31 de marzo de 2010

Desobediencia Debida - Adelanto



Si sres. y sras. Finalmente estamos en condiciones de afirmar que el documental Desobediencia Debida dirigido por Victoria Reale es un hecho. Todavía no tenemos fecha de estreno, pero en el siguiente artículo se puede leer una nota de adelanto publicada en la revista Ñ. (A no perderse los comentarios al final del mismo).

La banda sonora de dicho largometraje estará disponible próximamente en Zann. Permanezca a la escucha.

29 de marzo de 2010

Bane en vivo en el Centro Cultural Buen Aire (27/03/2010)




Por Fernanod Suarez.

Voy a ser sincero, hacía bastante que no asistía a un recital de Hardcore hecho y derecho. De hecho, por diversos motivos (la mayoría atribuibles exclusivamente a mi propio pajerismo) dejé pasar en los últimos tiempos las visitas de grupos destacados del género como 108, Earth Crisis o los tristemente disueltos Have Heart. Algo me impulsó en esta ocasión a presenciar la segunda visita de Bane a nuestro país. Tal vez fuera nostalgia, tal vez el hecho de que el cartel contaba también con nombres más que interesantes de la escena vernácula como Reconcile y El Camino Más Difícil, tal vez se deba al excelente nivel que últimamente está exhibiendo gran parte del Hardcore más tradicional (por así llamarlo) o simplemente los astros se alinearon de forma adecuada. Sea lo que fuere, debo sentirme más que satisfecho de haber abandonado, aunque tan sólo sea por una noche, mi habitual ostracismo. Obviamente, confirmé que el tan mentado Hardcore dancing (básicamente, jóvenes repartiendo trompadas y patadas al aire cuales Bruce Lees vegetarianos) no es para mí y que mi conexión con el Hardcore es más espiritual o emocional que física a esta altura. En fin, yendo al show en sí, los muchachos de A Mis Espaldas abrieron las hostilidades con un show breve y energético, no muy ayudados por el sonido (los techos tan altos del recinto hacían que la acústica general no fuera la mejor pero, vamos, esto es Hardcore, así que eso no es un gran problema) pero supliendo la falta de experiencia con una entrega intensa, en especial de parte del pequeño vocalista. Le siguió Enquirer, que presentaban su segundo disco (“Inquisitivo”, casualmente editado por Varsity Records, el sello de Reconcile) con un sonido bastante más personal y oscuro. La referencia inmediata sería 108, no sólo por su adherencia a creencias Hare Krishna, si no también por su sonido más bien pesado y envolvente, plagado de riffs disonantes y climas de profunda catarsis espiritual. Mención especial para uno de sus guitarristas (Garuda Dasa es su nombre) que no dejó ni por un segundo de danzar como poseído por los distorsionados acordes que lanzaba desde su instrumento. Si les gusta el Hardcore de tintes más bien pesados, hecho con identidad propia, vuelo creativo, potencia y buenas ideas musicales, Enquirer es una banda para recomendar a los cuatro vientos. Luego llegó el turno de los rosarinos de El Camino Más Difícil, estrenando guitarrista y baterista nuevos. Su álbum debut (“Siempre quemando los caminos de vuelta”, editado el año pasado también por Varsity) mostraba a un grupo con muchísima energía y un sonido interesantísimo, siguiendo la línea de clásicos modernos como Give Up The Ghost, Count Me Out o, justamente, Bane, y en vivo no hicieron más que confirmar esas cualidad con un set arrasador. Debo decir que el hecho de que su bajista ensayara, en diferentes altos entre tema y tema, líneas de temas de Sick Of It All y Fugazi, me hizo creer que todavía era posible encontrar un punto de encuentro entre las diversas variantes del Hardcore. También hubo lugar para temas nuevos y, por lo que se pudo apreciar (insisto con lo del sonido), la cosa viene auspiciosa. Pasado un rato hizo su aparición sobre las tablas Reconcile y terminaron de confirmarme por qué son, no sólo la mejor banda Hardcore de nuestro país, si no una de las mejores a nivel mundial. Una presencia escénica devastadora y, al mismo tiempo, natural, dos guitarristas que proponen constantemente ideas frescas y emociones viscerales, una base rítmica ajustada y vibrante pero siempre con el oído atento a la versatilidad, y un cantante con un carisma irresistible y una voz apabullante. Y esas canciones, encontrando el punto justo entre tradición y nuevos caminos, entre sentimiento e inteligencia. No hay mucho más para agregar, cualquiera que aprecie el Hardcore (en la forma que sea, desde su visión más cruda y primitiva hasta aquella que podría considerarse Post-Hardcore) se debe a sí mismo, aunque más no sea, pegarles una escuchada, en especial a su último disco homónimo. Bien, llegamos entonces a Bane, una de las bandas más importantes en eso de revitalizar los preceptos tradicionales del Hardcore de la vieja escuela y aggiornarlos a los tiempos que corren sin perder nunca la esencia. Arrancaron con “Swan song” (el último tema de su último larga duración, “The note” de 2005) y cerraron con “Some came running” del clásico “Give blood”. En el medio, sencillamente un despliegue inagotable de pura energía, un cantante encendido y con buena onda para regalar, cuatro músicos que, en pleno ataque de epilepsia colectiva, demostraban ser ejecutantes casi virtuosos. En ese sentido, la labor de los guitarristas (el ex Converge, Aaron Dalbec y el rubio Zach Jordan) fue excepcional, tirando riffs, machaques y arreglos con una precisión y una fuerza que dejaban sin aliento. Jordan hasta tenía tiempo para meter coros melódicos donde sorprendió (al menos a mí me sorprendió) con unas dotes vocales inesperadas. De más está decir que el público deliraba y se dedicaba a volar en constante mosh, al punto que, por momentos nada más, se tornaba un poco molesta la invasión al escenario. Sólo un detalle, claro. Por lo demás, fue un show sin fisuras, de esos que te recargan las pilas anímicas sin importar cuán bajoneado puedas estar. Ya estaré viejo para el mosh y, ciertamente, pintarme equis en las manos no es lo mío, pero dónde haya músicos entregándose con semejante pasión a lo suyo, ahí estaré yo para aplaudir de pie.

26 de marzo de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Geisha “Maudit a minuit” (2009)
Geisha hacen ruido. Enchufan sus guitarras a un montón de pedales, ponen la distorsión al máximo y hacen mucho barullo. Por momentos parecen pecar de excesivamente artys y rebuscados (especialmente cuando citan a gente como Iannis Xenakis y Gyorgy Ligeti como influencias) pero en el fondo saben que el mejor marco para todas esas bolas de feedback, acoples y sonidos inverosímiles son las canciones. Entonces rockean con la fuerza de mil búfalos en celo. Pero no apagan sus neuronas para hacer tal cosa, si no que las amplifican. Toman el cuidadoso trabajo de texturas de sus compatriotas My Bloody Valentine y lo despojan de cualquier atisbo de fragilidad Pop, lo pervierten con atronadores golpes de batería y gargantas resquebrajadas. También tienen presentes los riffs de Tony Iommi pero no esperen que los traten con respeto o cariño. Los ahogan en impenetrables capas de estática y los apuñalan con un sinfín de chirridos disonantes. Atacan los sentidos con saña pero se divierten confundiéndonos con remansos de evocadora calma que no hacen más que acrecentar nuestra paranoia. Como Sonic Youth dibujan escalas impensadas pero cargan consigo una mugre que los aleja de la afectada elegancia neoyorquina. Traducen el dolor más intenso en guitarras que escupen cascadas de corrosión y ritmos que aplastan el pecho. Tienen un claro sentido de la dinámica pero está basado en un irrefrenable sadismo sónico. Bajan las revoluciones sólo para que el siguiente golpe sea aún más duro. Transmiten la desesperación y la asfixia de un mundo derruido y oxidado y, de alguna forma, hacen que eso sea bello. Se dejan llevar por el flujo sonoro pero, por suerte, dicho recorrido está siempre guiado por un nerviosismo rozando lo insoportable antes que por un afán de cuelgue psicodélico y abúlico. Son ingleses pero titulan sus discos en idiomas extranjeros para ellos (el primero fue en italiano, el segundo en alemán y este tercero en francés), son cuatro pero suenan como una legión de demonios sedientos de sangre. Y, si me guío por la forma en que sangran mis oídos al escucharlos, de seguro tendrán más que suficiente para saciar dicha sed.


-Hatred Surge “Deconstruct” (2009)
Sigue cayendo gente al baile. Hatred Surge se suma a las filas de este nuevo amanecer del Powerviolence (junto a nombres como Iron Lung, Magrudergrind, The Endless Blockade, Trash Talk, Running For Cover, Mortal Combat, Hummingbird Of Death o Weekend Nachos) y exige atención con argumentos de peso. Como buen exponente del género, primero entregaron motones de splits, ep’s, temas sueltos en compilados y demases que fueron posteriormente rejuntados en un único cd titulado, en un esfuerzo supremo de imaginación, “Collection 2005-2007” y editado en 2008. “Deconstruct” sería entonces el debut propiamente dicho y en él encontramos todo lo que un amante del Powerviolence que se precie de tal puede esperar. Temas breves y adrenalínicos (diecisiete estallidos en menos de veinte minutos), blast-beats por doquier, acoples, estructuras caóticas, rebajes Sludge, riffs corrosivos, Hardcore y Thrash llevados a su punto máximo de mugrienta y primitiva epilepsia, voces transformadas en gruñidos y alaridos salvajes y toda esa impronta que nos muestra como sería el Grindcore si en su ecuación disminuyéramos el Metal y aumentáramos una visión compositiva rozando lo Progresivo. No por nada hablamos de un género que resultó ser una influencia definitiva, tanto para el Mathcore y el Noise-Core, como para bandas como Pig Destroyer, Agoraphobic Nosebleed o los mismísimos Brutal Truth. Hatred Surge maneja a la perfección todas las pautas del Powerviolence y lo hace de forma personal (el trabajo de las voces y las guitarras es sencillamente asombroso y lleno de buenas ideas) y sumamente intensa, con un sonido excepcional (logrando el equilibrio justo entre suciedad, agresión y contundencia) y una energía desbocada y arrasadora. Todavía no me puedo explicar cómo es que dejé este discazo fuera de mi lista de los mejor del 2009.


-Alcest “Écailles de lune” (2010)
Amigo Blackmetalero intransigente y lleno de odio, ¿usted se pregunta quién fue el maricón careta al que se le ocurrió que juntar las gloriosas enseñanzas de Euronymous y Fenriz con las etéreas melodías y el ruido aterciopelado de My Bloody Valentine y la sensibilidad épica del Post-Rock más melódico sería una buena idea? Siempre es difícil señalar un único inventor de una idea musical pero, sin lugar a dudas, Alcest fue uno de los primeros grupos, y de los más representativos, en ensayar el mencionado mestizaje estilístico. De hecho, su disco anterior (“Souvenirs d'un Autre Monde”, editado en 2007) poco y nada tenía de Black Metal y sonaba más afín a grupos como Jesu y Explosions In The Sky que a Wolves In The Throne Room o Caïna. “Écailles de lune” profundiza aún más el terreno melódico y el juego de texturas, pero suma, ahora sí, elementos típicos del Black más tradicional. Entonces, entre delicadas cascadas de guitarras empapadas de efectos y celestiales coros femeninos se pueden asomar malignos alaridos e inclusive frenéticas levantadas de velocidad. Esto, en definitiva, le aporta una necesaria variedad a la propuesta de Alcest que, no obstante, nunca resigna esa sensibilidad refinada y frágil que, a esta altura, es su marca registrada. En otras palabras, para Alcest el Negro Metal no es guerra, si no reflexión, belleza y melancolía. Bien vale aclarar que, a excepción de la batería, todo el disco fue compuesto e interpretado íntegramente por una sola persona (el flacucho Neige), lo cual nos lleva a mencionar dos cosas. En primer lugar, rescatar lo bien lograda que está la interacción y la dinámica entre cada instrumento, algo no tan fácil de alcanzar si tenemos en cuenta lo sobrecargado del material. Ligado a esto, la única contra que puedo encontrar a la placa es que, por momentos, Neige parece engolosinarse con las capas de guitarras y las melodías azucaradas y épicas, dejando resultados …no tan elegantes como él supone, digamos. En cualquier caso, se trata de una apreciación sumamente ligada a mi propio gusto y de ninguna manera dejaría de recomendar este disco a cualquiera que aprecie el costado más refinado y emocional del Rock, sea dentro del género que sea.


