Por Fernando Suarez.
-Flux Of Pink Indians ”The fucking cunts treat us like pricks” (1984)
Aún antes de su nacimiento, algunos ya anunciaban la muerte del Punk. Claro, si títeres como Sex Pistols y The Clash encarnaban esa supuesta revolución, entonces no había esperanza posible. Vamos, queremos romper las reglas pero creamos un nuevo dogma, repetimos los mismos acordes, las mismas poses, la misma soberbia, la misma falta de profundidad, nos uniformamos, nos autodestruimos y aquí no ha pasado nada. Flux Of Pink Indians escribe otra historia, una que comparte con contemporáneos como CRASS, Big Black y Einstürzende Neubauten y cuyas páginas se tocan con las de Fugazi, The Ex, Cop Shoot Cop, Fucked Up, Converge o Wolf Eyes. Algunos verán esto como una insensata enumeración de nombres que poco y nada tienen en común pero es en la esencia misma de las propuestas de esos (y otros) artistas que se puede hallar el hilo conductor que define una forma de encarar el Punk más allá de las limitaciones genéricas. Hablo de intensidad, confrontación, inteligencia, libertad creativa y ética inquebrantable. Hablo de desterrar tanto al adolescente que sólo piensa en el pogo como al snob que lo observa displicente desde su burbuja de afectaciones. Por supuesto, también hablo de un gusto ineludible por el ruido, de verlo como un elemento musical tan válido como cualquier otro. Efectivamente, el trabajo de Flux Of Pink Indians (plagado de acolpes, samples, feedback, gritos, guitarras chirriantes y ritmos frenéticos y taladrantes) ataca a los sentidos, confunde, marea, por momentos asfixia con capas y capas de sonidos corrosivos, en otros dibuja caóticas escenas de histeria urbana (casi como hacer un zapping en un televisor descompuesto y en blanco y negro) y no olvida dejar espacio para las expresiones más básicas y urgentes. Y toda esa hostilidad sónica, esa pulsión por salirse desesperadamente de los márgenes autoimpuestos por el Rock mismo, se condice perfectamente con la visión política que expone el grupo (¿Ya mencioné su afiliación con CRASS?). En cualquier caso, el poderío musical de este disco (que ya se adivinaba en su antecesor, el genial “Striving to survive Causing least suffering possible”) es tal que hasta se pueden dar el lujo de disfrutarlo (o padecerlo, según el caso) como entidad artística en sí misma, despojada de su background ideológico. Aunque es muy probable que, de hacerlo así, se estén perdiendo una buena porción de esta suculenta y deliciosa torta.
-Barkmarket “Vegas throat” (1991)
La mayoría ni debe saber quién es (ni le interesa) pero los que conozcan a David Sardy probablemente asocien su nombre al rol de productor de bandas como Helmet, Cop Shoot Cop, Vision Of Disorder, Orange 9mm, Unsane o Far e inclusive de artistas consagrados como Johnny Cash, Devo, Red Hot Chili Peppers o The Rolling Stones, entre tantos otros. Con semejante curriculum (en especial en el terreno ligado al under), no es de extrañar que Barkmarket, el grupo que Sardy lideró entre 1987 y 1997, se mueva por carriles afines al Hardcore, el Grunge y, especialmente, el Noise-Rock. Hablando claro, puro Rock noventoso de guitarras. Crudo, pesado sin ser Metal, agresivo sin apelar al exceso de testosterona como única arma, inteligente y mugriento al mismo tiempo, enfermizo pero sin caer nunca en histrionismos innecesarios, ruidoso y creativo pero con un profundo respeto por las canciones. En ese sentido, la voz de Sardy (también a cargo de las seis cuerdas) se destaca de gran parte de sus pares Noise-Rockeros aportando melodías gancheras en inflexiones casi blueseras (los acrecamientos perversos al Blues y el Jazz eran moneda corriente en el Noise-Rock de aquellos años pero, por lo general, se limitaban a la parte instrumental) que, en lugar de diluir, le suman una nueva dimensión al retorcido sonido del trío y, en ocasiones, pueden hacer pensar en un híbrido deforme entre Soundgarden (Sardy también trabajó con Chris Cornell en su etapa solista) y The Jesus Lizard. Por momentos hasta da la sensación de que la voz trata desesperadamente de elevarse mientras el resto de los instrumentos la arrastran hacia su propio infierno de ritmos aplastantes, riffs enroscados y descontroladas disonancias. Claro, tampoco faltan los alaridos psicóticos, los tempos contracturados, los acoples, algún que otro sample, el bajo gordo y pendenciero, y ese negro y delirante sentido del humor tan típico del Noise-Rock. Por supuesto, con lo dicho no faltará quien vea en Sardy una especie de Steve Albini noventoso y, si bien ciertas similitudes son irrevatibles (ambos productores especializados en el costado más ruidoso del Rock, ambos guitarristas y cantantes en sus respectivos tríos de, claro, Noise-Rock, ambos autores de letras tan jodidas como la música que las acompaña), la personalidad distintiva e innegable de Barkmarket ayuda a no caer en comparaciones facilistas. En fin, calculo que, a lo largo de este divague, debo haber repetido el término Noise-Rock la suficiente cantidad de veces como para que a nadie le quede ninguna duda de por dónde viene la mano en este genial “Vegas throat”.
