs y Smith escupiendo sus intrincados textos con su habitual mezcla de rabia, desprecio y desgano. Como dijera alguna John Peel (fanático confeso del grupo), “The Fall es siempre diferente, es siempre igual”. Lo interesante es que, después de tantos años, las ideas musicales de la banda sigan sonando frescas, personales, intensas y creativas, aunque en ese sentido debe ayudar el hecho de que el bueno de Smith cambie de formación de forma bastante asidua. De cualquier forma, con sus cincuenta y tres años de edad a cuesta y el rostro surcado por arrugas, el tipo tiene energía y neuronas de sobra para entregar. Sólo basta escuchar este genial “Your future our clutter” para comprobarlo.
-Yellow Swans “Going places” (2010)
Dos años después de su disolución, llega la pieza final de la extensa discografía de Yellow Swans. No se sientan sorprendidos, al fin de cuentas el dúo conformado por Pete Swanson y Gabriel Mindel Saloman nunca fue demasiado amigo de lo convencional. Una discografía de más de cincuenta discos (entre largas duración, ep’s, splits y demases), desplegada sólo en siete años y muchas veces con el nombre Yellow Swans acompañado por alguna palabra extra que siempre debía comenzar con la letra D, es buena prueba de ello. No es de extrañar, entonces, que nos encontremos con material que se sumerge en las agitadas aguas del Noise más abrasivo y abstracto. Pero, claro, ni siquiera en ese contexto estos dos dementes se conforman con las formas habituales de hacer ruido, escapándole a la monotonía y al lugar común a fuerza de ideas variadas y personales. Un buen ejemplo es el tema “Opt out”, donde parten de una tenue y melancólica melodía (no muy disímil a las practicadas por Ulver en sus trabajos más volcados al Ambient) y, paulatinamente, la van ensuciando con diversas texturas corrosivas, logrando así un denso entramado que, en lugar de pervertir el tono emocional del tema, lo hace más intenso y conmovedor. Si me viera obligado a mencionar un referente, seguramente sería Final (aquel proyecto Ambient-Noise de Justin Broadrick), principalmente en lo que hace a combinar una sensibilidad frágil y emotiva (siempre a través de un claro instinto melódico) con espesos estratos sonoros de profunda abstracción intelectual. Insisto, es sólo una referencia a modo de ayuda para entendidos, de ninguna manera se trata de una copia. Yellow Swans aprovecha la vasta paleta sónica del Noise y el Ambient en función del desarrollo de las composiciones y no como fin en sí mismo. A tal punto que, en más de una ocasión, uno puede imaginar sin problemas a una orquesta (me refiero a una con instrumentos acústicos) reinterpretándolas sin que por ello se pierda la esencia ni la fuerza de las mismas. En definitiva, esto no debería ser tan sorprendente, especialmente si tenemos en cuenta que los principales precursores del Noise en general fueron compositores contemporáneos de formación académica. ¿Debería concluir, entonces, que Yellow Swans está más cerca de Karlheinz Stockhausen y John Cage que de Merzbow o Whitehouse? Digamos mejor que se las arreglan para tender un puente entre ambos extremos, manteniendo la musicalidad (vanguardista, extraña, revulsiva si se quiere, pero musicalidad al fin) de los primeros y la virulencia oscura, áspera y desenfadada de los segundos. Ideal para hacer entender a los más cabeza duras que el Noise también es música.
3 invocaciones del cosmos:
Muy lindo el último de Daughters, igual extraño las alucinantes voces al estilo "Canada Songs".
¿cómo puede ser que nunca haya escuchado a The Fall?
Tengo que solucionar ya mismo ese problema
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