-Deftones “Diamond eyes” (2010)
Accidente de auto, bajista en coma (Chi Cheng fue reemplazado por Sergio Vega, casualmente ex miembro de Quicksand, una de las bandas preferidas y más influyentes en el sonido de Chino Moreno y compañía) y álbum archivado (el supuestamente agresivo “Eros”, que sería editado a principios de 2009 pero ha quedado postergado indefinidamente) mediante, los Deftones finalmente nos entregan su esperado sexto disco de estudio. A esta altura del partido, seguir discutiendo si son por lejos la mejor banda del así llamado Nü-Metal o si directamente son demasiado buenos como para considerarlos dentro de dicho subgénero es infructuoso. Estos californianos crearon una marca sonora y una sensibilidad propia a la hora de hacer música pesada (adelantando inclusive algunas de las pautas que hoy en día conforman lo que se conoce como Metalgaze) y si hay algo que les sobra es talento e imaginación a la hora de crear canciones geniales y atrapantes. De entrada, este “Diamond eyes” era anticipado por los mismos implicados como un disco luminoso y positivo, con cierta vibración fantástica similar a la del clásico “White pony”. Y algo de eso hay, ciertamente las melodías ensayadas por Chino Moreno tienen esta vez un aire especialmente celestial y romántico y parecen nacer más de la reflexión que de la depresión o el aburrimiento. Por otro lado, si bien la profundidad musical exhibida bien puede compararse con aquella obra maestra, los esquemas compositivos empleados aquí por el quinteto toman rumbos diferentes. No esperen esos temas que empiezan tranquilos y estallan en estribillos épicos, Deftones ya agotó prácticamente esa fórmula y prueba nuevas variantes, inclusive retomando algo de la impronta efervescente del genial “Around the fur”, un disco que tal vez no sea apreciado como es debido a causa de la sombra de su sucesor. Antes mencioné a Quicksand y, efectivamente, algo de esa sublime combinación de Post-Hardcore, Noise, Pop y Grunge se hace presente en estos surcos. Aunque, claro, eso no es todo. También tenemos pasajes que remiten inevitablemente al Faith No More más emotivo y otros donde el espíritu de Jesu se hace presente con esa cualidad de hacer música que resulte tan pesada y aplastante como hermosa y melódica. Pero, desde ya, esos son sólo puntos de referencia. Cada pequeña pieza del universo Deftones es absolutamente personal y única. La guitarra de Stephen Carter se expande en oleadas de distorsión y dibuja paisajes tan quiméricos como realistas y envolventes. La voz del Chino Moreno planea con su habitual fragilidad sobre planicies de pura emoción, logrando melodías sencillamente cautivadoras sin por ello resignar sus esporádicos ataques de rabia, donde sigue probando nuevas opciones para sus gritos. Los samples y teclados de Frank Delgado cumplen esa función tan sutil como fundamental de dotar a las canciones con arreglos y texturas que aportan una tridimensionalidad casi cinematográfica. Y qué decir del inmenso talento de Abe Cunningham tras los parches, un tipo capaz de transformar la idea más pedestre en una genialidad, un hombre con un sentido del swing que deja sin aliento y con una imaginación a prueba de todo. En fin, músicos excepcionales puestos siempre al servicio de canciones perfectas, de esas que generan sensaciones tan fuertes en el alma que se hace difícil describirlas con palabras.


-From Ashes Rise “Live hell” (2010)
Con argumentos tan sencillos como contundentes e innovadores, His Hero Is Gone se las arregló, a principios de los noventas, para lograr una completa redefinición del Crust. Sólo bastó sumar algo de melodía en las guitarras y un toque de esa densidad monolítica y disonante a la Neurosis para dar con un sonido absolutamente revolucionario. De las cenizas de aquella banda surgiría Tragedy, considerados como otro de los pilares de dicho sonido. From Ashes Rise (que contaron con miembros en común con Tragedy) siempre fue algo así como el tercero en discordia. Su propuesta siempre se manejo por los carriles mencionados pero llegaron a alcanzar un nivel tal de intensidad y creatividad como para competir inclusive con sus musas inspiradoras. Discos como “Concrete and steel” (2000), “Silence” (2001) o “Nightmares” (2003) son piezas imprescindibles para comprender y apreciar el Crust de las últimas décadas. En 2005 decidieron disolverse y cinco años después los tenemos de vuelta con este disco en vivo que repasa algunos de los puntos más altos de su carrera. Dada la naturaleza de este trabajo, esperar novedades o sorpresas sería absurdo. Pero si quieren una excelente banda de sonido para un mundo que se cae a pedazos o un excelente motivador para salir a revolear molotovs al congreso y la casa rosada, entonces esto es lo que estaban buscando. Pura bronca dirigida con absoluta lucidez política y una musicalidad que trasciende las supuestas barreras del género. El sonido es claro y potente sin resignar crudeza y la sensación taquicárdica y movilizadora es inevitable. Como dijimos antes, el cuarteto puede pasar de los ritmos acelerados de escuela Discharge a los más espesos y apocalípticos rebajes y de ahí a desgarradores punteos melódicos sin inmutarse ni bajar nunca el nivel de energía. En fin, si no los conocían, he aquí una excelente carta de presentación y, si ya habían caído cautivados por su irresistible y mugriento encanto, “Live hell” es otra gema para añadir a la colección.


-High On Fire “Snakes for the divine” (2010)
Mucha especulación ante este quinto álbum de Hig On Fire, su debut en E1 Music, el sello independiente con mayor alcance comercial de los Estados Unidos. ¿Van tras los pasos de Mastodon? ¿Estará Matt Pike esta vez dispuesto a hacer las concesiones que no hiciera cuando Sleep estuvo en una situación similar? Mucha tinta (real y virtual) se ha desparramado tratando de analizar estas cuestiones pero, hasta donde yo sé, nada se ha dicho sobre un punto en particular que me hizo encarar la placa con una cuota extra de prejuicio. El arte de tapa es, sin vueltas, horrible, estúpido y digno de adornar cualquier placa de Manowar. Será una pavada (aunque estoy seguro de no ser el único al que le pasan este tipo de cosas), pero realmente una presentación tan ofensiva a la vista no me predispone de la mejor manera a la hora de sentarme a escuchar un disco. Por supuesto, en definitiva serían las canciones las encargadas de dar por tierra (o no) con mis malos augurios. Como era de esperar, el trío mantiene su impronta habitual de Thrash-Doom firuleteado y monolítico, y le aplica una pequeña vuelta de tuerca hacia el lado más accesible de la propuesta. En especial la voz de Pike, aún sin abandonar su eterna carraspera, se nota trabajada y pulida al máximo posible, por momentos recordando a, oh sorpresa, Ozzy Osbourne y hasta intentando agudos que no hacen más que reforzar las odiosas comparaciones con los mencionados Manowar. También la labor del ex Sleep en las seis cuerdas se arrima a melodías y modismos propios del Metal más tradicional y ochentoso, aunque siempre con el envoltorio sonoro actual, donde los graves embarrados mandan. Claro, otra comparación (aquella con Mastodon), se hace presente sin necesidad casi de mencionar el tema. Pero bien vale aclarar algunos puntos. Primero, los miembros de Mastodon se conocieron mientras asistían a un recital de High On Fire, lo cual, por lo menos, nos habla de una línea temporal innegable. En segundo lugar, si bien ambas bandas siempre contaron con elementos en común (las guitarras gordas, los climas épicos, los riffs enroscados, las voces cavernosas, el amor en partes iguales por el Thrash y el Doom), también quedan más que claras para cualquiera con un par de tímpanos funcionales, las diferencias entre ellas. Volviendo a “Snakes for the divine”, debo admitir que los ochentas están lejos de ser mi década predilecta a la hora de hablar de Metal y, por ende, se me hace un tanto difícil disfrutar plenamente de los cambios propuestos aquí por High On Fire. Dejando eso de lado, se trata de una placa más que correcta, con pasajes sumamente intensos, sonido e interpretaciones impecables y que, seguramente, hará las delicias de todos aquellos que (como no es mi caso) sepan apreciar sin miramientos el Metal en su totalidad.


-ISYA “Hoax ghost hoax” (2010)
ISYA es un proyecto unipersonal craneado por Jake Brown, quien fuera alguna vez miembro de Frodus (una de las bandas más intensas y creativas del Post-Hardcore washingtoniano de los noventas) y Decahedron, aquel proyecto que compartieran ex miembros de Frodus con Joe Lally, bajista de Fugazi. Con semejante historial, uno puede suponer que esto se trata de nerdismo rockero con corazón Punk/Hardcore y, si bien algo de eso puede haber aquí, no es en la forma en que se están imaginando. En primer lugar, digamos que se trata de un grupo de concepción netamente electrónica/experimental, pero que ciertamente no encajaría del todo en definiciones como Noise o Ambient, a pesar de contar con puntos en común con dichos estilos. Bueno, a decir verdad, no encajaría bien en ninguna de las definiciones conocidas. Pero sigamos. Esto es material frenético, violento y ruidoso, plagado de agresivos beats digitalizados, voces deformadas por efectos y teclados escupiendo riffs y texturas corrosivas, pero tampoco me atrevería hablar de Rock Industrial. Las ocasionales melodías juguetonas y los ritmos epilépticos pueden arrimarnos a lo que se conoce como Nintendo-Core pero están trabajadas de forma mucho más sutil y, al mismo tiempo, brutal. ¿Entonces? ¿En qué quedamos? No sé. A ver, si Skinny Puppy y Justin Broadrick (en su faceta más electrónica y virulenta) violaran a Genghis Tron mientras Scott Hull y Jay Randall (de Agorpahobic Nosebleed) filman todo y los muchachos de The Locust se masturban observando la escena, tal vez tendríamos una idea aproximada de cómo suena esto. Lo cual, en definitiva, nos habla de lo personal de los resultados aquí obtenidos. Cada tema presenta experimentos sonoros más que interesantes y encima cuentan con una intensidad avasallante y una enfermiza atención al detalle. Desde ya, con material así de extremo y hostil, el bueno de Brown no pretende obtener ningún tipo de rédito económico, por lo que este disco se puede encontrar a disposición de quien desee descargarlo en forma gratuita en www.isya.bandcamp.com. Yo que ustedes no me lo perdería.


-Landmine Marathon “Sovereign descent” (2010)
Seamos honestos, a esta altura del partido nadie va a asombrarse porque una chica (bastante bonita, por cierto) se haga mierda la garganta gruñendo al frente de un grupo de Deathmetaleros con pasado Hardcore. De hecho, Grace Perry ya lleva seis años al frente de estos conservacionistas del Metal extremo conocidos como Landmine Marathon. Efectivamente, más allá de sus pintas Hardcorosas, esta gente tiene perfectamente aprendida las lecciones del viejo catálogo de Earache Records y lo hace saber a cada minuto. Toman bastante del sonido embarrado del primer Entombed, algunos medios tiempos belicosos y rebajes dumbetas a la Bolt Thrower, el necesario toque Grindcore aprendido de Terrorizer y Napalm Death, y hasta algo de ese retorcido sentido de la melodía de Carcass, meten todo eso en una olla con aroma a mugre Crust (el corazón Hardcore sigue tirando), lo sazonan con guitarras gordas y crujientes y lo sirven con indiscutible cara de orto. De alguna forma, el quinteto logra eludir el mero revival Deathmetalero que viene ocurriendo hace un tiempo con el simple argumento de aportar una gama, limitada pero efectiva, de variantes (aquí ayuda bastante el hecho de que Perry no se conforma sólo con las típicas voces de monstruo, si no que también se explaya por otros tipos de alaridos extremos) que ahuyenten el fantasma de la monotonía y la repetición de esquemas. Por otro lado, tampoco están inventando la pólvora y, en última instancia, esto no deja de ser puro Death Metal en su estadío más roñoso y crudo. Si no están buscando más que eso, “Sovereign descent” no los puede defraudar.