-Abruptum “Evil Genius” (1995)
Por el sólo hecho de contar con una batería marcando ritmos claramente discernibles, “Evil Genius” (un compilado de demos y ep’s originalmente grabados a principios de los noventas) puede considerarse como el trabajo más convencional y, por ende, atípico de Abruptum. Ligados fuertemente al Inner Circle del Black Metal noruego, este enigmático dúo sueco se caracterizó por llevar al género a su expresión máxima de horror y asfixia, adelantándose por varios años a los sonidos que luego ensayarían artistas como Xasthur, Gnaw Their Tongues en inclusive Sunn 0))) en su etapa más negra. En lo formal, la música de Abruptum tiene más relación con el Noise, el Ambient y lo Industrial que con el Metal propiamente dicho, pero si se trata de generar atmósferas opresivas, malignas, cargadas de sórdidas alucinaciones satánicas e ideales para ambientar rituales de invocación demoníaca, esto es infinitamente más efectivo que cualquier cosa que Mayhem o DarkThrone hayan concebido jamás. Como ya dijimos, “Evil Genius” cuenta con ritmos y hasta está dividido en doce canciones, una rareza si tenemos en cuenta que los demás discos del grupo se bastan con un máximo de cuatro (siempre extensos y casi cinematográficos) tracks para desplegar sus macabros viajes. Aún así, no se trata de Black Metal convencional. Los ritmos lentos, los riffs disonantes, los siniestros samples y teclados, las voces profundas y guturales, y ese sonido cavernoso y envolvente remiten a una suerte de Godflesh despojado de urbanidad y sumergido en la más sangrienta de las pesadillas místicas. Entre tanto auge (siempre hablando del underground, no esperen que estas mierdas ruidosas lleguen nunca a Mtv) de experimentadores dentro del Black, sería un acto de absoluta injusticia no reconocer a Abruptum como precursores definitivos y creadores de algunas de las piezas más aterradoras de la historia de la música. Para aquellos que no se animan del todo, “Evil Genius” puede resultar una buena introducción para luego llegar al material más abstracto y amorfo del dúo. Y, para los que buscan propuestas originales e innovadoras en el mundo del Negro Metal, esto es sencillamente indispensable.
-Cast Iron Hike “Watch it burn” (1997)
Las llamas comienzan a consumirlo todo y aún no sé por dónde empezar. ¿Es esto Hardcore? El pequeño bulldog de Victory Records que me mira con expresión fiera desde la contratapa parece indicar que sí. Pero aquí no hay arengas mosheras, gestos rudos, dogmáticas proclamas Straight Edge ni fábulas de credibilidad callejera. Tan sólo algún que otro machaque casi Thrasher nos acerca a esa imagen estereotipada del Hardcore. Entonces, ¿podemos hablar de Hardcore sin tener que caer en aburridos lugares comunes? Perfecto, en ese caso es probable que el Hardcore salga vivo de este incendio. Pero, ¿cómo les explico lo que está sucediendo mientras mi piel comienza a ampollarse por el calor? Ok, ¿ya dije Hardcore? Eso, aquí al menos, significa pasión, energía, urgencia, expresión pura y sin artificios. Pero (y tal vez no debería perder el tiempo con estos cuestionamientos, teniendo en cuenta que el techo parece a punto de derretirse sobre mi cabeza), ¿qué pasa cuando todo eso está entregado con inteligencia, imaginación, vuelo musical, personalidad propia y sensibilidad melódica? ¿Tendría que hablar de Post-Hardcore, entonces? No lo tengo claro, esto de las definiciones me confunde y, sinceramente, me queda poco oxígeno como para pensar con claridad. Sólo puedo atinar a reflexionar que cualquier categoría que sirva para englobar nombres como Only Living Witness, Deadguy, Quicksand, Neurosis (en un fugaz rapto de inspiración, mi mente recuerda que una de las guitarras de Cast Iron Hike estaba a cargo de Mike Gallagher, futuro miembro de Isis), Helmet o Snapcase, debería ser apropiada para estos bostonianos. Aunque es probable que eso no sea suficiente, rara vez lo es. Y les juro que quisiera describirles con mayor detenimiento cada uno de los profundos recovecos que dibujan estas canciones pero, en este momento, con “Watch it burn” sonando desde los parlantes, lo único que mis sentidos perciben es un abrasador y envolvente fuego.