-Mountain Man “One” (2010)
Trece temas en poco más de diecisiete minutos y nada en el tintero. Hardcore, claro que sí. Pero algo más. Ritmos acelerados y frenéticos. Y también otros un tanto más difíciles de categorizar. ¿Qué es esto? ¿Extraños samples generando alucinógenos collages sonoros? ¿Seguimos hablando de Hardcore? Claro que sí, esto más que gordos tatuados con caras de pocos amigos. Cortes abruptos, rebajes a paso de tortuga, riffs insistentes que raspan neuronas y un tipo que grita hasta dejar las cuerdas vocales hechas polvo. ¿Eso fue un blast-beat? ¿Y esos acordes disonantes? ¿Y ese delay de guitarras ruidosas? ¿Seguro que es Hardcore? Ok, algunos hablarán de Powerviolence, yo no estaría tan convencido pero a quién le importan esas cosas. Estoy hablando de velocidad, de excitación, de un torrente de ideas atacando la mente de forma vertiginosa. Y de pasajes oscuros, casi ambientales, adornados con feedback y esporádicos golpes de batería. De acoples que anticipan el infierno a destarase. De pocas notas apurándose para llegar a ningún lado exhaustas. De un groove tenso y trabado que se va acelerando hasta diluirse en un último estallido de alaridos y cuerdas torturadas. ¿No entendieron? Esto es Hardcore. Fresco, innovador, respetuoso de la tradición pero al mismo tiempo demasiado inquieto como para quedarse sólo con ella. ¿Black Sabbath atravesado por punzantes acoples? Oh sí. ¿O acaso nunca escucharon Black Flag? Introspección no es sinónimo de debilidad, manga de orangutanes. Pero no hay excesos de testosterona en estas gargantas rotas, sólo dolor. Combustible para la vida. Un disco de Hardcore que requiere muchas escuchadas hasta poder entender todo lo que en él sucede. ¿Y por qué no? Punk-Rock en las manos indicadas. Dos acordes para toda la eternidad. O más acordes, no importa. Los que sean necesarios, ni más ni menos. Esto es material afiebrado, energizante, confuso por momentos, pero siempre intenso y creativo. Mountain Man parece clamar a grito pelado por una idea de Hardcore que tenga algo más que simplemente Hardcore y no seré yo quien los contradiga.


-Native “Wrestling moves” (2010)
A veces, por suerte, los rótulos existentes en materia de Rock se presentan como un tanto insuficientes a la hora de describir un sonido en particular. Y no es que la propuesta de Native sea especialmente experimental o innovadora, pero se las arreglan para presentar una interesante vuelta de tuerca dentro de una rama bastante específica de lo que podríamos llamar Post-Hardcore. Por un lado, tenemos bases rítmicas que combinan energía física, un swing entre bailable y jazzero, y una elegancia casi Pop. Después vienen las guitarras, moviéndose entre evocadores rasgueos, intrincados arpegios, sutiles contrapuntos y estallidos distorsionados, haciendo gala de una vasta gama de recursos a la hora de pintar paisajes y transmitir emociones. Por último, pero no menos importante, están las voces, que van desde reposadas líneas melódicas a esas inflexiones declamativas tan típicas del Post-Hardcore. Por supuesto, si todo esto les trae a la mente nombres como Q And Not U, Les Savy Fav, Minus The Bear, Maritime o el Fugazi más elaborado, no están mal rumbeados. Inclusive aquellos oyentes sin tanta formación dentro del género podrán reconocer influencias un tanto menos crípticas como las de King Crimson (el trabajo de las guitarras remite especialmente a sus discos ochentosos), The Police (en especial en la sección rítmica) o The Cure, en los momentos más melancólicos. El truco está en el equilibrio. Equilibrio entre virtuosismo y visceralidad, entre emoción e inteligencia, entre baile y reflexión, entre potencia y sutileza. Vamos, se trata de un disco capaz de conmover por igual tanto a Punks universitarios (con o sin título universitario, desde ya) como a aquellos que dicen apreciar “la buena música” (un concepto tan esquivo como peligroso) en general.


-Slices “Cruising” (2010)
Con los dos ep’s editados el año pasado, Slices ya se perfilaba como una de las propuestas más interesantes, energéticas y personales de la actualidad Punk-rockera. “Cruising” es su larga duración (bueno, eso de larga es un decir, son nueve temas en poco más de veinte minutos) debut y confirma el potencial que se escuchaba en dichos ep’s. Algunos dirán que, con la proliferación de géneros como el Mathcore y el Sludge, el legado de Black Flag se mantuvo vivo durante los últimos años, aunque sea de forma un tanto indirecta. Si bien es cierto que dichos estilos tienen un claro precedente en la combinación de pesadez Sabbáthica, excentricidad armónica y rítmica de tintes Free-jazzeros, y visceralidad Hardcore/Punk que Greg Ginn y los suyos ensayaran hace ya mucho tiempo, pocos grupos se atrevieron a tomar ese legado y revivirlo en su contexto original, es decir el del más crudo Punk-Rock. Slices, entonces, toma la posta y nos entrega un mazazo tras otro de pura energía sin adulterar. Ojo, no se trata simplemente de una copia, si no más bien de rescatar ese espíritu sudoroso, intenso y cargado de frustración. El cuarteto suma importantes lecciones del Noise-Rock y el Powerviolence (algunos de sus miembros también forman parte de Warzone Womyn, una banda enrolada en dicho sub-género) y escupe un resultado único. Una guitarra salvaje y desbocada, imaginativa pero siempre ubicada, ruidosa, abrasiva y, de cierta forma, inteligente. Una base rítmica con una energía inhumana, marcando el pulso frenético y espontáneo de las composiciones como si en ello les fuera la vida misma. Una voz gritona, distorsionada, frontal, virulenta pero siempre articulada. Todo, como corresponde, puesto al servicio de unas canciones perfectas, de esas que hacen hervir la sangre y obligan a retorcerse en violentos espasmos de placer. Pero también de esas que se pueden admirar por su retorcida musicalidad y afiebrada imaginación. El punto es que nada aquí suena calculado o excesivamente cerebral, esto es catarsis pura escupida desde las entrañas de la forma más honesta y urgente posible. En fin, no tengo mucho más que agregar, sólo que si alguna vez sintieron que el Rock era un tipo de música capaz de darle significado a muchas cosas aparte de la música misma, entonces “Cruising” es un trabajo de escucha obligatoria. De cabeza a lo mejor del año.


-Triptykon “Eparistera Daimones” (2010)
Thomas Gabriel Fischer (también conocido como Tom Warrior) es, claramente, un tipo complicado. Prácticamente fundó el Black Metal (o, al menos, un forma determinada de encararlo) al frente de Hellhammer pero siempre renegó de ese pasado. Con Celtic Frost estuvo varias veces adelantado a su tiempo y sin embargo se las arregló para arruinar las cosas con el glamoroso “Cold lake”. Luego de una no muy afortunada (aún así digna de cierto interés) aventura Metálico-Industrial conocida como Apollyon Sun, se decidió a revivir el cadáver de Celtic Frost y pateó culos con el monumental “Monotheist” en 2006, demostrando que la influencia que sus composiciones ejercieron sobre una vasta gama de músicos metálicos (desde High On Fire a Paradise Lost, desde Napalm Death a Samael) no era casual. En 2008 decide alejarse del grupo que es casi sinónimo con su nombre, debido a una “severa erosión en las relaciones personales” (según sus propias palabras) con los otros miembros del grupo, o sea con Martin Eric Ain, su eterno mano derecha. Así, llegamos a Triptykon y, sinceramente, no comprendo del todo por qué Fischer no decidió seguir con el nombre Celtic Frost y simplemente despedir a Ain, si, en definitiva, lo exhibido en este portentoso “Eparistera Daimones” calzaría a la perfección como secuela del mencionado “Monotheist”. Básicamente podríamos dividir este disco en tres tipos de canciones: babosas procesiones de puro Doom arrastrado y surrealista, maliciosos ataques en clave de Thrash/Death oscurecido y ominoso, y melancólicas letanías de aires Góticos que remiten inevitablemente al costado más espeso de clásicos como Fields Of The Nephilim o Christian Death. Desde ya, la balanza se inclina hacia el costado más metalero de la propuesta, con las guitarras bien al frente y afiladas, las voces cascadas y las bases golpeando con toda la fuerza, pero aún así hay lugar para pasajes de experimentación (a veces en clave electrónica/ambiental, a veces con rebusques casi sinfónicos, siempre con la mirada puesta en la majestuosidad grotesca que es su marca registrada) que, en definitiva, también hacen al espíritu siempre inquieto de Fischer y Celtic Frost. De hecho, también hay temas donde los elementos aludidos anteriormente se entrecruzan logrando resultados apabullantes. En fin, no es Celtic Frost sólo porque el bueno de Tomás decidió que no lo fuera pero cualquiera que haya vibrado alguna vez con clásicos como “Procreation of the wicked”, “Inner sanctum” o “Circle of the tyrants” (por poner sólo algunos ejemplos), no puede dejar pasar este más que auspicioso debut de Triptykon.


-Ulises Lima “A thousand words” (2010)
Desprolijos, desbocados, sensibles, quebrados, absolutamente desnudos. Así suenan los ocho temas que componen este vibrante debut discográfico de este trío madrileño bautizado como un personaje (en realidad era un alter ego del poeta Mario Santiago Papasquiaro) del escritor Roberto Bolaño. Si la mención literaria los hace pensar en música demasiado intelectual (sea lo que sea que eso signifique), piensen otra vez. Las pautas musicales de Ulises Lima están claras: un corazón Hardcore latiendo hasta reventar pero despojado de inocencia adolescente, una dulzura melódica casi Pop pero cubierta de asperezas y angustias, una visión inteligente que, no obstante, no puede con sus propias contradicciones e irracionalidades. Pueden llamarlo Post-Hardcore, Emo o simplemente Punk. Pueden asociarlo a los sonidos creados por bandas como Hüsker Dü, Embrace, Jawbreaker, Rites Of Spring, The Van Pelt o Braid y sin embargo nada de eso nos dirá lo suficiente sobre la apabullante intensidad que despliegan estas canciones. No se trata sólo de que la guitarra dibuje líneas que se clavan como puñales en el corazón, ni de que el bajo acompañe esos trazos de forma tan imaginativa como potente, ni siquiera de ese sostén rítmico entre movedizo y contundente ni de esa voz que se tensa hasta casi estallar de pura ebullición melódica. Mejor dicho, se trata de todo eso y más. Se trata de canciones compuestas con el alma al descubierto e interpretadas con el cuerpo adolorido y cubierto de sudor. Y si eso les parece poco, encima el mismo grupo se encarga de regalarnos dichas canciones. Sólo basta chequear su myspace (www.myspace.com/uliseslima) y allí encontrarán “A thousand words” para descargarlo de forma gratuita. Por supuesto, en definitiva esto último es meramente anecdótico frente al excelente nivel desplegado por el grupo. Emoción, fuerza, inteligencia, crudeza y honestidad, ¿qué más le pueden pedir a un jodido disco Punk?


-Wold “Working together for our privacy” (2010)
Cuando uno piensa en Black Metal, es probable que lo primero que acuda a la mente sean los rostros pintarrajeados de Abbath, Satyr y demás mamarrachos que suplen su falta de talento musical sacándose fotos hilarantes. Ahora bien, cuando pienso en lo que, en teoría, el Black Metal representa musicalmente (extremismo sin concesiones, oscuridad, misantropía, individualismo y una visión soberbia y elitista del arte en general), Wold es uno de los nombres que se me aparecen como perfectos ejemplos de dichas cualidades. Desde ya, si nos atenemos a lo formal esto es Noise hecho y derecho, más afín a Merzbow que a Mayhem y absolutamente despojado de los gestos teatrales habituales en el Negro Metal. Sin embargo, una vez que traspasamos las densas capas de ruido, feedback y estática (no por nada su anterior placa se tituló “Stratification”), nos encontramos con un corazón sórdido y ennegrecido, un espíritu sádico y lleno de desprecio por la raza humana. El oído avezado será capaz de reconocer ominosos riffs escondidos entre las crepitantes texturas sonoras, secuencias melódicas que expulsan al Noise de sus tradicionales terrenos abstractos y lo clavan en las zonas más oscuras del alma. A la mayoría de la gente le puede resultar tan irritante como dejar el televisor prendido a todo volumen en un canal donde sólo haya lluvia, mientras alguien agujerea grandes hojas de metal con un taladro oxidado y, muy a lo lejos, suena un disco de Burzum. Pero es ese tipo de ideas, bordeando el ridículo absoluto, las que le dan sabor tanto al Noise como al Black. En cualquier caso, aquellos que acepten el desafío podrán sumergirse en un viaje tan hipnótico y perturbador como vívido (por momentos da la sensación de trasladarnos al centro de la ciudad en plena hora pico, mientras el asfalto se resquebraja y los edificios colapsan y son tragados por abismales espectros sin forma) e intenso. Y, si alguna vez tienen un invitado indeseado en sus hogares, este “Working together for our privacy” debería servir perfectamente para espantarlo y que nunca más vuelva.

17 de marzo de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Mourningside A.D. “Confessions of disbelief” (2009)
Ya lo saben, los noventas están nuevamente entre nosotros y eso, desde ya, incluye al Hardcore. En el caso de Mourningside A.D. deberíamos hablar más bien de Metalcore pero de ninguna manera piensen en Death melódico con breakdowns, ni siquiera en Mathcore. Este quinteto californiano hace gala de ese sonido machacante y apocalíptico que practicaran luminarias como Disembodied, Integrity, Unbroken, Mean Season, 108 y el Earth Crisis de “Gomorrah's season ends”. Canciones basadas en un groove cadencioso y opresivo, con voces que van de tensos pasajes hablados a descargas de violencia a grito pelado y guitarras contundentes que se permiten cierto grado de exploración (en especial en lo que hace a riffs disonantes y melodías oscuras) sin pasarse nunca de enroscadas o técnicas. Esto no quiere decir que se trate de material tosco y sin ideas, por el contrario, las bandas que sirven de referencia para Mourningside A.D. son de lo más destacado y creativo que los noventas nos entregaron en materia de Hardcore metálico o Metalcore. Las cuatro canciones que componen este ep demuestran una gran imaginación (insisto con la destacada labor de las guitarras) y un excelente manejo dinámico, de tal forma que la suma de influencias termina delineando una identidad propia y aportando la variedad suficiente (aún dentro de los márgenes estrictos de la propuesta) como para que la intensidad no baje nunca. La única contra que se me ocurre es, justamente, que el disco se termina demasiado rápido y te deja con ganas de más. Pero eso, en definitiva, es algo bueno. Todas mis fichas puestas para un futuro larga duración de esta gente.


-Aloha “Home acres” (2010)
A pesar de contar con sus cuatro integrantes desperdigados por distintas ciudades de los Estados Unidos (Washington DC, Brooklyn, Boston y Cleveland), Aloha suena tan pulcro y ajustado como si los tipos vivieran en una misma casa y se dedicaran a ensayar las veinticuatro horas del día. Claro, con trece años y seis discos en su haber estos nerds parecen haber desarrollado una comunicación casi telepática a la hora de hacer música. Y es gracias a esa comunicación que logran un sonido tan personal y único y encima se dan el lujo de ir puliéndolo disco a disco. En líneas generales podríamos meterlos en la bolsa del Indie-Rock, pero eso no nos dice demasiado, ¿no? Sobre todo cuando, junto a esos rasgueos y esas melodías emotivas, podemos escuchar pianos, mellotrones, órganos, marimbas y hasta cintas manipuladas para lograr texturas sonoras. Y eso no es todo, la construcción misma de las canciones, aún sin perder nunca el hilo claramente melódico, cuenta con rebusques y complejidades dignas del más sesudo Rock Progresivo. Digamos que si existiera un universo paralelo donde el Indie se despojara de su ironía y desprolijidad, dejando al desnudo sólo su frágil sensibilidad, y el Rock Progresivo abandonara la pompa exagerada y la frialdad académica, allí es donde Aloha podría sentirse a gusto. Desde ya, hay influencias. Nombres como Built To Spill, Tortoise, Sonic Youth, Karate, Joan Of Arc, Mogwai o Minus The Bear pueden considerarse compañeros en eso de conjugar emoción, elegancia, vuelo creativo, interpretaciones intrincadas y algo de ese corazoncito Punk dándole el necesario toque de visceralidad al asunto. Aún así, la personalidad del cuarteto está a salvo gracias, principalmente, a su particular combinación de preciosas melodías vocales e instrumentaciones de una profundidad casi cinematográfica. En fin, sexto disco para este grupo y una de las experiencias musicales más refrescantes en lo que va del año.


-Black Autumn “Aurora - Morgen Rothe Im Auffgang” (2010)
¿Quién dijo que los alemanes son fríos e insensibles? M. Krall (el hombre orquesta detrás del nombre Black Autumn) no tiene ningún empacho a la hora de hacer públicas sus penas existenciales. Desde ya, no es que lo haga de forma cálida e intimista, aunque sí trabaje en solitario. Para ponerlo en claro, Black Autumn se inscribe sin problemas en la torturada tradición de proyectos unipersonales dedicados al costado más depresivo del Black Metal, pero no esperen otro clon de Burzum o Xasthur escupiendo misantropía en cámara lenta bajo cascadas de distorsión y reverb. Sí, los ritmos son lentos y arrastrados y las voces chillan desde lejanas profundidades pero hasta ahí llega toda similitud. Contando con un sonido sumamente prolijo y ajustado, Krall echa mano a un arsenal de diversas influencias que, en definitiva, lo terminan acercando a esa suerte de Post-Black practicado por grupos como Wolves In The Throne Room, Caïna o Fen. Las melodías evocadoras, el cuidado trabajo de texturas en las guitarras y las dinámicas ondulantes vienen con un clarísimo componente Post-Rockero y hasta hay pasajes que recuerdan inequívocamente a la aplastante melancolía de Jesu. Hablando de Justin Broadrick, es notable también su influencia en lo que hace a baterías programadas y empleo de samples, y lo bien que dichos elementos se acoplan a la siempre sórdida sensibilidad del Black Metal. En ese sentido, Black Autumn parece transitar un camino intermedio entre aquellos que plantean apocalípticas visiones post-industriales dentro del género (Blut Aus Nord, The Axis Of Perdition) y los que dan rienda suelta a una introspección suicida en medio de paisajes tan hermosos como desoladores. De hecho, si hacen una imaginaria suma de los grupos referidos a lo largo de este comentario, podrán acercarse bastante al sonido final de esta tercer placa del germano. ¿Black Metal para almas sensibles? Ya no respetan ni el corpsepaint…


-Daughters “Daughters” (2010)
Los muchachos de Daughters no tienen ningún tipo de contemplación por la salud mental de sus oyentes. Lo cual está bien, es bastante probable que sólo personas con serios desórdenes psíquicos sean capaces de digerir sin problemas las cataratas de disonancia que el grupo viene escupiendo desde su incepción a comienzos de la década pasada. Por supuesto, el anterior “Hell songs” (2006) ya mostraba un cierto refinamiento con respecto a las borroneadas erupciones de blast-beats y guitarras chirriantes de sus primeros trabajos (donde todavía se sentía la huella de su anterior encarnación bajo el nombre de As The Sun Sets), pero eso no quiere decir que la cosa se haya vuelto fácil de escuchar ni nada por el estilo. Ok, Alexis Marshall abandonó los alaridos constantes por una modalidad retorcida y perturbada, más cercana al viejo Nick Cave (el de The Birthday Party) o a David Yow (Scratch Acid, The Jesus Lizard, Qui) que a sus raíces Grindcore, la base rítmica bajó las revoluciones sin por ello perder intensidad ni frenetismo y las canciones (bueno, de alguna forma hay que llamarlas) se permiten pasar de la marca del minuto y medio de duración aún con el claro objetivo de taladrar oídos y aplastar neuronas. Si todo esto les suena a Noise-Rock de la mejor cepa (si quieren más precisión podríamos hablar de una cruza entre The Jesus Lizard y Arab On Radar), no están tan mal rumbeados. Ahí están la energía y el desparpajo Punkys, los ritmos epilépticos y angulares, las guitarras eternamente disonantes y enfermizas, el psicótico sentido del humor, el tenso nervio rockero, las esquizofrénicas curvas inesperadas y la persistente sensación de paranoia y violencia sin sentido. Hasta hay lugar para algún que otro teclado desorbitado que no hace más que aumentar la locura y llevarla a peligrosos terrenos de lisergia homicida. No les voy a mentir, esto no es material amigable y es necesaria una alta tolerancia al ruido y la incomodidad para apreciarlo plenamente, pero aquellos que acepten el desafío tendrán como recompensa una de las experiencias musicales más intensas y creativas en lo que va del año.


-Divine Eve “Vengeful and obstinate” (2010)
Con solo un ep (“As the angels weep”) editado en 1993, Divine Eve quedó en la memoria colectiva del underground Deathmetalero como una promesa trunca antes de florecer completamente. Claro, en los últimos años la idea de revisitar a bandas como Autopsy, Bolt Thrower o los primeros Entombed y Celtic Frost se volvió moneda corriente de la mano de bandas como Coffins, Lair Of The Minotaur o Hail Of Bullets, entre tantas otras que se dedicaron a explorar los eslabones perdidos entre el Doom y el Death Metal de la vieja escuela. En ese contexto, en 2007 ve la luz “Upon these ashes scorn the world”, un disco que compila la discografía completa de Divine Eve y sienta las bases para que, un año siguiente, la formación original del grupo vuelva a unir fuerzas. El primer resultado de dicha reunión es este ep de cuatro temas. Ya desde el comienzo con “Vindication” se nota que la pasión por el viejo Celtic Frost no es chiste. Si me dijeran que se trata de un sobrante de “Morbid tales” o “To Mega Therion” regrabado en la actualidad, no tendría motivos para no creerlo. La cosa se pone más dumbeta para “Grievous ascendance” con su ritmo bien arrastrado y baboso, pero los riffs mantienen esa simpleza característica de Tom Warrior y compañía. Y si hablamos de simpleza, no pueden dejar pasar un tema como “Whispers of fire” que, si no fuera por las voces podridas, el sonido gordo de las guitarras y el firuleteado pasaje intermedio, podría pasar por el más desbocado Hardcore que Discharge fuera capaz concebir. La lentitud majestuosa vuelve a decir presente en toda su magnitud con “The ravages of heathen men” que cierra la placa casi rememorando aquel surrealismo suicida del primer Cathedral (el de “Forest of equilibrium”), con el agregado de ominosas trompetas y voces que insisten con la imitación de Warrior. No nos engañemos, Divine Eve no brilla tanto por su personalidad como por los contundentes resultados de su propuesta, logrando paisajes de grotesca psicodelia con elementos musicales básicos y primitivos. Vamos, tal como Celtic Frost hiciera en sus discos más recordados e influyentes pero con el agregado de un sonido más embarrado y, claro, Deathmetalero. Si están disfrutando de todo este revival del Death Metal más rústico de principios de los noventas, no pueden dejar pasarlo.


-Freya “All hail the end” (2010)
Aquellos familiarizados con Earth Crisis sabrán que Freya es aquel proyecto fundado por su vocalista Karl Buechner tras la disolución del grupo en 2001, y en el cual se permitió profundizar la veta cuasi melódica que se había asomado en aquel controversial “Slither”. Reunión de Earth Crisis mediante, el hombre de la eterna bandana en la cabeza (no, no es Mike Muir), el sumo pontífice de la ensalada, el apóstol del orden que debería ser retoma la actividad discográfica con este tercer disco de Freya. Algunos se preguntarán qué sentido tiene insistir con esta banda paralela cuando los reformados Earth Crisis dieron muestras de un nivel envidiable en “To the death”, su más reciente placa editada el año pasado. Tal vez no demasiado, el esquema de ambas bandas es, de alguna forma, similar. Se trata, claro, de esa cruza entre el Hardcore más rabioso y el Metal noventoso más contundente, con riffs marcados y machacantes, ritmos potentes, la cuota necesaria de groove y el bueno de Buechner dejando la garganta a grito pelado en cada intervención. Como dijimos antes, la diferencia está en el costado melódico que se encuentra prácticamente ausente en la nueva encarnación de Earth Crisis. No teman, el ochenta por ciento de este “All hail the end” está dominado por voces rugientes y guitarras agresivas, pero es el veinte por ciento restante el que le aporta algo de aire y variedad a un esquema que, de otra forma, resultaría monótono en exceso. Vale aclarar que cuando hablo de melodía no me refiero a Emo ni a riffs choreados de “Slaughter of the soul”. Por suerte, el quinteto se las arregla para aportar su cuota de emoción y musicalidad sin caer en esos lugares comunes, manteniendo la impronta noventera que, por momentos, los hace sonar como una especie de versión Hardcore y humanizada de Fear Factory. Obviamente, no estamos ante ninguna revelación ni nada por el estilo, simplemente un trabajo bastante personal en la línea del Hardcore más metalizado y oscuro, con una atendible labor en las guitarras y una energía contagiosa e inclaudicable, en gran parte gracias al intenso despliegue vocal del mismo Buechner. La verdad, no sé de dónde saca tanta fuerza este hombre alimentándose sólo con verduritas.