-Kiss It Goodbye “She loves me, she loves me not…” (1997)
Sin aire para respirar, sin refugios donde esconderse. “She loves me, she loves me not…” es una experiencia que trasciende la pasividad de simplemente escuchar un disco. La música de Kiss It Goodbye se escapa de los parlantes, reptando como serpientes de alquitrán hirviendo, se corporiza y nos estrangula con manos tan rasposas como impiadosas. Cada riff lacera la piel y genera un doloroso rechinar de dientes, cada golpe rítmico retuerce estómagos y entumece huesos, cada alarido penetra las neuronas como una aguja envenenada y resuena en el pecho hasta hacerlo estallar. Nueve canciones cubiertas de sudor desesperado, concebidas por espíritus quebrados que se aferran a sus últimos restos de humanidad con dedos temblorosos. Cascadas de disonancia que infectan los sentidos, construcciones cacofónicas que disparan cortocircuitos en la mente. Nueve canciones escupidas con una intensidad que obliga a cerrar los puños hasta hacerlos sangrar mientras sentimos el cráneo latir de forma frenética y ensordecedora. No hay nada divertido, amigable o superficial en este disco, no por nada algunos miembros del grupo venían de tocar en leyendas del Hardcore más extremo, metálico y enfermizo (que luego sería conocido como Mathcore) como Deadguy y Rorschach. Y esa agresión desencajada y psicótica aquí se vuelve aún más amenazante a través de tempos irregulares pero siempre cadenciosos y opresivos, y un trabajo de guitarra (disonante, ruidosa, creativa y con una energía hiriente) sencillamente excepcional. De hecho, si nos ponemos estrictos, esto tiene más en común con las catarsis violentas de Neurosis (sí, aquí hay mucho de ese fuego, aunque presentado de otra forma, claro) o Will Haven que con el caos vertiginoso de The Dillinger Escape Plan, aunque tal vez la forma más concisa de describirlo sea imaginar una rabiosa versión Hardcore-metalera del Noise-Rock más denso y asfixiante. Llámenlo como quieran pero, si buscan música donde la intensidad y el vuelo creativo vayan de la mano, no pueden dejar pasar esta auténtica maravilla.
-In/Humanity “Violent resignation: The great american teenage suicide rebellion” (2000)
Emo-Violence. ¿Cómo? ¿Acaso es posible aunar la frágil sensibilidad del Emo con la caótica virulencia del Powerviolence? ¿Qué diría Eric Wood ante semejante herejía? ¿Y los muchachos de Hellnation, ilustres ciudadanos de la Nación Poderviolencia, con su “At war with Emo”? En realidad, si lo piensan bien, aquellos viejos discazos de grupos pilares del Emo como Rites Of Spring, Moss Icon, Current o Heroin hacían gala de una intensidad y una potencia capaces de competir con el más mugriento Grindcore, por lo que, si la aproximación viene por ese lado, no resultaría tan incomprensible. En efecto, el término Emo-Violence (acuñado por los mismos In/Humanity) sirvió para describir propuestas tan extremas y frenéticas como las de Orchid o Reversal Of Man, entre otros. “Violent resigantion” compila casi la discografía completa del cuarteto, comprendida entre 1992 y 1998 y pletórica de blast-beats, alaridos, acoples, abruptos cambios de ritmo, guitarras ruidosas y una emotividad tan visceral como, bueno, violenta. En su mayor parte, este material bien podría caer en las definiciones más estrictas de Powerviolence: ritmos aceleradísimos (pueden verlo como Grindcore sin Metal o como Hardcore llevado al límite de velocidad y pudrición, ustedes eligen), estructuras caóticas, voces agresivas, sonido crudo y abrasivo, ocasionales rebajes rozando el Sludge y un sentido del humor entre irónico y sencillamente retardado. Ahora bien, si pensaban que la parte Emo de la ecuación tenía que ver con incorporar melodía a la misma, piensen otra vez. La palabra clave aquí parece ser histeria. Por un lado tenemos las voces, que dejan de lado los gruñidos pedregosos para privilegiar la parte más estridente de los gritos