-Gavin Portland “IV: Hand in hand with traitors, back to back with whores” (2010)
Islandia. Debo admitir que sus principales productos de exportación rockera (los soporíferos Sigur Rós y esa irritante enana oligofrénica y presumida conocida como Björk) me resultan sumamente desagradables. Gavin Portland es un cuarteto oriundo de Reikiavik (esa es la capital de Islandia, manga de brutos) que, por suerte, no tiene nada que ver con aquellas propuestas. Nada de Post-Rock glacial para ahuyentar el insomnio ni de Pop berreta, poco memorable y con pretensiones artísticas. La de estos muchachos es una propuesta mucho más contundente y visceral pero no exenta de creatividad y personalidad propia. Debajo de un exaltado corazón Hardcore, el cuarteto no disimula su admiración por otros géneros como el Noise-Rock, el Sludge, El Post-Hardcore y hasta el Screamo. La mayoría de los temas se mueven en aplastantes medios tiempos, acompañados por un bajo masivo, una guitarra llena de ideas y distorsión y voces que hacen catarsis emocional a grito pelado pero también se permiten algún que otro pasaje de vulnerabilidad melódica. No es que estén reinventando la rueda (ni el acero, claro), pero se las arreglan para condensar sus influencias (¿Quieren nombres? A ver, Unsane, Neurosis, Shellac, Melvins, Envy, Fugazi, Helmet, Portraits Of Past, entre otros) de forma personal y poco convencional. Una hipnótica base Sludge convive con guitarras entre Shellac y Fugazi y alaridos estridentes dignos del Screamo más intenso, un riff Punk se transforma en volcanes en erupción tan sólo con pasarlo por un filtro de gordura y pudrición, mientras que un pasaje de introspección Neurosiesca puede ir adornado por tensos arpegios Noise-Rockeros y frágiles líneas vocales, y un riff de pura brutalidad Sabbathera se torna una experiencia sumamente emotiva y desgarradora. Todo entregado con un sonido envolvente y natural y una sensación general de estar naufragando en soledad en la más violenta de las tormentas. Absolutamente recomendable para cualquiera que aprecie la música extrema y pesada (aunque no necesariamente metálica) con altas cuotas de imaginación, ruido y emotividad.


-Infanticide “From our cold dead hands” (2010)
¡Claro que sí! Seguimos a todo blast-beat en “Pasión de Grindcore”, el único programa capaz de apiñar veinte temas en menos de media hora y sin pausas comerciales. Hoy nos visitan desde Suecia nuestros amigos de Infanticide, un grupo que, a pesar de la reciente deserción de su bajista, no se amilana y nos regala una panzada de agresión sin respiro. Tal como habían hecho en su debut discográfico, “Extinction scheme” de 2007, estos primermundistas culposos insisten en refregarnos por la cara lo horrible que es el mundo, tomando como fuente de inspiración aquellas pautas delineadas por próceres como Napalm Death, Terrorizer, el primer Carcass y, como no podía ser de otra manera, sus compatriotas Nasum, a quienes versionaran en aquel disco tributo editado el año pasado. ¡Sí, amigos! Esto es material de calidad, sin ideas propias pero con todo ese odio que espanta a potenciales novias y amantes y nos obliga a revolcarnos de placer en nuestra mugre. Fugaces sinfonías de enfermedad que hacen que nuestros amigos, allegados y familiares se cuestionen nuestra sanidad mental y nuestro buen gusto musical. ¿Quieren guitarras como motosierras escupiendo riffs podridos a toda velocidad? ¿Están listos para moshear con los rebajes Hardcorosos? ¿Buscan un cantante que se haga mierda la garganta rugiendo como una morsa con dolor de estómago? ¿Acaso pretenden un baterista que parece haber encontrado la fórmula del movimiento perpetuo? ¿Y todo eso lo quieren ya? ¿Y con un sonido corrosivo y claro al mismo tiempo, tal como Mieszko “Gorrita” Talarczyk nos enseñó antes de tomarse sus vacaciones definitivas? Entonces, sin más preámbulo y con la aprobación de Shane Embury, con ustedes…¡Infanticide!


-Ludicra “The tenant” (2010)
Con dos discos editados por Alternative Tentacles (el sello discográfico liderado por Jello Biafra) y una formación que cuenta con conexiones con grupos como Gwar, Impaled, Exhumed, Wolves In The Throne Room, Phobia, Neurosis, Asunder o The Fucking Champs, entre otros, queda claro que Ludicra no es la banda más convencional dentro del, ya de por sí poco convencional, Black Metal americano actual. Y no me refiero a mestizajes con el Post-Rock, el Noise o la Música Industrial, tan comunes hoy en día. Lo de estos oriundos de San Francisco es aún más extraño y difícil de definir. En un mismo tema pueden combinar arpegios de sabor Post-Punk (del lado de Killing Joke, para ser más específicos), alaridos de bruja moribunda, líneas de bajo portentosas (un disco de Black Metal donde se escucha el bajo, eso sí que es raro), melancólicas voces femeninas, climas de oscura Psicodelia y melodías épicas. En otro pueden montarse sobre un ritmo vertiginoso, con guitarras que se entrecruzan a toda velocidad pintando profundos paisajes melódicos y voces que alternan entre los gritos de siempre y majestuosos arreglos corales. Y en medio de eso se mete sin problemas un pasaje acústico de tintes Folks. Y así podría seguir por horas. Cada tema es una aventura nueva, llena de sorpresas, curvas inesperadas y desafíos para el oído. Lo curioso es que, a pesar de su afiebrada imaginación y falta de respeto por cualquier tipo de límite genérico, Ludicra nunca deja de sonar a puro y malvado Black Metal. Pueden meter groove rockero, melodías emotivas o intrincados rebusques setentosos (entre tantas otras cosas) y todo lo unifican en su propio y sórdido universo. O sea, a pesar de serlo, no dan la sensación de un grupo ecléctico musicalmente hablando. Es necesario bucear con especial atención dentro de las canciones para descubrir sus infinitos recovecos. Les aseguro que, con siete temas desperdigados en poco más de cincuenta minutos, aquí hay mucha tela para cortar.


-My Own Private Alaska “Amen” (2010)
Con el Rock (y de allí todas sus ramificaciones) generalmente confinado al sonido tradicional de guitarra, bajo y batería, a veces basta sólo con hacer algún cambio en ese esquema para llamar la atención. Por supuesto, es válido preguntarse cuánto de verdadero valor musical o de mero golpe de efecto hay detrás de un trío francés que practica Screamo basado en una formación de voz, piano y batería. Efectivamente, eso es lo que propone My Own Private Alaska (pueden llamarlos M.O.P.A. si quieren) y lo que hizo que Ross Robinson (productor de Korn, Sepultura, Limp Bizkit, Slipknot, Amen, Glassjaw, At The Drive-In, The Blood Brothers y Norma Jean, entre tantos otros) decidiera grabarlos y editarlos por su propio sello, I Am Recordings. Bien, más allá de cualquier prejuicio, My Own Private Alaska gana la pulseada en base a una personalidad única (digan lo que quieran, pero nunca escucharon un grupo así antes), una intensidad sobrecogedora (no hacen falta guitarras distorsionadas para poner la piel de gallina) y una musicalidad envidiable. Realmente hacen falta músicos talentosos para lograr que una propuesta así de despojada y minimalista suene con tanta fuerza y profundidad. La batería sostiene todo con un arsenal de golpes titánicos dignos del pulpo Manotas pero nunca pierde de vista las idas y venidas dinámicas que las canciones exigen a fin de no tornarse monótonas o aburridas. La voz se dedica principalmente a gritar y retorcerse de dolor y aún en los pasajes donde deja entrar alguna que otra melodía suena como si le estuvieran arrancando el corazón con tenazas oxidadas. Pero claro, la figura indiscutida aquí es el piano, encargado de suplir a las guitarras y el bajo con una maestría y un dramatismo melódico que hacen perder el aliento. Bien vale aclarar que en ningún momento del disco las teclas pretenden replicar los riffs que haría una guitarra eléctrica, si no que reemplazan estos por exquisitas líneas melódicas de tinte entre clásico y jazzero que demuestran que la potencia y la emotividad visceral no son virtudes exclusivas del Rock. Por momentos esta segunda entrega de M.O.P.A. hasta puede sonar demasiado sufrida y desgarrada pero les aseguro que no hay ni un atisbo de superficialidad a lo largo de toda la placa. Otro excelente ejemplo para taparle la boca a aquellos que insisten en que ya está todo inventado en materia de Rock.


-Nails “Unsilent death” (2010)
No hay tiempo. El mundo se cae a pedazos a un ritmo enloquecedor. La vida tal y cómo la conocemos llega a su fin con un último grito de agonía. No sé quiénes son estos Nails (se supone que en sus filas hay gente de conocidos grupos Hardcore, pero a quién le puede importar eso ante semejante ataque a los sentidos), pero ellos saben muy bien lo que quieren. Destruir todo a su paso. Si una cruza entre bandas como Napalm Death, Integrity, Man Is The Bastard, el primer Entombed y Pig Destroyer les suena como algo con lo que disfrutarían en su tiempo libre, entonces déjenme ver esas sonrisas desencajadas, mis enfermitos amigos. Esto incluye blast-beats a todo trapo, guitarras gordas y podridas, feedback y acoples varios, rebajes que sacuden la tierra con la fuerza de mil mogólicos en celo, arranques del más hostil del los Hardcores, abruptos cambios de ritmo, riffs cargados de odio y salvajismo, voces que rugen hasta escupir sangre y una persistente sensación de frenetismo apocalíptico que envuelve el cuerpo y lo sacude hasta dejarlo magullado y exhausto. No se trata de material experimental o de vanguardia y sin embargo les puedo asegurar que Nails, aún contando con claras influencias, no suena como ninguna otra banda. Demasiado caóticos para el Grindcore, demasiado podridos para el Hardcore, demasiado compactos para el Powerviolence, demasiado simples para el Noise-Core, demasiado acelerados para el Sludge, demasiado ruidosos para el Death Metal y aún así Nails llega a tocar, de una forma u otra, a todos esos subgéneros. Lo mejor es que, con el disco apiñado en menos de quince minutos, no queda ningún margen para el error ni para innecesarios devaneos. Nails golpea fuerte y lo hace dónde más duele. Así que, amantes de la música extrema y violenta (sea en la forma que sea), preparen el culo porque esto viene en seco y sin besitos.

-Plows “I hate my car and I want to drive” (2010)
Ya con el título, una clara parodia a aquel “I hate myself and I want to die” con el que Kurt Cobain supuestamente pensaba titular a “In utero”, las pautas generacionales de Plows quedan más que claras. Sí, adivinaron, la cosa viene noventosa. ¿Grunge? Sí, algo de eso hay. Canciones simples, de riffs mugrientos y melodías sinuosas, y esa sensación de agobio tan típica del género. Pero eso no es todo. Hoy en día ningún repaso noventoso parece estar completo sin el necesario toque de Noise-Rock, y Plows no es la excepción. Porque también tienen guitarras disonantes y cubiertas de feedback, ritmos frenéticos, voces distorsionadas enterradas en la mezcla, climas asfixiantes y una clara vocación de confrontación psicótica cubriendo cada canción. El hecho de que sean un dúo (guitarra y batería, ambos cantantes) los acerca, curiosamente, a otras formaciones similares, como Local H, GodheadSilo o Big Business, pero aún así la personalidad de Plows se mantiene intacta en base a un tenso equilibrio entre la energía sudorosa, los riffs embarrados y el retorcido sentido del humor del grupo. Tal vez debería mencionar que el dúo se encuentra en un parate temporal y que este segundo disco es en realidad un demo de lo que sería el verdadero sucesor de “Those people” (2007), su debut discográfico. Eso quiere decir que el sonido es más bien crudo pero lo cierto es que dicho marco casi garagero le sienta perfectamente a las composiciones del grupo, así como el aire distendido con el que las interpretan. La misma banda explica que la única intención a la hora de encarar este material era la de dejar algún registro de estas canciones, por eso mismo es que, en lugar de venderlo, lo han puesto a disposición de quien quiera descargarlo a su computadora de forma gratuita (visiten www.myspace.com/plows para más información sobre esto último). En fin, no creo que le vaya a cambiar la vida a nadie, pero para aquellos que aprecien el viejo y querido Noise-Rock de los noventas en su estado más riffero y salvaje, he aquí un disco que no los defraudará.


-Shining “Blackjazz” (2010)
Vienen de Noruega y tienen la palabra Black en el título del disco (el anterior tenía la palabra Grind, así que para el próximo pueden usar Death o Doom), sin embargo nada tienen que ver con corpsepaints, iglesias en llamas, loas a Satanás o riffs envueltos en capas y capas de reverb, aún cuando cuenten con la colaboración de Grutle Kjellson de Enslaved, banda con la que han compartido escenario y hasta proyectos en común. Como podrán imaginarse, la clave está en la segunda palabra que compone el título de este quinto disco de Shining (no confundir con los suecos Blackmetaleros del mismo nombre), lo cual no es de extrañar si tenemos en cuenta que el grupo dio sus primeros pasos como un cuarteto de Jazz acústico. El punto de inflexión fue su tercer álbum (“In the Kingdom of Kitsch you will be a monster”, de 2005), donde adoptan una formación eléctrica al tiempo que suman elementos varios del Metal extremo, el Noise y el Rock Progresivo a su ya declarado amor por John Coltrane y Ornette Coleman. Sin abandonar esa línea, “Blackjazz” propone una nueva mirada dentro de su habitual locura. Efectivamente, si algo hay de Black aquí no tiene que ver con pautas genéricas, si no más bien con el sentimiento oscuro y violento que inunda las composiciones. El grupo limitó intencionalmente la paleta de instrumentos, a fin de lograr un sonido más compacto y rabioso, perdiendo tal vez algo del colorido de antaño pero ganando en contundencia y profundidad. Por otro lado, es notable el acercamiento a diversos elementos Industriales, por momentos llegando a sonar como una suerte de híbrido deforme entre Strapping Young Lad (el de “City”), King Crimson (podemos escuchar al final del disco una ruidosa versión del clásico “21st century schizoid man”), Skinny Puppy y el John Zorn más desbocado. Por lo demás, cada canción es un afiebrado paseo por ritmos frenéticos en constante movimiento, estructuras laberínticas, alocados saxofones, riffs tan abrasivos como enroscados, arreglos ominosos (similares al Fantômas más oscuro), voces agresivas pero variadas (aquí la influencia de Devin Townsend vuelve a asomar su calva cabeza), infinidad de teclados y ruidos varios, y una persistente sensación de psicosis violenta y alucinógena, de absoluto desconcierto ante lo que pueda suceder a cada paso. Si a alguien se le ocurriera entregar el premio al disco de Jazz-Fusion-Rock-Progresivo más corrosivo, epiléptico y mala onda del mundo, “Blackjazz”, sin duda alguna, contaría con serias chances de ganarlo.


-The Dillinger Escape Plan “Option paralysis” (2010)
Ya deben conocer la historia. En 1999 “Calculating infinity” adelantó la entrada del nuevo siglo a patadas y le dio una nueva dimensión a la expresión “caos controlado”. Sin ser sus creadores, The Dillinger Escape Plan se plantaban como la banda más representativa e influyente del Mathcore. En 2002 vendría el breve romance con Mike Patton, que dejó como resultado esa pequeña gema conocida como “Irony is a dead scene” y, dos años después, el imprescindible “Miss Machine” capitalizaría lo aprendido junto al ex-ex Faith No More, legándonos uno de los cinco mejores discos de la década pasada y llevando al quinteto a una nueva esfera musical (compartida con algunos de sus pares, como Converge o Cave In) para la que el término Mathcore no sería suficiente. Casi como siguiendo el espíritu impredecible de Faith No More, el siguiente paso discográfico (“Ire Works”, 2007), dejaba un tanto de lado la irresistible profundidad melódica de su antecesor en pos de un retorno a la intrincada virulencia de antaño. Tres años y un cambio de sello discográfico después (adiós Relapse, hola Season Of Mist) llega este “Option paralysis” que tiene todo para convertirse en algo más que un digno sucesor de “Miss Machine”. Empecemos por aclarar que no se trata de una continuación de aquel disco, si no más bien de una profundización de los elementos allí incorporados. En vez de separar las cosas entre temas frenéticos y melódicos, el quinteto une ambas vertientes y suma una cualidad casi tridimensional a través de un trabajo de texturas y armonías (sigue siendo admirable la forma en que incorporan samples y teclados varios) sencillamente apabullante. Las guitarras deslumbran con su habitual desparramo de dedos, dejando en claro por qué están unos cuantos pasos por delante de sus imitadores. Cada riff, cada enroscado punteo, cada disonancia, cada arreglo no sólo hacen gala de una imaginación superlativa, también están estratégicamente colocados en función de las canciones y no como mero show exhibicionista (teléfono para Christopher Arp). Justamente, el punto está en las canciones. Intrincadas y laberínticas como son, nunca pierden el hilo y la coherencia interna. Claro, es de gran ayuda que el grupo no le tema a la melodía y el gancho, entregando pasajes de absoluta belleza que demuestran que la intensidad no sólo se alcanza a través de golpes epilépticos, alaridos dementes y guitarras contracturadas. Elementos estos, por cierto, que nadie maneja tan bien como ellos. En ese sentido es destacable el crecimiento del, ya de por sí grandote, Greg Pucciato en su tarea como vocalista, dejando un tanto de lado su admiración por Mike Patton y encontrando un tono más personal a la hora de producir grandes melodías. No es común que un grupo así de extremo, experimental e intrincado pueda convivir con semejante nivel melódico y emocional, y es tal vez en ese aspecto que las comparaciones con Faith No More cobran mayor sentido. Desde ya, analizar en detalle cada uno de los diez temazos que componen el disco sería una tarea demasiado exhaustiva hasta para el más obsesivo de los nerds y, en cualquier caso, “Option paralysis” es de ese tipo de placas que nunca se terminan de descubrir del todo, de esas que ofrecen música a caudales irrefrenables, que conjugan a la perfección potencia inhumana, sutileza, emociones viscerales, imaginación, infinidad de detalles capaces de hacernos estallar el cerebro y un vuelo creativo reservado sólo para aquellos músicos tocados con la varita mágica del más envidiable de los talentos. Y todo eso presentado en canciones sencillamente perfectas. En fin, no sólo se trata del mejor disco de Dillinger hasta el momento, a menos que algo muy extraño suceda “Option paralysis” ya tiene asegurado su puesto como disco del año.


-The Fall “Your future our clutter” (2010)
Sin desmerecer a grandes nombres como Wire, Gang Of Four o Killing Joke, The Fall probablemente sea la banda Post-Punk inglesa más influyente en el Indie-Rock Americano. Con sus treinta y cuatro años de carrera, su titánica discografía y el férreo liderazgo del eterno Mark E. Smith, la combinación de empuje Punk, trance Kraut-Rockero, experimentación ruidosa y letras de alto contenido intelectual por ellos practicada resultó ser un ítem indispensable en la educación musical de grupos como Mission Of Burma, Sonic Youth, Fugazi, Pavement o Girls Against Boys, por sólo nombrar algunos. “Your future our clutter” es el vigésimo octavo disco de estudio del grupo y, como tal, sería ingenuo esperar sorpresas. Ok, es cierto que el grupo ha tenido sus etapas, por momentos más rockeros, en otros más electrónicos, a veces más oscuros, a veces más virulentos y así, pero la espina dorsal de su sonido (ritmos repetitivos, guitarras entre ruidosas y angulares, vuelo psicodélico y la voz hablada de Smith llevando las riendas de las canciones) siempre se mantuvo intacta. En este caso, estamos en presencia de la veta más rockera de The Fall, con la batería marcando el paso con golpes durísimos, el bajo retumbando entre inquietantes líneas melódicas, la guitarra y los teclados debatiéndose entre erupciones de mugre sonora, hipnóticos arreglos y punzantes riffs y Smith escupiendo sus intrincados textos con su habitual mezcla de rabia, desprecio y desgano. Como dijera alguna John Peel (fanático confeso del grupo), “The Fall es siempre diferente, es siempre igual”. Lo interesante es que, después de tantos años, las ideas musicales de la banda sigan sonando frescas, personales, intensas y creativas, aunque en ese sentido debe ayudar el hecho de que el bueno de Smith cambie de formación de forma bastante asidua. De cualquier forma, con sus cincuenta y tres años de edad a cuesta y el rostro surcado por arrugas, el tipo tiene energía y neuronas de sobra para entregar. Sólo basta escuchar este genial “Your future our clutter” para comprobarlo.


-Yellow Swans “Going places” (2010)
Dos años después de su disolución, llega la pieza final de la extensa discografía de Yellow Swans. No se sientan sorprendidos, al fin de cuentas el dúo conformado por Pete Swanson y Gabriel Mindel Saloman nunca fue demasiado amigo de lo convencional. Una discografía de más de cincuenta discos (entre largas duración, ep’s, splits y demases), desplegada sólo en siete años y muchas veces con el nombre Yellow Swans acompañado por alguna palabra extra que siempre debía comenzar con la letra D, es buena prueba de ello. No es de extrañar, entonces, que nos encontremos con material que se sumerge en las agitadas aguas del Noise más abrasivo y abstracto. Pero, claro, ni siquiera en ese contexto estos dos dementes se conforman con las formas habituales de hacer ruido, escapándole a la monotonía y al lugar común a fuerza de ideas variadas y personales. Un buen ejemplo es el tema “Opt out”, donde parten de una tenue y melancólica melodía (no muy disímil a las practicadas por Ulver en sus trabajos más volcados al Ambient) y, paulatinamente, la van ensuciando con diversas texturas corrosivas, logrando así un denso entramado que, en lugar de pervertir el tono emocional del tema, lo hace más intenso y conmovedor. Si me viera obligado a mencionar un referente, seguramente sería Final (aquel proyecto Ambient-Noise de Justin Broadrick), principalmente en lo que hace a combinar una sensibilidad frágil y emotiva (siempre a través de un claro instinto melódico) con espesos estratos sonoros de profunda abstracción intelectual. Insisto, es sólo una referencia a modo de ayuda para entendidos, de ninguna manera se trata de una copia. Yellow Swans aprovecha la vasta paleta sónica del Noise y el Ambient en función del desarrollo de las composiciones y no como fin en sí mismo. A tal punto que, en más de una ocasión, uno puede imaginar sin problemas a una orquesta (me refiero a una con instrumentos acústicos) reinterpretándolas sin que por ello se pierda la esencia ni la fuerza de las mismas. En definitiva, esto no debería ser tan sorprendente, especialmente si tenemos en cuenta que los principales precursores del Noise en general fueron compositores contemporáneos de formación académica. ¿Debería concluir, entonces, que Yellow Swans está más cerca de Karlheinz Stockhausen y John Cage que de Merzbow o Whitehouse? Digamos mejor que se las arreglan para tender un puente entre ambos extremos, manteniendo la musicalidad (vanguardista, extraña, revulsiva si se quiere, pero musicalidad al fin) de los primeros y la virulencia oscura, áspera y desenfadada de los segundos. Ideal para hacer entender a los más cabeza duras que el Noise también es música.

Milica Live in La Plata






El jueves 1 de abril tocamos en Pura Vida Bar con los camaradas de Falsos Conejos, que son algunos de los seres que están armando una movida de bandas experimentales de la provincia de Bs.As. bajo el nombre BUENOS AIRES EXPERIMENTAL. Chequiraut.

8 de marzo de 2010

Reviews

Por Fernando Suarez.