Hardcorosos, el tipo de chillido que se suele encontrar en el Screamo pero también en grupos como The Locust, Converge o Discordance Axis, y la mención de estas bandas no es gratuita. En segundo lugar, y aún más importante, están las guitarras. Aquí se destaca el uso casi constante de tonos menores, una práctica que, en su momento, fuera casi exclusiva de las primeras bandas Emo, siempre hablando del contexto del Hardcore y aledaños, desde ya. Esto hace que los riffs suenen disonantes y tensos, en contraposición con la brutalidad más bien D.R.Iesca y moshera de gran parte del Powerviolence de la época. Claro, si en lugar de dar tantas vueltas e inventar rótulos estúpidos, habláramos de Hardcore extremo, ruidoso, frenético y disonante, la cosa sería mucho más simple. En cualquier caso, la propuesta de In/Humanity no sólo resultaba ser sumamente personal, intensa y creativa (su influencia puede rastrearse en las bandas antes mencionadas y en otras como Pig Destroyer, United Nations o Narcosis), si no que también sentaba ciertas bases para encarar la música extrema desde un lugar más emocional y catártico antes que desde la rudeza o la pose malvada. No por nada en muchos de shows usaban como introducción una grabación de un contestador automático donde Jamey Jasta (cantante, o algo así, de Hatebreed) se asumía como homfóbico y amenazaba con emplear violencia física con su interlocutor (el autor de un artículo en un fanzine que osaba criticar, con ácido sentido del humor, la pose violenta de muchas de las bandas del catálogo de Victory Records entre las cuales, obviamente, se contaba Hatebreed), superpuesta con el tema “Macho Man” de Village People. No sé ustedes pero, para mí, eso sólo ya es motivo suficiente para amarlos incodicionalmente.
-Storm & Stress “Under Thunder and fluorescent Lights” (2000)
Con su frenética reinterpretación instrumental del King Crimson más riffero, Don Caballero es serio contendiente al título de banda más precisa, controlada y ajustada dentro del vasto universo del Indie y el Punk americano. Tal vez debido a semejante disciplina, Ian Williams y Erich Emm (guitarrista y bajista, respectivamente, de dicho grupo entre 1992 y 2000, el primero también miembro de Battles) decidieron encarar este proyecto paralelo de forma mucho más relajada. En efecto, si bien la música de Storm & Stress mantiene el sentimiento retorcido y la pulsión por crear intrincados paisajes musicales de Don Caballero, su aproximación es mucho más lúdica, basada en la improvisación y, por ende, impredecible. Momentos de calma reflexiva pueden dar paso (o no) a hiperkinéticos choques de ritmos desbocados y guitarras laberínticas, pequeñas orquestaciones desencajadas (de esas donde parece que cada instrumento está tocando un tema diferente pero, sin embargo, mantienen una cierta cohesión) se funden con voces que parecen cantar desde una ducha y desembocan en excursiones guitarrísticas que evolucionan constantemente sin guía aparente más que la inspiración del momento. De alguna forma, podría decirse que Storm & Stress hace un enroque de referencias con respecto a Don Caballero, reemplazando la sobria intelectualidad de Robert Fripp por la espontaneidad y el humor de Derek Bailey o el John Zorn más volcado a la improvisación. Por supuesto, estamos hablando de músicos que no le temen al virtuosismo pero que usan sus habilidades como herramientas para romper las paredes de la tradición antes que como fines en sí mismos. Y lo interesante es que, a través de semejante despliegue de experimentación, el trío se las arregla para transmitir todo tipo de emociones (tensión, alegría, rabia, inocencia, desconcierto, locura, melancolía, relax, etc.) que pegan en las entrañas antes que en el cerebro. En fin, si quieren algo de virtuosismo Avant-garde pero despojado del snobismo acartonado que muchas veces inunda a propuestas similares, no lo pueden dejar pasar.