-Ahleuchatistas “Of the body prone” (2009)
Si John Zorn se interesa por un trío instrumental de formación rockera (esto es, guitarra, bajo y batería) cuyo nombre suena a trabalenguas, entonces sabemos que el viaje viene movidito. Efectivamente, el compositor neoyorquino (a través de su sello discográfico, Tzadik) primero reeditó el segundo disco de Ahleuchatistas (“The same and the other”, originalmente de 2004) y luego lanzó “Of the body prone”, su más reciente trabajo. Y, por supuesto, la cosa no va precisamente por los márgenes de la ortodoxia. Desde ya, no podemos hablar de originalidad (la propuesta de Ahleuchatistas tiene claros lazos con otros tríos rockeros/experimentales como Blind Idiot God, Don Caballero o Dysrhythmia, así como con el caos controlado de, oh casualidad, Naked City) pero sí de imaginación desbocada, ideas retorcidas e interpretaciones tan virtuosas como frenéticas. Casi sin efectos ni sobregrabaciones, estos oriundos de North Carolina se entregan a diez epilépticos viajes musicales plagados de dedos enroscados, ritmos hiperquinéticos, intrincados contrapuntos, estructuras impredecibles y una energía sudorosa y urgente. El truco, como suele suceder en este tipo de propuestas, reside en mantener un siempre tenso equilibrio entre las más rebuscadas elucubraciones del Jazz y el Rock Progresivo (piensen en Magma o The Soft Machine antes que en Yes o Genesis) y una intensidad física, espontánea y visceral que, justamente, tiende puentes entre el Punk (entendiendo el término de forma más bien amplia) y el Free-Jazz. Entonces, sin inventar la pólvora, Ahleuchatistas se las arregla para llamar la atención con un inagotable despliegue de deformidades Jazz-Rockeras despojadas de cualquier atisbo de frialdad académica, y plasmadas en composiciones tan atrapantes y potentes como psicóticas y ricas en detalles. Indispensable para aquellos que aprecien el virtuosismo puesto en función de las más virulentas locuras musicales.


-Alice Donut “Ten glorious animals” (2009)
Con veinticuatro años de carrera (interrumpidos entre 1996 y 2001), Alice Donut se erige como una de las propuestas más originales y creativas surgidas del underground neoyorquino. Su particular cruza de energía Punk, deformidad psicodélica, experimentación ecléctica y gancho melódico resultó claramente influyente en bandas tan disímiles como Butthole Surfers, Jane’s Addiction, Meat Puppets o The Mars Volta, por sólo nombrar algunos, y no por nada el mismísimo Jello Biafra los tuvo siempre en un lugar de alta estima. De hecho, “Ten glorious animals” marca el retorno de la Rosquilla de Alicia a Alternative Tentacles, el sello regenteado por Biafra donde dieron sus primeros pasos discográficos. Semejante acontecimiento ameritaba un disco por arriba de la media y eso es lo que entregaron estos veteranos. Una de las virtudes que siempre destacó al grupo fue la capacidad de condensar todos sus delirios lisérgicos en canciones redondas, gancheras y sumamente infecciosas. Dicha cualidad aquí se incrementa de forma apabullante, dando como resultado una colección impecable de composiciones tan aptas para tararear y bailar alocadamente como para perderse en enroscadas visiones de puro surrealismo musical. Inclusive se nota que el quinteto puso especial atención a las melodías vocales, resignando algunas de sus aristas más estridentes pero ganado en retorcida emotividad. No teman, esto no quiere decir que Alice Donut se haya vuelto un grupo convencional ni nada por el estilo. La locura dice presente en cada recoveco de la placa, es sólo que está presentada en forma más concisa y madura. Y, como si esto fuera poco, coronan la faena con una versión de “Where is my mind?” de Pixies donde la voz de Frank Black (o Black Francis, como prefieran) es reemplazada por un trombón. Si tienen en cuenta que, en distintos puntos de su historia, Alice Donut dio el mismo tratamiento a temas de Black Sabbath y Fugazi, tal vez eso les ayude a hacerse una idea de las pautas sonoras que manejan. En cualquier caso, si estaban necesitando un disco para refrescarse las neuronas con grandes canciones, no dejen pasar este “Ten glorious animals” que merecería haber entrado en nuestras listas de discos del año pasado.


-Dissecting Table “Metamorphosis 1” (2009)
Que Japón cuenta desde hace mucho tiempo con una inagotable fuente de artistas dedicados al costado más desquiciado y experimental del Noise y aledaños no es ninguna novedad. Tampoco es primicia que muchas de esas propuestas resultaran tremendamente influyentes en artistas occidentales considerados dentro de la vanguardia del Rock en general. Gente como Mike Patton, Sonic Youth o John Zorn pueden atestiguar lo dicho sin problemas. Ahora bien, si uno piensa en fines de los ochentas, en música extrema y ruidosa, en voces podridas y en estética forense, es muy probable que la palabra que acuda a la mente sea Carcass, ¿verdad? Ok, Dissecting Table (la criatura del perturbado Ichiro Tsuji) cumplía con esas características ya en su debut de 1986, el ep “Ultimate psychological description”, pero no se trataba de Grindcore o Death Metal. Más allá de los gruñidos y alaridos (el único punto de contacto con dichos géneros metálicos), el sonido de Dissecting Table tiene fuertes raíces en la Música Industrial, aunque con una aproximación sumamente personal a ese estilo. Los colchones de ruido pueden remitir a aquellos viejos discos de Whitehouse o Maurizio Bianchi, pero también, claro, a Merzbow. Las estructuras caóticas y la sobrecarga sensorial pueden asociarse a Skinny Puppy, y los ritmos aplastantes, los graves corroídos y las atmósferas opresivas a Godflesh pero, si tienen en cuenta que en esa época los primeros todavía no habían desarrollado del todo su marca distintiva de caos lisérgico Industrial y los segundos ni siquiera existían como tales, la perspectiva es otra. No por nada Relapse (a través de Release Entertainment, su subsidiaria dedicada a la música experimental no metálica) editó (en 1997) dos discos de Dissecting Table, los geniales “Human breeding” y “Life”. Avanzamos rápidamente hasta la actualidad y, luego de infinidad de placas (la mayoría editadas por el sello del mismo Tsuji, UPD Organization), llegamos a este “Metamorphosis 1”. Si esperan un agradable paseo por campiñas melódicas, busquen en otro lado. Si acaso existiera en el infierno una ominosa fábrica donde se forjan las más angustiantes pesadillas y los más sórdidos pensamientos, Dissecting Table ha dado con la banda sonora perfecta para semejante ambiente. Dejando completamente de lado los frenéticos ritmos mecanizados de antaño, Tsuji se arrima a terrenos de mayor abstracción sin por ello resignar intensidad. Oxidadas paredes de ruido se ciernen sobre los sentidos y los hieren con saña psicótica, estratos de mugre sónica se superponen en una fracturada danza sinfónica de absoluta perdición, pasajes de falsa calma inducen una afiebrada paranoia que estalla en lacerantes chirridos electrónicos, maremotos de ácido achicharrando neuronas y derritiendo la piel a su paso. Vamos, una excelente muestra de ese extremismo sonoro nipón que tan bien le hace al mundo, a cargo de uno de sus exponentes más destacados. Sin duda, otro de esos discos cruciales del año pasado que se nos pasaron a la hora de armar la lista definitiva.


-Mouthbreather “Lila” (2009)
Ah, el Punk Rock. No es que alguna vez haya tratado de disimularlo pero no está de más aclarar que, en general, la música que más me interesa es aquella con claras raíces en él. Por supuesto, se trata de un género tan vasto y con tantas ramificaciones e interpretaciones diferentes (muchas de ellas trascendiendo inclusive el hecho musical), que cualquier intento de definición pseudo-enciclopédica del mismo sería una tarea inabarcable o un acto de absoluta soberbia. En definitiva, podemos inventar miles de nuevos rótulos, categorías y sub-categorías pero si las propuestas de bandas como Black Flag, Fugazi, Jawbreaker, Hot Water Music, Fucked Up o Avail no pueden resumirse simplemente como Punk, entonces hemos perdido el rumbo. Las referencias, claro, no son gratuitas. Ya desde “Thank you for your patience” (2008), el larga duración debut de Mouthbreather (no confundir con los Noise-Rockeros Moutheater), el quinteto viene desplegando un carácter arrasador que, en este ep de cinco temas, no hace más que confirmarlos como uno de los nombres a tener en cuenta a la hora de hablar de Punk actual. Algunos podrán llamarlo Post-Hardcore y, ciertamente, más de un pasaje remite a esa suerte de nerdismo salvaje, con riffs que se salen del manual de los tres acordes de siempre para explorar nuevas planicies de armonía y dinámica, y ritmos que van más allá del 4x4 Ramonero. Aquí hay emoción pero ni se les ocurra pensar en melodías Poperas o adolescentes conflictuados con delineados ojitos de pollito mojado, la rasposa y rugiente voz de John Martin contagia una potencia que no sabe de poses superficiales, las guitarras de John Hall y Brandon Peck escupen fuego y la base rítmica conformada por Tyler Worley (bajo) y Chris Brown (batería) marca un insistente pulso ideal para rebotar contra las paredes. Energía cruda y primitiva, urgencia que, no obstante, no se conforma con simplemente repetir las lecciones de sus mayores. Mouthbreather transmite esa vigorizante sensación de un grupo dejando hasta la última gota de sudor en algún sótano perdido, visiones de cuerpos convulsionados y las venas del cuello a punto de estallar. Punk-Rock, ni más ni menos.


-Secret Chiefs 3 “Traditionalists: Le Mani Destre Recise Degli Ultimi Uomini” (2009)
Aquellos que estén al tanto de las internas del universo Mr. Bungle (y, en menor medida, Faith No More), sabrán que Mike Patton y Trey Spruance (vocalista y guitarrista respectivamente de dicho grupo) no son, precisamente, mejores amigos. Lo interesante es que, más allá de sus irreconciliables (¿o no?) diferencias personales, ambos cuentan con varios puntos en común a la hora de encarar sus actividades musicales. Los dos son activos militantes de una musicalidad sin limitaciones estilísticas, los dos han profesado abiertamente su amor por el Metal extremo cada uno desde proyectos distintos (Patton en Fantômas, Spruance en Faxed Head, ASVA y produciendo a Impaled), los dos nutren sus raíces rockeras con sonidos folklóricos de todas partes del mundo y los reinterpretan con una inefable mirada demente, los dos son eximios virtuosos con sus respectivos instrumentos y usan esas habilidades con el fin de quebrar límites constantemente, los dos han trabajado recientemente con John Zorn (Patton en los cuatro discos del Moonchild Trio y Spruance versionando temas de Masada con Secret Chiefs 3 en “Xaphan: Book of angels Volume 9”) y los dos demuestran un notable interés por las bandas de sonido. Esto último nos trae a esta sexta entrega de Scret Chiefs 3, cuyo arte de tapa recuerda inevitablemente al de aquel “Director´s cut” de Fantômas. Se trata de un disco concebido por Traditionalists (una de las siete bandas “satélite” de Secret Chiefs 3. O sea, ellos mismos con otro nombre. Sí, es gente complicada) que reúne treinta temas pensados como soundtrack para una imaginaria película de terror italiana. Y todo ello no hace más que mantener el paralelismo entre ambos artistas. En muchos pasajes el disco recuerda a los momentos más oscuros de aquel glorioso “California” de Mr. Bungle, lo cual nos lleva inevitablemente a otro prócer adorado por Patton y Spruance (y por Zorn, ya que estamos), Ennio Morricone, aunque (por suerte) despojado de las, a esta altura insoportables, referencias al Western. Claro, si tenemos en cuenta que el grupo contó prácticamente con una orquesta (tenemos voces, piano, guitarras, bajo, batería, sintetizadores, Hammonds, violines, violas, violonchelos, vibráfono, flauta, percusiones varias y más) a la hora de grabar estas treinta composiciones, no es de extrañar entonces que los resultados estén teñidos de una profundidad y una riqueza musical sencillamente envidiables. La meta de transmitir vívidas imágenes cinematográficas (enmarcadas en el género elegido por la banda en cuestión) sólo con la música es alcanzada a la perfección y con un nivel que deja en ridículo a la mayoría de las bandas de Rock que intentan esa misma idea. Desde ya, ese tono de locura subyacente se encuentra presente a lo largo de toda la placa (algunas canciones cuentan con tal complejidad armónica y transmiten sensaciones tan macabras que parecen concebidas por auténticos científicos musicales psicóticos) y eso es otro punto que lo hermana con Patton. En fin, la psicología barata (valga la redundancia) seguramente diría que ambos personajes se odian simplemente porque son extremadamente similares. No importa, mientras sigan entregando material de esta calidad ni siquiera me molesta el hecho de que nunca más tengamos material nuevo de Mr. Bungle.


-Defeatist “Sixth extinction” (2010)
Por lo general, uno espera diferentes cosas de cada género musical. Por ejemplo, del Pop se pretenden buenas melodías ante todo, del Doom (y derivados) riffs gordos y carnosos, y del Hardcore energía inmediata y sin adulterar. En el caso del Grindcore, lo lógico es esperar sensaciones de excitación extrema, ráfaga tras ráfaga de furia distorsionada directo al entrecejo, más una reacción que una explicación, como dijera alguien alguna vez. Lo interesante es que, gracias a visionarios del género como Brutal Truth, C.S.S.O., Discordance Axis o todo aquello donde participe Scott Hull, también podemos esperar que el Grindcore nos entregue una buena cuota de imaginación y grandes ideas musicales, aún dentro de los esquemas compositivos casi minimalistas del género. Con un pasado ligado directamente a exponentes de la vanguardia metálica de los últimos tiempos como Anodyne y Kalibas, Defeatist traza a martillazos sónicos un camino intermedio. Rescatan el salvajismo y la mugre de próceres como Terrorizer y el primer Napalm Death pero condimentan dichos atributos con influencias variadas que hacen desaparecer el fantasma de la repetición y el aburrimiento. Los estridentes alaridos de Aaron Nichols (aquí también a cargo de las seis cuerdas) y el sonido general del disco (envolvente, corrosivo, asfixiante, casi a tono con las tonalidades grises con las que suelen adornar sus artes de tapa) remiten al Noise, las estructuras caóticas y los ocasionales rebajes Sludge huelen a la mejor cepa Powerviolence, los riffs disonantes se asoman al Mathcore (o a una versión Crust de Today Is The Day) pero nunca se pasan de listos. La potencia cruda, casi Hardcorosa, y la oscura visión politizada del trío los terminan de ubicar inequívocamente en los temblorosos terrenos del Grindcore. Vieja escuela con una vuelta de tuerca experimental, de cierta forma similar a aquello que los añorados Nasum ensayaran en su tristemente trunca carrera musical pero con una cuota extra de caos opresivo. Y, con diecinueve temas apiñados en menos de media hora, queda claro que estos neoyorquinos no pretenden tomar prisioneros. Entonces, si lo mínimo que se puede esperar de un buen disco Grindcore es que nos deje exhaustos, mareados y con la sangre en ebullición, “Sixth extinction” se lleva un aprobado con todos los honores y mantiene en alto el excelente nível que el género viene exhibiendo desde hace unos cuantos años.


-Living Sacrifice “The infinite order” (2010)
Comenzaron a principios de los noventas (en su debut homónimo) con un sonido de clara extracción Thrasher, luego fueron ensuciando paulatinamente (“Nonexistent”, 1992) la propuesta hasta llegar a un portentoso Death Metal de la mano del ominoso “Inhabit” de 1994. Tres años después, un Living Sacrifice renovado nos lanzaba a la cara el genial “Reborn”, donde el extremismo se teñía de modernidad noventosa, bajo la atenta mirada de popes como Sepultura y Fear Factory. Otro período de tres años y nos encontramos con “The hammering process”, una placa donde se pone casi al frente la influencia de Meshuggah sin por ello desdeñar lo aprendido anteriormente. Le siguió “Conceived in fire” en 2002 y allí el cuarteto parecía tomar el camino obvio para cualquier banda cristiana de Metal extremo de la época, el Metalcore. En 2005 tuvimos un compilado (“In memoriam”) repasando toda su carrera y, cuando ya los dábamos definitivamente por muertos luego de tantas idas y venidas, llega en 2010 este nuevo trabajo de Living Sacrifice. “The infinite order” muestra al cuarteto moviéndose de forma inteligente entre influencias actúales (Lamb Of God a la cabeza) y claras reminiscencias del Thrash de los noventas. En ese aspecto, podemos detectar bastante del groove brutalizado de Pantera, la precisión mecánica de Fear Factory, arreglos percusivos a la Sepultura, ataques de epilepsia rítmica/riffera a la Meshuggah, algún que otro sample aquí y allá, amagues casi melódicos cercanos a Strapping Young Lad (aunque, por momentos, la melodía se arrima a Suecia. In Flames, para ser más específicos) y hasta pasajes de pura cepa Deathmetalera. Todo, por supuesto, enmarcado en un sonido moderno, tan ajustado y claro como contundente, con guitarras afiladísimas y un saludable sentido de la variedad. Nada revolucionario ni especialmente revelador, desde ya, pero hecho con conocimiento de causa y un claro respeto por las canciones. En fin, un buen festejo de sus veinte años de carrera para estos chupasirios metaleros.


-Past Lives “Tapestry of webs” (2010)
Con su particular y efervescente combinación de frenético Post-Hardcore, Screamo, Noise, delirios Progresivos, críptico intelectualismo lírico y Psicodelia New Wave bailable, The Blood Brothers supo erigirse como uno de los grupos de Rock más emblemáticos e influyentes de la década pasada. No por nada el mismísimo Guy Piccioto (de Fugazi, la mejor banda del mundo) co-produjo “Young machetes”, su última entrega discográfica. Past Lives es una de las agrupaciones surgidas tras la disolución de The Blood Brothers en 2007 y las comparaciones (odiosas, como siempre) se hacen inevitables. Es más, si quisiéramos una definición inmediata y un tanto superficial de su sonido, podríamos decir que se trata de una versión melódica del costado más experimental de The Blood Brothers. Sin su faceta más ruidosa y extrema, el núcleo de nerviosismo Post-Hardcore se mantiene y no sólo es notable la influencia de Fugazi, si no de bandas aún más viejas que ayudaron a forjar esa cruza de energía Punk, ritmos Funks y mirada intelectual, como Gang of Four, Minutemen y NoMeansNo. Por otro lado, se nota un especial cuidado en las melodías y las texturas, adornando los ritmos sincopados con una profundidad psicodélica envolvente y siempre emotiva. Y, claro, la impronta delirante y colorida se ve enriquecida por este renacer melódico, dando a luz varios pasajes que harían saltar de alegría al más rabioso seguidor del Rock Progresivo en general. De alguna forma inexplicable (he aquí gran parte de su encanto), Past Lives presenta un equilibrio entre las más voladas alucinaciones cósmicas y las emociones más descarnadas y terrenales, con canciones donde el gancho melódico, la imaginación, la fuerza y la locura conviven sin problemas. En fin, algunos extrañarán los alaridos y el caos violento de The Blood Brothers pero para eso tienen los discos de aquella banda. Past Lives propone otro tipo de viaje sin por ello olvidar sus raíces. Si aprecian el Rock con vuelo creativo, personalidad, buenas ideas, intensidad y grandes melodías (más allá de definiciones y subgéneros), no lo pueden dejar pasar.


-Sigh “Scenes from hell” (2010)
Treinta años escupiendo el más deforme y ecléctico Black Metal desde Japón y Sigh se mantiene en forma y con el apetito creativo intacto. Tal vez llamarlos los Mr. Bungle del Black sería exagerado pero, ¿cuántas bandas del género conocen capaces de combinarlo con Jazz, Psicodelia, Dub, Folk, Trip-Hop, Metal tradicional, música Disco y delirios varios sin quedar nunca mal parados? Ya desde el comienzo (con “Prelude to the Oracle”), “Scenes from hell” se escucha como un retorno a terrenos extremos luego de los melódicos “Gallows gallery” (2005) y “Hangman's Hymn - Musikalische Exequien” (2007). Aunque, claro, los delirantes arreglos de vientos y teclados (entre épicos y caricaturescos) y los pasajes Surf-Rockeros dejan en claro que los nipones no piensan tomar el camino fácil del “reencuentro con las raíces”. Sí se aprecia un sonidos más crudo (se ve que haber grabado un ep de covers de Venom en 2008 dejó sus secuelas), guitarras más sucias, ritmos acelerados y voces podridas, pero con temas que suenan como Mayhem versionando música de dibujos animados e incursiones en escalas típicas de la música tradicional hebrea (¿qué diría Varg Vikernes de esto?), la palabra convencional queda fuera de la ecuación. Entonces, fieles a su habitual locura, los liderados por Mirai Kawashima se entregan a un viaje frenético e impredecible, poniendo el foco esta vez en combinar los modismos más rudimentarios del Black con variadas orquestaciones que remiten más a las frescura de las viejas Big Bands jazzeras que a la solemne pompa sinfónica habitual en el género. Aunque tampoco faltan pasajes casi Wagnerianos que pondrían verde de envidia (¿se imaginan un corpsepaint verde? ¿Será eso “pintarse la cara color esperanza”?) a los Emperor más pretenciosos y alguna que otra excursión barroca que deja en ridículo a todos los Yngwie Malmsteens del mundo. Bah, no es que necesiten ayuda, esa gente queda en ridículo por su cuenta. Por supuesto, el Blackmetalero medio (desprovisto de sentido del humor, cerrado, acartonado y eternamente peleado con la vida) podrá considerar todo esto como una imperdonable herejía (los fanáticos religiosos comparten una misma estrechez mental, adhieran al culto que adhieran) pero el extenso e impecable historial de Sigh los pone más allá de esas cuestiones infantiles y estériles. Ahora bien, para aquellos que no viven en eterna pose, “Scenes from hell” es un voluptuoso manjar musical ideal para disfrutar con todos los sentidos en éxtasis.


-Title Tracks “It was easy” (2010)
A veces uno peca de entusiasta y se lanza sin miramientos a propinar adjetivos superlativos a discos que, por un motivo u otro, tocan fibras sensibles de nuestra percepción musical. Decir que un álbum es perfecto suena siempre exagerado y lo cierto es que no hay reglas inamovibles a la hora definir semejante cosa. Bien, sin temor a equivocarme (total, ¿a quién le importa si me equivoco?) puedo decir que “It was easy”, el debut discográfico de Title Tracks (tras ese nombre se esconde John Davis, ex miembro de los geniales Q And Not U) es un disco perfecto. De ninguna forma se trata de material innovador o revolucionario, de hecho podríamos clasificarlo simplemente como Pop (con espíritu Indie, pero Pop al fin), pero cuando hablo de perfección me refiero, claro que sí, a las canciones. Cada uno de los once tracks que componen la placa es una auténtica joya melódica de construcción artesanal. Las guitarras peladas y el pulso movedizo de “Every little bit hurts” ya nos ponen en situación y las líneas vocales se clavan en el corazón y la memoria para nunca más desaparecer. De ahí en más es un festival de melodías irresistibles y contagiosas envueltas en un sonido básico de guitarras (acústicas y eléctricas pero sin necesidad de abusar de la distorsión), bajo y batería (más algún que otro piano y teclado por ahí) e interpretadas con una clase y soltura envidiables. La cadencia evocadora de “No, girl”, la colorida efervescencia a-go-go de “Black bubblegum” (no, nada que ver con The Dillinger Escape Plan, esto es Bubblegum como el de los sesentas, pero mucho mejor), el dinámico Power-Pop de “Piles of paper”, la cruza de ritmos Funk/Disco y voces Betalescas de “Hello there”, la melancolía Country de “Tougher tan the rest” (cover de Bruce Springsteen con la voz invitada de Tracyanne Campbell), el infeccioso empuje Rockero de “Steady love”, la dulzura romanticona del tema que da título al disco, las brisas psicodélicas de “At fifteen”, el nervio casi Punk de “Found out” y el final a pura ensoñación de “She don’t care about time” (otro cover, en este caso de The Byrds) se erigen como insuperables ejemplos del poder imperecedero de las buenas canciones, sean del género que sean y estén presentadas de una forma u otra. Ustedes sabrán disculpar si, una vez más, mi entusiasmo le gana la partida al análisis minucioso, pero, en lo que a mí respecta, “It was easy” ya se postula como uno de los mejores discos del año.