-Today Is The Day “Sadness will prevail” (2002)
Luego de tres excelentes discos (“Supernova”, “Willpower” y “Today is the day”) editados por Amphetamine Reptile (el sello emblema del Noise-Rock de los noventas, hogar de luminarias como Unsane, Helmet, Cows, Brainiac y Melvins, entre tantos otros), Today Is The Day hizo su éxodo en 1997 a Relapse Records de la mano de esa indiscutible obra maestra que fue “Temple of the morning star”. En dicho álbum, el trío liderado por Steve Austin llevaba a su máxima expresión su particular (y tremendamente influyente) cruza de Noise-Rock, Hardcore, Metal extremo, visión Progresiva y experimentación Industrial, legándonos uno de esos momentos que quedarán inscriptos eternamente en el panteón de la música extrema en general. Luego llegaría “In the eyes of god”, donde el grupo (tras un cambio de integrantes que favorecería la entrada de Bränn Dailor y Bill Kelliher, ambos futuros miembros de Mastodon) acercaría su, ya de por sí, violenta propuesta a las nihilistas aguas del Grindcore y el Death Metal. Otro cambio de formación y un disco de rarezas y versiones en vivo (“Live ‘till you die”) mediante, veía la luz este ambicioso cd doble donde Austin y compañía ponían toda la carne al asador, proponiendo uno de los más tortuosos y atrapantes viajes musicales concebidos en la historia del Rock. Por supuesto, un álbum doble siempre es una empresa complicada que cuenta con el riesgo de que las pretensiones sobrepasen a los resultados, pero eso no amilanó a nuestro hombre. Lo primero que llama la atención es el sonido, mucho más crudo y áspero que el de sus trabajos previos, con Austin chillando de manera aún más desenfrenada y estridente, aún sin abandonar sus típicas variantes semi-melódicas-retorcidas y las toneladas de efectos con los que deforma su voz. Y eso ya nos da una pauta. En lugar de intentar suavizar la extensa duración de “Sadness will prevail”, el grupo se lanza con saña sobre el oyente y lo obliga a atravesar un recorrido tan doloroso como, finalmente, adictivo. No se trata del ataque directo y muscular de “In the eyes of god”, aquí la cosa se pone mucho más extraña e impredecible y aún los temas más violentos están cubiertos de una espesa capa de psicodelia ruidosa y ennegrecida que infecta los sentidos y derrite neuronas a su paso. Como corresponde, más allá de sus habituales bombazos Noise-Psycho-Metaleros (que pueden ir desde el más frenético blast-beat al más denso y Sabbáthico de los rebajes sin inmutarse ni resignar su necesaria cuota de epiléptico caos rítmico), el trío incursiona en experimentos musicales inéditos que no hacen más que acentuar el desesperante hilo conductor del disco. Así, encontramos guitarras acústicas, pianos, erupciones de virulento Free-Jazz, breves remansos de tensión melódica (ideales para ambientar las más sórdidas fantasías de cualquier Serial Killer), infinidad de samples y texturas corrosivas, coros fantasmales e infernales, instrumentos de cuerda (a cargo de la gente de Amber Asylum, que hasta se animan con una versión neo-clásica del tema que da nombre a la placa), arreglos casi Kingcrimsonianos (si imaginamos a un Robert Fripp portando armas de destrucción masiva y con espuma chorreando de su boca, claro), teclados desvencijados, músicos invitados (a los de Amber Asylum, sumen la presencia de Seth Putnam de Anal Cunt y Mark Morton de Lamb Of God), cascadas de feedback y ruido digital, manipulaciones sonoras por doquier (Austin rescata aquella idea de utilizar el estudio de grabación como un instrumento más, logrando así que el disco cuente con una profundidad tridimensional, casi cinematográfica), voces femeninas a capela y hasta un tema (“Never answer the phone”) de veintitrés minutos que culmina su pesadilla alucinógena con un genial fragmento de “El bebé de Rosemary”. Todo eso puesto al servicio de generar agobiantes sensaciones de absoluta locura, por momentos entre frenéticas convulsiones y en otros sumergidos en quebradizas visiones suicidas. Ni hace falta aclarar que no se trata de material de fácil digestión. De hecho, recorrerlo de principio a fin sin pausas es un auténtico test de resistencia mental, espiritual y física. Para aquellos que no le temen a los desafíos (he allí el verdadero espíritu de lo que debería ser considerado extremo o brutal), “Sadness will prevail” es un sólido bloque de música que los pondrá al límite de sus capacidades y los dejará inevitablemente heridos. Pero de cada una de esas cicatrices habrán aprendido una valiosa lección.
-Kill Your Idols “From championship to competition” (2005)
Quince temas en poco menos de media hora. Quince saludables ráfagas de adrenalina entregadas con el corazón en la mano. Esto es Hardcore y Jarvis Cocker puede morirse ahora mismo, ahogado su repugnancia glamorosa y afectada. Aquellos que sepan del tema reconocerán nombres como Minor Threat, 7 Seconds, Negative Approach, Circle Jerks o D.O.A., y aquellos no iniciados que estén, de todos modos, interesados deberían conocerlos en primer lugar. No puedo hablar, entonces, de originalidad ni experimentación. Está bien, me quedo con esta energía urgente, pasional, hermosa en su primitivismo. La garganta adolorida de tanto gritar, los huesos entumecidos, el pecho palpitando a toda velocidad, la piel cubierta de victorioso sudor. Nada de poses acartonadas, esta música refresca el espíritu y lo prepara para afrontar cualquier desafío. ¿Sofisticación? ¿ Elegancia? Bueno, hay un lugar y un momento para todo pero aquí hablamos de liberación, de levantar los puños y (des)entonar gloriosos himnos que nos ayuden a escapar de esta alienación urbana en la que nos sumergimos día a día. Fugaces, efímeras erupciones de salvación comprimidas en cuatro acordes y ritmos galopantes. ¿Acaso está mal que estas canciones me hagan rejuvenecer y olvidar, aunque sea por un rato, el cinismo y la intelectualidad? Bueno, demándenme y reflexionen a gusto, yo tengo una cita ineludible con un mosh en mi cabeza.
-Clouds “We are above you” (2008)
Cave In no sólo es uno de los nombres más destacados del Metal extremo de los últimos años (le dieron una vuelta de tuerca única al aún incipiente Mathcore en su clásico “Until your heart stops”, se adelantaron a lo que luego se conocería como Metalgaze en el imprescindible “Jupiter”, flirtearon con el mainstream, volvieron a la comodidad del underground y nunca detuvieron su afiebrado apetito creativo ni bajaron el nivel de sus obras), también se dieron el gusto de inundar el mercado independiente con infinidad de colaboraciones y proyectos paralelos. El Emo de Kid Kilowatt, el Indie-Rock de Pet Genius, la versión instrumental del grupo en Sacrifice Poles, el Pop Psicodélico de Stephen Brodsky (tanto en sus discos solistas como en New Idea Society, el dúo que compartió con Mike Law, ex miembro de los geniales Eulcid) y The Octave Museum, el Sludge monolítico de Zozobra (casi una secuela de Old Man Gloom, aquel supergrupo que también contaba con gente de Converge y Isis) y su estrecha relación (han compartido integrantes y proyectos en más de una ocasión) con Converge demuestran que estos muchachos no pretenden dejar nada en el tintero a la hora de expresarse musicalmente. Clouds es el proyecto craneado por el guitarrista Adam McGrath (aquí también devenido en vocalista) para dar rienda suelta a sus más primitivas pulsiones rockeras. Claro, hablando de esta gente (irredimibles nerds musicales), no esperarán que la cosa sea demasiado convencional o genérica. El debut del grupo, “Legendary demo” (2007), ya anticipaba los caminos que buscaban recorrer y aquí la propuesta parece asentarse del todo. Partiendo de una base de Rock crudo, riffero y muscular, Clouds va tocando diversas influencias que dan como resultado final su propia identidad. Tenemos algo de densidad Melvinesca, evocadoras melodías de clara extracción Grunge, vibrantes arranques de rabioso Hardcore/Punk, momentos de groove setentoso, guiños al Proto-Punk de Stooges y MC5, rebusques casi Progresivos y hasta algún que otro riff extraído directamente del manual de Greg Ginn. Siendo cretinos, podríamos decir que esto es una versión mugrienta y con corazón Hardcore de los primeros discos de Queens Of The Stone Age, pero eso sería injusto para ambas bandas. En cualquier caso, para seguidores de todas las facetas de Cave In y aquellos que sepan apreciar un buen recuento de historia rockera a través de una óptica con raíces en el Hardcore, esto debería ser material de interés.